departamentos y ordena sacar a licitación las minas abandonadas. Seguidamente, en 1824, el Decreto Dictatorial del General Simón Bolívar estableció que la propiedad de las minas de mercurio era de sus descubridores y abolió el trabajo forzado de los indios en la actividad minera, quienes pasaron a ser trabajadores libres (Baldeón, 2009). En 1829 se abolieron los gravámenes que regían, diezmos y cobros sobre las pastas de plata y el impuesto de 3% sobre el oro. En la Ley del 2 de diciembre de 1829 se “reestableció en Lima el Tribunal de Minería y las Diputaciones Territoriales en los demás Asientos, conforme a las respectivas Ordenanzas” (Baldeón, 2009, p. 8). Para 1836, hubo un intento de codificación de las leyes del sector minero, pues existía confusión acerca de qué leyes de la Colonia continuaban vigentes. No obstante, la redacción de un Código Minero no se materializó (Baldeón, 2009).
La Era del Guano, 1840-1878
En el periodo que abarca los años 1840-1878, el crecimiento anual de la minería no metálica fue de alrededor de 12%, principalmente dinamizado por la producción de guano y salitre (Seminario, 2015). El sector exportador marcó la evolución de la economía peruana porque generaba mayores ingresos que el mercado interno. Esta entrada de capitales y ganancias fue distribuida entre el gobierno peruano y, hasta 1861, con casas comerciales como la casa Gibbs11. En 1862, el gobierno del presidente Ramón Castilla concedió a la Compañía de Consignatarios Nacionales la comercialización del guano (Armas et al., 2011). El auge del guano iniciado en 1847 permitió al Estado contratar ingenieros peruanos y extranjeros para explotar los recursos minerales del territorio peruano y dirigir las obras públicas. Así, se crea la Junta Central de Ingenieros en 1852, la misma que en 1860 fue reglamentada como Cuerpo de Ingenieros Civiles del Estado.
Eduardo de Habich, destacado ingeniero polaco, fundador de la Escuela de Ingenieros Civiles y de Minas, y de la Universidad Nacional de Ingeniería. Foto: Difusión.
122
En 1872 se creó la Sección de Minas y Manufacturas de dicho cuerpo, la cual tuvo la función de “formar el mapa geológico e inventariar los recursos minerales del Perú”. Asimismo, durante esta época, la construcción de ferrocarriles tuvo una importancia muy marcada durante los gobiernos de José Balta (1868-1872) y Manuel Pardo (1872-1876), destacando la construcción de la línea entre El Callao y La Oroya, financiada por Enrique Meiggs. Es necesario señalar que la producción del guano concentró la riqueza en la capital del país, a diferencia de la minería, debido a la ubicación de los centros mineros en varias y diferentes partes al interior del Perú (Armas et al, 2011). Las consecuencias negativas de la Era del Guano fueron la alta corrupción y peculado, debido a los pocos controles estatales o privados. El historiador Jorge Basadre hace referencia a estos años como “la época de sultanismo y corrupción” (Armas et al, 2011, p. 181). En 1876 se funda la Escuela de Ingenieros y de Minas bajo la dirección de Eduardo de Habich, impulsando el desarrollo minero en todo el país, y se promulgaron leyes que fijaron incentivos para la producción minera (Tumialán, 2003). La Ley del 28 de abril de 1875 eliminó el Tribunal de Minería y sus funciones administrativas quedaron a cargo de la Dirección de Administración del Ministerio de Hacienda. Asimismo, durante el gobierno del Presidente Mariano Ignacio Prado se emitió la Ley de Minas del 12 de enero de 1877, que reconoció que el dominio eminente de los recursos minerales correspondía al Estado12. Esta fijó un impuesto de superficie de S/ 15 semestrales sobre cada pertenencia minera, incluyendo las
relativas al carbón y petróleo. El pago continuo del impuesto se consideró como uno de los requisitos esenciales para el mantenimiento de la posesión y propiedad legal de la mina, de modo que el incumplimiento en un semestre acarreaba la pérdida de derechos.
La Guerra del Pacífico: periodo 1878-1900
La Guerra del Pacífico (1879-1883) provocó el abandono de la minería no metálica, cuya producción descendió 95% en solo tres años, 1878-1881 (Seminario, 2015). Durante el conflicto, la ciudad de Cerro de Pasco fue ocupada por las tropas chilenas. Las minas fueron abandonadas, en parte porque entonces los grados del mineral habían disminuido a un punto donde los trabajadores sentían que se habían agotado los ricos depósitos superficiales, y las excavaciones en las rocas habían alcanzado los límites de profundidad, más allá de los cuales no se podía llegar con los métodos primitivos de la época. Los derrumbes e inundaciones eran comunes y causaron numerosas víctimas. La recuperación del país se inició luego del retiro del ejército chileno y se basó, principalmente, en la explotación de guano y metales preciosos, consolidándose a fines del siglo XIX. La explotación de la plata tuvo particular importancia dada la depreciación de la moneda, que elevó la rentabilidad de dicho metal. Asimismo, tuvo importancia la mejor formación de los ingenieros peruanos que estudiaron en la Escuela de Minas, lo que elevó la calidad de la explotación y prospección. A este hecho se sumaron dos factores: los descubrimientos de nuevos depósitos y la tecnología (Bertram & Thorp, 2013). Los descubrimientos se asocian con Casapalca en 1880 y Morococha a mediados de la década de 1890. En lo referente a la tecnología, los
avances más importantes fueron el proceso de fundición para tratar minerales de plomo y plata, y la introducción del proceso de lixiviación, el cual se extendió rápidamente por todo el país. El Perú se encontraba en deuda debido a los varios millones de libras que llegaron de Inglaterra, sobre todo durante la Guerra del Pacífico. De esta forma, con el fin de facilitar el pago, los acreedores ingleses se unieron para formar la Peruvian Corporation en 1890. Poco después, la Peruvian Corporation y el gobierno peruano firmaron el Contrato Grace, que estipulaba la cancelación de la deuda. A cambio, Perú tuvo que ceder su red ferroviaria. Por otra parte, la Peruvian Corporation se vio obligada a otorgar los derechos exclusivos para la expansión de la red de ferrocarril, tres millones de toneladas de guano (el recurso principal exportado por Perú durante todo el siglo XIX), dos millones de hectáreas de tierra cultivable, un derecho de navegación sobre el río Amazonas y más de 33 cuotas anuales de 80 mil libras esterlinas. La construcción del Ferrocarril Central hasta La Oroya fue muy positiva, dado que permitió explotar yacimientos de metales no ferrosos que se encontraban en el centro del país (Seminario, 2015). Así, durante el siglo XIX, la minería metálica fue el motor de la economía durante los años previos al auge del guano y salitre, y durante el periodo posterior a la Guerra del Pacífico (ver acápite A.3-4 del anexo digital para un análisis más detallado de la época mencionada). Desde aproximadamente 1880, algunos exploradores habían redescubierto algunas minas en la región central del Perú, siendo las más importantes algunos viejos yacimientos en Cerro de Pasco. La construcción de la línea
En el siglo XIX, la minería metálica fue el motor de la economía en los años previos al auge del guano y salitre; también lo fue durante el periodo posterior a la Guerra del Pacífico.
ferroviaria que uniría El Callao y el centro del país permitiría hacer rentable la explotación de estos yacimientos; sin embargo, los trabajos de la línea férrea que iniciaron en 1870 habían sido interrumpidos por la Guerra del Pacífico. Se tuvo que esperar hasta 1893, antes de que la línea llegara a la ciudad de La Oroya, para continuar luego hasta Cerro de Pasco en 1904. Hasta 1890, el sector minero se caracterizaba por la existencia de un considerable número de pequeñas empresas que se dedicaban a la extracción de metales preciosos, ubicadas
123