Virgen del sol

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propio círculo, es mucho más sencillo caminar por el de los demás. Se requiere más valor para decidir cuándo y cómo ejecutar un cambio, que para luchar a las órdenes de otro, en lugar de a las del corazón propio. Para no levantar sospechas entre ánimos tan crispados, caminé despacio hacia la salida de la ciudad. Pisac era hermosa, un gran intihuatana recogía espléndidas construcciones a su alrededor, con paredes perfectas y puertas de doble umbral que anunciaban la propiedad sacra de cada palacio. Sus calles estaban pavimentadas con esmero y el ronroneo del agua era un bálsamo para los oídos, al igual que el maravilloso espectáculo de terrazas que se abría a cada lado de la población, para la vista y el alma. Ni el mejor orfebre del mundo habría diseñado una pieza tan perfecta. La crucé deteniéndome apenas para gozar de su hermosura, pero mi camino era seguir, seguir hasta el Qosqo para rescatar a mi hija. Esas historias entre hombres ya no formaban parte de mi círculo. Sólo el amor y Nemrac participaban de él. Al resguardo de un techo enramado descansé un poco, hice una meditación de gracias como había aprendido, y me fui. Pasaría la noche en contacto con cosas más verdaderas.


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