Huellas, trazos y trazas

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nitivamente al del niño normalizado . ¿Cómo se nos aparecen aquellas personas que marcan una diferencia con nosotros?, ¿tenemos cuidado de no referirnos hacia ellos como si fueran los únicos portadores de diferencias? En realidad, cada vez estoy más convencida de que ella, él, ellos/ellas, no la portan, podemos reexionar que las diferencias son el resultado de las relaciones de poder. El otro deciente , mal vestido , con una madre que todavía no entiende , funciona como depositario de todos los males, como portador de las fallas sociales. Este tipo de pensamiento supone que la pobreza es del pobre , la violencia del violento , el fracaso del alumno , la deciencia del deciente . También se hipotetiza sobre las tradiciones en los procesos de formación docente que operan con tanta fuerza que no permiten visualizar los efectos que produce esta forma de pensar. ¿Es posible poder pensar en una educación fundada sobre el reconocimiento de los derechos lingüísticos y culturales de los niños? Constituye un desafío poder romper con los prejuicios que tanto lastiman y marcan la subjetividad de nuestros niños y niñas; las formas que usamos para aludir a los alumnos, a sus características y rasgos, tienen más sentido del que parecen tener, cumplen funciones que van más allá del intento por describirlos. Intentando llegar a un nal, no puedo dejar de señalar que a partir de ese momento nada fue igual para mí, variadas sensaciones y sentimientos me invadieron ese día. Sin lugar a dudas ya no fue como cualquier otro, quizás al decir de Jorge Larrosa, se trate de abandonar la pretensión de que el mundo de los niños es el que nosotros sabemos que es, o el que nosotros le damos, o el camino hacia nuestro mundo.

3 Tal vez se trate de abandonar, de una vez por todas, la pretensión de que los niños son nuestros. La pretensión de que el tiempo de los niños es el que nosotros creemos que es, o el que nosotros le damos, o el camino hacia nuestro tiempo. O la pretensión de que el mundo de los niños es el que nosotros sabemos que es, o el que nosotros le damos, o el camino hacia nuestro mundo. O la pretensión de que la vida de los niños es la que nosotros queremos que sea, o la que nosotros le damos, o el camino hacia nuestra vida. O la pretensión de que el pensamiento de los niños es el que nosotros pensamos que es, o el que les damos, o el principio de nuestro pensamiento. O la pretensión de que las palabras de los niños son las que nosotros decimos que son, o las que nosotros le damos, o el camino hacia nuestras palabras. Esas son las pretensiones de Herodes. Y eso no puede ser. Y es preciso crear una tradición diferente. Larrosa, Jorge, 2004.

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