El aenigma de Lucio Cornelio Sila: un u´ltimo programa legislativo conservador en la crisis de la Rep´ublica Romana (88-79 a.e.v.) Oscar Gonz´alez Cama˜ no Noviembre, 2004
2
Agradecimientos Desde que empec´e a meterme poco a poco en el mundo romano ha llovido ya mucho. Desde aquel Yo Claudio que me recomend´o la bibliotecaria de mi barrio a los quince a˜ nos, la obra de Mommsen que me prest´o mi profesor de Lat´ın en 3o de BUP y las iniciales incursiones en la novela hist´orica, han pasado muchos a˜ nos, y para aquellas personas fueron con el tiempo mis primeros agradecimientos. Hoy en d´ıa, pasado ya tanto tiempo, y cada vez m´as curtido (pero nunca lo suficiente) en temas de Rep´ ublica Romana, los agradecimientos son cada vez m´as numerosos. Vaya por delante mi reconocimiento a tanta gente que me ha ayudado, guiado, sugerido, comentado, etc, a lo largo de este viaje. Y ya centr´andome en este trabajo, y esperando no dejarme a nadie, quiero agradecerle a Marina Picazo, en primer lugar, que aceptara ser mi tutora en este estudio sobre Lucio Cornelio Sila. A Francisco Pina, por los comentarios compartidos, y sobre todo por las cr´ıticas y los ´animos que he recibido desde que recibi´o en sus manos estas p´aginas. A Josep Maria Salrach, por sus sugerencias y comentarios, no s´olo con este trabajo, sino durante todo el curso de doctorado; es un placer escucharle y conversar dentro y fuera de clase. A mis compa˜ neros de doctorado, becarios y estudiantes, que me han visto en el u ´ltimo a˜ no delante del ordenador, a veces pregunt´andose si realmente estaba haciendo algo de provecho o perdiendo el tiempo en internet; a ellos, por las tazas de caf´e en el bar, las discusiones sobre historia y pol´ıtica, sobre el problema de la investigaci´on actual, sobre la universidad en la actualidad, etc.; una menci´on especial para Mam´es Cisneros y Eduard Mart´ı, que han seguido m´as de cerca la elaboraci´on de este trabajo, y en los que siempre he encontrado un apoyo, dentro y fuera de la universidad. A los amigos de toda la vida, que en ocasiones me han visto poco, y que aunque no saben realmente qui´en diablos era Lucio Cornelio Sila me han dado su apoyo y cari˜ no. A Jordi Morell y Sergi Roses, de la Biblioteca de la Universitat Pompeu Fabra, que me han ayudado en m´ ultiples ocasiones a localizar bibliograf´ıa. A Jaume Torras, director del Institut Universitari d’Hist`oria Jaume Vicens Vives, por sus comentarios y puntualizaciones. A Montse, Mertxe, Blanca y Jos´e Luis, compa˜ neros trivialeros y amigos en la vida real, por las largas discusiones y conversaciones en comunidades cibern´eticas, por tel´efono y a la vera de una buena mesa y una copa de vino. Y a mi familia, que no sabiendo realmente qu´e hago en esto de la Historia, siempre me han apoyado en todo. A todos, y a muchas m´as personas que sin duda me dejo, gracias, muchas gracias. A todos vosotros est´a dedicado este trabajo.
3
4
Cap´ıtulo 1 Pr´ ologo: planteamiento de un aenigma La historia antigua, como toda la historia, es historia contempor´ anea. Colleen McCullough escribi´o en los a˜ nos 90’s del siglo XX una de las mejores series literarias sobre la Roma tardorrepublicana. Abarcando el per´ıodo 110–42 a.e.v., la serie Masters ´ltimos a˜ nos de la Rep´ ublica Romana. of Rome 1 ofreci´o un panorama ampl´ısimo acerca de los u Mario, Sila, Livio Druso, Pompeyo, Craso, C´esar, Antonio, un joven Octavio,... retrataban, en miles de p´aginas, las grandezas y miserias de la Rep´ ublica. Historia novelada, m´as que novela hist´orica, la autora se toma ciertas licencias que pueden sorprender a m´as de un especialista, pero que, trat´andose de literatura, son casi necesarias para hacer cre´ıble un relato que, en ning´ un momento, resulta novelesco. En los tres primeros vol´ umenes destaca la figura de Lucio Cornelio Sila. El Sila de McCullough es tenebroso, poseedor de un lado oscuro que le hace ser el contrapunto idealizado de Mario. En el segundo volumen, Sila y Mario pugnan por el poder: muere Mario al final del libro y en la primera mitad del tercero triunfa Sila. En este tercer volumen, Sila perdona a un joven C´esar, que ha osado desafiarle (al no divorciarse de su esposa, hija de Cinna, enemigo de Sila) y argumenta su decisi´on diciendo: Mario te at´ o, yo te libero; Mario perdi´ o, yo gano. He ah´ı el triunfo de un hombre sobre su enemigo, m´as all´a de la muerte. Mi intenci´on aqu´ı no es comentar unas novelas hist´oricas que, aunque excelentes, no dejan de ser literatura. El historiador debe ir m´as all´a del novelista, y aunque ambos comparten una misma arma, la escritura, debe analizar lo que observa/lee/escucha, y no reducirse a una mera valoraci´on, generalmente moral, sobre buenos y malos. Creo que la labor del historiador es intentar encontrar la verdad que se esconde tras las p´aginas de algunas fuentes ya antiguas. Pero no debe obsesionarse con buscar la verdad absoluta: vano esfuerzo, no existe una verdad absoluta, sino tantas como se nos quiera ofrecer. La curiosidad, inherente a todo futuro historiador, debe ser el elemento principal del que se haga valer. Curiosidad por la verdad, por el por qu´e, s´ı; pero tambi´en curiosidad por el c´omo, el d´onde, el c´omo, el qui´en y, sobre todo, el qu´e. ¿De qu´e estamos hablando cu´ando escribimos sobre historia? Tras la sombra de Lucio Cornelio Sila se esconde la verdad que ´el mismo forj´o, o se invent´o, hace m´as de dos mil a˜ nos. In´ util ser´ıa por mi parte intentar descubrirla, proclamarla como la verdad definitiva, como la u ´nica. Sila ya se encarg´o de ocultarla en sus memorias, dej´o por escrito sus vivencias, sus actos, que sin duda intent´o justificar en su vejez. Estas 1 The first man in Rome (1990), The grass crown (1992), Fortune’s favourites (1993), Caesar’s women (1996), Caesar: let the dice fly (1998) y The October Horse (2002).
5
´ CAP´ITULO 1. PROLOGO: PLANTEAMIENTO DE UN AENIGMA memorias pasaron a una generaci´on posterior, que reinventaron su imagen desde un principio, en ocasiones por intereses particulares, y as´ı perpetuaron un clich´e a lo largo de los siglos. Sila el proscriptor, Sila el Dictador, Sila el afortunado. Muchas etiquetas, muchas im´agenes, muchos ep´ıtetos.
1.1.
Sila inventado
Oderint, dum metuant. Este verso de Accio puesto en boca de Cal´ıgula bien podr´ıa resumir, de una manera muy simplificada, lo que pod´ıa significar Lucio Cornelio Sila. Sin embargo, esta frase, como tantas otras, no fue pronunciada por este personaje. Su vida, como tantas otras, fue vista desde diversos puntos de vista. Su pensamiento, su ideolog´ıa, sus proyectos y ambiciones, sus actos en fin, pasaron a ser conceptualizados por obra y gracia de la pluma del cronista de una historia oficial u oficiosa de este personaje. Aunque Sila, como tal, sigue permaneciendo como un aenigma. Y lo es, fundamentalmente, porque no conservamos sobre ´el m´as que fuentes secundarias, faltando el material m´as valioso: sus memorias. El aenigma de Lucio Cornelio Sila: as´ı he titulado este trabajo. Aenigma porque conocemos poco del personaje, aun contando con las fuentes que tenemos a nuestro alcance: Cicer´on y, en menor medida, Salustio entre los que vivieron bajo su ´egida; Plutarco, Apiano, el Epitomator de Livio, Veleyo Pat´erculo, Floro, Valerio M´aximo,... aun siendo las principales fuentes nos dan una imagen parcial de la figura de Sila. Aenigma porque a lo largo de los siglos Sila ha intrigado a profesionales y aficionados por sus actos: su emergente carrera, surgiendo casi de la nada (a´ un siendo un patricio de rancio abolengo), que fluctu´o hasta su primer consulado; la marcha sobre Roma, que sorprendi´o a propios y extra˜ nos ya en su ´epoca, pues era la primera vez que un ej´ercito romano entraba en el sagrado recinto del pomerium; su proconsulado en Oriente, luchando contra Mitr´ıdates del Ponto; su retorno, su triunfo final, el episodio de las proscripciones, que tanto ha aterrado desde entonces, y que marc´o un precedente; los entresijos de su poderosa dictadura (¿una monarchie manqu´ee c´omo dec´ıa Jerˆome Carcopino? ¿una magistratura republicana?); su legislaci´on, una vuelta a la esencia de el mos maiorum republicana; y, especialmente, las razones de su retiro del poder, cuando hab´ıa alcanzado la c´ uspide del poder. Muchos Silas y demasiados enigmas por resolver. ¿Con cu´al nos quedamos? ¿Con el ambicioso legado de Mario en las guerras de Yugurta y c´ımbrica? ¿Con el militar victorioso del Bellum Italicum? ¿El c´onsul del 88 a.C. que da un golpe de fuerza? ¿El victorioso proc´onsul que se convierte en casi un soberano absoluto? ¿El hombre que, como the last republican, una vez acabada su faena se retira del poder y rinde cuentas? ¿Cu´antos Lucio Cornelio Sila podemos entrever? Sobre el personaje y la construcci´on de su mito versa el primer bloque de esta monograf´ıa (caps. 2–3). Desde los primeros momentos, y empezando por el propio protagonista de su vida, se crea una imagen de Lucio Cornelio Sila, un clich´e sobre su repercusi´on en la vida pol´ıtica romana, que autores de la Rep´ ublica Tard´ıa (Cicer´on y Salustio especialmente) tipifican y que, a lo largo del per´ıodo imperial, va in crescendo hasta dar lugar a la imagen que sobre Sila permanece en la retina del lector actual. Una imagen que la ciencia hist´orica de los u ´ltimos ciento cincuenta a˜ nos, desde Theodor Mommsen quiz´a, ha debatido, produci´endose un debate (tal vez est´eril) entre los que ven en Sila a un personaje cuasi-mon´arquico y los que observan en ´el a uno de los u ´ltimos representantes de un sistema, el republicano, que se va a pique. M´as all´a de juicios morales, es necesario poner a Lucio Cornelio Sila en su lugar, y es por ello que tomo la tarea de ofrecer un panorama de la fabricaci´ on de su mito, de su imagen, de su prototipo. Y, en consecuencia, creo que hay que hablar de una invenci´ on de Sila por 6
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. parte de Sila, a trav´es de la imagen que de s´ı mismo ofreci´o en sus Commentarii ; y de una reinvenci´ on de Sila por parte de los autores antiguos: en primer lugar por aquellos que vivieron bajo su Dictadura, como Cicer´on, o analizaron sus consecuencias, como Salustio; y por otra, por parte de aquellos que bebieron de sus Memorias y construyeron el clich´e que posteriormente ha sobrevivido. ¿Qu´e tipo de fuentes tenemos? ¿C´omo hay que valorarlas? ¿Qu´e tipo de informaci´on nos ofrecen? Es importante realizar una cr´ıtica de las fuentes sobre Sila, pues ellas nos indican la informaci´on que, posteriormente, los historiadores modernos han utilizado para elaborar sus tesis sobre Sila. De entrada, hemos de recordar, la fuente primaria (y al mismo tiempo distorsionada) de Sila son sus propios Commentarii, sus memorias, cuyos escasos fragmentos en diversos autores indican un af´an justificatorio (l´ogico) por parte de su autor. Unas memorias de las que bebieron autores del calibre de Salustio, Livio, Plutarco y Apiano. Tampoco han llegado hasta nosotros los relatos de g´enero autobiogr´afico de algunos personajes que convivieron con Sila esos convulsos a˜ nos: los tres libros de recuerdos de Marco Emilio Escauro, la obra De consulatu et de rebus gestis de Q. Lutacio Catulo (colega consular de Mario en el 102 a.e.v.) o las memorias de P. Rutilio Rufo (que sobrevivi´o en un exilio dorado a la mayor parte de los coet´aneos de Sila) que, por referencias en otros autores, sabemos que retrataban de una manera ´acida a los pol´ıticos contempor´aneos del Dictador. Sin estas fuentes primarias, s´olo nos queda Cicer´on como autor contempor´aneo a los hechos (al tampoco poder contar con la obra hist´orica de otro coet´aneo, Lucio Cornelio Sisenna, casi toda perdida, a excepci´on de unos 150 fragmentos dispersos), que a´ un justificando la legitimidad del Estado nacido el 1 de noviembre del 82 a.e.v., no duda en criticar acerbamente a Sila Dictador en diversos pasajes de sus discursos, obras fil´osoficas y cartas. Posterior a Cicer´on es Salustio, crecido en la ´epoca posterior a Sila, y cuyas obras (Bellum Iugurthinum, Coniuratio Catilinae y los fragmentos conservados de sus Historiae) nos dan una imagen de Sila que parte de la dicotom´ıa entre el militar republicano intachable y el cruel dictador tir´anico. Un t´opos literario recurrante en diversos autores imperiales. De inicios de la ´epoca del Imperio tenemos a Tito Livio, cuya obra del per´ıodo a tratar tampoco se conserva, qued´andonos solamente unas Periochae muy escuetas. Del siglo II d.e.v. tenemos a Apiano y a Plutarco. El autor alejandrino nos ofrece el mejor mosaico conservado sobre la ´epoca anterior y posterior a Sila, sus Bella Civilia, si bien la imagen de Sila queda difuminada tras el relato militar, las incongruencias de la narraci´on de las instituciones romanas y la sospecha de haber usado en demas´ıa fuentes pro-silanas. Tambi´en Plutarco nos ofrece una amplia biograf´ıa sobre Sila, si bien tan te˜ nida de juicios morales, de valoraciones ideol´ogicas y en determinados momentos tan dependiente de los Commentarii silanos que apenas nos sirve desde un punto de vista hist´orico. Otros autores, de ´epoca m´as tard´ıa, nos ofrecen relatos sobre Sila, si bien en exceso dependientes de fuentes livianas: Floro, Granio Liciniano,Eutropio, Orosio y Festo. Y algunas menciones pueden encontrarse en otros autores como S´eneca, Lucano o Petronio. Ante este panorama fragmentario, conviene insistir, es necesaria una cr´ıtica de fuentes, intentando discernir qu´e se nos intenta decir. Y es entonces cuando se observar´a c´omo se ha fabricado un mito en la persona y la obra de Lucio Cornelio Sila. Una fabricaci´on iniciada en ´epoca romana y que ha saltado en el tiempo hasta llegar a los siglos XIX–XX, cuando se ha recuperado con enorme inter´es el tema de la dictadura silana. Es entonces, primera mitad del siglo XX, cuando la investigaci´on hist´orica ha tendido (err´oneamente, en mi opini´on) a dividirse entre los que ven en Sila a un defensor de la Rep´ ublica y los que le achacan el estigma de monarca frustrado o de inclinaciones mon´arquicas. A partir de los a˜ nos 60, y gracias a un art´ıculo renovador de Ernst Badian2 , la investigaci´on hist´orica ha superado esta dicotom´ıa antit´etica 2
BADIAN (1962).
7
´ CAP´ITULO 1. PROLOGO: PLANTEAMIENTO DE UN AENIGMA y se han publicado diversas obras que inciden en otros aspectos de la obra silana, intentando entender qu´e signific´o esta obra en la fase final de la Rep´ ublica romana. Hoy en d´ıa Sila ya no ejerce en los profesionales de la Historia un inter´es tan visceralmente partidista. Se sigue publicando sobre Lucio Cornelio Sila, y el que esto escribe aspira a que se siga debatiendo, escribiendo y editando sobre este personaje. Recientes estudios se dedican a analizar aspectos determinados de la obra de Sila, y este trabajo intentar´a recoger algunas de las opiniones m´as relevantes.
1.2.
El Sila hist´ orico
Guerras civiles entre las facciones de poder, conflictos externos, franca guerra civil en Italia con los socii ; todo ello afecta a las instituciones romanas, aunque la ineficacia del sistema institucional no es novedosa: desde unas pocas d´ecadas atr´as el sistema de ciudadEstado de Roma resultaba inapropiado para regir los destinos de un imperio mediterr´aneo. El restablecimiento de una constituci´on olig´arquica, basada en el respeto al mos maiorum, la supremac´ıa de la auctoritas del Senado y el predominio de una nobilitas patricio-plebeya, ya no era factible en los tiempos de Sila. Y de ah´ı su fracaso: un reformismo conservador que bebe de Livio Druso e incluso (aunque inversamente) de los Gracos. Un reformismo de signo negativo, que de hecho no innova nada y desde una ´optica exterior se reduce a mutilar el tribunado de la plebe (aut´entica piedra de toque del reformismo popular) y a reprimir las ansias de poder del ordo equester. Pero, ¿realmente parece esto? Algo nuevo debi´o imponer Sila: centr´andonos en su caso eprsonal, las interpretaciones al respecto var´ıan, y mientras unos dicen que intent´o proclamarse rey (Carcopino), otros citan a Sila como the last Republican (Keaveney). Pero, respecto al Estado romano, ¿qu´e huella dej´o Sila? ¿Qu´e falta en su legislaci´on? ¿Qu´e sobra? El segundo bloque de este trabajo se centra ya en el contexto socio-pol´ıtico que vivi´o Sila y en su auge al poder. En el mismo hemos incluido una rese˜ na de los inicios de la carrera pol´ıtica y militar de Sila hasta su consulado del 88. Es importante dilucidar sus inicios pol´ıticos y militares, marcan un antes y un despu´es. Como tantos nobiles de su ´epoca, Sila sigue los pasos de todo pol´ıtico que quiere labrarse un camino en el escenario p´ ublico romano. Aunque descendiente de una familia patricia de rancio abolengo, los oscuros or´ıgenes de Sila lo marginan de la arena pol´ıtica casi hasta su consulado. El joven Sila empieza tarde su andadura p´ ublica: su carrera militar empieza cuando ya muchos j´ovenes pertenecientes a la oligarqu´ıa est´an ya curtidos en ella. La cuestura que desempe˜ na bajo el mando de Cayo Mario en la guerra de Yugurta llega a su edad, pero tarde en el aspecto de que es el primer oficio p´ ublico que sepamos que ostente: no conocemos su formaci´on juvenil, sus deberes en el ej´ercito y la actividad forense. Sila deber´a ascender poco a poco, mediante haza˜ nas militares en dos guerras (en Numidia y frente a la invasi´on germana), para darse a conocer, aun siendo un Cornelio patricio. La pretura le llega, tras alg´ un(os) fracaso(s), cuando muchos otros pol´ıticos romanos han alcanzado ya el consulado. Un gobierno provincial en Oriente le da cierto renombre (es el primer romano en establecer un tratado con los partos, futuro enemigo), pero luego su estela se difumina. Ubi est? Hasta el Bellum Italicum Sila desaparece de la escena p´ ublica, y por una nota de Apiano sabemos que en el 90 est´a luchando en uno de los frentes de esta aut´entica guerra civil no declarada. Frente los muros de Pompeya, Sila se gana los laureles y su nombre pasa a ser conocido entre los votantes. Las haza˜ nas militares le a´ upan al consulado del 88 a.e.v. ¿Pero s´olo la carrera militar es lo que est´a detr´as del auge hacia el poder de Lucio Cornelio Sila? 8
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. Veamos el caso de P. Sulpicio Rufo (tr. pl. 88): un prometedor joven optimate y un brillante orador, disc´ıpulo de Antonio y Craso Orator, ´ıntimo amigo de Q. Pompeyo Rufo (colega de consulado de Sila) C. Cotta y M. Livio Druso (pol´ıticos conservadores), que empez´o su carrera pol´ıtica adscrito a las filas de la nobilitas. Sin embargo, Sulpicio, a lo largo de su tribunado, abandon´o a sus viejos amigos y aliados pol´ıticos, y mediante m´etodos ciertamente violentos provoc´o el estallido de una guerra civil. ¿Qu´e ocurri´o para que un hombre como Sulpicio abandonara sus alianzas pol´ıticas y acabara apoyando a Mario, el l´ıder de los populares, un hombre ya anciano y que buscaba un mando militar a toda costa? Tal vez el caso de Sulpicio nos pueda servir para relativizar un poco el concepto de factio como elemento pol´ıtico para llegar al poder Los cap´ıtulos siguientes tratan, en primer lugar, el primer programa legislativo de Sila (5), promulgado durante su consulado, apenas un esbozo de las leyes de su Dictadura, y de ef´ımera existencia. La guerra entre las facciones de poder ha estallado y apenas llegan a tener vigencia las leyes de Sila. Y sin embargo, analizando estas leyes, observamos que parten de un or´ıgen (¿la influencia reformista de Marco Livio Druso? ¿la contrarreforma frente a una historia reciente marcada por el tribunado de los hermanos Graco? ¿Son ambas concepciones compatibles?). El siguiente cap´ıtulo (6) se aparta moment´aneamente de la figura de Sila y se centra, brevemente, en la legislaci´on de Lucio Cornelio Cinna (¿una contra-legislaci´on?), que intent´o, desde una postura popular, poner soluci´on a los problemas que atravesaba el Estado romano. La Dictadura Silana (cuyos fundamentos intentar´e analizar), iniciada bajo el signo de las proscripciones (hablaremos de las mismas), y de un golpe de Estado legal que le permite a Sila establecer un aut´entico programa legislativo de profundas repercusiones, centra el cap´ıtulo 7. Una dictadura nueva nace con Sila, alejada de la vieja concepci´on republicana de un poder excepcional y limitado en el tiempo. Discutiremos sobre el tema. Por otra parte, un programa legislativo que sin pretender cambiar nada pone las bases para la destrucci´on de un sistema que, ir´onicamente, se pretend´ıa salvaguardar. He decidido dejar aparte el tema de las leyes de Sila referentes a la provincia de Asia, un tema que se aleja moment´aneamente del programa legislativo en la capital, aunque soy conscientes de sus repercusiones, por ejemplo, en la formaci´on del llamado primer triunvirato. Por u ´ltimo, en un ep´ılogo incompleto (8), se trata la destrucci´on de la constituci´on silana e intento hacer un balance de la misma: ¿qu´e queda del mito de Sila? ¿C´omo el historiador del siglo XXI debe posicionarse ante una figura como la tratada? ¿En qu´e lugar queda Lucio Cornelio Sila en la historia del final de la Rep´ ublica romana? ¿Qu´e permanece de su obra constituyente y legislativa?
9
´ CAP´ITULO 1. PROLOGO: PLANTEAMIENTO DE UN AENIGMA
10
Cap´ıtulo 2 Un esbozo historiogr´ afico Durante el pasado siglo XX el estudio de la figura de Lucio Cornelio Sila y de su ´epoca ha sufrido lo que yo llamar´ıa un efecto boomerang: ahora viene, ahora va. Se ha investigado su figura a golpes de inspiraci´on, en ocasiones en funci´on de ciertos contextos hist´oricos. As´ı como Ronald Syme escribi´o su magistral The Roman Revolution (1939) en v´ısperas de la II Guerra Mundial, y recalcando en “su” Augusto aspectos que observaba en el auge de las dictaduras totalitarias de Hiter y Stalin, tambi´en la figura de Sila pudo ser visto por algunos especialistas como un espejo donde pod´ıan reflejar aspectos de su ´epoca. Por otra parte, Sila no puede ser estudiado aislado del momento y el escenario en los que se mueve: el estudio de este personaje necesita obligatoriamente una mirada al estudio de la Rep´ ublica Romana en estas d´ecadas 90-80 a.e.v. Un vistazo exhaustivo al panorama de la investigaci´on actual demuestra que los estudios pol´ıticos sobre la Rep´ ublica Romana siguen en boga. La Forschungsbericht de este per´ıodo es rica en matices e interpretaciones. El auge del fen´omeno de la biograf´ıa, as´ı como la eclosi´on de la llamada “literatura o novela hist´orica”, junto con la pervivencia y la tradici´on de publicaciones peri´odicas de prestigio, han permitido que el tema siga en danza. Varios art´ıculos de conjunto sobre el panorama historiogr´afico1 han permitido en momentos determinados realizar una recopilaci´on historiogr´afica sobre los estudios de la Rep´ ublica romana tard´ıa. El debate en congresos, reuniones y simposios, a menudo plasmado en publicaciones, ha mantenido vivo el inter´es por este per´ıodo. Y la publicaci´on de recensiones y comentarios de monograf´ıas publicadas da a´ un m´as alas a un debate que no parece que vaya a cesar.
2.1.
La sombra alargada de Ronald Syme
From Mommsen to Syme, as´ı podr´ıamos definir el per´ıodo posterior a Ranke, rico en monograf´ıas, y ´epoca de formaci´on de numerosas y prestigiosas publicaciones peri´odicas. Si Theodor Mommsen y su R¨omische Geschichte (publicada desde 1851 en alem´an, la primera traducci´on al castellano es de 1883) es sin duda un inicio, un glorioso inicio, al estudio pormenorizado de la ´epoca tardorrepublicana, la obra de Syme se sit´ ua en el c´enit de este per´ıodo. The Roman Revolution, publicada en 1939, es sin duda alguna un cl´asico, ya desde su primera edici´on. Una obra de referencia en la investigaci´on prosopogr´afica2 , una interpretaci´on general 1 2
´ BADIAN (1962), GABBA (1972), GOMEZ-PANTOJA (1991). MOMIGLIANO (1940), 75.
11
´ CAP´ITULO 2. UN ESBOZO HISTORIOGRAFICO del Principado de Augusto, una obra propagand´ıstica, el libro de Syme marca un antes y un despu´es en el estudio de la Roma tardorrepublicana. Para Syme, the Roman revolution fue la transformaci´on de la ´elite y la creaci´on de un nuevo Estado: el Principado. Una ´elite que se nutre de la clase ecuestre, vencedora a la postre de la particular batalla contra el orden senatorial; de los it´alicos ya romanizados y de los restos mortales de la vieja oligarqu´ıa senatorial, autodestruida tras casi dos d´ecadas de guerras civiles cont´ınuas (49–30 a.e.v.). Una ´elite, no obstante, que hunde sus ra´ıces en el per´ıodo silano: los vencedores de Porta Collina toman ahora el tim´on del nuevo estado fundado por Octavio Augusto. Sin las nefastas consecuencias del Bellum Italicum y de las primeras guerras civiles (91–82 a.e.v.) no se entender´ıa a la ´elite del Principado de Augusto3 . Italia acaba venciendo definitivamente a Roma4 , una victoria p´ostuma tras su debacle militar en tiempos de Sila. A diferencia de los imperatores tardorrepublicanos, Augusto no ejerci´o su poder desde las provincias, sino que dirigi´o Italia como base de su influencia, y desde ah´ı enrol´o a toda una naci´on, tota Italia, frente el amenazante peligro del Egipto oriental. El libro de Syme explica el cambio del modelo de gobierno en Roma, es decir, el tr´ansito de Rep´ ublica a Imperio; grosso modo, entre los a˜ nos 60 a.e.v. y 14 d.e.v. El protagonista absoluto es Cayo Julio C´esar Octaviano, que en el a˜ no 27 asumir´a el t´ıtulo de Augusto. El Augusto de Syme es intrigante, ambicioso,peligroso, maquiav´elico, traicionero, pero al mismotiempo el forjador de un Imperio, sabio, astuto, un buen planificador. Syme, que vive en Gran Breta˜ na el ascenso de Hitler en Alemania y la pol´ıtica expansiva de los nazis por Europa, no puede dejar de ver en su Augusto a un ´emulo del l´ıder nazi (saltando las numeros´ısimas diferencias). Como Hitler, Octavio, desde sus inicios como heredero pol´ıtico de C´esar (distinci´on que tambien le disputa Marco Antonio), trata de crear un partido (m´as propiamente, una factio), que se convertir´a en los a˜ nos en un partido u ´nico, que saldr´a vencedor en una guerra civil y que ser´a el partido del poder. El tr´ansito de Octavio en la tr´ıada Triunvir-Dux-Princeps es la evoluci´on de Roma, Italia y todo el Estado romano hacia el Imperio. El libro de Syme se divide en dos partes esenciales. La primera narra la evoluci´on de Octavio, desde que se convierte en el heredero de C´esar, hasta su triunfo en Actium. La segunda, una vez el Dux se convierte en el Princeps, analiza los entresijos del poder, las alianzas pol´ıticas, los poderes de Augusto, la ca´ıda de la oligarqu´ıa senatorial (y de la oposici´on al r´egimen de este nucleo), el nacimiento de una nueva clase social, la ecuestre, de la cual surje la nueva burocracia imperial, etc. Ambas partes se basan en un profundo estudio prosopogr´afico: los grandes nombres de la aristocracia senatorial y ecuestre pasan por estas p´aginas; sus familias, sus alianzas y rivalidades pol´ıticas; su alianza o su rivalidad con el joven Octavio y el maduro Augusto. Para Syme, el periodo augustal marca el fin de la nobleza senatorial y el inicio de una nueva era. Octavio seduce, soborna, liquida u olvida a los grandes personajes pol´ıticos a la muerte de C´esar. Cicer´on, Munacio Planco, Estatilio Tauro, Asinio Poli´on, etc son nombres que se ver´an marcados por el estigma del joven Octavio. Al convertirse en Augusto, ¿a qui´en vemos en ´el redidivo? ¿A C´esar Dictador o a Pompeyo Magno? De ambos hered´o Octavio grandes cualidades, y es un debate sobre si Octavio es un C´esar prudente o un Pompeyo vencedor, ... o un Sila completo. Sin Lucio Cornelio Sila, no tendr´ıamos a Cayo Julio C´esar, y sin ´este, el joven Octavio no se habr´ıa convertido en Augusto. Sila puede ser definido como el fundador de la
3
Para complementar el estudio de Syme sobre la nobilitas aug´ ustea, un libro imprescindible, del mismo autor, es The Augustan aristocracy, Oxford, Clarendon Press, 1986. 4 SYME (1989), 453.
12
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. monarqu´ıa5 , pero el que la forja y la ejecuta es Octavio Augusto, ll´amense como se quiera sus poderes y t´ıtulos. ¿Qu´e nos dice Syme de este Sila?: Sila fue el primer romano en mandar un ej´ercito contra Roma. No por elecci´ on propia; sus enemigos hab´ıan empu˜ nado las riendas del gobierno y lo hab´ıan despojado del mando contra Mitr´ıdates. Por tanto, cuando ´el desembarc´ o en Italia, tras una ausencia de cinco a˜ nos, la fuerza era vsu u ´nica defensa contra el partido que hab´ıa atacado a un proc´ onsul que estaba haciendo las guerras de la Rep´ ublica en Oriente. Sila ten´ıa toda la ambici´ on de un noble romano, pero no era su ambici´on adue˜ narse del poder por medio de la gierra civil y conservarlo todopoderoso y en solitario. Realizada su obra, el Dictador abdic´ o6 . Ser´a cuesti´on de analizar la figura de Sila para intentar dilucidar el enigma que le rodea. The Roman Revolution puede ser considerado el pistoletazo de salida para un estudio prosopogr´afico de la ´elite del Principado, y nos ofrece un panorama tan completo y rico de las u ´ltimas d´ecadas de la Rep´ ublica Tard´ıa que, en ciertos aspectos, sigue siendo tan vigente hoy en d´ıa. Pero el estudio de este per´ıodo tardorrepublicano no culmina con Syme: en estas primeras p´aginas de este trabajo intentar´e esbozar algunas ideas y comentarios acerca de la bibliograf´ıa fundamental de los u ´ltimos sesenta a˜ nos. From Syme to Millar podr´ıa ser el ep´ıgrafe. Vaya por delante la adevertencia (y la disculpa obligada) de que no se trata de un “estado de la cuesti´on” al uso, sino de algunas pinceladas, en cierto modo a pincel suelto, sobre ciertas monograf´ıas y ciertas obras de conjunto que, en mi opini´on, “revolucionaron” el panorama historiogr´afico y que tienen mucho que ver, directa o indirectamente, con el protagonista de este trabajo, Lucio Cornelio Sila.
2.2. 2.2.1.
Los grandes temas generales. Manuales colectivos
De entre los grandes manuales sobre la Roma tardorrepublicana, destaca una obra colectiva que, bajo la pluma de excelentes especialistas brit´anicos, nos muestra una imagen completa del per´ıodo. Me refiero a la Cambridge Ancient History, editada en dos ocasiones, 1932 y 1994. Ambas ediciones, en dos momentos muy distintos de la investigaci´on hist´orica, son un punto final en su momento y un punto de partida desde entonces. No se puede concebir el estudio de este per´ıodo sin una lectura pormenorizada de esta obra. El volumen IX de ambas ediciones se circunscribe al siglo postrero de la Rep´ ublica romana, inici´andose con los Gracos (¿por qu´e no la toma de Cartago, se podr´ıa arg¨ uir, final de la sempiterna lucha en el Mediterr´aneo central entre dos grandes potencias?), y finalizando con la muerte de C´esar (en el caso de la edici´on de 1932, ¿el final de la Rep´ ublica posible?) y la de Cicer´on (para la de 1994, ¿el fin de la res publica olig´arquica?). Voluminosos vol´ umenes los dos, soberbios, majestuosos, con voluntad no manifiesta de ser referente en la historiograf´ıa romanista, con una bibliograf´ıa casi inabarcable (en especial el volumen de 1994), llenan un vac´ıo en la edici´on de obras de conjunto7 . Una obra semejante a la CAH, contempor´anea a la edici´on de 1932, fue el manual de G. Bloch y J. Carcopino, La Republique romaine de de 133 avant J.-C. ` a la mort de C´esar, 5
CARCOPINO (1947), passim. SYME (1989), 73. 7 Para un estudio de la CAH, v´ease RHODES (1999). 6
13
´ CAP´ITULO 2. UN ESBOZO HISTORIOGRAFICO segundo tomo de una voluminosa Histoire romaine, escrita en un estilo diferente a la obra colkectiva brit´anica de 1932. Aunque la obra surge casi enteramente de la pluma de Carcopino (y de hecho incide en muchas de las ideas originales de obras anteriores suyas, como por ejemplo, Sylla ou la monarchie manqu´ee), el resultado es realmente interesante y muy sugestivo, a pesar de que muchas de las tesis del profesor franc´es fueron refutadas y superadas con posterioridad.
2.2.2.
L.R. Taylor
No sucede lo mismo, en mi opini´on, con la excelente monograf´ıa de L.R. Taylor, Party politics in the age of Caesar (1949). Contrariamente a lo que se podr´ıa esperar del t´ıtulo, el libro de taylor apunta ideas que desde entonces han servido para estimular la publicaci´on un sin hablar de “partidos” pol´ıticos en el sentido de monograf´ıas y art´ıculos sobre el tema8 . A´ moderno de la palabra, Taylor incide en los elementos constitutivos de toda factio: la amicitia entre iguales, el patronazgo sobre los clientes, las alianzas matrimoniales,... en una idea que posteriormente ha sido puesta en duda9 . Por otra parte, frente a la figura de C´esar como aglutinador de toda una ideolog´ıa, Taylor prefiere mostrar the ideal of the republic which became associated with Cato’s name, the conflict between that ideal and Caesarism, and the manner in which Augustus resolved that conflict by laying claim to the republicanism of Cato 10 . Pero, a pesar de las cr´ıticas y los avances del u ´ltimo medio siglo, el libro de Taylor permanecer´a como uno de los mejores estudios que hay sobre la vida pol´ıtica de la Roma tardorrepublicana.
2.2.3.
Ch. Wirszubski
Un a˜ no m´as tarde, en 1950, el profesor Ch. Wirszubski public´o su monograf´ıa sobre el concepto de libertas en el per´ıodo de la Rep´ ublica Tard´ıa y los inicios del Principado11 . ¿Qu´e es la libertas? ¿Un concepto mencionado por algunos pol´ıticos e ide´ologos (Cicer´on, por ejemplo) durante este per´ıodo de pugna entre facciones optimates y facciones populares, y reivindicado por y para el populus romano como el ep´ıtome de los derechos del ciudadano? ¿O es tal vez una palabra vaga y de nulo significado que escond´ıa los intereses ego´ıstas de una determinada ´elite social? A este elemento se le contrapon´ıa la dominatio, el regnum. El autor elabora un discurso acerca del estudio del vocablo libertas, un dardo propagand´ıstico a menudo vac´ıo de contenido, para llegar a la conclusi´on de que libertas y derechos del cives romano est´an por encima de las luchas partidistas del per´ıodo. Y sin embargo, uno se pregunta... ¿a qu´e libertas se refiere Sila cuando escribe al Senado en el 84 a.e.v. y reitera su su intenci´on de regresar y salvar la Rep´ ublica de la tiran´ıa de unos pocos? ¿A la del estado romano o a la suya propia, despu´es de haber sido declarado enemigo p´ ublico, sus biens confiscados, su casa demolida y sus parientes y amigos perseguidos? O, por otro lado, ¿a qu´e libertas apela C´esar en el a˜ no 49 para acudir en defensa de los derechos inviolables de los tribunos de la plebe, violentados por la acci´on de una factio paucorum? ¿A la de la plebe y sus representantes o a la de su dignitas herida por sus rivales pol´ıticos? Sin duda, como todo elemento pol´ıtico susceptible de ser utilizado como arma propagand´ıstica, la libertas se contempla seg´ un el prisma con que se mire. 8
Por ejemplo, GRUEN (1968), SEAGER (1972), NICOLET (1982), BRUNT (1989), MILLAR (1999), por citar algunos. 9 BADIAN (1957), Idem (1969), BRUNT (1988), DEVELIN (1985), GRUEN (1966), MILLAR (1984b), ´ (1984), etc. NORTH (1990b), PINA (1994), ROLDAN 10 TAYLOR (1949), 162 11 Libertas as a political idea at Rome during the Late Republic and Early Principate. Cambridge, 1951.
14
Oscar Gonz´alez Cama˜ no.
2.2.4.
T.R.S. Broughton
El profesor T.R.S. Broughton public´o en 1951–1952 el Who is who? de la Roma republicana: The magistrates of the Roman Republic, un listado anual (en dos vol´ umenes) de los magistrados y cargos militares, incluyendo sacerdocios, legados (aquellos socios que los proc´onsules llevaban en su compa˜ n´ıa a las provincias como asesores y consejeros) y embajadas, durante el per´ıodo republicano (509–31 a.e.v.), siguiendo los principios de los Fasti Romani (un tercer volumen III es un addenda et corrigenda de los dos volumenes anteriores, ordenado alfabeticamente por el nombre del magistrado)12 . De cada magistrado se recogen los testimonios de las fuentes y en un ap´endice final el cursus honorum de los magistrados citados por estas funtes. Una obra imprescindible para todo investigador del per´ıodo.
2.2.5.
E. Gabba
Emilio Gabba escribi´o un peque˜ no libro sobre los or´ıgenes del Bellum Italicum 13 , un tema en el que ha investigado profusamente14 . En Le origini della guerra sociale e la vita politica romana dopo l’89 a.C., el autor analiza las relaciones de Roma con los aliados it´alicos desde el per´ıodo de los Gracos (133–121 a.e.v.) hasta la muerte de Sertorio (72 a.e.v.), incidiendo en diversos aspectos, todos ellos muy interesantes ... y discutibles (ve´ase por ejemplo los comentarios de A.N. Sherwin–White en su recensi´on de la obra15 ). Por resumir, la tesis central de Gabba es que en los it´alicos (de hecho sus clases dirigentes) ambicionaban la ciudadan´ıa romana para disfrutar de los beneficios del imperialismo romano, al mismo tiempo que influir en el control de la pol´ıtica exterior romana. No obstante el atractivo de las hipotesis de Gabba, el autor no explica por qu´e la resistencia it´alica continu´o hasta la dictadura silana, si bien la guerra termin´o formalmente hacia el 89 a.C., con las leyes que conced´ıan la ciudadan´ıa romana a los insurgentes, quedando s´olo los samnitas y lucanos como excepci´on de la norma. Todos los pueblos it´alicos recibieron la ciudadan´ıa romana y los nuevos ciudadanos fueron incluidos en las tribus romanas (primero las cuatro tribus urbanas, posteriormente en la totalidad), e incluso los rebeldes samnitas y lucanos recibieron el mismo trato... y sin embargo siguieron manteniendo una actitud b´elica al volver Sila de Oriente (83 a.e.v.), lucharon contra ´el y provocaron la batalla final en Porta Collina (82 a.e.v.). ¿Por qu´e? ¿Hubo m´as motivos para mantenerse en armas que el deseo de participar en el pastel imperialista romano? De hecho hay que tener en cuenta que no es hasta la d´ecada de los 70 a.e.v. que Italia no se romaniza definitivamente: los it´alicos siguieron manteniendo sus estructuras pol´ıticas propias y no aceptaron el sistema municipal romano hasta estos momentos.
2.2.6.
Ch. Meier
¿Cu´ando se produce la decadencia de la Rep´ ublica romana? ¿Hay un momento clave por determinar? ¿O se trata de un proceso lento pero continuado? ¿Una “revoluci´on” en palabras de Ronald Syme? En 1966, Christian Meier public´o un estudio al respecto16 en el que 12
Para la estructura del a˜ no consular y la tradici´on hist´orica romana, v´esae el art´ıculo on-line de RICH (1997) He le´ıdo la versi´ on publicada en Athenaeum, vid. GABBA (1954). 14 Como corolario del mismo v´ease el art´ıculo del autor en CAH en GABBA (1994). 15 SHERWIN-WHITE (1955), por citar alg´ un ejemplo. 16 Res publica amissa, eine studie zu Verfassung und Geschichte der sp¨ aten R¨ omishen Republik, Wiesbaden, 1966. 13
15
´ CAP´ITULO 2. UN ESBOZO HISTORIOGRAFICO parte de la idea de que res publica significa “estado” no “rep´ ublica” al estilo moderno17 . Su libro trata de la ca´ıda de la Rep´ ublica, en el sentido de que el “orden republicano” fue el u ´nico tipo de sistema pol´ıtico que los romanos (republicanos) contemplaron. El estado romano fue esencialmente imperialista, y en este imperialismo participaban todos los sectores de la sociedad romana: senadores y caballeros explotaban sus recursos, lso veteranos militares disfrutaban de los botines (ya en tierra, ya en riquezas), la plebe urbana se nutr´ıa de los repartos de grano de las provincias. Si todo era tan perfecto, ¿qu´e fall´o? En pocas palabras, la tesis de Meier incide en la magnitud del imperio romano y la incongruencia de mantener este imperio con unas estructuras propias de una ciudad-estado18 . La tesis es atractiva (hoy en d´ıa ya no es novedosa), pero poco concluyente. Situ´emonos en la ´epoca de Sila: senadores y caballeros batallan continuamente en el Foro por el control de la explotaci´on econ´omica de las provincias, por los tribunales de justicia, etc.; la plebe se subleva no s´olo en ´epocas de hambrunas, sino que su voz es utilizada por algunos pol´ıticos populares para pedir mayores cotas de representatividad; el campesinado, ese elemento a veces demasiado ignorado, sufre las consecuencias de una pol´ıtica imperialista (Italia se arruina), y los veteranos no s´olo trasfieren su lealtad a algunos imperatores militares por unas tierras con las que subsistir una vez se retiren, tambi´en ans´ıan botines de guerra. No obstante esta cr´ıtica (que P.A. Brunt lleva por otra parte a aspectos pol´ıticos propios del sistema “republicano”19 ), Meier escribi´o unas p´aginas muy sugestivas.
2.2.7.
E. Badian
Y a colaci´on de este imperialismo romano20 , Ernst Badian ofreci´o en Roman imperialism in the Late Republic una imagen del imperialismo romano de esta ´epoca. En opini´on de Badian se puede hablar de dos formas de imperialismo: una forma en la que el Senado romano se muestra reacio a anexionarse nuevos territorios, el que se lleva a cabo en el Oriente helen´ıstico, donde la creaci´on de nuevas provincias es m´as tard´ıa que en Occidente, donde se realiza una segunda forma de imperialismo, m´as agresivo con el mundo b´arbaro. Razones culturales, pol´ıticas y econ´omicas se aducen para explicar este imperialismo del siglo II a.e.v. ¿Qu´e sucede en el siglo I? Por contra observamos un imperialismo desaforado, exacerbado por las ambiciones (pol´ıticas) de los imperatores militares del momento (Sila, Pompeyo, C´esar), que buscan crear en las provincias ´areas de influencia desde la que catapultarse a la cima del poder en Roma. De hecho, Badian mismo critica la actitud de estos hombres, en especial Pompeyo y C´esar, y concluye que hasta Augusto y la definitiva pax romana no se llega a un momento de estabilidad en Roma y las provincias del nuevo imperio.
2.2.8.
E.S. Gruen
Erich S. Gruen escribi´o dos obras llenas de sugestivos comentarios. En Roman politics and the criminal courts, 149–78 B.C (1968), Gruen ofrece un panorama de este per´ıodo en funci´on de una serie de hilos que crean la trama port ´el tratada: factional contests, the broadening of the political base, the impact of foreign wars, struggle over the courts, the role of criminal trials and the evolution of criminal law 21 , de los cuales destacan con mayor relevancia los puntos primero (luchas de facciones) y quinto (los procesos penales), sobre los que el autor 17
MEIER (1966), 1. Ibidem, 154. 19 BRUNT (1968), 231-232. 20 ´ (1994) V´ease tambi´en una obra de conjunto en castellano, ROLDAN 21 GRUEN (1968), 287. 18
16
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. diserta ampliamente. T.P. Wiseman observa como una cr´ıtica que Gruen se concentra tal vez demasiado en lo que entiende por factio: it leads him, I think, to overestimate the importance of political prosecutions in the pre-Gracchan period, mientras que, por otro lado, subestima el estudio de c´omo se ensancha la base pol´ıtica a tenor de la mayor participaci´on de nuevos sectores sociales (equites, campesinado, plebe urbana)22 . ¿Y cu´al es el concepto de factio en Gruen? Convenient and expedient terms to denote an assemblage of individuals and families co-operating for mutual political advantage 23 . Es posible que las factiones tardorrepublicanas no fueran grupos homog´eneos, interesados en una pol´ıtica com´ un (pol´ıtica que de hecho no iba m´as all´a de asegurarse el consulado para sus miembros relevantes); sin embargo, el proceder de momentos puntuales del per´ıodo tratado (la ´epoca gracana, los a˜ nos cinnanos) y posterior (la supervivencia de los Sullani y, muy especialmente, los a˜ nos del ”Primer Triunvirato”) nos permiten sugerir que es posible que facciones en el poder pudieran efectuar una pol´ıtica m´as cont´ınua, en funci´on de ”programas”pol´ıticos en cierto modo estables, pugnando por controlar las altas magistraturas y los gobiernos provinciales, y con medidas de tipo social (leyes frumerntarias, por ejemplo) de cara a la plebe urbana. Su segunda obra, The last generation of Roman Republic (1974), aun cuando trata el per´ıodo posterior a Sila (a destacar el primer cap´ıtulo, de muy sugestivo ep´ıgrafe, “The aftermath of Sulla”, pp. 6–46) es, en mi opini´on, una de las grandes monograf´ıas sobre la Roma tardorrepublicana24 . El segundo cap´ıtulo, “Political alliances and alignments” (pp. 47–82) escudri˜ na, por un lado, la nobilitas Sullana (con tensiones internas a causa de la herencia silana y con nuevos l´ıderes, entre ellos un joven Cat´on), y, por otro, los tres elementos ascendentes en la d´ecada de los 60s: Pompeyo (que evoluciona desde sus tiempos de adulescentelus carnifex hasta que assumed the traditional posture of the aristocrat)25 , Craso (en ocasiones ignorado por la historiograf´ıa actual, a excepci´on de los trabajos de Ward y Marshall26 ) y C´esar (heredero de la “reinventada” tradici´on mariana). Este cap´ıtulo es un antecedente de la descripci´on de la “alianza triunviral” y su reacci´on por parte de la nobilitas senatorial27 . Los siguientes cap´ıtulos diseccionan los ejes constitutivos de la Rep´ ublica Tard´ıa (Senado, elecciones consulares y la actividad legislativa), para centrarse despu´es, como en el libro anterior, en los procesos penales de este per´ıodo (78–50 a.e.v.). Posteriormente, Gruen analiza el papel desestructurador del ej´ercito (otra herencia de Sila) en la sociedad romana28 y el cambio de mentalidad de la ´elite29 . Finalmente estall´o un nuevo conflicto civil, en parte por las deficiencias intr´ınsecas al sistema 22
WISEMAN (1969), 212. GRUEN (1968), 5. 24 Para una visi´ on no tan optimista como la m´ıa, CRAWFORD (1976), especialmente 214–215.; el t´ıtulo da lugar a la perplejidad: “Hamlet without the prince”. 25 Gruen (1974), 62. 26 B.A. Marshall, Crassus, a political biograph, Amsterdam, 1976; A.M. Ward, Marcus Crassus and the Late Roman Republic, Columbia, 1977. 27 R´eplica y contrarr´eplica: Pompeius Magnus overreached himself, not by threatening the system but to trying to make his own. When he endeavored to extend his alliances to absorb the principal clans, a reaction set in. Jealously independent nobiles broke away to form new groupings. That process was symptomatic: overextension of political alliances brought friction within the ranks of a group and resulted in splintering, rather than cohesiveness. The effective propaganda and posturing of the Catonians separated Pompey’s old partisans decisively from their chief. By the mid-50s the general’s supporters were reduced to new men, personal friends and adfines who were in no position to manipulate senatorial politics. The system resisted overextension. Pompey discovered that, to his cost. So, in a different way, did Cato Uticensis. Cato pressed for a clear division, which could isolate the “revolutionaries” and unite the defenders of the ’res publica’ under his own leadership; GRUEN (1974), 119. 28 A destacar el cambio de actitud de los ej´ercitos: en el 88 a.e.v. Sila march´o contra Roma sin el apoyo, excepto uno, de sus oficiales (L´ uculo); en el 49, C´esar repiti´o la operaci´on, con el apoyo de todos sus oficiales, menos uno (Labieno). Algo hab´ıa cambiado en cuarenta a˜ nos. 29 Cito el ejemplo ofrecido por CRAWFORD (1976), 216: en el 183 a.e.v., Escipi´on Africano intent´o alcanzar una cierta preeminencia en la Rep´ ublica, fracas´o, sufriendo una afrenta a su dignitas y se retir´o; en el 49, C´esar apel´o a la defensa de su dignitas como uno de los motivos para invadir Italia. 23
17
´ CAP´ITULO 2. UN ESBOZO HISTORIOGRAFICO republicano, y en parte por la negativa de una ´elite a entender la necesidad de un cambio, la p´erdida de poder y la (obligada) b´ usqueda consensuada de soluciones con el resto de elementos de la sociedad.
2.2.9.
C. Nicolet
En 1977, dentro de la prestigiosa colecci´on Nouvelle Clio, Claude Nicolet public´o su Rome et la conquˆete du monde m´editerran´een (264–27 av. J.-C.30 . Nos interesa especialmente el primer volumen, donde el autor realiza una interpretaci´on unitaria de la lenta unificaci´on pol´ıtica y cultural de Italia en el mismo per´ıodo en que por medio de las armas, la diplomacia y tambi´en la emigraci´on, se apoderaba de casi la totalidad del mundo conocido31 . Una historia total de este per´ıodo, si se prefiere, en el que la geograf´ıa, la demograf´ıa, la econom´ıa, la agricultura, la ind´ ustria y el comercio y el estudio de la sociedad se da la mano con cuestiones pol´ıticas, militares e institucionales. Un manual al uso, ciertamente, pero con un enfoque tan personal, tan lleno de sugestivos datos (el an´alisis de la cuesti´ on it´ alica es magistral), que supera, en mi opini´on, a muchos libros monogr´aficos del per´ıodo. Para Nicolet, los factores de poder de la Roma tardorrepublicana se situaron en tres a´mbitos32 : el control de las magistraturas, con el consulado como elemento fundamental para detentar poder (a pesar del protagonismo creciente de los tribunos de la plebe); el control sobre los tribunales de justicia, aut´entica piedra de toque desde Cayo Graco y hasta el consulado de Pompeyo y Craso en el 70, y motivo de violentas pugnas entre senadores y equites; y, por u ´ltimo, el poder fiscal de los publicani y las sociedades de arrendatarios p´ ublicos, que, quiero destacarlo, sin duda impulsaron el imperialismo en Oriente en el u ´ltimo siglo republicano.
2.2.10.
P.A. Brunt
Una d´ecada y media despu´es, en 1988, P.A. Brunt, uno de los grandes especialistas en Rep´ ublica romana, public´o una colecci´on de art´ıculos, algunos ya editados anteriormente en publicaciones peri´odicas, otros reescritos y actualizados para la ocasi´on, bajo el t´ıtulo The fall of the Roman Republic and related essays. Tres de los art´ıculos “Italian aims”, “The army and the land” y “Amicitia in the Roman Republic” vuelven a salir a la palestra, con una bibliograf´ıa remozada y actualizada, mientras “The equites in the Late Republic” se divide en tres cap´ıtulos. Todos ellos, en palabras de John North, tienen como objetivo the type of exegesis of Roman politics [...] that sees the system as completely oligarquic and its apparent democracy as purely nominal, at least from quite early date 33 . Algunos ejes se pueden obervar en todo el conjunto: la libertas, como eslogan pol´ıtico, s´olo tiene significado en la ´elite; la noci´on de amicitia implica simplemente una asociaci´on pol´ıtica (sin mayores trascendencias internas y externas); los nobiles se apoyaron en aut´enticos ej´ercitos de clientes que, a cambio de su voto tendr´ıan un patronazgo activo en otras esferas de su vida; las familias de la nobilitas estaban divididas y enfrentadas entre s´ı a causa de la existencia de facciones (probablemente no m´as all´a de tres o cuatro para cada per´ıodo, pues la base de las obligaciones inherentes a sus miembros no sol´ıa 30
Edici´on en castellano de 1982, Roma y la conquista del mundo mediterr´ aneo (264–27 a.C.): 1) Las estructuras de la Italia romana. 2) La g´enesis de un imperio. 31 NICOLET (1982), I, vii. 32 ID., I, 334–341. 33 NORTH (1989), 151.
18
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. perdurar en el tiempo)34 . La conclusi´on de Brunt al respecto es clara: in the post-Sullan era we do not find large groups of politicians, bound together by ties of kinship or friendship, or by fidelity to a leader, who act together consistently for any considerable time. Individual make personal decisions of their own selfish advantage or of the public goof. For all these varied purposes they amy enter into short-lived combinations. What evidence there is for the period between the Gracchi and Sulla suggests that politicians then tended to behave in the same way. It is much harder, as the evidence is so meagre, to determine how they had conducted themselves in still earlier times.35 . Estoy de acuerdo con el autor en que, a lo largo del siglo II a.e.v., no hay s´ıntomas evidentes de la formaci´on de factiones estables entre los miembros de la nobilitas romana: no en ´epoca del primer Escipi´on, ni tampoco entre el c´ırculo del Africano Numantino. Sin embargo, desde los Gracos en adelante se perciben en las fuentes se˜ nales de la existencia de grupos de presi´on, aglutinados por un personaje determinado (principal, como alguno de los Metelli, o secundario pero al mismo tiempo decisivo, como un Marco Livio Druso). Pero en momentos muy puntuales se forman aut´enticas partes, con el objetivo claro y determinante de acaparar cotas de poder: en este caso pienso en los Sullani, durante y despu´es de la Dictadura silana (con el leitmotif de mantener una estructura olig´arquica de la sociedad y de poner en manos de la nobilitas senatorial el control de las magistraturas); y especialmente pienso en la factio Pompeiana, el grupo forjado por y para las ambiciones pol´ıticas de Pompeyo Magno, de dilatada existencia en el tiempo (desde las postrimer´ıas de Sila hasta el estallido de la guerra civil del 49 a.e.v.), con diferentes etapas y estrategias. Tambi´en es cierto que hubo hombres determinantes, pol´ıticos que individualmente actuaron en algunos per´ıodos, exclusivamente por y para sus propias ambiciones: Mario, por ejemplo, cuyo fracaso a la hora de formar una factio estable fue determinante para impedir su entrada en la nobilitas presilana; Clodio, cuyo “programa” popular (y populista) no escond´ıa sus ansias de poder; y, por u ´ltimo, en C´esar, que no dud´o en unirse a otros pol´ıticos del momento cuando fue necesario (Craso, Pompeyo) pero sin perder de vista su propia carrera p´ ublica y militar.
2.2.11.
F. Millar
La investigaci´on ha seguido planteando dudas, resolviendo inc´ognitas y perfilando nuevos caminos en el estudio de la Roma tardorrepublicana. De entre la masa bibliogr´afica publicada en los u ´ltimos a˜ nos, en mi opini´on destaca un nombre: Fergus Millar. Dos art´ıculos 36 de los a˜ nos 80 plantearon problem´aticas acerca del siglo II a.e.v., dejando el terreno preparado para centrarnos en la ´epoca silana y sus consecuencias. Y fue su libro de 1998, The crowd in the Late Republic, el que abri´o la puerta y permiti´o la entrada en la escena p´ ublica de ese actor a veces ninguneado: el pueblo, el populus, la multitud a veces silenciosa, otras clamorosa por la defensa de sus derechos. Este libro (organizado, como tantas monograf´ıas de autores anglosajones, en torno a disertaciones en reuniones y simposios, que una vez reunidas dan lugar a una monograf´ıa sobre el tema) recoge, como el ensayo de Gruen de 1974, tres d´ecadas de la Roma tardorrepublicana: el per´ıodo comprendido entre el retiro de Sila y el estallido de la guerra civil del 49 a.e.v. El punto de partida es la demanda (popular), recogida por algunos disidentes de la nobilitas, de la recuperar la soberan´ıa popular (el derecho de los tribunos de la 34
Para una exposici´ on m´ as completa, los art´ıculos “Amicitia in the Roman Republic” (pp. 351–381), “Clientela” (pp. 382–442) y “Factions” (pp. 443–502), especialmente este u ´ltimo, donde Brunt pone en duda muchas de las hipotesis de Taylor (1949) y GRUEN (1974). 35 BRUNT (1989), 502. 36 “The political character of the classical Roman Republic, 200–151 B.C.” (1984b) y “Politics, persuasion and the people before the Social War” (1986), ambos en JRS.
19
´ CAP´ITULO 2. UN ESBOZO HISTORIOGRAFICO plebe de proponer leyes al pueblo sin previa aprobaci´on del Senado), arrebatada por Sila, y la restauraci´on de la potestad tribunicia. A partir de entonces, Millar nos ofrece un panorama en el que factiones, amicitia, clientelas, mandos extraordinarios,... o bien ceden la voz al clamor popular, o bien reconducen estos elementos en clave popular. Una soberan´ıa popular ganada a finales de la d´ecada de los a˜ nos 70 a.e.v. y ejercida, a pesar de una creciente violencia, durante las dos d´ecadas siguientes. Y aunque no debemos entender la ´epoca final de la Rep´ ublica romana en clave democr´ atica, Millar abre la discusi´on afirmando: I reiterate, however, that in this system, public office could be gained only by direct election in which all (adult male) citizens, including freed slave, had the right to vote, and all legislation was by definition the subject of direct popular voting. That being so, it is difficult to see why the Roman Republic should not deserve serious consideration, not just as one type of ancient city–state, but as one of a relatively small group of historical examples of political systems that might deserve the label “democracy” 37 . La cr´ıtica a este argumento podr´ıa ser: ¿en qu´e momento el populus tuvo la iniciativa de determinar la agenda pol´ıtica de estos a˜ nos? ¿Las leges Gabinia et Manilia (67 y 66 a.e.v.) dejan en manos del pueblo, instrumentalizado por agentes pompeyanos, la direcci´on de la pol´ıtica exterior en Oriente? ¿La lex Vatinia del 59 a.e.v. y la lex Trebonia del 55, que otorgan y renuevan el mando de C´esar en las Galias, y al mismo tiempo conceden jugosos gobiernos provinciales para Pompeyo y Craso en Hispania y Siria, respectivamente, son el reflejo de una pol´ıtica exterior dictada por el pueblo para Occidente? ¿Y el veto de Curi´on en el 50 , impidiendo que C´esar sea destituido de su imperium proconsular, significa una defensa de los designios populares sancionados por anteriores leyes? Nos podr´ıamos preguntar si la voluntad popular es tan activa, a ra´ız del control ejercido por los “triunviros”, por ejemplo, en el acceso al consulado. Como la libertas, el populus era susceptible de ser encauzado, o incluso manipulado, para los intereses de algunos miembros de la nobilitas.
2.3.
Un primer balance
Quien leyera por primera vez este cap´ıtulo achacar´ıa una cierta arrogancia al autor de la monograf´ıa. Y es posible que me haya dejado llevar por un cierto entusiasmo. Cualquiera de los autores anteriormente citados rebatir´ıa mis afirmaciones sin pens´arselo demasiado. La Roma tardorrepublicana es uno de los ´ambitos que despiertan mayor controversia entre los investigadores. Desde los a˜ nos 40 del pasado siglo XX, punto de inicio de este peque˜ no y particular “estado de la cuesti´on”, hasta hoy d´ıa, se ha debatido ampliamente sobre el tema. Los portales especializados de internet, las listas de correo, los cat´alogos de libros on–line, etc., vuelven una y otra vez a este per´ıodo de la Historia, intentando encontrar una explicaci´on al por qu´e de la decadencia de la Rep´ ublica romana, a las causas a corto y medio plazo de su crisis y a una descripci´on del tr´ansito de un modelo republicano a un modelo imperial y unipersonal. Antes de Syme otros autores iniciaron el estudio de esta cuesti´on (Mommsen, M¨ untzer, Meyer, Gelzer, Ferrero, Tenney Frank... de hecho, la escuela alemana pr´acticamente monopoliza el panorama historiogr´afico en la primera mitad del siglo XX.). Syme recoge el testigo y marca un punto final y un principio. Los estudios de Syme, partiendo de una metodolog´ıa prosopogr´afica, en cierto modo revolucionaron el panortama historiogr´afico38 , abriendo la puerta 37
MILLAR (1998), 11. Una muestra de la influencia del autor neozeland´es en los estudios sobre la Roma tardorrepublicana puede obervarse a trav´es de dos recopilaciones de art´ıculos: Between republic and empire interpretations of Augustus 38
20
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. a nuevas perspectivas en el estudio de este per´ıodo. No quiere decir ello que los autores citados hayan sido influidos por la “alargada sombra” de Ronald Syme, sino que en cierto modo siguieron la senda marcada por sus estudios, muchos de cuyos razonamientos han sido refutados y superados con el tiempo, como es l´ogico. La cuesti´on agraria, la guerra it´alica, el sistema electoral republicano, la pugna de senadores y equites por el control de los tribunales de justicia, los mandos militares y provinciales extraordinarios, los repartos de grano subvencionado, la creaci´on de factiones pol´ıticas no permanentes,... jalonan este per´ıodo estudiado, agudiz´andose algunos de ellos en la fase final de la Rep´ ublica. Los autores citados los han tratado con profundidad, la masa bibliogr´afica al respecto es ampl´ısima, y lo seguir´a siendo. Un somero estudio de estos aspectos en el panorama historiogr´afico actual dar´ıa para muchos cap´ıtulos. He intentado ofrecer algunas pinceladas, posiblemente superficiales. Muchos aspectos ser´an corregidos, y desde luego lo ser´an, con una minuciosa lectura y una particular atenci´on a las nuevas aportaciones publicadas, ya sean art´ıculos o monograf´ıas.
and his principate , edited by Kurt A. Raaflaub and Mark Toher with contributions by G.W. Bowersock ... [et al.]. Berkeley, University of California Press, 1995; y La r´evolution romaine apr`es Ronald Syme: bilans et perspectives: sept expos´es suivis de discussions, Vandoeuvres-Gen`eve, 6-10 septembre 1999, par Fergus Millar ... [et al.] ; conclusion de Fergus Millar; entretiens pr´epar´es et pr´esid´es par Adalberto Giovannini, avec la participation de Philippe Borgeaud et Greg Rowe. Ginebra, Fondation Hardt, 2000.
21
´ CAP´ITULO 2. UN ESBOZO HISTORIOGRAFICO
22
Cap´ıtulo 3 La fabricaci´ on de Lucio Cornelio Sila Con estas palabras quiero referirme, tal vez no tan ampliamente como se hubiera querido, al debate que, desde los antiguos hasta los u ´ltimos a˜ nos, se ha desatado acerca de la compleja – y controvertida – figura de Lucio Cornelio Sila. Es sobre todo un debate acerca de la imagen de Sila en la historia. ¿En qu´e espejo podemos ver reflejada la imagen de Sila? La imagen de Sila entre los antiguos no fue bien valorada: los cr´ıticos ganan por goleada a los pocos admiradores/defensores de su figura y su obra. Observo dos tipos de fuentes: por un lado, Cicer´on y Salustio, contempor´aneos al Dictador, en especial el de Arpinum, y que fueron reinventando la figura de Sila desde un primer momento, en la ´epoca final de la Rep´ ublica; y por otro lado, una serie de autores que, bas´andose en los Commentarii del propio Sila en gran parte, construyeron, desde la distancia que otorga el paso del tiempo, un nuevo Sila, en tiempos menos convulsos (es la ´epoca imperial): Apiano y Plutarco, especialmente (los autores sobre los que se conserva mayor cantidad de datos), y los fragmentos o referencias de autores cuya obra se ha perdido en gran parte (Livio, Di´on Casio, Floro, Granio Liciniano, Eutropio, Orosio) o las sentencias de Valerio M´aximo. Pero antes de ello, existe la imagen del Sila que se inventa a s´ı mismo, y cuyo remate final son sus Commentarii 1 .
3.1.
Invenci´ on: Lucio Cornelio Sila en primera persona
Tras abandonar el poder, Lucio Cornelio Sila se retir´o a su villa de Misenum, en la Campania, y escribi´o sus memorias, compuestas por al menos 22 libros2 . Estas memorias recog´ıan toda la vida de Sila, y fueron le´ıdas por varios escritores e historiadores de ´epoca imperial3 . Cicer´on tambi´en pudo haberlas le´ıdo, al menos se extrae esa conclusi´on por alguna cita suya4 . Inacabadas por el propio autor, un liberto suyo, L. Cornelio Epicado, pudo terminarlas, tal vez por orden de L´ uculo, fiel lugarteniente del Dictador5 . En sus memorias Sila denigra el papel de Mario, mientras enaltece el suyo, hasta el punto de ofrecer ya desde un principio una imagen desvirtuada de estos convulsos a˜ nos a la posteridad; imagen distorsionada que los autores posteriores recoger´an, con lo cual nunca sabremos a ciencia cierta la realidad de este 1
Vid. VALGIGLIO (1974), esp. 251–256; PASCUCCI (1975), passim. Plut., Sull., 37, 8. Sila muri´ o dos dias despu´es de escribir el vig´esimosegundo libro de sus memorias. 3 Aulo Gelio, I, 12, 16.; Plinio, N.H., XXII, 12; T´acito, Ann., IV, 56. 4 Cic., De Divin., I, 33, 72. 5 As´ı lo entiende J. Carcopino, citando a Suetonio, De gramm. et rhet., 12; CARCOPINO (1947), 231-232, nota 2 de la p. 232. 2
23
´ DE LUCIO CORNELIO SILA CAP´ITULO 3. LA FABRICACION per´ıodo. Los datos que nos pueden aportar Apiano (sobre todo) y Plutarco, fuentes principales de ´epoca imperial, han de tomarse con la debida prudencia. No obstante ello, he tomado a Apiano, que ofrece el relato m´as coherente y cont´ınuo de estos a˜ nos, como fuente principal para entender la invenci´on silana de Sila. Plutarco, de quien ya hablar´e m´as adelante, ofrece un panorama demasiado poblado de juicios morales, como para poder ser usado como fuente hist´orica. Desde un principio, Sila se invent´o a s´ı mismo. Las fuentes en general nos aportan pocos datos del Sila anterior a su primer consulado del a˜ no 88 a.e.v.: se tiene la sensaci´on de que aparece de la nada en el Bellum Italicum, ya con cincuenta a˜ nos; y es en este conflicto, verdadera guerra civil, donde Sila triunfa, entra por la puerta grande en la escena p´ ublica, consigue un ventajoso matrimonio con una Caecilia Metella, con cuya familia mantiene una s´olida amicitia pol´ıtica. El a˜ no 88 marca un antes y un despu´es en la carrera de Sila. Elegido c´onsul para ese a˜ no y formando pareja con Q. Pompeyo Rufo (un nobilis de reciente alcurnia, y con quien establece una seria amicitia personal, afianzada con el matrimonio de su hija Cornelio con su hijo, el joven Pompeyo Rufo), Sila se sienta en la cima de su carrera. La inminente guerra con Mitr´ıdates del Ponto en Asia ofrece mayores posibilidades de medrar, con un seguro mando militar (y una provechosa campa˜ na) en el bolsillo. Todo cambia con el tribunado de P. Sulpicio Rufo y la rentr´ee de Mario en la escena p´ ublica. La marcha de Sila sobre Roma despierta a los romanos de un sue˜ no dorado: por primera vez un ej´ercito entra armado en la ciudad. El peor momento para ser c´onsul : rompiendo uno de los preceptos de la mos maiorum, legislando contra sus enemigos, gan´andose el recelo de sus aliados, huyendo de la ciudad para evitar ser procesado... todo se rompe en el peor momento posible. Sila marcha a Oriente dejando un status quo provisional en Roma y de poca vigencia. Los Cinnani derogan las leyes de Sila y Pompeyo (por otra parte, un aliado que desaparece pronto, asesinado por las tropas que deb´ıa comandar en Italia), se declara hostis publicus al c´onsul del 88, sus propiedades son confiscadas, sus familiares y allegados son perseguidos, se env´ıa un contra-ej´ercito romano contra Mitr´ıdates (al margen de Sila),... todo se conjura contra Sila. Pero ´el permanece en Oriente, derrota a los ej´ercitos p´onticos en dos batallas en Grecia, firma un tratado de paz (provisional y no ratificado por el Senado romano, en inter´es personal de los dos firmantes), se asegura la lealtad de sus tropas, y entonces vuelve sus ojos a Roma. Y hace saber su opini´on sobre el gobierno de Roma,– un gobierno que podr´ıamos considerar legal, a pesar de su fr´agil base social y de la manipulaci´on interesada de la mos maiorum –, y se postula a s´ı mismo como su salvador. Env´ıa una carta6 al Senado en el a˜ no 85, y en ella dice: ´ en tono arrogante, [...] enumerando cu´ antos hechos hab´ıa realizado, en Africa, cuando todav´ıa era cuestor, frente al n´ umida Yugurta; como legado, en la guerra de los cimbrios, como gobernador, en Cilicia; en la Guerra Social, y como c´ onsul. Destac´ o, en especial, la reciente guerra contra Mitr´ıdates, y les nombr´ o los numerosos pueblos que, estando en poder de Mitr´ıdates, hab´ıa recuperado para los romanos, y en nada puso mayor ´enfasis que en haber acogido en su desvalimiento y haberles aliviado en su aflicci´ on a los que, expulsados de Roma por Cinna, hab´ıan buscado refugio a su lado. Por estos motivos, dijo que sus adversarios le hab´ıan declarado enemigo p´ ublico, hab´ıan devastado hasta los cimientos de su casa, hab´ıan asesinado a sus amigos y, a duras penas, su mujer y sus hijos hab´ıan logrado escapar junto a ´el. Sin embargo, vendr´ıa de inmediato como vengador7 de todos ´estos y de la ciudad entera, contra los culpables; al resto de los ciudadanos y a aquellos nuevos les anticip´ o que no les har´ıa en absoluto ning´ un reproche. 6
App., B.C., I, 77. Como en el a˜ no 88, cuando marchando sobre Roma, asegur´o que actuaba de este modo para salvar la Rep´ ublica de los tiranos (rem publicam in libertatem vindicare); App., B.C., I, 57. 7
24
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. Aqu´ı observamos tres elementos de propaganda pol´ıtica: 1) un breve repaso de los m´eritos y las haza˜ nas de su carrera pol´ıtica y militar, algo ya t´ıpico en todo romano que quisiera medrar en su particular cursus honorum; 2) su posicionamiento como defensor de la Rep´ ublica, frente a aquellos que la estaban destruyendo y actuando no s´olo contra s´ı mismo, sino contra su familia y sus amigos; y 3) su determinaci´on a regresar y a castigar a los culpables de la situaci´on actual8 . Sila explicita y justifica su papel actual en Oriente, su regreso y el castigo de sus enemigos (que son englobados como enemigos de Roma). Se produce una primera invenci´on de su figura, de su pasado (obvia el papel de Mario, c´onsul, en la guerra yugurtina, y se presenta como el vencedor de la misma al capturar al rey n´ umida, siendo apenas un cuestor) y del presente (negando la legitimidad del gobierno cinnano y present´andose a s´ı mismo como el u ´nico capaz de poner orden). Tras la muerte de Cinna, en el 84 a.e.v., el gobierno de Roma qued´o en manos de un s´olo c´onsul, Carb´on. Se env´ıa una legaci´on a Sila, con una actitud pac´ıfica. Sila responde9 : les respondi´ o que jam´as ser´ıa ´el amigo de unos hombres que hab´ıan cometido tales cr´ımenes [Carb´on y los Cinanni ], pero que no se opondr´ıa si la ciudad les conced´ıa la salvaci´ on; en cuanto a su seguridad, dijo que, m´as bien, se la podr´ıa ofrecer para siempre ´el a ellos y a los que se hab´ıan refugiado a su lado, puesto que ten´ıa un ej´ercito adicto a su persona, con lo cual, precisamente, qued´o de todo punto claro, en esta sola frase, que no disolver´ıa el ej´ercito, sino que ya pensaba en el poder absoluto. Adem´ as, les exigi´ o que su dignidad anterior, su patrimonio, atributos sacerdotales y cualquier otro cargo que ostentara les fueran devueltos todos ´ıntegramente, y envi´o en compa˜ n´ıa de embajadores a algunos de los suyos para que presentaran estas demandas. Sila asume un papel conciliador, siempre que se le restituya todo lo arrebatado en a˜ nos anteriores: su dignidad de hombre consular, sus bienes, seguramente un augurado. No hubo acuerdo (dif´ıcilmente con Carb´on c´omo c´onsul en el 84, y L. Escipi´on y C. Norbano – enemigos de Sila declarados10 –, c´onsules del 83, y de nuevo Carb´on en el 82, junto con el hijo de Mario). En el a˜ no 82 a.e.v., en el u ´ltimo a˜ no de guerra civil, Sila acudi´o a Roma, tras el asesinato en la ciudad de algunos hombres neutrales11 , entr´o en la ciudad y convoc´o al pueblo en una asamblea12 : se lament´o de la necesidad de las actuales desgracias y les exhort´ o a tener ´animos, en la seguridad de que habr´ıan de cesar de inmediato y de que el gobierno tomar´ıa el rumbo que deb´ıa 13 . El nuevo rumbo deb´ıa ser el suyo, desde luego, una vez expurgados los elementos malignos de la sociedad romana. Y as´ı sucedi´o tras el triunfo final de Porta Collina (1 de noviembre del a˜ no 82). Tras la victoria, Sila, vencedor absoluto, habiendo convocado en asamblea a los romanos, dijo muchas cosas en tono grandilocuente sobre s´ı mismo, profiri´ o otras en son de amenaza para atemorizarlos y termin´ o diciendo que llevar´ıa al pueblo a un cambio provechoso, si le obedec´ıan, pero que no librar´ıa a ninguno de sus enemigos del peor castigo 14 . Se iniciaron las proscripciones (de las que ya hablaremos m´as adelante), se ratificaron las leyes de Sila durante su consulado y su proconsulado en Oriente y Sila asumi´o los t´ıtulos de Felix 8
Sobre la propaganda silana de estos momentos, vid. DOWLING (2000), FRIER (1971), RAMAGE (1991). App., B.C., I, 79. 10 ID., 82 11 Publio Antistio, suegro de Pompeyo; G. Papirio Carb´on Arvina; L. Domicio Ahenobarbo, cos. 94; y sobre todo Q. Mucio Esc´evola, cos. 95 y pont´ıfice m´ aximo, suegro de Mario el Joven. el asesinato de estos hombres, no necesariamente pro-silanos, se explicar´ıa por el temor a que la ciudad Roma se pasara al bando de Sila, una vez Carb´on fue derrotado en la Galia Cisalpina, Norbano se hubiera exiliado a Rodas y el joven Mario qued´o aislado en Preneste. 12 De manera ilegal, primero por entrar como proc´onsul con imperium en Roma; segundo, porque a´ un era oficialmente hostis publicus, y tercero porque no ten´ıa en esos momentos competencias para convocar al pueblo. 13 App., B.C., I, 89. 14 ID., 95. 9
25
´ DE LUCIO CORNELIO SILA CAP´ITULO 3. LA FABRICACION y el de Epaphroditos para el Oriente15 . Ratificados los acta de Sila, se borraba el per´ıodo cinnano. La damnatio memoriae del per´ıodo cinnano llegar´ıa con la nueva Dictadura, pero de ello hablaremos m´as adelante.
3.2.
3.2.1.
Reinvenci´ on primera: los autores antiguos, ¿qu´ e imagen nos muestran? Marco Tulio Cicer´ on
Marco Tulio Cicer´on (106–43 a.e.v.), nacido en Arpino y en el seno de una familia acaudalada de origen plebeyo, fue un ciudadano romano destacado, tanto por sus dotes oratorias, actividad por la que m´as se le recuerda, como por su contribuci´on al sistema judicial, siendo c´elebre su exitosa intervenci´on en procesos de envergadura, tales como, por ejemplo, la defensa de Sexto Roscio Amerino acusado falsamente de haber cometido un crimen o su intervenci´on en el juicio de Verres. Su intervenci´on pol´ıtica, tanto en el terreno pr´actico como literario, es m´as prolija. Su deseo de llegar a formar parte de la nobilitas se hizo realidad tras ser elegido c´onsul en el a˜ no 63, cima de la carrera de todo romano y motivo de alegr´ıa para un homo novus como ´el. Toma diferentes posiciones pol´ıticas dependiendo del momento concreto, ahora con los populares, ahora con Pompeyo, habitualmente en las filas de los optimates. Tras la derrota de Pompeyo en Farsalia y la consiguiente p´erdida de apoyo pol´ıtico, se acoge al perd´on de Cesar pero se mantiene alejado de la pol´ıtica activa, hasta la muerte de C´esar, volviendo a salir a la palestra p´ ublica en favor de los cesaricidas y siendo asesinado por ello. El discurso pol´ıtico de Cicer´on no tiene otra finalidad que la legitimaci´on del Estado romano existente, al que considera en su forma republicana como ideal, tanto desde el punto de vista hist´orico (compendio de los aciertos de otros pueblos y de sus particularidades propias) como social (expresi´on de la justicia), recurriendo a un conjunto de categor´ıas ideol´ogicas y morales (ley, justicia, virtud) que fundamentan la teor´ıa del bien com´ un. Testimonio del per´ıodo que tratamos, Cicer´on vivi´o bajo la Dictadura silana y observ´o los cambios sufridos por Roma en estos a˜ nos: el Bellum Italicum (en el que particip´o, como miembro del staff de Gn. Pompeyo Estrab´on, padre del futuro Pompeyo Magno), el a˜ no 88 a.e.v. (con los disturbios de Sulpicio y la marcha de Sila sobre la capital), el tempus Cinnanum (aprendi´o en estos momentos los resortes de la abogac´ıa), la guerra civil en Italia y la Dictadura silana. Durante la misma, Cicer´on, a sus 26 a˜ nos, se hizo notar defendiendo a S. Roscio Amerino, implicado en el tema de las proscripciones. Cicer´on se movi´o entre aguas muy turbulentas: alabando a Sila, critic´o a su servidor Cris´ogono, culpable de haberse enriquecido con las matanzas legalizadas. Supo salir airoso, pero desde entonces el ejemplo de Sila estuvo ´ presente en la vida pol´ıtica romana: al estallar la guerra civil del 49 a.e.v., en una carta a Atico, Cicer´on dir´a de Pompeyo mirandum enim in modum Gnaeus noster Sullani regni similitudinem concupivit 16 . El propio Pompeyo, pensando en un triunfo posterior, no le hizo ascos a la proscipci´on: para la ocasi´on, Cicer´on invent´o una palabra nueva, pues Pompeyo ita sullaturit animus eius et proscripturit iam diu 17 . 15
Para un estudio de estos t´ıtulos v´ease BALSDON (1951), CARCOPINO (1947), HINARD (1984), LANZANI (1936), MAZZOLI (1967). 16 Cic.,Ad Att., 9.7.3 17 Cic., Ad Att., 9.10.6
26
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. Cicer´on demostr´o a lo largo de su vida un rechazo por la figura de Sila, y algunos de sus discursos son buena prueba de ello. As´ı, por ejemplo, en el Pro Cluentio ataca a uno de los que se aprovecharon del terror de los primeros meses de la dictadura silana, Opi´anico, que instaur´o un reinado particular de terror en Larinum. En la serie de discursos contra las leyes agrarias de P. Servilio Rulo, Cicer´on atata el sistema de expropiaciones de tierras llevado a cabo por Sila para conceder parcelas a sus veteranos. Empecemos con el discurso Pro Sexto Roscio Amerino, donde, aunando invectiva con adulaci´on, Cicer´on critica el sistema de las proscripciones. Ataca a Cris´ogono, el lugarteniente de Sila, acus´andolo de beneficiarse il´ıcitamente de las proscripciones. ¿Para todo esto la tan ansiada nobleza recobr´o con armas y con sangre la rep´ ublica, para que unos libertos y unos pobres esclavos de los nobles pudiesen atropellar, seg´ un su capricho, nuestros bienes, nuestras haciendas y nuestros altares? 18 . Cicer´on no cita aqu´ı la figura de Sila si no es para adularle; el autor es joven, es su primer caso de importancia, y no se atreve a criticar abiertamente la Dictadura. Lo que hace es criticar un aspecto que a todos repugna, las proscripciones y el mal uso que de ellas se hizo, algo que el propio Sila parece desconocer, en palabras del orador. Y sin embargo detr´as del ataque contra Cris´ogono hay una velada cr´ıtica a Sila y su Dictadura19 . Los tiempos y las costumbres (o tempora, o mores! ) han cambiado y un h´alito de corrupci´on ha ca´ıdo encima del Estado romano; hay que procurar evitarlo: conviene que vosotros, hombres sabios, pong´ ais un remedio especial a estos males que tan agudamente afectan a la rep´ ublica. No hay nadie de vosotros que no vea que el pueblo romano, que desde antiguo fue considerado como extremadamente benigno para con sus enemigos, ahora est´ a sufriendo la crueldad dentro de su propia casa. Hacedla desaparecer de la ciudad, jueces; no permit´ ais que anide por m´ as tiempo en esta rep´ ublica; ella no s´olo es la responsable de haber eliminado, entre atroces tormentos, a tantos y tantos ciudadanos sino que tambi´en les arranc´ o a los hombres m´ as ben´evolos, a fuerza 20 de desgracias, la virtud de la compasi´on . Oratoria desaforada, otra muestra m´as del estilo asi´atico que permite a Cicer´on convertirse en el rey de los pleitos, desbancando el pomposo estilo asi´anico de Hortensio. A lo largo de su vida, Cicer´on volver´a a usar a Sila como s´ımil estil´ıstico de sus discursos forenses. Pero con una dicotom´ıa clara: la defensa a ultranza del status quo creado por Sila durante su Dictadura (preponderancia del Senado, sobre todo) y la cr´ıtica acerba de uno de los fundamentos de esa misma Dictadura, las proscripciones. Nacido en Arpino, municipio romano con apenas un siglo de antig¨ uedad, en plena Italia – esa misma Italia devastada, represaliada y mutilada por los libertos Corneliani y los veteranos silanos –, Cicer´on no puede dejar de estremecerse ante una represi´on tan feroz ejercida por el Dictador. En estos momentos tan duros, el Sila proscriptor, el causante de las matanzas (epi thanatoi prographai, dice Apiano21 ), tiene dos caras en el imaginario ciceroniano: as the author of the proscriptions, was linked to the sectores. As the restorer of the Republic, Sulla was the leader of the conservative nobility 22 . Posteriormente, ya tras la muerte de Sila, la percepci´on de Sila en Cicer´on apenas cambia, pero se modera y se reinventa: a finales de los a˜ nos 60 a.e.v., el proscriptor se convierte en el dictator legal, con un objetivo “republicano”, y Cicer´on define aqu´ı una tiran´ıa legalizada, que de hecho no difiere demasiado del t´ıtulo dictator rei publicae constituendae 23 : Omnium legum iniquissimanque legis esse arbitror eam quam L. Flaccus interrex de Sulla tulit, ut omnia quaecumque ille fecisset essent rata. Nam cum ceteris in civitatibus tyrannis institutis leges omnes 18
Cic., Pro Rosc. Am., 141. Aunque la visi´ on positiva de la legislaci´ on silana se repite en varias ocasiones: Pro Rosc. Am., 22, 131, 139. 20 Pro Rosc. am., 154. 21 B.C., I.102. 22 DESROSIERS (1969), 65. 23 Cic Agr., 3.5 19
27
´ DE LUCIO CORNELIO SILA CAP´ITULO 3. LA FABRICACION estinguantur atque tollantur, hic rei publicae tyrannum lege constituit. Est invidiosa lex, sicuti dixi, verum tamen habet excusationem; non enim videtur hominis lex esse, sed temporis.. Puede parecer una contradicci´on con la negativa opini´on de la lex Valeria y las proscripciones, que Cicer´on condena como una violaci´on de los derechos de los ciudadanos24 . Pero ahora la reinvenci´on ciceroniana convierte a Sila Dictador en un magistrado leg´ıtimo25 . El lavado de imagen institucional persiste: en el De domo sua, un discurso del a˜ no 57 a.e.v., Cicer´on hace un paralelismo entre su propio exilio y las proscripciones de Sila. Pero, lejos de comparar a Clodio, el instigador de su exilio, con Sila, Cicer´on le da una vuelta de tuerca a la cuesti´on, salvando la imagen que le interesa favorecer de la Dictadura silana: proscriptionis miserrum nomen illud et omnis acerbitas Sullani temporis quid habet quod maxime sit insigne ad memoriam crudelitatis? Opinor, poenam in cives Romanos nominatim sine iudicio constitutam 26 . En las proscripciones subyac´ıa la acerbitas Sullani temporis; ahora el peso de la responsabilidad ya no recae en la dictadura sino en las circunstancias de su gobierno, en los dif´ıciles momentos en que acaecen27 . En resumen, Cicer´on hace la distinci´on (interesada) entre las leg´ıtimas prerrogativas de Sila y la ilegalidad que intent´o perpetrar (y de hecho consigui´o). Ahora se le llama dictator y victor, y como resultado de sus esfuerzos, la Rep´ ublica fue restaurada28 . ¿El fin justifica los medios?
3.2.2.
Cayo Salustio Crispo
Salustio (87-35 a.e.v.) naci´o en Amiternum, municipio romano en la Sabina. De origen plebeyo, aunque de familia acomodada, intent´o hacer carrera pol´ıtica, a´ un siendo un homo novus, en la estela de Mario y Cicer´on: pr´oximo a los populares, cuestor y tribuno de la plebe, obtiene un puesto en el Senado del que es expulsado (50), bajo el pretexto de llevar una vida inmoral. Al estallar la guerra civil toma partido por C´esar y desempe˜ na en su ej´ercito cargos importantes; tras la victoria de C´esar en Farsalia, rehabilitado, vuelve al Senado y un ´ a˜ no despu´es (46) recibe el mando de la provincia de Africa, en calidad de proc´onsul, cargo que aprovecha para estudiar la historia y geograf´ıa de Numidia. Con la muerte del dictador y a falta de su apoyo, llega tambi´en el final de la carrera pol´ıtica de Salustio. Todas las obras hist´oricas de Salustio se escribieron despu´es de la muerte de C´esar. Su relato hist´orico es como un ep´ılogo sobre los decenios que hab´ıa presenciado: intenta ser el int´erprete de la Rep´ ublica, del progresivo deterioro de las instituciones y del surgir sobre sus ruinas de un nuevo estado. La historiografia es un arte para Salustio y va a esforzarse por asemejarse a Tuc´ıdides. Sus discursos, cartas y digresiones no tienen la funci´on de un adorno, sino que pretenden proporcionar una interpretaci´on de las historias. Pero a diferencia 24
Cic., Agr., 2.56. DESROSIERS (1969), 87–88: By making Sulla dictator, the ’lex Valeria’ had created an unrepublican magistracy with absolute power. This law, howevwe, had to be accepted as legitimate because the times required such an autocracy. As dictator, Sulla had passed many laws which were constitutional in themselves. Cicero never questions the legality of such Cornelian statutes as those which established the ’quaestiones perpetuae’ or regulated the memebership of the Senate. As for the proscriptions, they could not ’per se’ be regarded as constitutional by Cicero, since they violated the basic rights of citizens. Yet Cicero in practice had to recognize the legitimacy of these constitutional statues since their violation or repeal would have resulted in revolution, civil war, or some other threat to the Republic. 26 Cic., Dom., 43–44. 27 DESROSIERS (1969), 132. 28 Ibidem 25
28
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. de Tuc´ıdides, Salustio se acerca a los hechos con un esp´ıritu dogmatizador, con una filosof´ıa de la historia preconcebida, elaborada con anterioridad a base de sus experiencias y sus lecturas. Los hechos le interesan no porque puedan revelar el sentido de la historia mediante su an´alisis, sino porque le sirven de confirmaci´on de sus ideas. Salustio pretende conseguir la m´axima objetividad (un empe˜ no mejor logrado que el sine ira et studio de T´acito). Raras veces se puede demostrar en ´el una falsificaci´on a sabiendas de la historia. No trata de favorecer ni a los de su partido ni a sus adversarios. La Coniuratio Catilinae (sobre la conjura que prepar´o Catilina contra la Rep´ ublica en el periodo consular de Cicer´on) y el Bellum Iugurthinum (narra la guerra de Roma contra Yugurta, rey de Numidia en los a˜ nos 111–104 a.e.v.) son monograf´ıas centradas en un u ´nico episodio tratado exhaustivamente desde sus comienzos hasta su conclusi´on. Salustio eligi´o la monograf´ıa sobre temas recientes, porque ´esta permite prolongar la pol´ıtica, extrayendo lecciones de los acontecimientos. Estas dos obras menores sirvieron de marco para encuadrar lo que fue su gran obra (reducida desgraciadamente a fragmentos), las Historiae 29 , en la que se ciment´o su prestigio en la antig¨ uedad. Constaba de 5 libros y abarcaba un per´ıodo breve (78–67 a.e.v.) en donde se narraba la guerra de Sertorio, la guerra de los esclavos y una parte de la guerra contra Mitr´ıdates. De esta obra s´olo se conservan 4 discursos y dos cartas, adem´as de algunos fragmentos. En el primer libro el importante pr´ologo (1–18) era seguido por una mirada retrospectiva a los cincuenta a˜ nos precedentes (19–53): una llamada arqueolog´ıa. La acci´on principal se abr´ıa con un discurso del c´onsul del 78 a.C., L´epido, contra Sila y por la restauraci´on de la libertad (55). Motivada con toda probabilidad por la muerte de Sila segu´ıa una caracterizaci´on del tirano (58–61), despu´es la sublevaci´on de L´epido (62-83) con el discurso de Marcio Filipo en el Senado (77), por fin la guerra contra Sertorio (84-126). Los acontecimientos desde el a˜ no 76 hasta comienzos del 74 a.e.v. ocupaban el segundo libro: la muerte de L´epido en Cerde˜ na (con un excurso sobre esta isla: 1-11) y el mando supremo de Pompeyo en Hispania (1–22). Teatros de la acci´on son Roma, Hispania, Macedonia (23-41). En el a˜ no siguiente (75 a.e.v.) se sit´ uan el discurso de Copta ante el pueblo (47), la continuaci´on de la guerra contra Sartorio (53-70), los precedentes de la guerra mitrid´atica (71–79), la guerra dard´anica (80) e is´aurica (81–87) con un par´entesis geogr´afico (82–87) y los acontecimientos en Hispania (88–89) con la carta de Pompeyo (98). El tercer libro conten´ıa los combates de Antonio contra los piratas, su ataque a Creta (1–16) con una descripci´on de la isla (10-15), los comienzos de la guerra mitrid´atica (17-42), acontecimientos posteriores de los a˜ nos 74 y 73 a.e.v. (43–51) con el discurso del tribuno de la plebe Macro (48), la guerra mitrid´atica (52–60), el c´elebre excurso sobre el Mar Negro (61–80), el final de la guerra contra Sertorio (81–89) y la guerra de Espartaco (90–106). El libro cuarto abarcaba los hechos de los a˜ nos 72–70 a.e.v. en Asia (1–19), el final de la guerra contra los esclavos (20–41) con una descripci´on de la Italia meridional y de Sicilia (23-29), los acontecimientos en Roma (42–55) y por fin la guerra armenia (56–80) con la c´elebre carta de Mitr´ıdates (69). El quinto libro (oto˜ no del 68 - finales del 67 a.C.) narraba el final de la guerra llevada por L´ uculo (1–16) y la guerra contra los piratas (17–27)30 . Obra soberbia si se hubiera conservado por entero. En el an´alisis de Salustio de la historia romana de su ´epoca, el responsable de la decadencia final es Sila. Asignaci´on de culpas no implica antipat´ıa hacia Sila: it is often said that Sallust hated Sulla. It is difficult to support this freom the texts in which the author speaks 29
Vid. SANTOS (1998), para la historicidad de las Historiae. Michael von Albrecht , Historia de la literatura romana: desde Andr´ onico hasta Boecio, vol.1, Herder, Barcelona, 1997. 30
29
´ DE LUCIO CORNELIO SILA CAP´ITULO 3. LA FABRICACION in his own person 31 . En el relato de la guerra yugurtina, Sila hace aparici´on por primera vez de mano de la pluma de Salustio: enviado por Mario para negociar la entrega de Yugurta por parte del rey Boco de Mauretania, Salustio pinta a Sila como un soldado capaz y un experto diplom´atico32 . Por contra, en el Coniuratio Catilinae se forja la imagen negativa de Sila, similar (y antecedente) a Catilina. Y el mal que Sila y Catilina representan surge de la decadencia moral que se ha cernido sobre Roma desde el final de las Guerras P´ unicas33 . Y surgen los vicios: en el caso de Sila, la ambitio y la avaritia: sed primo magis ambitio quam avaritia animos hominum exercebat, quod tamen vitium propius virtutem erat. Nam gloriam honorem imperium honus et ignavos aeque sibi exoptant; sed ille vera via nititu, huic quia bonae artes desunt, dolis atque fallaciis contendit 34 . Los vicios de Sila lo envilecen y le convierten en un hombre cruel, decadente. Se crea el t´opos literario de Sila buen militar y pol´ıtico, defensor de la Rep´ ublica, por un lado, y Sila cruel dictador, asesino y aut´ocrata, por el otro. Con su ejemplo, Sila refleja el proceso de degeneraci´on que se abate sobre el estado romano. Su ambici´on insaciable de poder le conducen a un punto sin retorno: sed postquam L. Sulla armis recepta re publica bonis initiis malos eventus habuit, repere omnes, trahere, domum alius, alius agros cupere, neque nodum neque modestiam victores habere, foeda crudeliaque in cives facinora facere 35 . Y tras la victoria final en Porta Collina, Sila, que anteriormente fue un reflejo de las virtudes de un glorioso pasado36 , se convierte en dictador, y de ah´ı, el monstruo. Como afirma Desrosiers37 , se crea elt´ opos de Sila como Jano, el bifronte, el de dos caras: el joven Sila, cuyo car´acter refleja los valores de los primeros tiempos de la Rep´ ublica, y el triunfante Sila, cuya dictadura es un anticipo de la corrupci´on final de la sociedad romana.
3.2.3.
Lucio Cornelio Sisenna
Lucio Cornelio Sisenna38 pudo representar la voz de aquellos que, habiendo permanecido en Roma durante el gobierno de los Cinnani, se pasaron al bando de Sila cuando venci´o en Porta Collina (82 a.e.v.)39 . Y pudo mostrar una visi´on favorable a Sila, o al menos no tan negativa. Contempor´aneo de los hechos que narra (vivi´o aproximadamente entre el 120 y el 67 a.e.v.), y siendo un hombre pol´ıtico pr´oximo a los optimates y un partidario convencido de Sila, sus Historiae (escritas despu´es del a˜ no 78 y de la que apenas de conservan 150 fragmentos) tratan el per´ıodo comprendido entre el Bellum Italicum y la muerte de Sila. Esta obra pudo servir de fuente para Tito Livio y Apiano40 . Sisenna en sus Historiae daba una valoraci´on positiva de la Dictadura silana, present´andola como sufragada por el consenso de multi populi et plurimae contionis. Tambi´en la propaganda no hab´ıa dejado de exaltar a Sila: varios panfletos prosilanos deb´ıan circular en la Roma de su ´epoca, y en ellos se ennoblecer´ıa y legitimar´ıa el ordenamiento silano del Estado recreando sus precedentes en la constituci´on de R´omulo, que ven´ıa naturalmente modelada sobre el esquema mismo de la Dictadura Silana. La comparaci´on R´omulo–Sila no dejar´ıa de servir 31
EARL (1961), 79, nota 1. Hay que destacar, por otra parte, que al parecer Salustio fue amante de la hija de Sila, Fausta, casada con Mil´ on, asesino de Clodio; vid. Gell. N.A., 17.18. 32 Sall, B.J.., 102. 33 EARL (1961), 34 Sall., Cat.,11.1–2. 35 Sall., Cat., 11.4. 36 Sall, Cat., 7.3, Iug., 95.3. 37 DESROSIERS (1969), 113. 38 Sobre este personaje, vid. CANDILORO (1963), 212–226. 39 BADIAN (1962), 47–61; ID. (1964), 422–431. 40 ID. (1964), 232, nota 69.
30
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. como acicate propagand´ıstico41 . Con todo, esta tradici´on prosilana, iniciada ya por el propio Dictador con la publicaci´on de sus Memoriae, no nos ha dejado m´as que escasas huellas.
3.2.4.
Apiano de Alejandr´ıa
Nacido alrededor del a˜ no 95 d.e.v., Apiano alcanz´o una posici´on elevada desempe˜ nando altos cargos administrativos en Alejandr´ıa, despu´es actu´o como abogado en la corte imperial (tal vez como advocatus fisci, cargo creado por Adriano) y finalmente como procurator Augustorum (durante el per´ıodo de Marco Aurelio y Lucio Vero, 161–169 d.e.v.). Alrededor del a˜ no 160 d.C., escribi´o una historia de Roma, Romaika, en 24 libros, que abarca desde su fundaci´on y (de forma no cont´ınua) hasta las campa˜ nas de Trajano en Dacia y Partia42 , desde un punto de vista etnogr´afico, usando fuentes literarias griegas y romanas y posiblemente documentos oficiales en registros y archivos, a los que pudo tener acceso en su calidad de funcionario imperial. Algunas de sus fuentes fueron: Polibio (especialmente para el relato de la Guerra Anib´alica en sus diversos frentes), Paulo Clodio, Jer´onimo de Cardia, Cesar, las Res Gestae de Augusto, Asinio Poli´on (su relato perdido de las guerras civiles), Plutarco, Diodoro, Posidonio, Livio, Salustio (especialmente sus casi perdidas hoy d´ıa Historiae, Celio Antipatro, Valerio Antias y Sempronio Aseli´on, entre otros. De estos 24 libros de que constaba la obra, s´olo se nos han transmitido, casi ´ıntegramente, 11, entre ellos el primer libro de las Guerras Civiles 43 y el libro Mithridatik´e, que es donde se mencionan relevantes datos acerca de Sila44 . Su visi´on, claramente pro romana, resulta interesante y explicativa de los efectos que gener´o sobre la sociedad conquistadora el haberse extendido y llegado a controlar la mayor parte del “mundo conocido de la ´epoca”. Interesado en asuntos militares, Apiano se muestra poco fiable en cuestiones instituciones romanas (no parece conocer a fondo la instituci´on de la dictadura, por ejemplo, una magistratura extraordinaria sin apenas parang´on en el mundo griego). A lo largo de todo el relato de las guerras civiles se observa un fin moralizador, que el propio autor no parece querer esconder, El ideal de Apiano era la concordia y la paz emanadas de un gobierno unipersonal45 , aunque no por ello se mucho menos cr´ıtico con Sila. Tirano por naturaleza – el autor juega con las palabras monarqu´ıa, tiran´ıa y realeza al referirse a Sila –, as´ı es como lo define: me parece a m´ı que Sila, que era un hombre vehemente y capaz a un tiempo en todo, dese´ o convertirse en un tirano desde su condici´on de ciudadano privado, y en esto u ´ltimo desde su posici´ on de ciudadano 46 p´ ublico . Aunque el autor cree que procur´o esconder esta ambici´on de poder absoluto bajo una m´ascara de respeto a la constituci´on vigente: pues hizo simular su elecci´on al cargo de dictador bajo una imagen externa de libertad, gracias a su nombramiento por un interrex 47 . De este modo, bajo esta apariencia de legalidad y ficci´ on de un gobierno democr´ atico 48 , Sila ostent´o el poder de manera permanente. 41
V´ease LAFFI (2000/1967), 273–274. “Despu´es de tres libros de historia it´ alica, que comienzan con Eneas, siguen los acontecimientos seg´ un el orden en que los romanos fueron enfrentando y sojuzgando a los diversos pueblos: celtas, s´ıculos, ´ıberos, cartagineses, hasta las campa˜ nas de Trajano contra ´arabes y dacios”.; R. Cantarella, La literatura griega de la ´epoca helenista e imperial, Vol. 2, 207). 43 V´ease la edici´ on cr´ıtica de GABBA (1967), passim. 44 B.C., I, 40, 50–51, 55–59, 62–64, 68, 70, 73, 75–77, 79–82, 84–108, 121; Num., IV–V; Mithr., 22–23, 30–43, 45–51, 53–61, 63–68 45 APIANO, B.C., I, 3. 46 B.C., I, 104. 47 B.C., I, 99. 48 B.C., I, 103. 42
31
´ DE LUCIO CORNELIO SILA CAP´ITULO 3. LA FABRICACION Respecto a su retiro, Apiano se extra˜ na, pues no hab´ıa nadie que le apremiara a ello, ni sinti´o miedo a que se le juzgara por sus excesos49 . El autor de Alejandr´ıa opina que Sila, harto de guerras, del ejercicio del poder y de la misma Roma, dese´o retirarse a una vida en el campo, alejado de la pol´ıtica50 .
3.2.5.
Plutarco de Queronea
Miembro de una familia acomodada, Plutarco (ca. 46–120) se form´o ampliamente en historia, filosof´ıa, literatura y ciencia. Viaj´o por Egipto y Grecia y vivi´o temporalmente en Roma. Escribi´o unas Moralia donde mezcla pol´ıtica, historia, astronom´ıa, m´ usica, medicina, etc. Pero su obra m´as famosa son las Vidas paralelas, en las que enfrenta las biograf´ıas de griegos ilustres con quien ´el consideraba que eran sus equivalentes romanos. La intenci´on de Plutarco era moralizante, su inter´es son los hombres y sus acciones y, aunque carece de un conocimiento profundo del contexto hist´orico de sus sujetos, sus libros est´an llenos de informaciones de inter´es, cuyo valor hist´orico depende estrictamente de las fuentes empleadas en cada caso (fuentes anal´ısticas romanas, por un lado; memorias y autobiograf´ıas, por otro, con el riesgo de resultar el relato plut´arqueo demasiado dependiente de este tipo de fuentes, excesivamente justifiativas de las acciones de sus protagonistas). Las Vidas de Plutarco est´an trufadas constantemente de an´ecdotas, dichos, banalidades e incursiones psicol´ogicas que tienden a presentar personajes vivos, que act´ uan buscando fines definidos y cuyas acciones tienen siempre un correlato moral. En el caso de Sila, cuya biograf´ıa se conserva (adem´as de las de Mario, Craso, Pompeyo, Cat´on Uticense y C´esar), Plutarco se nutre en gran medida de los Commentarii, las memorias escritas por el propio Sila en su retiro en la Campania (hoy perdidas)51 . Aunque por una parte y a causa de ello, resulta una fuente inestimable sobre la personalidad de este personaje, por otra parte, es dudosa su fiabilidad: la imagen de Mario y Sulpicio, por ejemplo, es excesivamente pro–silana. La dependencia de las memorias de Sila en Plutarco es elevada: de las 25 veces que el de Queronea cita a Sila, en 11 ocasiones se indican las memorias. El modo en que se citan las memorias silanas da a pensar que pudieron estar escritas en griego adem´as del lat´ın52 . Parece probado el uso de la fuente silana para el relato de la guerra yugurtina en la Vida de Mario, m´as incluso que el uso del Bellum Iugurthinum de Salustio53 , e incluso se considera que el relato de Mario es in´ util como fuente hist´orica al estar mancillado por la versi´on silana 54 que se deduce del mismo . Se podr´ıa decir que para los pasajes narrativos Plutarco sigue la fuente silana, fuente principal, pero no se descartar´ıa el uso de otras fuentes, aun no citadas55 . Acerca de su car´acter, Plutarco nos muestra a un Sila amante de la burla, afable en la mesa y buen compa˜ nero de bebida y juergas de sus amigos56 . Un car´acter amable que, sin embargo, dejaba entrever una ambici´on excesiva57 y un temperamento cruel y vengativo para con sus enemigos, que ocultaba cuando le conven´ıa58 . Esta doble naturaleza, desigual y contradictoria, no ocultaba que Sila aspiraba al poder absoluto, a la tiran´ıa, como el de 49
B.C., I, 103. B.C., I, 104. 51 Para un estudio de los Commentarii silanos, PASCUCCI (1975); para su pervivencia en las Historiae de L. Cornelio Sisenna, CANDILORO (1963), 223–224 52 VALGIGLIO (1974), 253. 53 Ibidem, 259 54 ´ GOMEZ PANTOJA (1991), 67. 55 VALGIGLIO (1974), 277–278. 56 Plut., Sull., 2, 3–5. 57 Sull., 3, 8. 58 Sull., 6, 15. 50
32
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. Queronea repite en varias ocasiones59 . El temor de Sila hacia la idea de que otros hombres pudieran destacar por encima suyo -por ejemplo, Lucrecio Ofela, al que manda asesinar en pleno Foro - y los celos hacia estrellas en alza - como el joven Pompeyo -, hacen ver a Plutarco un car´acter cruel y resentido, aunque el bi´ografo pone en duda que fuera malvado por naturaleza60 . Respecto al aenigma sobre el retiro de Sila, Plutarco hace constar que el propio Sila estaba convencido de la bondad de sus acciones61 y que, una vez cumplida su labor reformadora, juzg´o conveniente retirarse del poder, prefiriendo no inmiscuirse en el funcionamiento del Estado. Por u ´ltimo, Plutarco reconoce que Sila pon´ıa el inter´es p´ ublico por delante de objetivos personales, y que no estar´ıa mal concederle el premio de la moderaci´on y la templanza62 , a pesar de sus excesos.
3.2.6.
Tito Livio y los epitomizadores
Tito Livio naci´o en Patavium (Padua) el a˜ no 59 a.e.v., donde se form´o en ret´orica y manifest´o su inter´es por la filosof´ıa. Hacia el 30 march´o a Roma, donde se dedic´o por entero a las letras, especialmente a lo que se puede calificar como la obra de su vida: una historia de Roma desde sus or´ıgenes (de ah´ı el t´ıtulo Ab urbe condita CXLII Libri) hasta la muerte de Druso, el a˜ no 9 a.e.v., una inmensa historia en 142 libros de los que s´olo se conservan los 10 primeros, del 21 al 45 y los res´ umenes (Periochae) de los restantes. Para la ´epoca de Sila nos quedan los sumarios de los libros 66–90, apenas un magro consuelo para el historiador, y de ellos apenas el libro 88 se centra en la dictadura silana. Livio hace constar que despu´es de restablecer el Estado Sila mancill´o la m´ as hermosa de las victorias con una crueldad sin precedentes en hombre alguno 63 ; y despu´es de mencionar brevemente el programa legislativo de Sila64 apernas dice nada m´as relevante. Lucio Anneo Floro nace en la Tarraconense en el siglo II y es considerado como descendiente de la familia de los S´enecas. Se le considera el epitomizador principal de Livio. Pero mientras que Livio es un historiador orador, Floro es, seg´ un parece, el claro ejemplo de historiador ret´orico y preciosista en su estilo. Granio Liciniano, autor del siglo II a.e.v., escribi´o una Historia de Roma, de la que sobreviven algunos fragmentos. Los fragmentos conservados cubren el per´ıodo entre el 163 y el 78 a.e.v. Eutropio, autor de un Breviarium, y Julio Exuperancio, que escribi´o una obra hist´orica basada en Salustio, pertenecen al siglo IV. Del siglo V tenemos a Paulo Orosio. Sacerdote y escritor hispanorromano, Orosio naci´o probablemente en Bracara, en la Gallaecia. Disc´ıpulo de San Agust´ın, combati´o a los seguidores de Prisciliano, Or´ıgenes y Pelagio, y fue autor de varias obras entre las que destaca su Historiae adversum paganos (ca. 409), un texto de historia universal muy divulgado durante la Edad Media, y basado en la Historia de Livio. Orosio menciona que Sila fue nombrado dictador para armar y ocultar el deseo de 59
Sull., 30, 5; 39, 7; 40, 11; 41, 1. Sull., 30, 6. 61 Sull., 30, 6. 62 Sull., 43, 4–6. 63 Liv, Per. 88, 1 64 Liv, Per., 89, 4. 60
33
´ DE LUCIO CORNELIO SILA CAP´ITULO 3. LA FABRICACION dominio y de crueldad con la venerabilidad de un t´ıtulo honesto e importante 65 . Afirma que una vez que alcanz´o el poder supremo y en contra de todo derecho y de la palabra dada 66 , Sila se dedic´o a asesinar a enemigos desarmados y a imponer en Roma un clima de terror, hasta tal punto que incluso los que pertenec´ıan a su facci´on eran asesinados, llegando Quinto C´atulo a decir ¿con qui´en vamos a vencer al final, si matamos durante la guerra a los que tienen armas y durante la paz a los que no las tienen? 67 . Y termina Orosio diciendo que el retiro de Sila del poder signific´o el final de dos funestas guerras, aquella contra los it´alicos y la civil, que durante diez a˜ nos acabaron con la vida de m´as de 150.000 romanos. ¡Qu´e desastre!, dice el autor, comparando las guerras civiles de su ´epoca (siglo V) con las guerras de Sila; al menos en su ´epoca, arguye, la religi´on cristiana sale vencedora, mientras que en ´epoca de Sila murieron enemigos a manos de enemigos, por no decir ciudadanos a manos de ciudadanos 68 , de una manera horrenda y vil.
3.2.7.
Valerio M´ aximo
Escritor romano del cambio de era, Valerio M´aximo tiene como obra capital sus Hechos y dichos memorables, dedicada al emperador Tiberio, compuesta por nueve libros, en los que fil´osofos y ret´oricos extra´ıan an´ecdotas morales contenidas en las obras de los historiadores latinos y griegos, una obra sin cr´ıtica alguna y con un estilo muy estudiado y exagerado. Valerio M´aximo, autor de una obra de exempla, afirma que en Sila hab´ıa dos hombres: un vergonzante joven - que molest´ o a Mario por su afeminamiento - y un hombre al que llamar´ıa valeroso, si no hubiese preferido el nombre de Felix 69 . Esto trae a colaci´on la an´ecdota plutarquiana70 acerca de Sila y Carb´on, uno de sus rivales por el poder: Carb´on dijo que del zorro y el le´on, s´ımiles de la astucia y el valor, que anidaban en Sila, ´el tem´ıa m´as al zorro. Valerio habla tambi´en del ansia de gloria de Sila71 y de que, a los ojos del pueblo, fue a la vez un Escipi´ on en alcanzar victorias y un An´ıbal en el ejercicio de las venganzas, pero que sus crueldades anegaron Roma e Italia de sangre, haci´endole indigno del sobrenombre de Afortunado72 . Se repite, pues, esa doble y contradictoria naturaleza que Plutarco ya hab´ıa se˜ nalado.
3.2.8.
Di´ on Casio
Dion Casio, oriundo de Nicea (Bitinia), vivi´o entre los a˜ nos 170 y 235 y lleg´o a ser investido dos veces c´onsul. Escribi´o una Historia romana que va desde Eneas al 229 (a˜ no de su segundo consulado), pero que se ha conservado parcialmente y muy fragmentada y por ese motivo se suele recurrir a Iohannes Zonaras, jefe de la canciller´ıa bizantina, despu´es monje y compuso alrededor del 1150 un “Compendio de la Historia” (Epitome Historion), cuyos libros VII-IX (desde Eneas hasta el fin de Cartago) son un compendio de Dion Casio. Sobre la ´epoca que tratamos, apenas nos han llegado algunos fragmentos. Di´on se˜ nala el sue˜ no de Sila por alcanzar el poder absoluto, una vez en el cual 65
Orosio, Hist., V, 21.12. ID., V, 21.1 67 ID., V, 21.2. 68 ID., V, 22, 5–15. 69 Valerio M´aximo, VI, 9, 6. 70 Plut., Sull., 28, 5. 71 Val. M´ax., VIII, 14, 4. 72 ID., IX, 2, 1. 66
34
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. no dud´o en confiar en hombres viles e infames73 , porque vio que estos hombres no dudar´ıan en apoyarle, mientras que partidarios m´as antiguos (y honorables) no se prestar´ıan a ello. El elemento virtuoso, en una mano, no pudo sostenerse frente a la maldad, en la otra74 . Di´on opina que en Sila se produjo un cambio a peor, a pesar de que en un principio tuvo a la Fortuna como aliada y de que en ´el se hab´ıan aunado la humanidad y la piedad75 . ¿Por qu´e este cambio? Di´on intuye que fue el acceso de Sila al poder supremo el causante de que se entregara a la crueldad, excediendo en ella a Mario y a Cinna76 .
3.3.
Reinvenci´ on segunda: los autores modernos, ¿qu´ e imagen siguen transmitiendo?
Despu´es de situarme en el contexto de la Rep´ ublica tardorrepublicana y de analizar las fuentes (como ya he se˜ nalado antes), me dispuse a rastrear el estudio monogr´afico de Lucio Cornelio Sila en el panorama hist´orico. Existen m´ ultiples monograf´ıas y obras de conjunto sobre Sila, en ingl´es, franc´es, alem´an e italiano (no contamos todav´ıa, en los inicios del siglo XXI, con una obra de conjunto en castellano sobre el personaje). He elegido diversas monograf´ıas, de las cuales Mommsen va m´as all´a de Sila pero, escribiendo a mediados del siglo XIX, fue un muy buen punto de partida. A excepci´on de Keaveney e Hinard, la mayor´ıa de biograf´ıas y obras de conjunto sobre Sila obvian el per´ıodo anterior a su consulado, centr´andose sobre todo en el per´ıodo de la Dictadura. Es cierto que existen pocos datos de su vida hasta el a˜ no 88 a.e.v., como ya comentamos anteriormente. La Dictadura, sus fundamentos, su programa legislativo y su abdicaci´ on, centran especialmente los intereses de la comunidad cient´ıfica. Sila parece aqu´ı m´as enigm´atico que nunca. No existe unanimidad entre los autores modernos sobre la figura de Lucio Cornelio Sila. Disparidad de opiniones sobre si intent´o establecer una monarqu´ıa, sobre los fundamentos jur´ıdicos de su Dictadura, sobre su trasfondo personal y, por u ´ltimo, sobre su enigm´atica retirada/abdicaci´ on del poder. ¿Qu´e hab´ıa tras la sombra de un personaje como Sila? ¿Odio y ansias de venganza, como aventura Badian? ¿Amargura y desesperaci´on, tal y como apunta Keaveney? ¿Por qu´e un hombre como Sila, una vez en el poder, lo abandona? ¿Acaso fue obligado a ello por sus partidarios, al ver que intentaba erigirse en rey, tal y como dice Carcopino? ¿Es su Dictadura un momento de transici´on en la evoluci´on de la historia de Roma, como afirma Valgiglio, y por ello Sila, a´ un no rey pero con poderes mon´arquicos, deja el poder? ¿O, como dice Badian, era Sila consciente de que a´ un no hab´ıa llegado el momento de la monarqu´ıa? ¿Y realmente es lo que dice Keaveney, que Sila era un arquetipo del perfecto pol´ıtico republicano para qui´en la monarqu´ıa era un anatema? Muchas preguntas, tal vez no las m´as adecuadas.
3.3.1.
Th. Mommsen
En su Romische Geschichte, Mommsen habla del conflicto entre populares y optimates en el marco de la revoluci´on iniciada por los Gracos y que Sila culmina con su dictadura. 73
Di´on Casio, XXX–XXXV, fr. 108.2. ID., fr. 108.2 75 ID., fr. 109.1 76 ID., fr. 109.3–4. 74
35
´ DE LUCIO CORNELIO SILA CAP´ITULO 3. LA FABRICACION Sila, campe´on de la oligarqu´ıa senatorial, alcanza el poder supremo y se dedica a imponer la restauraci´on del Estado olig´arquico. Para realizar esa tarea necesita poderes absolutos e ilimitados, poderes extraordinarios en [los] que vinieran a concentrarse, lo m´ as s´ olidamente posible, todos los atributos inherentes a las formas constitucionales 77 . El resultado es la dictadura silana, un nuevo cargo para este autor, que la diferencia claramente de la vieja dictadura republicana y la asimila al decenvirato de los tiempos de la Ley de las Doce Tablas78 . M´as a´ un, la dictadura de Sila, con el aparato de sus poderes absolutos, conferidos por el voto popular indivisamente y sin t´ermino fijo, s´olo ten´ıa su tipo en la antigua monarqu´ıa, fundada tambi´en en el consentimiento voluntario del pueblo, que promet´ıa obediencia al ciudadano que ´este hab´ıa elegido 79 . Mommsen se sorprende del cambio de la nomenclatura: ahora la dictadura no es m´as que la monarqu´ıa pero con todos sus poderes 80 , y en este sentido Sila llegaba al mismo punto que Cayo Graco, aunque a la inversa: el protector de la constituci´ on olig´ arquica se convert´ıa en tirano para alejar 81 la tiran´ıa que amenazaba constantemente . Respecto al lado m´as odioso de la dictadura silana, las proscripciones, Mommsen lo llama un terrorismo fr´ıo y abstracto. As´ı como Mario, dice, simplemente hab´ıa saciado su sed de venganza con la sangre de sus rivales, Sila, en cambio, consideraba el terrorismo olig´arquico como la condici´on necesaria del nuevo poder fundado sobre tantas ruinas, indiferente y sin pasi´ on; pero aunque procedente de un partido conservador y no port´ andose con la sa˜ na cruel de Mario, sus crueldades fueron mucho m´ as espantosas que las de ´este 82 . Este terror blanco se hizo insoportable, y asfixiante para sus contempor´aneos. Para Mommsen, el fin supremo de la constituci´on de Sila fue ajustar el r´egimen de excepci´ on al molde de la ley antigua regenerada 83 , y por ello el dictador consider´o que, una vez logrado el objetivo, deb´ıa abdicar de sus poderes. Pero tal vez influy´o en ello – aunque este autor lo cita sin relacionarlo con el retiro de Sila – la oposici´on que estall´o entre los oficiales de su ej´ercito a su programa reorganizador, que consideraban intolerable, pues ahora ellos eran reducidos a la obediencia al Senado, ellos cuya espada hab´ıa levantado los destruidos asientos senatoriales84 . Mommsen menciona dos casos de estas rebeliones internas: el caso del joven ´ Pompeyo que, volviendo de Sicilia y Africa de cumplir una misi´on encomendada por Sila85 , se neg´o a obedecer al Dictador y exigi´o (ileg´ıtimamente) un triunfo, que finalmente logr´o; y el caso de Lucrecio Ofela que, sin haber sido pretor, exigi´o un consulado como recompensa por su fidelidad. Al primero lo perdon´o86 , pero al segundo le hizo ver que ´el no era hombre que se dejase imponer “condiciones por sus subalternos”, y c´omo este se obstinase en su candidatura anticonstitucional, le hizo asesinar en pleno Foro87 .
77
MOMMSEN (1983), VI, 110. Id., 112. 79 Ibidem. 80 ID., 112–113. 81 ID., 113. 82 ID., 113. 83 ID., 154. 84 ID., p. 153. 85 Sin un imperium leg´ıtimo, pues por entonces, en medio de la guerra civil de los a˜ nos 83-82, Sila era un proc´onsul y no un dictador, y no pod´ıa conceder imperia sin una aprobaci´on del Senado y las asambleas. 86 Es famosa la frase de Pompeyo son m´ as los que saludan al sol naciente que al poniente; Plut., Pomp., 14, 3. 87 ID., 154, 78
36
Oscar Gonz´alez Cama˜ no.
3.3.2.
G.P. Baker
En su biograf´ıa sobre Sila de los a˜ nos 20 del siglo XX, Baker le considera a very 88 modern man . Para este autor, Sila encar´o los problemas del mismo modo que un estadista moderno. Baker escribe esta biograf´ıa durante los a˜ nos del auge del bolchevismo, la segunda revoluci´on industrial y el poder de las grandes finanzas internacionales, tras el trauma de la Gran Guerra de 1914-1918. Para Baker, por ello, Sila was familiar with the decay of religious faith, the failure of aristocracy 89 . Seg´ un este autor, Sila no invent´o the policy of dictatorship, pero under the Roman constitution the dictatorship in times of emergency was a legal and constitutional office [...] He was the first stateman who applied the idea systematically, intelligently, and on a scale sufficiently large to be instructive to us 90 . La tesis de Baker fue novedosa para su tiempo, pero es en su intento por hacernos ver la cercan´ıa de la figura de Sila donde reside su fallo. Veinte siglos separan a Sila de Baker. Intentando hacer un paralelismo entre ambas ´epocas, Baker no logra m´as que un relato de las andanzas y aventuras de Sila. Respecto al retiro de Sila, Baker afirma que ´el no concibi´o la idea de perpetuarse en el poder mediante una monarqu´ıa: he had little personal sympathy with monrchy. To him, as the most Romans, it seemed at the best a barbarous expedient for saving idle citizens from the trouble of exercising their own brains and shouldering their own responsabilities 91 . Pero termina este autor diciendo que, a pesar de todo, su programa reformista no pudo escapar a la imagen ominosa de la dictadura, las proscripciones: the proscriptions lists hung round Sulla’s neck. No one could distincly see anything else. No one could see, or hear, or feel, or touch, or taste, anything about Sulla, except that he was the author of Great Proscription 92 .
3.3.3.
J. Carcopino
Jˆerome Carcopino es el autor de una obra, Sylla ou la monarchie manqu´ee (1931), en la que afirma que Sila intent´o crear una monarqu´ıa en su persona, pero fracas´o. Carcopino considera que la dictadura silana no es m´as que un golpe de Estado legitimado por la lex Valeria del a˜ no 82 a.C., y constituye un paso hacia la instauraci´on de una monarqu´ıa en la persona de Sila. Las proscripciones son una consecuencia inmediata de este golpe de fuerza: Sulla pour ordonner ces meurtres et ces spoliations, n’ovait point invoqu´e de raisons: le glaive dont il ´etait arm´e le dispensait. D’embl´ee, dans ce carnage, il apparaissat comme le ma`ıtre, qui, par la terreur, dispose des fortunes et des existences. Para Carcopino, r´ealiste f´eroce, Sylla, dont chaque ´etape avait recul´e l’horizon, a voulu fonder a` son profit la monarchie militaire ` a laquelle son intelligence destinait l’avenir; et si, finalement, il y a renonc´e, ce fut malgre lui, parce que les temps n’´etaient pas mˆ urs, et que mieux velait, par un feint d´esaveu, se d´egager fi`erement d’un dessein encore aventureux, que se repetisser dans l’evidence d’un ´echac ou se briser contr l’irr´ealisable 93 . Para ello, Sila se hizo rodear de miembros de la nobilitas, los Metelli sobre todo, que sin embargo en la hora postrera se volvieron contra ´el y le hicieron renunciar a sus prop´ositos mon´arquicos94 . 88
BAKER (1924/1967), 7. Ibidem. 90 ID., 7–8. 91 ID., 278. 92 ID., 280. 93 CARCOPINO (1947), 18. 94 Ibidem, 36. 89
37
´ DE LUCIO CORNELIO SILA CAP´ITULO 3. LA FABRICACION El libro de Carcopino es muy atrativo en sus planteamientos, pero falla en la demostraci´on de sus tesis. No hay datos que permitan avalar la tesis de un Sila mon´ arquico. La interpretaci´on de las fuentes por parte del autor es muy parcial, y no resuelven los planteamientos formulados por el autor. Interesado en demostrar que la Dictadura silana fue de hecho una monarqu´ıa de nombre, el autor no consigue convencernos de la fiabilidad de sus argumentaciones. Afirma que Sila il avait scell´e d’un simulacre de l´egalit´e un syst`eme d’arbitraire int´egral, et, dans le nom de sa dictature, le monde latin entendit retentir pour la premi`ere fois le son terrible que r´epercuter plus tard le glaive de ses empereurs; celui d’un aboslutisme sans frein 95 . ¿Y en qu´e se basa? En dos citas de Plutarco y Apiano96 , en las que se asimila la dictadura silana con la tiran´ıa griega... cuando no parece muy claro qu´e entend´ıan ambos autores griegos por dictadura, una magistratura que no conocieron. Para Carcopino, Sila pretendi´o establecer una monarqu´ıa de estilo helen´ıstico, a ra´ız de sus contactos con el mundo oriental durante la guerra contra Mitr´ıdates97 . Gracias a estos contactos, Sila fue divinizado en Sila, cre´andose un culto propio98 , con los t´ıtulos Felix (afortunado) en Roma y Epafroditos (favorito de Afrodita) en el Oriente helen´ıstico, con los cuales Sila pretender´ıa participar de la divinidad de la que gozaban las dinast´ıas de los L´agidas o los Sel´eucidas en sus propios reinos. Esta actitud caus´o el disgusto de la nobilitas romana m´as conservadora, a la que hab´ıa intentado domesticar sin ´exito. El affaire Roscius destap´o la oposici´on de los Metelli 99 , que aliados con un militar en alza, Pompeyo100 , forzaron a Sila a renunciar al poder. He ah´ı la explicaci´on del ep´ıgrafe monarchie manqu´ee del t´ıtulo: ante tantos sectores aliados contra natura en contra suya, Sila no pudo conseguir su prop´osito y se vio obligado a renunciar al poder. Al mismo tiempo, su constituci´on habr´ıa sido desacreditada por el esc´andalo de Cris´ogono y el mal uso del sistema de las proscripciones (denunciado por Cicer´on en el Pro Roscio Amerino), tal vez con la connivencia del propio Sila101 . 95
Ibidem, 42. Plut., Comp. Lys. et Sull., I, 6; Apiano, B.C., I, 99 97 Ibidedm, 43. 98 Ibidem, 94–119 99 Ibdidem, 147–160. 100 Ibidem, 186–205 101 BLOCH–CARCOPINO, 493-497. Los motivos que aduce Carcopino para la ca´ıda de Sila se asemejan a numerosos casos de esc´ andalos pol´ıticos de la actualidad (por ejemplo, el Watergate y Nixon en USA o los esc´andalos de tr´afico de influencias de la ´epoca socialista en Espa˜ na). Resulta tentador aducir un esc´andalo a la ca´ıda de un gobierno, y m´ as a´ un si, como en el caso de Sila, este gobierno pretende monarquizarse. Pero la Rep´ ublica romana no era un sistema democr´ atico al uso actual; los c´onsules se suceden a˜ no tras a˜ no, es dif´ıcil que una facci´on pueda perpetuarse en el poder, a menos que consigan colocar a sus miembros en el consulado a˜ no tras a˜ no, y eso sucede en contadas ocasiones. Obviamente, el gobierno de Sila ten´ıa opositores y su programa legislativo numerosas carencias. El tema de las proscripciones afect´ o a unos pocos corruptos (ejemplificados en Cris´ogono), pero no hay motivos para sospechar que Sila se aprovechara personalmente para enriquecerse. La alianza con el clan de los Metelli perdur´o; se convirtieron, a la muerte de Sila, en defensores a ultranza de la constituci´on silana, hasta el consulado de Pompeyo y Craso del a˜ no 70 a.C. Es m´ as, a la muerte de su tercera esposa, Cecilia Metela, de la familia Metelli, Sila se cas´o con Valeria, hermana de Marco Valerio Mesala, otro miembro de la facci´on optimate af´ın a los Metelli. Sila decidi´ o abdicar del poder cuando lo crey´o oportuno, una vez sus numerosas leyes estuvieron en vigor y no hab´ıa peligro de que fueran derogadas. Pero su alejamiento de la escena pol´ıtica sac´o a la palestra las ambiciones de las diversas facciones en lucha, incluso dentro de los optimates. L´epido, hombre de heterodoxa filiaci´on, abandon´ o las filas de los Sullani y se lanz´o en brazos de los populares, que volv´ıan a alzar la cabeza tras la muerte del Dictador. Los Metelli permanecieron a la expectativa, defendiendo la constituci´on silana, pero sin el fanatismo de hombres como Quinto C´ atulo o Quinto Hortensio. Pompeyo, retirado a la vida privada desde su triunfo del a˜ no 81 a.C., volvi´ o a la escena p´ ublica, a la caza de nuevos poderes militares. Otros hombres, como Craso, Catilina o Verres ten´ıan proyectos personales para alcanzar el poder. La heterodoxa facci´on silana se desintegr´o a causa de las diferencias internas y debido a las ambiciones personales de cada un o de sus miembros. No hubo una abdicaci´ on forzada de Sila, como pretende Carcopino; renunci´o al poder cuando quiso y en las circunstancias que consider´ o oportunas. 96
38
Oscar Gonz´alez Cama˜ no.
3.3.4.
C. Lanzani
En 1936 Carolina Lanzani escribi´o una continuaci´on de su Mario e Silla: storia interna di Roma negli anni 87–82 a.C. (1914). En el prefacio, escrib´ıa: collocato nel suo verfo clima storico, L. Cornelio Silla Dittatore non `e affatto un enigma, e non `e un enigma nemmeno la sua abdicazione dalla dittatura. N`e fu vana, come a taluni apparve, l’opera sua di costruttore, che si collega a quella di Cesare e di augusto e si perpetua cosi nell’Impero 102 . Escrita en unos momentos de triunfo del fascismo en Italia (que reverdecer´a sus ´ laureles con la conquista ese a˜ no de Abisinia, fruto del imperialismo de Mussolini por Africa, p´alida emulaci´on de las conquistas del Imperio Romano), la monograf´ıa de Lanzani escudri˜ na con amenidad y rigor el per´ıodo inemdiatamente posterior a la victoria de Sila en Porta Collina (noviembre del 82 a.e.v.), para analizar a continuaci´on la obra legislativa silana en el per´ıodo de su Dictadura. El uso, por parte de la autora, de la palabra rivoluzione se refiere a las proscripciones: giornate di terrore e di sangue, non diverse da quelle che erano segu`ıte quattro anni prima alla vittoria dei Mariani ed avevano preceduta l’instaurazione del governo della democrazia. Questa che abbiamo chiamata “rivoluzione Sillana” precede la dittatura con la quale viene tavolta confusa 103 . En opini´on de la autora, la victoria de Sila y el establecimiento de su Dictadura (y de la legislaci´on de la misma), se fundamentaba per il diritto della sua vittoria, per la forza del suo esercito prode che stava, obbediente ai suoi ordini, alle porte di Roma 104 .Este derecho de conquista le otorga a Sila la facultad de restaurar un Estado maltrecho por casi una d´ecada de guerras civiles. Para Lanzani las leyes silanas son un aut´entico programa legislativo ya determinado: es m´as, la dittatura ci dimostra la convinzione di aver compiunta l’opera sua, il che presuppone naturalmente un programma prestabilito 105 , una de cuyas primeras disposiciones fueron las proscripciones. La conclusi´on de Lanzani sobre Sila y su per´ıodo es positiva: rinunziando, con la spontanea deposizione della dittatura, a perpetuare, non pure nella sua persona, ma nella sua famiglia, ma nella sua casta il governo di Roma, Silla ha voluto render impersonale l’opera sua, ed `e qui la sua indiscutibile ed comparabile grandezza che solo parzialmente si rispecchia nei paragoni che furono fatti dagli storici moderni con Cromwell e con Washington 106 . A pesar de la fragiliadad y la corta vigencia de su legislaci´on, la autora ve en el edificio construido por Sila un precedente del imperio forjado por C´esar y por Augusto.
3.3.5.
E. Badian
Las tesis de Carcopino han sido rechazadas por historiadores m´as recientes. Sin embargo, la visi´on negativa de Sila permaneci´o y as´ı la recogi´o Ernst Badian, quien lo llama a deadly reformer en un ensayo suyo al respecto107 . Para Badian, Sila no era m´as que un ruthless adventurer and sinister tyrant, transformed by success into a reverd statesman, with (perhaps) uneasy doubts coming to gnow at the faithful after his death 108 . Palabras como the rebel who 102
LANZANI (1936), x. Ibidem, 9–10. 104 Ibidem, 11. 105 Ibidem, 93. 106 Ibidem, 343. 107 BADIAN (1970), passim. 108 ID., 36. 103
39
´ DE LUCIO CORNELIO SILA CAP´ITULO 3. LA FABRICACION had led a private army of proletarians against Rome and had occupied it 109 ; como the Roman commander who had sold the forces of the Senate and People to their greatest enemy and the murderer of thousand of Italians 110 , o como the man who had seemed dedicated to war and personal ambition, ruthless and treacherous at home and in the field; who had spent his leisure in luxury, affecting the company of actors and prostitutes - that man now saw himself as the new Romulus, refounding the city that he had brought to the verge of destruction 111 , son un ejemplo de la poca simpat´ıa que la figura de Sila le inspira. Respecto al enigma de su retiro, Badian sostiene que en la persona de Sila a´ un no hab´ıa llegado el momento de la monarqu´ıa militar (a diferencia de la opini´on de Carcopino), momento que llegar´ıa con C´esar – a very different man, in a very different situation, dice el autor112 –. Adem´as, Sila ya hab´ıa alcanzado la cima del poder y que nada m´as le quedaba por hacer, al mismo tiempo que had reached the summit of felicitas 113 .
3.3.6.
E. Valgiglio
Ernesto Valgiglio considera una iron´ıa de la historia que Sila, strenuo paladino della costituzione vigente, rigido oppositore alla corrente democratica e ad agni corrente non impronta ad una severa ortodoxia aristocratica-repubblicana, se convirtiera en uno strumento valido al servizio dell’evoluzione verso la forma monarchica, quindi della ribellione all’autorit` a constituita, che egli rappresentava 114 , cuyos posteriores representantes ser´ıan C´esar y Octavio Augusto. Respecto a la dictadura silana, Valgiglio la considera un eslab´on transitorio, un anello intermedio di quel processo storico, la cui conclusione fu apunta la ditadura cesariana, un semplice episodio di quella reazione aristocratica che confronti di Tiberio Graco [...], quella di Cesare fu l’epilogo del movimiento democratico-revoluzionario, che, facendo perno sul nuovo tipo di essercito nato dalla riforma mariana, va dai Gracchi a Catilina, attaverso Sulpicio Rufo, Mario, Carbone, Lepido 115 . ¿Y por qu´e la abdicaci´on? Para el autor, el poder dictatorial no era ilimitado en el tiempo, sino transitorio, tomado en defensa de los intereses de una casta pol´ıtica, y subordinado a las exigencias del momento y no a la consecuci´on del fin por el cual hab´ıa tenido lugar esta dictadura116 . Al mismo tiempo, Valgiglio afirma que, vali´endose del poder ilimitado de la dictadura, Sila habr´ıa podido lanzarse en pos de ambiciones m´as altas. ¿Por qu´e no lo hizo? La respuesta es escueta al respecto: perch´e questo non era il suo sogno 117 y al mismo tiempo avrebbe significato violare lo spirito delle sue leggi e frantumare la sua construzione 118 . Por otro lado, Valgiglio aporta otra visi´on sobre Sila: la de una persona que se debat´ıa entre a admiraci´on por el movimiento cultural helen´ıstico y el respeto por la austeridad del mos maiorum tradicional119 . La doble naturaleza de Sila contin´ ua, pues, en este aspecto: un Sila fascinado por el arte y la literatura helen´ısticas, a la par que latinas – Salustio habla de ´el 109
ID., 52. Id., 53. 111 Ibidem. 112 ID., 59. 113 Id., 60. 114 VALGIGLIO (1969), 18. 115 ID., 74. 116 ID., 67. 117 ID., 203. 118 ID., 205. 119 ID., 209–223. 110
40
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. como de un litteris Graecis et Latinis iuxta atque doctissime eruditus 120 –; un Sila enamorado de la filosof´ıa helen´ıstica, en especial el epicureismo; un Sila poeta y prosista. Un Sila, en definitiva, que se debat´ıa entre el furor helen´ıstico y la sobriedad y el respeto por la tradici´on romana121 .
3.3.7.
A. Keaveney
En los a˜ nos 80 del pasado siglo XX, Arthur Keaveney escribi´o sobre Sila desde un punto de vista favorable al Dictador. En el prefacio de su Sulla, the last republican (1982) afirma: I have little sympathy with that type of biography of an ancient which, however good its scholarship, portrays its subject as a bloodless ghost or (worse) reduces it to dullness. Nor [...] can I share the view, currently fashionable in some places, that ancient history should not be written through the medium of a biography. Whether for good or ill, great personalities do stamp their impression on the age in which they lived and it is, therefore, legitimate for us to enquire into the nature of the impact Sulla made on his times 122 . A diferencia de Badian, Keaveney se muestra benigno con Sila. Respecto a la marcha sobre Roma del a˜ no 88 a.C., Keaveney no cree que fuese un acto premeditado o a sangre fr´ıa, sino que constituy´o el acto de un hombre asustado que hab´ıa sido arrinconado y llevado a la desesperaci´on por sus enemigos123 . Es m´as, he made the test with circumspection, fearful of committing himself openly lest they proved unwilling and he be branded as a traitor 124 . O, por otra parte, el tema de las proscripciones: Keaveney parece asimilarlas a un derecho de conquista por parte de los vencedores en una guerra civil: since the Sullans, taking their cue from their leader, saw themselves as the defenders of the integrity of the state, they naturally regarded their opponents as public enemies who it was legitimate to make away with on the spot 125 . ¿Y el papel de Sila en las matanzas? Keaveney considera que Sila siempre se hab´ıa mostrado dispuesto a reconciliarse con sus enemigos, pero que despu´es de Porta Collina crey´o que el tiempo de la conciliaci´on ya hab´ıa pasado: era el momento del castigo126 . No en balde puso Sila en su epitafio la frase el mejor de los amigos, el peor enemigo. M´as a´ un: Keaveney, en su simpat´ıa por el personaje, llega a decir que si Sila alcanz´o tal grado de sadismo y crueldad fue 120
SALUSTIO, Bell. Iug., 95.3. No resulta dif´ıcil imaginar, en funci´ on de esta dicotom´ıa, lo fascinante que le resultaba a Sila el Oriente helen´ıstico, no s´olo su cultura, sino tambi´en su manera de entender la pol´ıtica y el gobierno de un territorio. Sila visit´o el Oriente en dos ocasiones: durante un gobierno provincial antes del estallido del Bellum Italicum y durante su proconsulado en los a˜ nos 87-83. El contacto con los reinos de Bitinia, Capadocia y, en especial, del Ponto, pudo influirle sobre como reconstruir el Estado romano. Las formas de tipo absolutista de los monarcas helen´ısticos le debieron resultar sin duda atractivas, y no cuesta mucho aventurar una posible influencia en la formulaci´on de sus poderes dictatoriales de los a˜ nos 82-79. Obviamente, Roma no es Oriente, y de ello se percibi´o enseguida un tradicionalista como Sila. Pero no por ello dej´o de percibir el desfase de la constituci´on tradicional republicana, si bien se dedic´ o a afianzarla con energ´ıa. ¿Tal vez en su intento de restaurar la legitimidad republicana hab´ıa un reconocimiento de que el modelo republicano, m´as propio de una ciudad–Estado que de un imperio mediterr´ aneo, estaba superado, y que lo u ´nico que se pod´ıa hacer era intentar mantenerlo, a pesar de su ineficacia? Sila deb´ıa estar al tanto de que una aventura como la suya, un intento de tomar el poder por la fuerza, pod´ıa repetirse. Por ello, cuando analicemos el programa legislativo de la Dictadura, observamos que varias de sus leyes de hecho est´ an concebidas para que nadie siga sus propios pasos. Se trata de mantener las formas de un edificio que se hunde. C´esar, m´as perspicaz pol´ıticamente que Sila, sab´ıa que tal tarea era in´ util, y que hab´ıa que apostar por una nueva formulaci´on del modelo de Estado, que no necesariamente ten´ıa que pasar por el establecimiento de una monarqu´ıa. Augusto, m´as astuto si cabe que C´esar (y m´as prudente), mantuvo las formas de la Rep´ ublica pero impuso un nuevo contenido, claramente unipersonal. 122 KEAVENEY (1982a), 1. 123 ID., 62–63. 124 ID., 63. 125 ID., 149. 126 ID., 157. 121
41
´ DE LUCIO CORNELIO SILA CAP´ITULO 3. LA FABRICACION a causa de las humillaciones y bajezas que sufri´o estando en Oriente127 . ¿Y qu´e decir de la dictadura? Keaveney sostiene que Sila no se ve´ıa a s´ı mismo como un monarca, sino como el modelo de hombre de Estado t´ıpicamente romano, que lleva a cabo su cursus honorum con dignidad y que al final de su carrera ha conseguido alcanzar una gran autoridad moral. En este sentido, seg´ un el autor, Sila es un arquetipo de republicano y por ´ltimo, respecto a su ello, a tenor de lo sucedido en su ´epoca, es the last republican 128 . Por u enigm´atico retiro de la vida p´ ublica, Keaveney es claro y conciso: Sila decide apartarse de la escena p´ ublica para no perjudicar el funcionamiento de la restaurada Rep´ ublica129 .
3.3.8.
F. Hinard
Fran¸cois Hinard ya nos advierte en su biograf´ıa de Sila (una edici´on sin notas acompa˜ nada al final de un sucinto aparato bibliogr´afico) que su intenci´on es escribir una monograf´ıa imparcial130 . El trabajo de Hinard tiene voluntad de ser una biograf´ıa, y en ella el aspecto de la Dictadura apenas ocupa un cap´ıtulo m´as (precedido por otro sobre las proscripciones, tema trabajado en extensi´on por Hinard en una soberbia monograf´ıa131 . Para Hinard, la dictadura fue una magistratura m´as, con un car´acter ahora constituyente, debido a la necesidad de restaurar el Estado tal y como especificaba el t´ıtulo exacto de la dictadura concedida a Sila (dictator rei publicae constituendae et scribundis legibus). No parece tratarse, en su opini´on, de una ruptura del mos maiorum 132 , sino de un momento excepcional, para cuyo caso exist´ıa una magistratura excepcional, la dictadura.
3.3.9.
F. Hurlet
Fr´ederic Hurlet no escribi´o una biograf´ıa al uso, sino un estudio espec´ıfico de la naturaleza jur´ıdica de la Dictadura silana, intentando llenar un vac´ıo al respecto en el panorama historiogr´afico. Y as´ı, su La dictature de Sylla: monarchie ou magistrature republicaine: essai d’histoire constitutionnelle (1993) nos acerca de lleno a los fundamentos de la Dictadura de Sila. Intentando no caer en la tradicional dicotom´ıa historiogr´afica (entre los que ven un Sila “republicano” y un Sila “mon´arquico”), Hurlet se centra en la legalidad de la nominaci´on de Sila como dictador (a la cual dedica un cap´ıtulo importante dentro del trabajo) y en su duraci´on. En su opini´on, Sila fue un tradicionalista, tanto en la formalizaci´on de su Dictadura, como en las leyes aprobadas durante la misma. El respeto por la tradici´on es lo que marca la vida de Sila, en todos sus aspectos: il gravit dans l’ordre, et son respectatnt les intervalles, tous les ´echelons du ’cursus honorum’; son premier consulat de 88 fut marqu´e par sa volont´e de r´eformer l’Etat dans un sens traditionaliste; pendant son proconsulat en Orient, il ne cessa d’affiermer qu’il ´etait le proconsul l´egitime de l’Etat romain, investi l´egalement de sa promagistrature. De mˆeme, 127
ID., 158–159. ID., 164. 129 ID., 209–210. 130 La pr´esente biographie n’est donc ni un r´equisitoire contre Sylla ni un pladoyer en sa faveur. poiurtant, mˆeme si l’on sait qu’un livre, quelle que soit l’ampleur de son information et quelqu’independant qu’ait su se montrer son auteur, n’influera pas sur l’imaginaire collectif, nous sommes convaicu que nous apportons des lumi`eres ´ nouvelles sur la vie d’un grand homme d’Etat au moment pr´ecis o` u le vieux mythe du dictateur sanguinaire que v´ehiculait notre culture a perdu (pour des raisons qu’il conviendrait aussi d’analyser) l’essentiel de sa force, ` a un moment donc o` u l’historien peut, sereinement, se demander “qualis fuerit Sulla”.; HINARD (1985a), 10. 131 Les proscriptions de la Rome republicaine, Paris, 1985. 132 HINARD (1985a), 227. 128
42
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. en prenant la dictature, Sylla se rattachait ` a une tradition prestigieuse et suivait l’exemple des glorieux dictateurs romains (L. Quinctius Cincinnatus, L. Papirius Cursor, Q. Fabius Maximus, M. Fabius Buteo,...133 . La disecci´on de la Dictadura silana es muy sugestiva. Tal vez demasiado apegada a un componente jur´ıdico, y a´ un recordando al lector la necesidad de tener en cuenta que Roma no ten´ıa una constituci´on escrita al uso moderno, la argumentaci´on de Hurlet es s´olida. Sin embargo, creo que todo el proceso que rodea a la investidura de Sila134 , complejo y no del todo claro, no esconde la posibilidad de un golpe de fuerza por parte de Sila. Sobre ello volveremos m´as adelante.
3.3.10.
F. Wulff Alonso
El profesor Wulff Alonso se ha centrado en dos obras135 en el estudio de Italia y Roma en el per´ıdo entre la II Guerra P´ unica y el retiro de Sila. No ha escrito estrictamente un estudio sobre Sila, pero algunas interesant´ısimas aportaciones al respecto nos llevan a reflexionar sobre el per´ıodo. Dos aspectos destacan: el ´enfasis sobre la represi´on silana en Roma y, especialmente, en la Italia post-Bellum Italicum, una represi´on sistem´atica136 , y la reestructuraci´on, en clave optimate del Estado tras una d´ecada de conflictos civiles137 . Wulff considera a Sila un fruto de la oligarqu´ıa radicalizada tras una serie de guerras civiles cont´ınuas: si Sila es un monstruo, es un monstruo fruto de la raz´ on de una rep´ ublica 138 olig´ arquica y cargada de agresividad . La violencia de este per´ıodo, exacerbada por la lucha de ordines, m´as que de clases, produce la victoria de un bando y la destrucci´on del contrario. Una violencia end´emica en el sistema republicano: es el sistema olig´ arquico el que dificulta la soluci´ on de los conflictos y el que produce violencia al asumir en su interior posiciones contrapuestas correspondientes a diferentes intereses sociales o pol´ıticos, reforzando as´ı los propios componentes de competencia [...]. La violencia interolig´ arquica llega con esto a su nivel m´as alto, pero, como ya sabemos, dista mucho de haber nacido ah´ı. En buena parte la obra silana no har´ a otra cosa que abrir nuevos caminos para esa acumulaci´ on de violencia y agresiones en 139 el contexto de la explotaci´on de un lucrativo imperio .
133
HURLET (1993), 171. Ibidem, 36–50. 135 WULFF (1991, WULFF (2002). 136 Las reflexiones de Wulff nos llevan a ver el triunfo de Sila como la victoria de un bando sobre otro, lo cual conlleva una pol´ıtica represiva sobre los vencidos, el desmantelamiento de Italia como ente diferenciado de Roma y su asimilaci´ on dentro del colectivo romano, un ambiente de terror cotidiano y un ambiente de desolaci´on, especialmente durante el per´ıodo m´ as duro de la proscripci´on. 137 V´ease el cap´ıtulo III de WULFF (2002), 67–112, especialmente las p´aginas 94–112. 138 Ibidem, 109. 139 Ibidem, 110. 134
43
´ DE LUCIO CORNELIO SILA CAP´ITULO 3. LA FABRICACION
44
Cap´ıtulo 4 La Rep´ ublica romana en tiempos de Lucio Cornelio Sila 4.1.
Contexto hist´ orico: de los Gracos al Bellum Sociale sive Italicum.
Cuando Lucio Cornelio Sila nace, hacia el 140 a.e.v. aproximadamente, Roma es la potencia del mundo mediterr´aneo. Cartago desapareci´o en el 146, destruida por Roma; en Grecia, ese mismo a˜ no, era arrasada Corinto, tambi´en por Roma, y todo af´an de independencia del mundo hel´enico de las garras de Roma desapareci´o. El a˜ no en que nace Sila, en la lejana Hispania, Viriato, un pastor lusitano y aut´entico terror de las legiones romanas durante casi una d´ecada, es asesinado por partidarios suyos sobornados por representantes de Roma en la regi´on. El a˜ no 133 es crucial y marca el inicio del u ´ltimo siglo de la libera res publica: primero, cae Numancia, u ´ltimo gran crisol de la resistencia ind´ıgena en Hispania a la dominaci´on romana; ´ segundo, el rey Atalo III de P´ergamo lega su reino al pueblo romano, iniciando una moda que seguir´an en el siguiente siglo Ptolomeo de Cirene y Nicodemo IV de Bitinia; y por u ´ltimo, es el a˜ no del tribunado de Tiberio Sempronio Graco, inicio de la lucha faccional violenta entre dos grandes grupos o factiones de poder, populares y optimates o boni. La bibliograf´ıa al respecto de estos a˜ nos, del 133 al 88, es abundant´ısima, y a ella me remito para una visi´on lo m´as amplia posible1 . El final de la II Guerra P´ unica en el 201 a.e.v. marca de hecho la mayor´ıa de edad del Estado romano en el tema del imperialismo por el Mediterr´aneo occidental y oriental. Un imperialismo que podr´ıa ser calificado de defensivo en Oriente (frente a las amenazas de Macedonia y Siria), mientras que para Occidente (Hispania, esencialmente), se le podr´ıa denominar ofensivo casi desde el principio2 . Tras una azarosa guerra en casa, Roma sale fortalecida no s´olo interiormente sino tambi´en desde el punto de vista exterior. Empezando a la inversa, en el exterior Roma es considerada una potencia (emergente, para macedonios y sirios) en el ´ambito de la oikumene helen´ıstica, en un principio 1 ´ (1981), ID. (1995); BADIAN (1962), SCULLARD (1973), MARSH (1971), The Cambridge AnROLDAN cient History, vol. IX: The last age of the Roman Republic (1994), NICOLET (1982), GRIMAL (1990), PINA (1999), ARBIZU (2000), PINA (2003), etc., s´ olo por citar algunos ejemplos. 2 ´ (1994). Para m´as detalles sobre la primera mitad del siglo II a.e.v., v´ease BADIAN (1971), ROLDAN
45
´ CAP´ITULO 4. LA REPUBLICA ROMANA EN TIEMPOS DE LUCIO CORNELIO SILA subestimada. Las victorias en Cinosc´efalos (197 a.e.v.) y Magnesia (190), culminadas en el clamoroso triunfo en Pydna (167), permitieron a Roma cimentarse un prestigio en el Mediterr´aneo ocidental, incontestable desde mediados del siglo II a.e.v. La destrucci´on de Cartago y Corinto en el 146 marcan un antes y un despu´es: Roma, potencia rectora del Mediterr´aneo, se convierte en garante de la estabilidad, la paz interior y la solidez institucional. En Hispania la conquista se eterniza, con clamorosos fracasos (imputables, ciertamente, al ansia de rapi˜ na y saqueo de las riquezas de esta zona por parte de los imperatores romanos. La toma de Numancia en el 133 a.e.v. abrir´a un per´ıodo de estabilidad en la Pen´ınsula Ib´erica y un receso en la labor conquistadora y romanizadora, quedando tan s´olo la parte septentrional de Hispania por anexionar. En el interior, el triunfo romano sobre Cartago supone, al mismo tiempo, el triunfo del Senado, a quien se puede considerar como el causante en u ´ltima instancia de la victoria romana. El Senado, a lo largo de toda la guerra, dirigi´o las operaciones militares, colocando en los diversos frentes y promoviendo la elecci´on como c´onsules de los militares m´as capacitados. Tras tres a˜ nos de titubeos iniciales y desastres catastr´oficos (ejemplarizados en la derrota de Cannae en el 216), el Senado supo actuar con prudencia, constancia y tes´on. Aglutin´o alrededor de la curia senatorial la soberan´ıa de la Rep´ ublica, quedando las diversas asambleas populares 3 y las magistraturas subordinadas a su auctoritas patrum. La exitosa direcci´on de la guerra por parte del Senado le garantiza, a la postre, colocarse a la cabeza de las instituciones romanas, tomando una preponderancia decisionistas absoluta (cuando, hasta entonces, su peso en la pol´ıtica romana era, te´oricamente, deliberativo). Tras el 200 a.e.v., se produce lo que se podr´ıa llamar una ofensiva del Senado por monopolizar los resortes de poder en Roma. Esta ofensiva se bas´o, por un lado, en un robustecimiento de la c´amara senatorial (mediante su te´orica auctoritas patrum), que se convierte en elemento rector de la pol´ıtica interior y exterior de la Rep´ ublica, y por el otro, en un debilitamiento de las asambleas populares (comitia). El robustecimiento del Senado fue posible por la propia composici´on de la c´amara, una oligarqu´ıa patricio-plebeya fundada en una serie de familias que monopolizaron los poderes civiles y militares cum imperium, es decir, el consulado4 . Por otra parte, las asambleas populares, de enorme vigencia pol´ıtica antes del estallido de la II Guerra P´ unica, fueron debilitadas, en especial los comitia tributa (en los que las tribus r´ usticas pod´ıan imponer algunas cuestiones de fondo), mientras se potenci´o la asamblea centuriada, de composici´on timocr´atica, controladas por el emergente ordo equester y las dos primeras clases censitarias. Al mismo tiempo, el tribunado de la plebe, una figura reivindicativa del papel de la plebs (y del populus en u ´ltima instancia), fue absorbido por el Senado e instrumentalizado para vetar propuestas contrarias a los designios de la c´amara senatorial. A lo largo de la primera mitad del siglo II a.e.v. se produce este control de la pol´ıtica romana por parte del Senado. Frente a esta ofensiva senatorial, a partir de los a˜ nos 140 a.e.v. se producen t´ımidas reacciones (la lex Calpurnia de ambitu del 149, un intento de reforma agraria con Cayo Lelio, etc) que trataron de rebajar el tono marcadamente senatorial de la pol´ıtica de estos a˜ nos. Pero habr´a que esperar a los Gracos, en los a˜ nos 133 y 123–121 a.e.v. para constatar un contra-programa reformista dentro de lso par´ametros pol´ıticos de la ´epoca y desde el interior de esta nobilitas senatorial. Un programa pol´ıtico (con todas las cursivas que hagan falta) que, partiendo del problema del 3
Dos de los ejes del Estado romano, junto con el Senado mismo, actuando los tres en un fr´agil equilibrio, siguiendo en cierto modo el modelo de Polibio del libro VI de sus Historias. 4 De hecho, entre el 233 y el 133 a.e.v, los doscientos consulados disponibles fueron ocupados por s´olo 58 familias de esta nobilitas senatorial; m´ as de la mitad de ellos, 113 exactamente, lo fueron u ´nicamente por 13 de estas familias; y de ´estas 13 familias, cinco coparon 62, casi un tercio del total. Familias como los Cornelii, Aemilii, Fulvii, Claudii y Fabii pr´ acticamente monopolizaron los consulados en este largo siglo; v´ease al respecto ´ (1981), 344 y ss. ROLDAN
46
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. reclutamiento militar y de la espinosa y candente cuesti´on del reparto de las tierras del ager publicus, trat´o de revitalizar el papel de las asambleas populares y de la figura del tribuno de la plebe (¿defensor de los derechos de la plebs o instrumento al servicio de la oligarqu´ıa senatorial?). De hecho, el tribunado de Tiberio Graco, entre la apostas´ıa y la tradici´on5 , fue un intento, desde el interior de la nobilitas, de reducir el monopolio del Senado en los poderes del Estado romano. El tribunado de Tiberio (133) y Cayo Sempronio Graco (123-121) se caracteriz´o, pues, por este reformismo progresista de gran alcance, en especial las leyes de Cayo Graco. Sin embargo, sus leyes provocaron las iras y la violencia del viejo orden senatorial. Una reforma agraria – tema de candente actualidad a lo largo de este u ´ltimo siglo de la Rep´ ublica ´ –, la fundaci´on de colonias de ciudadanos romanos en Italia y Africa, el traspaso del control de los tribunales de justicia del orden senatorial al ecuestre (inici´andose una dura pugna entre los dos ordines, que no tendr´a una soluci´on satisfactoria para ambas partes hasta el consulado conjunto de Pompeyo y Craso del 70), leges frumentariae y de control del gasto p´ ublico, un intento de conceder la ciudadan´ıa romana a los socii it´alicos que pose´ıan el ius Latii, etc., son cuestiones que intentaron plantear ambos hermanos, en especial Cayo, hombre de gran visi´on pol´ıtica6 . Ambos hermanos caer´an ante la furibunda reacci´on senatorial, y sus leyes ser´an desigualmente desbaratadas a lo largo del tiempo. La cuesti´on de una lex agraria (que comportaba una distribuci´on equitativa del ager publicus, hasta entonces explotado extraoficialmente por la nobilitas senatorial) ser´a olvidada moment´aneamente (si bien la comisi´on creada al efecto por ambos hermanos Graco funcionar´a unos a˜ nos m´as despu´es de su muerte). Pero los equites seguir´an controlando los tribunales de justicia, cre´andose grandes enfrentamientos con el orden senatorial, y los publicani ecuestres, gracias a una ley de Cayo Graco, continuar´an explotando la recaudaci´on de tributos en la provincia de Asia. En la u ´ltima d´ecada del siglo II a.e.v. se produce una crisis de la nobleza senatorial que hab´ıa destruido a la factio popularis de los Gracos. La guerra contra el rey Yugurta de Numidia destapa la incapacidad pol´ıtica de la ´elite senatorial y toda una serie de esc´andalos de corrupci´on. Y se produce el auge de Cayo Mario (157-86)7 , un homo novus del municipio de Arpinum (patria chica tambi´en de Cicer´on, y que hab´ıa alcanzado la ciudadan´ıa romana apenas un siglo atr´as). Antiguo cliente de la poderosa familia de los Metelli, Mario, vir militaris y ambicioso pol´ıtico, vinculado por familia e intereses al c´ırculo ecuestre, intentar´a medrar a costa de la elite senatorial. La c´elebre frase de Yugurta, ¡Ciudad venal y pronta a perderte si encontrases un comprador! 8 , es un bot´on de muestra del grado de corrupci´on que hab´ıa alcanzado la elite senatorial. Una nobilitas que se muestra incapaz de hacer frente al conflicto con Yugurta, nieto bastardo del rey Masinisa de Numidia, que hab´ıa hecho asesinar a sus primos Ad´erbal y Hiempsal, desafiando la voluntad y el mandato de Roma, garante del testamento del rey Micipsa, y que hab´ıa provocado la guerra. La guerra se desencaden´o en el 110, mientras en Roma el tribuno Cayo Mamilio crea una comisi´on que juzga a los pol´ıticos romanos acusados de haber sido sobornados por Yugurta. Inicialmente el mando romano en el conflicto lo asume el nobilis Q. Cecilio Metelo (109-107), que apenas realiza nada durante su mandato, hasta que Cayo Mario, c´onsul por primera vez en el 107, le arrebata el mando gracias a una ley aprobada por los comicios. Pero mientras Mario va barriendo Numidia en persecuci´on de Yugurta, un nuevo peligro se cierne desde el Norte 5
Siguiendo el t´ıtulo de BERNSTEIN (1978). ˜ Para una visi´ on de la legislaci´ on gracana, STOCKTON (2002), PENALVER (1980), PERELLI (1981), BERNSTEIN (1978), EARL (1963), TIPPS (1979), Tiberius (1970), SHOCHAT (1980) 7 Sobre Mario, PASSERINI (1934), CARNEY (1970), GABBA (1972), OOTEGHEM (1964), EVANS (1994) 8 Sall., B. J., 25. 6
47
´ CAP´ITULO 4. LA REPUBLICA ROMANA EN TIEMPOS DE LUCIO CORNELIO SILA contra Roma: los germanos. Derrotados en tres ocasiones (113, 109 y 105), la u ´ltima de las cuales (en Arausio, la actual Orange) de forma catastr´ofica, los romanos ven como Italia queda desguarnecida y abierta a una posible invasi´on de las tribus de los cimbrios y los teutones. Nada ´ m´as acabar con la guerra de Africa, Mario, elegido c´onsul in absentia en el 104, recibe el mando de la guerra contra los germanos. El mando extraordinario que recibe Mario va ligado a su elecci´on ininterrumpida como c´onsul en los a˜ nos 104-100, en dos ocasiones in absentia, un hecho totalmente inaudito, y que ni siquiera se hab´ıa producido durante los momentos m´as oscuros de la Guerra de An´ıbal, un siglo atr´as. Mario, apoyado por los equites, se erige en baluarte populista (m´as que popularis) frente a la tradici´on y el conservadurismo de la elite senatorial, representada por Metelo el Num´ıdico (que no le perdona a Mario, antiguo cliente de su familia, su traici´on y que le arrebatara el mando africano) y Marco Emilio Escauro, princeps Senatus. Las reformas militares de Mario provocaron cambios en la sociedad, cambios que la elite nobiliaria no dej´o de percibir. Tradicionalmente las legiones romanas se nutr´ıan de los ciudadanos que formaban parte de las cinco clases censitarias. Hasta el estallido de las Guerras P´ unicas, los soldados alistados en el ej´ercito luchaban en Italia durante campa˜ nas de poca duraci´on. Al extenderse el teatro de guerra a otros territorios (Sicilia, Africa, Hispania, Grecia), las campa˜ nas se alargaron en el tiempo, m´as a´ un al crearse las provinciae, que necesitaban del establecimiento de tropas permanentes. La gran mayor´ıa de los soldados romanos eran agricultores, peque˜ nos y medianos propietarios, que vieron destruidas sus fincas durante la Guerra de An´ıbal, y que no pudieron hacer frente a este peligro al estar enrolados en el ej´ercito y acantonados en territorios extranjeros. Al acabar la Guerra de An´ıbal, muchos de estos soldados agricultores perdieron sus fincas, proceso que se alarg´o durante la primera mitad del siglo II a.C., proceso paralelo al imperialismo romano en Oriente. Al mismo tiempo, la extensi´on de los latifundia (en sentido estricto, la acumulaci´on de diversas villae) de grandes propietarios por la Italia meridional, basados esencialmente en una explotaci´on esclavista, arruin´o estas peque˜ nas y medianas propiedades, que fueron vendidas a estos grandes propietarios, marchando sus antiguos due˜ nos a Roma, ciudad que inici´o un proceso de superpoblaci´on. Los crecientes desastres en Numidia y en el Norte de Italia disminuyeron el n´ umero de ciudadanos susceptibles de ser alistados, que sin embargo siguieron siendo enrolados (en ocasiones a la fuerza) por los comandantes militares de la nobilitas senatorial. Mario introdujo un cambio importante al reclutar a los capite censi, la poblaci´on romana que no estaba incluida en las cinco tribus censitarias, que no pod´ıan pagarse los pertrechos y las armas (como s´ı hac´ıan los ciudadanos enrolados de entre las cinco tribus censitarias). Estos proletarii (que u ´nicamente contribu´ıan al Estado con el nacimiento de sus hijos, de ah´ı su nombre) fueron la base de las legiones que Mario reclut´o, ante la oposici´on senatorial, para la guerra en Africa. Su ´exito en esta campa˜ na y en la posterior guerra contra los germanos, anim´o a muchos comandantes militares a reclutar a soldados de entre los capite censi. Estos soldados, que en la capital no ten´ıan un futuro claro, pudieron iniciar una carrera militar, y ascender hasta conseguir el grado de centuri´on y entrar, poco a poco, en el orden ecuestre. No obstante, estos ej´ercitos de soldados proletarios empezaron a cambiar su lealtad a Roma por una lealtad a su general, y a lo largo del siglo I a.C. aparecieron aut´enticos ej´ercitos personales al servicio de una serie de pol´ıticos (Mario, Sila, Pompeyo, C´esar, Antonio), que los utilizaron para conseguir mayores cotas de poder. A cambio de su lealtad, el general se preocupar´a de recompensar con tierras a estos soldado profesionales, una vez acabado su servicio en el ej´ercito. Mario iniciar´a una moda de legislar proyectos de repartos de tierras, que muchos posteriores militares imitar´an.
48
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. Otra de las reformas de Mario, estrictamente militar, fue reestructurar la legi´on, eliminando a los antiguos man´ıpulos, poco operativos, y dando mayor importancia a la cohorte, formada por diez centurias. Mario perfeccion´o el pilum, cre´o el ´aguila como estandarte de la legi´on, al cuidado de un signifer, y se preocup´o mucho del adiestramiento de los soldados antes de entrar en acci´on9 . En Roma, Mario establece una amicitia pol´ıtica con algunos elementos populares, en concreto Lucio Apuleyo Saturnino y Cayo Servilio Glaucia. El objetivo de esta alianza era conseguir tierras para sus veteranos, para lo cual necesitaba echar mano de una lex agraria, promulgada por un tribuno de la plebe (en este caso Saturnino) en la asamblea popular (los comitia tributa). El peligro germano finalmente fue conjurado en dos batallas (Aquae Sextiae en el 102, juntamente con el su colega consular Lutacio C´atulo, y Vercelli en el 101). A su regreso a Roma, Mario fue elegido c´onsul por sexta vez y quinta de forma consecutiva (100); el peligro que hizo posible esta inaudita correlaci´on de consulados hab´ıa cesado y Mario hubo de preocuparse de licenciar a sus veteranos y darles tierras. Pero choc´o con la oposici´on del Senado y al mismo tiempo se estrell´o de frente con la lucha entre populares y optimates. Aliado natural de estos u ´ltimos, pero deseoso de ser bien recibido en las filas de los primeros, Mario se vio incapaz de frenar los desmanes de Saturnino y Glaucia, que entran en la senda de un populismo cada vez m´as radical. Saturnino, un aut´entico demagogo, provoc´o una situaci´on tan extrema que el Senado vot´o un decreto de excepci´on (senatus consultum de republica defendenda, tambi´en conocido como senatus consultum ultimum) y encarg´o a Mario, como c´onsul, reprimir la sedici´on. Mario sofoc´o las tentativas revolucionarias de Saturnino y Glaucia (que muerieron lapidados en la curia del Senado), pero qued´o desacreditado pol´ıticamente, retir´andose de la escena pol´ıtica durante unos a˜ nos. La nobilitas senatorial recupera de nuevo el control perdido en la u ´ltima d´ecada, pero el final sangriento del siglo II a.C. no puede anunciar m´as que discordias para la siguiente centuria, como as´ı fue, al no quedar resueltas las reivindicaciones, por ejemplo, de los socii it´ alicos (alcanzar la ciudadan´ıa romana) o de la plebe (repartos de grano subvencionado)10 . La d´ecada de los a˜ nos 90 a.e.v. marca el inicio hacia el enfrentamiento civil y la aparici´on de un poder unipersonal. Entre la muerte de Saturnino y el asesinato de Livio Druso, esta d´ecada se nos aparece poco (y mal) documentada en las fuentes. Incluso podr´ıa considerarse como un per´ıodo de calma y relativa armon´ıa. Pero gracias a algunos trabajos11 se ha podido observar con una ´optica m´as n´ıtida la trascendencia de estos a˜ nos, preludio de los acontecimientos de la siguiente d´ecada. Mientras las provincias permanecen relativamente pac´ıficas, la escena dom´estica empieza a envenenarse, primero con una serie de procesos judiciales contra algunos pol´ıticos, y en segundo lugar con la cuesti´on de los aliados o socii it´alicos, empantanada desde Cayo Graco y que vuelve a resurgir con una fuerza inusitada. Los aliados it´alicos aspiraban a formar parte de la ciudadan´ıa romana y a participar de los privilegios que ello conllevaba tanto en Roma como en las provincias. A mediados de la d´ecada de los 90’s una masiva inscripci´on de it´alicos en el censo de los ciudadanos romanos provoc´o la creaci´on de una comisi´on de investigaci´on especial, mediante la lex Licinia Mucia de los c´onsules del a˜ no 95 a.e.v. Esta comisi´on descubri´o que muchos it´alicos se hab´ıan inscrito ilegalmente en las listas del censo, y estableci´o unos castigos inusitadamente represivos, 9
V´ease al respecto, GABBA, Emilio (1973), Essercito e societ` a nella tarda Repubblica romana, Mil´an; ID. (1976), Republican Rome. The Army and the Allied, Oxford. 10 Una visi´on muy completa de estos a˜ nos en Roma la ofrece ARBIZU (2000), 100-125, que analiza muy bien la pol´ıtica de la facci´ on popularis. 11 Para una reconstrucci´ on de estos a˜ nos, v´ease al respecto,BADIAN (1957), passim; GRUEN (1968); ID. (1966); ARBIZU (2000), 126-139.
49
´ CAP´ITULO 4. LA REPUBLICA ROMANA EN TIEMPOS DE LUCIO CORNELIO SILA concitando la oposici´on y el encono de los pueblos it´alicos, que empezaron a plantearse una emancipaci´on de Roma por la fuerza, si sus aspiraciones de conseguir la ciudadan´ıa romana no eran alcanzadas. Al mismo tiempo, en Roma, la pugna entre senadores y equites por el control de los tribunales de justicia y la recaudaci´on tributaria en Asia lleg´o a cotas no sospechadas pocos a˜ nos atr´as. El consular Publio Rutilio Rufo, un hombre de intachable honestidad, fue acusado de extorsi´on y condenado en un tribunal formado por equites; los aut´enticos motivos estaban detr´as de la reforma de la tributaci´on en Asia, llevada a cabo por Rutilio como legado del c´onsul y gobernador de la provincia Mucio Esc´evola, y que atacaba los intereses de los publicani ecuestres. Rutilio se exili´o a Esmirna, justamente entre los mismos provinciales que se dec´ıa que hab´ıa extorsionado. Este caso de injusticia escandaliz´o la opini´on p´ ublica y una serie de procesos contra otros pol´ıticos (Escauro, por ejemplo) enrareci´o el ambiente. Si bien la condena de Rutilio ha de ser enmarcada en las pugnas entre el Senado y los equites, es probable que incluso este proceso pol´ıtico tuviera conexiones con los enfrentamientos entre diversas factiones senatoriales: Rutilio, af´ın a la factio de los Metelli, pudo ser el chivo expiatorio de las iras de Mario y su facci´on (como es probable tambi´en que Mario, aliado con los equites, prefiriera que Rutilio, y no su consuegro Mucio Esc´evola, perteneciente a la ´elite senatorial, pagara los platos rotos... en fin, una trama compleja de intereses, traiciones y alianzas pol´ıticas). Rutilio fue condenado y exiliado, la escena p´ ublica se enrareci´o y a finales del 92 a.C. no parec´ıa que la situaci´on pol´ıtica se estabilizara. Un u ´ltimo intento conciliador lo llev´o a cabo el tribuno de la plebe Marco Livio nos atr´as. Livio Druso , hijo de un tribuno que se opuso tenazmente a Cayo Graco treinta a˜ Druso, perteneciente a una familia conservadora, era consciente de la necesidad de una reforma de la constituci´on romana y de establecer un consenso entre senadores y equites, y por ello se present´o y fue elegido tribuno de la plebe para el a˜ no 91 a.C.13 12
El programa de Marco Livio Druso, que podr´ıamos definir como un reformismo conservador, buscaba un consenso entre el orden senatorial y el orden ecuestre (aunque m´as favorable al primero). Livio Druso, durante su tribunado, promulg´o una ley de distribuci´on de trigo, que se asemejaba a la lex Sempronia frumentaria de Cayo Graco; elabor´o un proyecto de fundaci´on de colonias de ciudadanos; propuso que los tribunales de justicias fuesen repartidos equitativamente entre senadores y caballeros, para lo cual tambi´en propuso el nombramiento de 300 equites para aumentar el n´ umero de senadores a 600; promulg´o una ley que devaluaba levemente la moneda, lo cual no gust´o a ciertos sectores financieros del orden ecuestre; y finalmente, ante la irresoluble cuesti´on de los aliados it´alicos, elabor´o una propuesta de ley que les conced´ıa la plena ciudadan´ıa romana. Este proyecto de ley le hizo perder muchos apoyos en el Senado, e incluso algunos miembros de su facci´on empezaron a distanciarse de ´el. Uno de los c´onsules del 91, Lucio Marcio Filipo, aglutin´o en torno a s´ı a los sectores m´as reaccionarios del Senado, que eran mayor´ıa, y consigui´o las leyes promulgadas por Livio Druso en el Senado fueran abrogadas. Decepcionado y cada vez m´as aislado, Livio Druso intent´o llevar su propuesta 12
GABBA (1964), HANDS (1972), LABASTIE (1972), WEINRIB (1970), WULFF ALONSO (1991). ARBIZU (2000), 135, es de la opini´ on que detr´as de Livio Druso estaban los miembros m´as aperturistas de la elite nobiliaria romana, en especial la familia de los Metelli, que inclu´ıa a Marco Emilio Escauro, princeps Senatus, a los consulares Lucio Licinio Craso, Quinto Mucio Esc´evola y Marco Antonio. Frente a ´el, se le opon´ıan los miembros m´as reaccionarios de la nobleza senatorial, encabezados por Quinto Servilio Cepi´on, y que ten´ıan contactos con algunos sectores ecuestres. Hay que tener en cuenta que Livio Druso era sobrino de Rutilio Rufo, condenado por un tribunal ecuestre por extorsi´on, y ello pudo inducir en su pol´ıtica. Tal vez Mario, alejado de la pol´ıtica en a˜ nos precedentes pero de nuevo en escena en la ´epoca del tribunado de Livio Druso y durante la Guerra It´alica, estuviera cerca de los postulados reformistas conservadores de este tribuno, pero pod´ıan pesar m´as sus contactos con el orden ecuestre. 13
50
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. de ley de concesi´on de la ciudadan´ıa a los aliados it´alicos a la asamblea popular, pero unos d´ıas antes de la votaci´on fue asesinado. La muerte de Livio Druso signific´o el fin de las esperanzas de llegar a una soluci´on pac´ıfica, y los pueblos it´alicos, formando una confederaci´on de 12 pueblos diferentes, se reunieron en Corfinium para proclamar la emancipaci´on de Roma, el nacimiento de una nueva naci´on, Italia, y declararon por ello la guerra a Roma. Se nombraron dos c´onsules y ocho pretores, al estilo romano, y se acu˜ naron monedas propias con la efigie del toro it´alico corneando el a´guila romana. La insurrecci´on de la ciudad de Ausculum Picentum (donde la poblaci´on masacr´o a un pretor y a todos los habitantes romanos) fue la chispa que hizo estallar el conflicto; un conflicto que Diodoro S´ıculo considera m´as grande que ninguna otra guerra en el pasado 14 . Esta guerra, Bellum Sociale, Bellum Italicum sive Bellum Marsicum 15 , como quiera llamarse, de hecho una guerra civil, sumi´o a Roma en la incertidumbre durante dos a˜ nos (9089), con desastres iniciales por parte de los romanos, hasta que finalmente, Roma se hizo con el triunfo final. Una victoria p´ırrica, no obstante, pues Italia qued´o devastada. Mario volvi´o al escenario b´elico, mientras que surg´ıa un nuevo h´eroe militar: Lucio Cornelio Sila. En el ´ınterin, se produjeron una serie de procesos judiciales, dirigidos por el tribuno de la plebe Quinto Vario. Mediante la creaci´on de una comisi´on judicial, formada exclusivamente por jueces y jurados ecuestres, Vario se propuso procesar y condenar a todos aquellos sospechosos de simpatizar con la causa de los it´alicos. Esta lex Varia de maiestate, asimismo, estaba destinada a perseguir a los partidarios del difunto Livio Druso. De este modo, miembros relevantes de la elite senatorial fueron procesados (Escauro, el joven Lucio Aurelio Cota); posteriormente, el propio Vario ser´ıa procesado en otra comisi´on y condenado, suicid´andose finalmente. Por otra parte, surgi´o entre los senadores la cuesti´on de las deudas. Muchos senadores, para sufragar su estilo de vida y puesto que no pod´ıan participar en operaciones financieras de tipo comercial, se endeudaron pidiendo dinero prestado a usureros ecuestres, que les cobraban unos intereses abusivos. Un pretor, Aulo Sempronio Aseli´on, intent´o solucionar el problema con unas medidas contra los abusos de la usura, pero fue asesinado a manos de una enfurecida nadi´o una devaluaci´on turba de sicarios pagados por sectores ecuestre16 . A esta situaci´on, se a˜ de la moneda, que reduc´ıa a la mitad el peso del aes, sin paliar no obstante la situaci´on de crisis interna. En la guerra contra los it´alicos, r´apidamente se vio que una soluci´on pol´ıtica al respecto deber´ıa ser encauzada juntamente con las operaciones militares. Lucio Julio C´esar, c´onsul en el a˜ no 90, convino, mediante una lex Iulia de civitate, en ofrecer la ciudadan´ıa romana a todos aquellos it´alicos que a´ un no se hubieran levantado en armas. El a˜ no siguiente, una lex Plautia Papiria acord´o al concesi´on de la ciudadan´ıa a todos aquellos it´alicos, con domicilio permanente en Italia, que la solicitaran ante el pretor urbano en un plazo de 60 d´ıas. Finalmente, el c´onsul Pompeyo Estrab´on (padre del futuro Pompeyo Magno), mediante la lex Pompeia de civitate del a˜ no 89, otorgaba el ius Latii a las comunidades de la Galia Cisalpina. Estas leyes, junto a los ´exitos progresivos de las armas romanas, abrieron las puertas a un final del conflicto; los pueblos it´alicos poco a poco convinieron en deponer las armas y aceptar los t´erminos de estas leyes, a excepci´on de los samnitas, que siguieron luchando en el Sur de Italia contra Roma hasta el 82 a.C. Fue por entonces, cuando a finales del 89 a.C., Lucio Cornelio Sila, legado en el frente samnita de la guerra, fue elegido c´onsul; mientras, en Asia Menor, el rey Mitr´ıdates VI del Ponto, aprovechando el momento de guerra en Italia, masacra a los romanos e it´alicos 14
Diod., Hist. Rom., XXXVII, 2.1. Vid. BRUNT (1965), GABBA (1954), ID. (1994), WULFF ALONSO (1991), Id. (2002). 16 App., B. C., 54. 15
51
´ CAP´ITULO 4. LA REPUBLICA ROMANA EN TIEMPOS DE LUCIO CORNELIO SILA de la provincia de Asia y se prepara para invadir Grecia.
4.2.
El auge de Lucio Cornelio Sila
La figura de Lucio Cornelio Sila no empieza a destacar hasta su consulado del 88 a.e.v., y no pocos autores modernos han desde˜ nado, por decirlo de alguna manera, la carrera pol´ıtica de este personaje pol´ıtico en los a˜ nos 90’s. Sabemos que Sila fue cuestor con Mario en Numidia (107-105) y legado, primero de Mario y despu´es de Lutacio C´atulo, en la guerra contra los germanos (104-101). Pero despu´es del intento de revuelta de Saturnino, su figura se desdibuja hasta el estallido del Bellum Sociale y el trascendental a˜ no 88. ¿Qu´e sabemos de Sila en este intermezzo? ¿Realmente conviene presentarlo como el extremely ambitious aristocrat anxious to rise as fast as posible to the top of Roman society? 17 . ¿O tal vez cabr´ıa ver su carrera pol´ıtica ´ltimo lugar, era Sila the ambitious junior como la peripateia of the self-made-man? 18 ¿O, en u politician striving to revive the former glories of his family in his own person? 19 En cualquier caso la carrera de Sila hacia el poder no alcanza una cierta relevancia hasta el Bellum Sociale. Tal importancia tuvo el conflicto it´alico que, en opini´on de Cagniart, cuando Sila consigue sus laureles en el campo de batalla it´alico, changed dramatically Sulla’s private and public standing 20 , marcando un antes y un despu´es. Sila era un Cornelio patricio, en cierto sentido marginado del resto de la nobilitas 21 , pero un hombre con el que se hab´ıa de contar. Habiendo empezado tarde en la escena pol´ıtica, Sila no aprendi´o desde peque˜ no cu´al era el camino de un Cornelio patricio en la carrera p´ ublica, es un hombre que ha tenido que hacerse, en un sentido amplio, a s´ı mismo, salvando las distancias con los homines novi de la Rep´ ublica Tard´ıa. Pretor a los 45 a˜ nos, aproximadamente, y c´onsul a los 50, cuando ya para muchos se ha llegado a lo m´as alto (un consulado a los 43, un buen gobierno provincial, una censura, tal vez un segundo consulado pasados unos a˜ nos o alguna comisi´on en el extranjero es lo m´aximo que puede esperar a un consularis), Sila lleg´o al poder de una manera espectacular. Ayudaron los ´exitos militares22 , pero tambi´en las alianzas pol´ıticas y matrimoniales que todo nobilis romano debe establecer con el resto de miembros de la cr`eme de la cr`eme aristocr´atica. Como Cornelio, Sila entr´o en contacto con las principales familias nobiliarias romanas del momento, en especial con el poderoso clan de los Metelli, liderado por Marco Emilio Escauro. Sabemos que la tercera esposa de Sila fue una Caecilia Metella, la hija del pont´ıfice m´aximo Lucio Cecilio Metelo Dalm´atico y viuda del citado Escauro, princeps Senatus 23 , y asimismo sobrina de Quinto Cecilio Metelo Num´ıdico (rival de Mario). El primo de Cecilia Metela fue el hijo de Num´ıdico, Quinto Cecilio Metelo P´ıo, futuro colega consular de Sila en el 80, y fiel partidario suyo. El matrimonio pudo celebrarse durante el consulado de Sila del 88, pues sabemos que Escauro falleci´o durante el Bellum Italicum 24 . Los contactos de Sila con los Metelli no se circunscribieron u ´nicamente a su matrimonio. Sila fue partidario del tribuno de la plebe Marco Livio Druso, que emprendi´o una serie de reformas desde un punto de vista 17
CAGNIART (1991), 285. BADIAN (1970), 38. 19 KEAVENEY (1982), 35. 20 CAGNIART (1991), 302. 21 Sall., B.J., 95. Para una nota sobre sus ancestros, KATZ (1982), 148–149. 22 La base de su carrera pol´ıtica, en palabras de Plutarco, fue la carrera militar; Plut., Sull., 5, 1. 23 Plut., Sull., 6, 18; Liv.,Perioch., 77; 24 Liv., 77. 18
52
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. pro-senatorial, y es posible que formara parte de su facci´on, protegida por el clan de los Metelli y favorecida por ´estos. Junto a Escauro y hombres como Lucio Craso Orator, Quinto Mucio Esc´evola y Marco Antonio Orator, miembros de esta facci´on, Sila pudo situarse en la ´orbita senatorial de la pol´ıtica romana. ¿En qu´e momento? ¿Bajo qu´e circunstancias? Sabemos que los inicios de Sila en la arena pol´ıtica y militar fueron junto a Cayo Mario, durante la guerra de Yugurta25 , en la que se gan´o los laureles por su buen hacer con la caballer´ıa y, en especial, por haber capturado a Yugurta26 . Posteriormente, en el conflicto germano, Sila fue destinado a servir con el c´onsul Quinto Lutacio Catulo, hombre optimate y enemigo pol´ıtico de Mario (¿necesariamente?)27 . M´as tarde, tras la revuelta de Saturnino se pudieron afianzar los contactos de Sila con Escauro y Metelo Num´ıdico, y es posible que los primeros fracasos de Sila para alcanzar la pretura se debieran a una reacci´on de Mario y los populares. En estos momentos es cuando las carreras de Mario y Sila, unidas por dos guerras, se separan, no sin ciertos resquemores entre ambos, que acabar´ıan por convertirse en franca enemistad personal28 . Convendr´ıa decir que en Num´ıdia ambos parecieron llevarse bien29 , y que tal vez en la guerra contra los germanos fue cuando empezaron a distanciarse, hasta el punto de que Sila acabar´ıa uni´endose al ej´ercito de C´atulo. En muchos aspectos la carrera pol´ıtica y militar de Sila es parecida a la de Mario. Ambos, en cierto sentido, fueron unos outsiders del establishment pol´ıtico imperante, aunque desde un punto de vista totalmente divergente el uno del otro. Mario inici´o sus pasos bajo el patrocinio de los Metelli para luego romper con ellos violentamente; se lleg´o incluso al caso de que Mario, un antiguo cliente de los Metelli le arrebat´o a un miembro de esta poderosa familia un mando militar (la guerra de Yugurta). A pesar de este desaf´ıo a la clase pol´ıtica dirigente, Mario supo salir adelante en su carrera militar y pol´ıtica: no s´olo sali´o airoso del conflicto en Numidia, sino que adem´as venci´o clamorosamente la amenaza de los germanos sobre Roma; y en clave pol´ıtica, fue el u ´nico romano de la Rep´ ublica que ostent´o el consulado seis veces en ocho a˜ nos (107, 104-100). Sila, como hemos visto, afianz´o sus lazos con los Metelli como base para llegar al poder pol´ıtico, aunando su pericia militar a esta alianza, que mantuvo durante sus a˜ nos de Dictadura casi absoluta. A´ un siendo un novato en pol´ıtica, Sila lleg´o a la cumbre. Mario, en cambio, no supo capitalizar el apoyo de diversos sectores populares ni la alianza eventual con destacadas personalidades pol´ıticas (Saturnino y Glaucia, Antonio Orator, Sulpicio Rufo) y fracas´o en su pretensi´on de introducirse en la cr`eme de la cr`eme nobiliaria romana. Fue un outsider en los a˜ nos 110’s y sigui´o siendo un outsider en la d´ecada de los 90’s. Sus u ´ltimos a˜ nos son un intento desesperado por volver a la primera l´ınea pol´ıtica. Sila, por contra, casi parafraseando a C´esar, lleg´o, vi´o y venci´ o. ¿C´omo pudo sobrevivir un advenedizo pol´ıtico como Sila, a pesar de su or´ıgen y condici´on de patricio, en la pol´ıtica de facciones de los a˜ nos 90? ¿Qu´e motivaciones pod´ıa tener en esos momentos? Es dif´ıcil, ni siquiera posible (vano esfuerzo...), imaginar qu´e pod´ıa pasar por la mente de un hombre como Sila en esa ´epoca. Pero, tomando los testimonios contempor´aneos y las fuentes posteriores, ¿es posible realizar un retrato psicol´ogico de este personaje? ¿Podemos m´ınimamente elucubrar qu´e hay detr´as de su comportamiento, qu´e subyace en sus acciones? En ocasiones no es tanto lo que vemos de un protagonista de la Historia, sono lo que queremos 25
Plut., Sull., 3.1, 3.5–7; Sall., B.J., 95; App., Num., fr. 4–5; Liv., 66 Sall., B.J., 96–113. 27 Plut., Sull., 3.1, 4.3; Mar., 36. Sobre una posible alianza entre Mario y Catulo, c´onsules del a˜ no 102, vid. BADIAN (1957), passim. 28 Vid. CAGNIART (1989), 139–147., para un comentario de las relaciones entre Mario y Sila durante la guerra contra los germanos. El autor apunta a la exageraci´on por parte de de Sila de su triunfo diplom´atica en la captura de Yugurta, bas´ andose en Plut., Sull., 3.6–9. 29 V´ease, m´as detenidamente, KEAVENEY (1982), 30-33 y BADIAN (1970), 39-43. 26
53
´ CAP´ITULO 4. LA REPUBLICA ROMANA EN TIEMPOS DE LUCIO CORNELIO SILA ver en ´el, lo que nos transmite, aquello que pensamos de ´el a trav´es de un an´alisis de sus actos. Al acabar la guerra germana, Sila ten´ıa ya casi cuarenta a˜ nos y sobre sus espaldas s´olo hab´ıa cargado una cuestura. Legalmente, pod´ıa presentarse a las elecciones para pretor, y as´ı lo hizo en el 99, para la pretura del 98. Ha habido, sin embargo, cierta controversia entre los autores modernos acerca de si Sila pudo o no pudo haber accedido primero a la edilidad. Ciertamente, ´este no era un pelda˜ no obligatorio en la carrera pol´ıtica de un individuo, y por lo que parece Sila podr´ıa haberlo obviado30 . ¿Por qu´e? La edilidad constitu´ıa una magn´ıfica oportunidad para darse a conocer entre el electorado, mediante el reparto de trigo barato y la celebraci´on de grandes juegos p´ ublicos. Pero Sila aspiraba al poder supremo, al consulado, al mando de un ej´ercito o al gobierno de una provincia, y no al favor del pueblo, y es por ello que habr´ıa declinado la edilidad, a pesar de su car´acter propagand´ıstico31 . De cualquier manera, Sila se present´o a las elecciones para la pretura del 98 a.e.v., apelando a los logros de su carrera militar en Numidia32 . Este primer intento, sin embargo, se sald´o con un fracaso33 . Sila volvi´o a intentarlo al a˜ no siguiente34 , con m´as ´exito, y esta vez fue 35 no en el cargo, consigui´o el gobierno de la nueva elegido para la pretura del 97 . Al acabar su a˜ provincia de Cilicia. Aqu´ı restableci´o al rey Ariobarzanes en el trono de Capadocia, por hizo retroceder a Mitr´ıdates del Ponto y a Tigranes de Armenia (futuros y enconados enemigos de Roma) de este reino, y firm´o un tratado diplom´atico con el reino de los partos, siendo el primer romano que establec´ıa relaciones con esta naci´on36 . A su regreso de Cilicia, hacia los a˜ nos 95-94, la carrera de Sila se estanca y oscurece al ser acusado de recibir ilegalmente dinero de un rey oriental (¿tal vez Mitr´ıdates del Ponto, futuro enemigo?). Aunque su acusador, C. Marcio Censorino, retir´o la demanda, el nombre y la reputaci´on de Sila quedaron manchados37 . Cagniart cree que este episodio debe ser contextualizado en el marco de una lucha faccional: Censorino, un agente de Mario y de sus amigos ecuestres, estar´ıa tratando de desacreditar a Sila, miembro de la facci´on senatorial, centrada alrededor de la familia de los Metelli 38 . De cualquier manera, Sila qued´o en cierto modo tocado pol´ıticamente y su aspiraci´on de acceder r´apidamente al consulado, al que ten´ıa derecho legalmente por edad, fue postergada39 . Hasta el a˜ no 90 no volvemos a tener noticias de Sila. Esta vez lo encontramos
30
Plut., Sull., 5.2–3. CAGNIART (1991), 290. 32 KEAVENEY (1982), 35. 33 Plut., Sull., 5.1–2; Val. Max, 7, 5, 5. 34 Plutarco cita la acusaci´ on de repetundis que Sila sufri´o en estos momentos por parte de C´esar Estrab´on; Sull., 4.5. 35 Existe un debate al respecto sobre si realmente fue la pretura en el 97. Theodor Reinach, bas´andose en Veleyo Pat´erculo (II, 15, 3), sit´ ua esta pretura en el a˜ no 94 a.C., con lo que su posterior gobierno provincial fue en los a˜ nos 93-92. Sherwin–White, por su parte, sit´ ua a Sila como pretor en el a˜ no 95. La fecha del 97, en la ´ que coinciden Badian, Cagniart y Keaveney, es tal vez la m´as ajustada. V´ease al respecto, GOMEZ PANTOJA (1991), 83-85. Por su parte, G.V. Sumner hace la siguiente hip´otesis sobre la carrera de Sila en estos a˜ nos: en el 99, candidato a pretor, derrotado; ser´ıa elegido edil curul; 98, edil; 96, elegido pretor; 95, praetor urbanus; 94, proc´onsul en Cilicia; SUMNER (1978), 396. Sherwin–White propone la fecha del 94 para el proconsulado de Sila en Cilicia, tras una pretura en el 95; SHERWIN–WHITE (1977), 182. M´as recientemente, Corey Brennan apunta a Sila como pretor en el 96, sin una edilidad previa, siguiendo los preceptos de la lex Villia annalis; COREY (1992), 135. 36 Plut., Sull., 5.7–8; App., Mithr., 10, 31; Liv, 70; KEAVENEY (1982), 38-39. 37 Plut., Sull., 5.12. 38 CAGNIART (1991), 291. 39 Para una interpretaci´ on de este episodio, vid. BADIAN (1957), passim; COREY (1992), 154–155 31
54
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. sirviendo como legado del c´onsul Lucio Julio C´esar en el frente sur del Bellum Sociale 40 . Sus ´exitos en este escenario de guerra, contra los samnitas, primero bajo el mando de Lucio C´esar y luego como legado del c´onsul Lucio Porcio Cat´on (89 a.e.v), y despu´es, a la muerte de ´este u ´ltimo, como comandante en jefe de las tropas de este frente, convirtieron a Sila en el h´eroe militar del momento, superando los logros de Mario en el frente norte41 . Gracias a estos ´exitos militares, Sila fue elegido c´onsul para el a˜ no 88 a.e.v.42 , a la edad de cincuenta a˜ nos. Una edad realmente avanzada para ser c´onsul, una edad en que la mayor´ıa de hombres que han ejercido esta magistratura han alcanzado el c´enit de su carrera y tan s´olo les queda su autoridad como consulares y la posibilidad de ser elegidos censores, un cargo honor´ıfico y de escasa entidad pol´ıtica. Al mismo tiempo, Sila, por medio de su matrimonio con Cecilia Metela, entroncaba con el poderoso c´ırculo de los Metelli, basti´on de los optimates, que no dudar´ıan en apoyarle a lo largo de su consulado, si no antes43 . ¿Es posible imaginar el auge de Sila sin el Bellum Italicum? En esta guerra Sila no s´olo regres´o a la escena principal, sino que en ella forj´o la base de su poder. Sin sus ´exitos en el frente it´alico, es posible que Sila no hubiera alcanzado el consulado del 88, y lo que ello conlleva. Las alianzas pol´ıticas y matrimoniales que estableci´o en estos a˜ nos jalonaron su senda hacia el poder... un poder que, visto desde fuera y con una cierta y lejana perspectiva, se podr´ıa arg¨ uir que estaba predestinado a ser asumido por Sila. No es as´ı: ´exitos militares, alianzas pol´ıticas preesxistentes pero ahora fortalecidas y aseguradas mediante un matrimonio ventajoso... ah´ı reside la base del poder de Sila. En este sentido, Lucio Cornelio Sila act´ ua como tantos pol´ıticos romanos anteriores y posteriores a ´el. Nihil novum sub sole. El padre de Pompeyo, Gneo Pompeyo Estrab´on, forj´o su poder en el Piceno no s´olo por su patrimonio y sus clientelas, sino tambi´en por sus ´exitos en esta guerra: su hijo hered´o unos recursos que le allanaron el camino en muchos aspectos. La Guerra It´alica marca un antes y un despu´es en la historia del u ´ltimo siglo republicano. Gracias a los estudios de Emilio Gabba, entre otros, el estudio de este conflicto y de sus consecuencias nos permite entender muchos elementos de la dictadura silana. De la misma manera que sin los Gracos no se entienden las leyes de Marco Livio Druso, sin el Bellum Italicum no se comprende a Sila. Sin embargo, creo que las victorias militares de Sila no fueron las u ´nicas causas que le acercaron al consulado. Sila, miembro de la prestigiosa familia de los Cornelii, emparentado lejanamente con los Escipiones, entr´o pronto en contacto con la facci´on optimate. Su traspaso del ej´ercito de Mario al de Lutacio C´atulo en la guerra germana es un ejemplo; sus contactos con Marco Emilio Escauro y Metelo el Num´ıdico a principios de la d´ecada de los 90’s no le permitieron tal vez acceder a la pretura del 98, ante una revancha de la facci´on popularis (aunque Mario estaba alejado de Roma por entonces), pero s´ı le consiguieron esa pretura al a˜ no siguiente. La acusaci´on de soborno pudo detener moment´aneamente su carrera, pero de nuevo aparece en escena como legado de Lucio C´esar, tal vez no un optimate convencido, pero desde luego no un popularis (era hermanastro por adopci´on de Lutacio C´atulo). Las haza˜ nas de Sila en el frente samnita en el Bellum Sociale, en especial su victoria a las puertas de Pompeya, le dieron a conocer al electorado, al haber ganado una corona de hierba. Pero creo que son sus contactos, ya lejanos en el tiempo, con los Metelli lo que le a´ upan al consulado. El matrimonio 40
App, B. C., I, 40; Plut., Sull., 6.3–4; KEAVENEY (1982), 48-50; BADIAN (1970), 45. App., B.C., 50–51. 42 Ibidem, 51. 43 Cagniart es de la opini´ on de que fueron sus victorias en el frente it´alico las que le consiguieron a Sila el consulado, y no una alianza previa con los Metelli. La amicitia fue a consecuencia de su matrimonio con Cecilia Metela, un matrimonio que se celebr´ o cuando ya era c´onsul y se hab´ıa divorciado de sus tercera esposa, Cloelia o Elia (alegando esterilidad por parte de ella); vid. CAGNIART (1991), 301-302. KEAVENEY (1982), 56, afirma que este matrimonio itself caused stirrings and excitement in the city 41
55
´ CAP´ITULO 4. LA REPUBLICA ROMANA EN TIEMPOS DE LUCIO CORNELIO SILA con Cecilia Metela es un reconocimiento p´ ublico de la existencia de una amicitia con esta poderosa familia de la nobilitas romana.
56
Cap´ıtulo 5 El primer programa legislativo de Sila (88 a.e.v.) 5.1.
El a˜ no 88 a.e.v.: la marcha sobre Roma
Al empezar el a˜ no 88, Roma se enfrentaba a serios problemas en el interior y en el exterior. En lo dom´estico, las operaciones militares del Bellum Italicum a´ un continuaban en el sur de Italia contra samnitas y lucanos, que se negaban a negociar con los romanos, mientras que el resto de pueblos it´alicos insurgentes se hab´ıan sometido y hab´ıan alcanzado la ciudadan´ıa romana. La principal preocupaci´on ahora era c´omo integrar a los nuevos ciudadanos de origen it´alico en la masa de los romanos. Para empezar, se decidi´o inscribirlos en ocho nuevas tribus, diferentes de las 35 tribus de ciudadanos antiguos. De este modo, desde el punto de vista pol´ıtico, se pretend´ıa desvirtuar su influencia en cuestiones electorales, as´ı como en la votaci´on de futuras leyes. De esta manera, la soluci´on pac´ıfica surgida a trav´es de la lex Iulia de civitate (a˜ no 90), y continuada con la lex Plautia Papiria (89) nac´ıa torcida desde un principio1 . Y a este problema interno se le a˜ nad´ıa la cuesti´on de las deudas, no resuelta tras el asesinato del pretor Sempronio Aseli´on. En el exterior, el creciente (y amenazante) poder del rey Mitr´ıdates del Ponto chocaba, esta vez, con la intransigencia provocadora de una comisi´on despachada por Roma a Anatolia; una comisi´on encabezada por el consular Manio Aquilio, con instrucciones de restaurar en su trono (otra vez) a Ariobarzanes de Capadocia, y tambi´en al anciano rey Nicomedes III de Bitinia, ambos expulsados por el rey del Ponto2 . Este rey hab´ıa aprovechado que Roma estaba inmersa de lleno en el Bellum Italicum para invadir ambos reinos, expulsar a ambos reyes (aliados de Roma) y colocar en su lugar a dos reyes–t´ıtere. La comisi´on enviada por Roma provoc´o al rey Mitr´ıdates, cuyo reino fue invadido desde Bitinia (los comisionados hab´ıan restaurado en su trono al anciano Nicomedes III para exigirle inmediatamente que invadiera el Ponto), probablemente por motivos econ´omicos (asegurarse un bot´ın de las arcas de Mitr´ıdates). El monarca pontino reaccion´o con contundencia: invadi´o los reinos de Bitinia y Capadocia, entr´o en las provincias de Cilicia y Asia y masacr´o a los romanos e it´alicos all´ı residentes: en total, entre libres y esclavos, m´as de 150.000 v´ıctimas, se dice, fueron asesinados en un d´ıa; posteriormente, una vez aniquilados los romanos de Anatolia, Mitr´ıdates orden´o la invasi´on de 1 2
App., B. C., i, 49, 53. App., Mithr., 11.
57
CAP´ITULO 5. EL PRIMER PROGRAMA LEGISLATIVO DE SILA (88 A.E.V.) la Grecia continental3 . Al llegar las noticias a Roma, el Senado encomend´o a uno de los c´onsules del a˜ no 88: por sorteo, Sila obtuvo el mando de un ej´ercito contra Mitr´ıdates4 , que hab´ıa conseguido la defecci´on de Atenas. Pero antes hab´ıa que solucionar las rencillas internas. Junto con Sila era c´onsul Quinto Pompeyo Rufo5 . Ambos hombres hab´ıan entablado una amicitia pol´ıtica, que rubricaron con una alianza matrimonial: la hija de Sila, Cornelia, se cas´o con el hijo de Pompeyo Rufo. Aliado de Pompeyo Rufo era el tribuno de la plebe Publio Sulpicio Rufo6 , antiguo partidario del malogrado Livio Druso y miembro de su c´ırculo de amici, del cual tambi´en formaron parte inicialmente ambos c´onsules. De ideolog´ıa conservadora y af´ın a la elite senatorial, Sulpicio hab´ıa destacado en los inicios del 88 a.C. por dos cuestiones: su oposici´on al retorno de los exiliados de la Comisi´on Variana del a˜ no 90. y su veto al intento del abogado Cayo Julio C´esar Estrab´on de acceder al consulado sin haber sido pretor anteriormente7 . Ambas medidas, de cariz optimate, fueron realizadas de acuerdo con los deseos de Sila y Pompeyo Rufo, que no deseaban un triunfo electoral de C´esar Estrab´on (como as´ı sucedi´o), sobre todo en el momento en que se vislumbraban problemas en Oriente y se preve´ıa el env´ıo de un ej´ercito bajo el mando de uno de los dos c´onsules (Sila, lo m´as probable)8 . Sin embargo, la situaci´on pol´ıtica, hasta entonces de una relativa calma, dio un giro espectacular: Sulpicio, hasta entonces leal al Senado, se opuso repentinamente a que Sila obtuviera el mando mitrid´atico (como as´ı podemos llamarlo). Adem´as, exigi´o que los ciudadanos de origen it´alico fueran distribuidos entre las 35 tribus antiguas9 . ¿A qu´e se debi´o esta volte– face de Sulpicio? Se cree que Sulpicio fue sobornado por Mario y sus aliados del orden ecuestre, deseoso el primero de obtener un nuevo mando militar con el que reverdecer sus laureles (contaba casi 70 a˜ nos y hab´ıa sufrido varios infartos, pero se negaba a desaparecer de la escena p´ ublica y dejar el triunfo a Sila)10 , y ansiosos los segundos de obtener satisfacciones respecto a las deudas11 . Keaveney, por su parte, afirma que Sulpicio, ansioso por regularizar la situaci´on de los nuevos ciudadanos, habr´ıa apelado a los c´onsules Sila y Pompeyo Rufo, hasta entonces sus aliados, esperando ser recompensado por el veto a las pretensiones de C´esar Estrab´on, pero que ambos le negaron ese apoyo; por ello Sulpicio se habr´ıa dirigido a Mario, el viejo general simpatizante de la causa it´alica (no en balde sus antepasados no muy lejanos eran it´alicos), y pol´ıticamente (por sus contactos con la clase ecuestre) muy influyente12 . Valgiglio, en cambio, habla de una verdadera amicitia de Mario y Sulpicio desde el principio, con el onjetivo primordial de conseguir para el primero el mando mitrid´atico, de cuyos frutos en forma de bot´ın de guerra tambi´en se beneficiar´ıa Sulpicio13 .
3
Ibidem, 18–23. App., B.C.,I, 55 5 Vel., II, 17, 3; Diod., 37, 25. 6 Sobre este personaje, vid. KEAVENEY (1983a), LEWIS (1998), LINTOTT (1971), MITCHELL (1975), POWELL (1990). 7 MITCHELL (1975), 198–200. 8 Para entender las pugnas pol´ıticas por el mando mitrid´atico en estos momentos, v´ease KEAVENEY (1979), passim. AMELA (2003), 32, nota 13, no considera pausible, como aventuran otros historiadores, que Pompeyo Estrab´on aspirara a este mando. 9 App., B. C., I, 55–56; Diod., 37, 29; Plut, Mar., 34–35; Sull, 8, 2; Liv., Per., 77. 10 LUCE (1970), 164–168, apunta al viaje de Mario a Oriente en el a˜ no 98, citado ya por Plut., Mar., 30, como la prima facie del anhelo de Mario del mando mitrid´atico en el 88. 11 BLOCH/CARCOPINO (1952), 405; MITCHELL (1975), 202–204; KEAVENEY (1983a), 53–54; BADIAN (1958), 486–487; LINTOTT (1971), 442 y ss. 12 KEAVENEY (1982), 58. 13 VALGIGLIO (1969), 7. 4
58
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. En cualquier caso, Sulpicio cambi´o sus objetivos pol´ıticos s´ ubitamente y promulg´o una serie de leyes que alteraban la situaci´on de estabilidad que los c´onsules pretend´ıan: 1. Una ley que repart´ıa a los nuevos ciudadanos y a los libertos (medida m´as radical si cabe) entre las 35 tribus existentes. 2. Una ley que permit´ıa el retorno de los exiliados, especialmente los condenados por la comisi´on variana (aqu´ı Sulpicio revert´ıa el veto por ´el ejercido a principios de a˜ no). 3. Una ley por la cual todos aquellos senadores que tuviesen una deuda superior a 2.000 sestercios eran expulsados del orden senatorial y de la Curia (lo cual supon´ıa, en caso de aplicarse, la pr´actica abolici´on de esta c´amara, pues eran pocos los senadores que no deb´ıan como m´ınimo esa suma). 4. Finalmente, una ley que transfer´ıa el mando de la guerra contra el rey Mitr´ıdates del Ponto de Sila a Mario14 . Estas leges Sulpiciae supon´ıan un desaf´ıo al poder de la elite senatorial que ambos c´onsules representaban y defend´ıan. La cuarta ley, sobre todo, era una afrenta hacia Sila, al mismo tiempo que era totalmente inconstitucional para el Senado, pues s´olo esta c´amara se encargaba de designar los mandos militares y las provincias15 . Sulpicio apel´o a la violencia para hacer valer sus leyes, mientras que Sila y Pompeyo, con la constituci´on en la mano, contraatacaron decretando un iustitium, por el cual se prohib´ıa toda reuni´on de las asambleas populares por motivos religiosos, lo cual permit´ıa a ambos c´onsules declarar invalidadas las leyes que Sulpicio promulgara durante ese per´ıodo16 . Sulpicio se neg´o a reconocer la validez del iustitium y sigui´o con sus contiones en el Foro17 . Se produjeron altercados violentos entre matones a sueldo pagados por Sulpicio (y Mario) y un grupo de j´ovenes nobiles de la facci´on senatorial. En uno de estos enfrentamientos muri´o el hijo de Pompeyo Rufo y yerno de Sila. Pompeyo huy´o y al parecer el propio Sila tuvo que refugiarse en casa de Mario18 . Finalmente, ante el ambiente de violencia generalizada en las calles de Roma, Sila depuso el iustitium y abandon´o la ciudad y se reuni´o con sus tropas, acuarteladas 14
App, B. C., I, 55; Plut, Sull., 8.2; Liv, Per., 77; VALGIGLIO (1969), 8; KEAVENEY (1982), 59; BLOCH– CARCOPINO (1952), 406-407; SEAGER (1994), 167-168. 15 Una vez m´as Mario le arrebata el mando a un c´onsul: en el 107 a.C. le hab´ıa arrancado a Metelo el Num´ıdico el mando de la guerra contra Yugurta. Desde entonces, y en posteriores ocasiones, la asamblea popular usurpar´a prerrogativas del Senado en pol´ıtica exterior: por ejemplo, en el 67 a.C., la lex Gabinia, ante la amenaza de los piratas en todo el Mediterr´aneo, conced´ıa a Pompeyo un imperium extra ordinem, sobre todo el Mediterr´ aneo y hasta 50 millas tierra adentro, con cientos de naves y unos recursos a su disposici´on hasta entonces nunca visto; al a˜ no siguiente, la lex Manilia arrebataba a L´ uculo el mando de la guerra contra Mitr´ıdates y Tigranes y se lo encomendaba a Pompeyo; en el 59 a.C. la lex Vatinia conced´ıa a C´esar el gobierno de las provincias de Il´ıria y la Galia Cisalpina, a las que posteriormente se unir´ıa la Galia Transalpina, con un ej´ercito inicial de cuatro legiones, permiti´endose a C´esar reclutar cuantas legiones quisiera o necesitara; en el 55 a.C., la lex Trebonia conced´ıa a Pompeyo y Craso el gobierno provincial de las Hispanias y Siria, respectivamente, por un per´ıodo de cinco a˜ nos, al mismo tiempo que prorrogaba otros tantos m´as el gobierno de C´esar en las Galias. Se trata de toda una serie de leyes promulgadas por tribunos de la plebe en la asamblea popular y que contradec´ıan disposiciones del Senado. 16 App, B. C., I.55. Algo parecido a la obnuntiatio que B´ıbulo, como augur, decret´o siendo c´onsul en el 59 a.C., para as´ı poder invalidar, por motivos religiosos, las leyes que el otro c´onsul, C´esar, promulg´o ese a˜ no con la oposici´on de la facci´ on de los optimates; de poco le vali´o a B´ıbulo, pues C´esar, pontifex maximus desde el 63 a.C., reuni´o al colegio de los quindecemviri sacris faciundis, que dictaminaron que B´ıbulo se hab´ıa excedido en sus funciones como augur. 17 App., B. C., 56. 18 App, B. C., I.56; PLUTARCO, Mar., 35, 4; Sull., 8, 7.
59
CAP´ITULO 5. EL PRIMER PROGRAMA LEGISLATIVO DE SILA (88 A.E.V.) a las afueras de Capua. Las reuni´o, las areng´o y las form´o en orden de marcha19 . Una marcha hacia Roma20 . Este hecho constituy´o un acto de suprema importancia: por primera vez en la historia de Roma, un ej´ercito romano marchaba contra la capital y trataba de ocuparla. Anteriormente se hab´ıan producido disturbios serios, pero jam´as un ej´ercito os´o penetrar en la Urbs con las espadas desenvainadas21 . Apiano afirma que cuando Sila se enter´o de que Sulpicio le hab´ıa arrebatado el mando mitrid´atico para d´arselo a Mario decidi´o que el asunto deb´ıa resolverse por medio de la guerra y convoc´o al ej´ercito en una asamblea22 . Livio afirma que fue la violencia de Sulpicio contra los c´onsules lo que hizo que Sila se presentara en Roma con su ej´ercito23 . Como ya se mencion´o anteriormente, Keaveney no considera la marcha de Sila sobre Roma como un acto premeditado y realizada a sangre fr´ıa, sino que cree que el propio Sila dud´o en iniciar el avance, replicando despu´es que ven´ıa a liberar la ciudad de los tiranos (l´ease Mario y Sulpicio)24 . Es m´as, en un discurso posterior ante el pueblo, Sila se justificar´ıa: lo que hab´ıa hecho, lo hizo por necesidad, al caer Roma en manos de unos demagogos; ´el no se presentaba como un privatus resolviendo asuntos particulares (situaci´on a la que de hecho le conden´o Sulpicio al despojarle del mando), sino como magistrado legalmente elegido que se dispone a castigar a enemigos p´ ublicos25 . Valgiglio, por su parte, considera que el acto de Sila constitu´ıa una acci´on revolucionaria obligada por otra acci´on revolucionaria (realizada por Mario y Sulpicio)26 . Badian, en cambio, culpa de la marcha de Roma a Mario y sus reformas militares: al introducir a los capite censi como soldados profesionales, Mario hab´ıa iniciado la creaci´on de ej´ercitos leales a un general y no a Roma, idea en la que Sila vio nuevas implicaciones, convenciendo a sus tropas de que deb´ıan seguirle, pues de lo contrario no podr´ıan disfrutar del bot´ın que la guerra en Oriente les proporcionar´ıa; pues si Mario era enviado a Oriente, ser´ıan sus tropas las que conseguir´ıan ese bot´ın27 . No fue dif´ıcil para las tropas de Sila entrar en Roma y rechazar a los partidarios de Mario y Sulpicio. Estos huyeron, dejando el campo libre a los c´onsules. A la ma˜ nana siguiente de su entrada en la capital, Sila empez´o a promulgar una serie de leyes que derogaban la legislaci´on sulpiciana, restauraban la influencia del Senado en los asuntos pol´ıticos y le permit´ıan a ´el marcharse a Oriente con un poco de tranquilidad. Son las primeras leges Corneliae. 19
App., B. C., 56; Plut., Sull., 8, 8; 9, 1–11; Plutarco incluso menciona que Sulpicio depuso a Pompeyo Rufo de su consulado (Sull., 8, 8), aspecto que KEAVENEY (1983a), 61–62, niega. 20 V´ease LEVICK (1982b), 503–508. 21 La decision de Sila de marchar sobre Roma no fue secundada, no obstante, por su estado mayor militar. Es significativo que cuando tom´ o la decisi´ on de marchar con las legiones sobre Roma, la oficialidad al completo, con la excepci´on de su cuestor, L´ uculo, rehusara seguirle (App, B. C., I, 57). No sabemos bien hasta qu´e punto la nobilitas apoy´ o a Sila: en numerosas ocasiones, Sila, en su camino a Roma, recibi´o unos mensajeros de la ciudad (probablemente enviados por el Senado), pidi´endole que se detuviera. Dice Plutarco (Sull., 10, 4.) que el asesinato de Sulpicio afiligi´ o al Senado, y provoc´o la animosidad y la indignaci´on del pueblo. Al partir para Oriente, Cinna supo atraerse durante su dominatio a muchos exponentes de la nobilitas que permaneci´o en Roma; tan s´olo el extremismo de la facci´ on de Carb´on y la noticia del desembarco de Sila en Italia lograron que la nobilitas se reagrupara una vez m´ as bajo las armas de Sila. 22 App., B. C., I.57. 23 Liv., Per., 77. 24 KEAVENEY (1982), 64–65. 25 ID., 66-67, a partir de App., B. C., I.59. 26 VALGIGLIO (1969), 15. 27 BADIAN (1970), 48.
60
Oscar Gonz´alez Cama˜ no.
5.2.
Las primeras leges Corneliae
En una contio convocada a la ma˜ nana siguiente de tomar Roma, seg´ un Apiano28 , Sila promulg´o una lex Cornelia de exilio Marianorum 29 , ratificada por un senadoconsulto30 . Por medio de esta ley se declaraba hostes rei publicae, enemigos p´ ublicos, a Mario, su hijo (adoptivo, seg´ un las fuentes), Sulpicio (obviando que legalmente a´ un era tribuno de la plebe y, como tal, inviolable), dos hermanos Granio, Cornelio Cetego, M. Junio Bruto (abuelo del cesaricida), P. Albinovano, M. Letorio, Q. Rubrio Varr´on y dos m´as. Si esta es la factio Marianorum, no podemos negar, por los nombres, que sus miembros pertenecen al orden ecuestre; tal vez Cornelio Cetego, un nombre que aparecer´a posteriormente relacionado con la conjura de Catilina (¿es el padre de uno de los implicados en esta conjura?), sea un senador. La declaraci´on como enemigos de la Rep´ ublica implicaba su condena a muerte (seg´ un la perduellio) y la consiguiente confiscaci´on de sus bienes. Mario, un hombre rico, fue despojado de sus numerosos bienes, y puede ser que el inter´es de Sila en condenarles perduellionis fuera confiscar estos bienes para llenar las arcas de su campa˜ na en Oriente. De hecho, s´olo se llev´o a cabo una ejecuci´on: la de Sulpicio, apresado y muerto, gracias a la delaci´on de un esclavo; su cabeza fue remitida a Sila, que la clav´o en una pica y mand´o instalara en el Foro. Las reformas de Sila y Pompeyo Rufo, llevadas a cabo en los u ´ltimos meses de su consulado, ata˜ n´ıan, en gran medida, a la mos maiorum 31 , y aunque tuvieron una ef´ımera vigencia, ciertamente son un preludio al gran programa legislativo que Sila promulg´o durante su Dictadura. Hasta tal punto, que incluso se ha considerado que las fuentes antiguas confundieron ambas legislaciones y se limitaron simplemente a trasladar el programa de la Dictadura a una nos de la Dictadura fecha anterior, al a˜ no 88 a.C.32 En cualquier caso, la legislaci´on silana de los a˜ (82-79 a.C.) destacaba por el hecho de que ya unos a˜ nos antes hab´ıa sido intuida acertadamente, por lo cual en la Dictadura simplemente se fijar´ıa de una forma m´as permanente33 . Como programa de reforma, la legislaci´on silano–pompeyana se basaba en una serie de medidas legislativas de gran calado:
1. A la par que se proscrib´ıa a Mario, Sulpicio y a sus seguidores, se anulaba las leges Sulpiciae, bas´andose en el hecho de que hab´ıan sido aprobadas per vim, mediante el uso de la violencia. 2. Por medio de una lex Cornelia Pompeia de comitiis centuariatis e de tribunicia potestate, se decretaba: Que ning´ un asunto p´ ublico deber´ıa ser llevado a la asamblea centuriada sin haber sido ratificado previamente por el Senado. Se restablec´ıa el sistema serviano de los comitia centuriata, que tendr´ıan preferencia sobre los comitia tributa (utilizados por los tribunos de la plebe para promulgar leyes) en la votaci´on de cualquier ley. 28
App., B. C., I.59. ROTONDI (1966), 344; tambi´en en Liv., Per., 77; Diod., 37, 29.3; App., B. C., I.60; Plut., Sull., 10, 1. 30 BAUMAN (1973), especialmente 277–285; KEAVENEY (1983a), 70. 31 Seg´ un App, B. C., I.59. 32 KEAVENEY (1982), 69. 33 The Cambridge Ancient History, v. XIII: The Roman Republic, 133-44 BC ; edited by S.A. COOK [et alii ], 207. 29
61
CAP´ITULO 5. EL PRIMER PROGRAMA LEGISLATIVO DE SILA (88 A.E.V.) Se limitaba la capacidad de los tribunos de la plebe para vetar una ley emanada del Senado34 . De este modo, con el traspaso de la actividad legislativa a los comitia centuriata, Sila persegu´ıa un predominio de la primera clase censitaria, que se nutr´ıa de los propietarios m´as responsables (y afines al Senado), aquellos que pod´ıan conseguir la mayor´ıa absoluta en las votaciones en estos comicios35 . 3. A favor del Senado, Sila propuso una lectio Senatus, por la cual se aumentaba el n´ umero de senadores de 300 a 600 miembros, una medida que Livio Druso ya hab´ıa propuesto en el 91 a.C. Los nuevos senadores ser´ıan escogidos de entre los equites de la primera clase y de entre aquellos que tuvieran un mayor censo36 . 4. Por otro lado, y tambi´en recordando otra de las propuestas de Livio Druso, Sila declar´o su intenci´on de fundar doce colonias de ciudadanos, aunque no hay ninguna evidencia de que lograra realizarlo entonces37 . 5. Por medio de una lex Cornelia Pompeia unciaria, parecer ser que ambos c´onsules intentaron paliar en algo la dif´ıcil cuesti´on de las deudas, fijando la usura en un 10 % como m´aximo38 . En este programa legislativo destaca, en primer lugar, un inter´es por el predominio del Senado y de la primera clase censitaria en la vida p´ ublica romana. Sila estaba decidido a restaurar la Roma de sus ancestros y a imponer un ambiente en la escena pol´ıtica39 . Este programa, seg´ un Keaveney, ten´ıa como objetivo acabar con la interminable violencia dom´estica y la agitaci´on que se desarrollaban en Roma desde los tiempos de los Gracos. La u ´nica manera, 34
ROTONDI (1966), 343-344; LIVIO, Per., 77; App., B. C., I.59; VALGIGLIO (1969), 20-21; KEAVENEY (1982a), 68; BLOCH–CARCOPINO (1952), 409. 35 LAFFI (2000/1967), 270, n.102, no est´ a muy de acuerdo con la tradicional interpretaci´on de que Sila quisiera restablecer los comicios centuriados en la estructura anterior a la reforma del siglo III a.C. En su opini´on, lo que Sila se propuso cambiar el sistema de votaci´ on seg´ un las tribus por un sistema en el que tuvieran mayor peso las centurias; este matiz lo toma a partir de una reinterpretaci´on de APIANO, Bell. Civ., I.59: propusieron [Sila y Pompeyo Rufo] que nos e llevara nada ante el pueblo que no hubiera sido antes considerado por el Senado, una costumbre antigua perro abandonada desde mucho tiempo atr´ as, y que las votaciones se hicieran no por tribus sino por centurias. 36 App., B. C., I, 59; LIVIO, Per., 77; KEAVENEY (1982a), 68; VALGIGLIO (1969), 21-22; WILLEMS (1885/1968), I, 402-403. 37 Liv., Per., 77; KEAVENEY (1982a), 68-69. 38 ROTONDI (1966), 344. 39 ¿Realmente quiso Sila establecer en este a˜ no 88 a.C. el esp´ıritu de la res publica olig´arquica que consigui´o imponer en los a˜ nos de la Dictadura? Es posible que las leyes de este a˜ no 88 a.C. fueran m´as bien producto de la dif´ıcil situaci´ on pol´ıtica del momento. Un clima de pre–guerra civil se ha establecido en Roma. Un ej´ercito ha tomado la capital y ha expulsado por la fuerza a una facci´on, proscribi´endola posteriormente y llegando a asesinar a un tribuno de la plebe (que, tras los asesinatos de Tiberio y Cayo Graco, de Saturnino y de Livio, ya no es novedad). ¿Es posible que ya Sila en este a˜ no 88 hubiera impuesto ya su idea de una Rep´ ublica olig´arquica al servicio del Senado? No me parece muy probable. El programa de la Dictadura, debido a su alcance global, fue pensado y definido durante el per´ıodo en que Sila estuvo en Oriente; Sila cay´o enfermo en Grecia y pas´o una convalecencia en Delfos, ¿es posible que durante este tiempo de reposo elaborara mentalmente todo un programa de gobierno? No obstante, en el a˜ no 88 a.C., Sila no tuvo apenas tiempo para reflexionar sobre lo que se deb´ıa hacer; apenas unas horas despu´es de la expulsi´on de Mario y Sulpicio, Sila y Pompeyo Rufo promulgan una serie de leyes de cariz conservador, pero ¿para cu´anto tiempo? Sila pronto se marcha a Oriente y Pompeyo Rufo se encarga de liquidar el conflicto it´ alico y mantener el control en Italia. ¿Qui´en les asegura que estas leyes sean mantenidas en vigor? De ah´ı el juramento que Sila obliga a hacer a Cinna, c´onsul del 87 a.C: no est´a nada seguro del mantenimiento de sus leyes. Lo cual llevar´ıa a preguntarnos qu´e alcance hab´ıa calculado Sila que tendr´ıan sus leyes, y si era consciente de que el car´acter conservador de las mismas provocar´ıa, a corto plazo, su derogaci´on.
62
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. dice, de estabilizar la situaci´on era dejar el gobirno en manos del orden senatorial, que velar´ıa por su buen hacer40 . Por otra parte, Carcopino cree que el programa legislativo de Sila no ten´ıa ´ otro objeto que legitimar su coup d’Etat, marcando el camino que otros imperatores militares 41 seguir´ıan . Por otra parte, observamos en esta legislaci´on unas reminiscencias del programa de Livio Druso: el aumento de los senadores, la fundaci´on de nuevas colonias de ciudadanos. No es extra˜ no, pues tanto Pompeyo Rufo como el propio Sila hab´ıan formado parte del c´ırculo de Livio Druso, un grupo de senadores afines a las ideas del malogrado tribuno. El propio Druso, lejos de imitar a los Gracos o a Saturnino, persegu´ıa una legislaci´on que respetase la situaci´on de predominio del orden senatorial, si bien con una mano tendida al orden ecuestre. Por ello hay que destacar que la primera legislaci´on silana no ataca el monopolio de los equites en los tribunales de justicia, ni tampoco discutiera su pol´ıtica tributaria en Asia. Sila no ha decidido en este momento atacar a los equites. El a˜ no 88 a.e.v. estaba a punto de finalizar, as´ı como el consulado de Sila y Pompeyo Rufo. Hab´ıa que convocar nuevas elecciones de magistrados. Sila era consciente de que, estando en Asia, su programa legislativo pod´ıa tener las horas contadas: la oposici´on se manten´ıa a la espera, latente. Esperaba la elecci´on de hombres ligados a su persona tanto personal como pol´ıticamente. Si as´ı, lo cre´ıa, pronto se desenga˜ n´o. Sus candidatos, P. Servilio Vatia y Q. Nonio (su propio sobrino) fueron derrotados y, en cambio, fueron elegidos Cn. Octavio Ruso y Lucio Cornelio Cinna. El primero era un oficial del estado mayor de Cn. Pompeyo Estrab´on, c´onsul del 89 a. C.; un optimate no demasiado cercano a Sila. Del segundo, Cinna, se sab´ıa que congeniaba con Mario y los populares (incluso se rumoreaba que hab´ıa sido comprado por Mario). Plutarco afirma que la elecci´on de ambos c´onsules fue una manifestaci´on del desagrado popular ante el comportamiento de Sila y su marcha sobre Roma42 . Temeroso de que Cinna derogara sus leyes durante su ausencia, Sila le oblig´o a que respetara su legislaci´on. Pero al parecer, Cinna, se las ingeni´o para hacer ver que juraba, mientras ya planeaba la anulaci´on de las leyes silanas a la primera oportunidad43 . Dispuesto para partir a Oriente, a Sila s´olo le quedaba un asunto por resolver: regularizar la situaci´on de su colega consular, Pompeyo Rufo. Decidi´o que permaneciera en Italia, al mando de las tropas que el proc´onsul Pompeyo Estrab´on manten´ıa en el Piceno. Por ello, mediante una lex de provincia Gallia Q. Pompeio Rufo danda, de finales de a˜ no, se le prorrogaba a Pompeyo Rufo su imperium y se le conced´ıa el gobierno de la Galia Cisalpina, relevando a Estrab´on del mando de sus tropas44 . La intenci´on de Sila era que Rufo velase por el mantenimiento de sus leyes, controlando Italia desde el Norte de Italia. Estrab´on le cedi´o el mando a Rufo, pero ´este al cabo de unos d´ıas fue asesinado por soldados de Estrab´on, de qui´en se sospech´o que estaba implicado en el asesinato45 . Muerto Rufo, Sila, decepcionado en sus planes, accedi´o a prorrogar el mando de Estrab´on, que ahora ocup´o el lugar de Rufo en esos planes, si bien Sila no confiaba plenamente en ´el. Para Keaveney, este incidente muestra que Sila no lleg´o a comprender del todo las implicaciones de su marcha sobre Roma: el asesinato de Rufo, dice, demostr´o que la lealtad de un ej´ercito a su general (en la marcha a Roma en el caso de Sila, en la lealtad de los soldados a Estrab´on, y de ah´ı el asesinato de Rufo) era m´as fuerte que la lealtad al Estado46 . Sila, marchando sobre Roma, hizo saber las pretensiones de 40
KEAVENEY (1982), 69. BLOCH–CARCOPINO (1952), 410. 42 Plut., Sull., 10, 4–5. 43 ID., 10, 6–7. 44 App, B. C., I, 63; ROTONDI (1966), 345; KEAVENEY (1982), 74-75. 45 App., Bell. Civ., I, 63; LIVIO, Per., 77; Plut. , Pomp., 1; KEAVENEY (1982a), 74. 46 KEAVENEY (1982a), 75. 41
63
CAP´ITULO 5. EL PRIMER PROGRAMA LEGISLATIVO DE SILA (88 A.E.V.) su ej´ercito; las tropas de Estrab´on, asesinando a Rufo, proclaman su lealtad a Estrab´on y su deseo de no servir a otro general que no fuera ´este. En la primavera del 87 a.C., Sila se reuni´o con su ej´ercito en Capua y parti´o hacia Grecia. Apiano dice que el asesinato de Rufo hizo temer a Sila por su vida y que, por ello, se hizo rodear de amigos, d´ıa y noche, hasta su partida final47 . Por otro lado, Cinna instig´o a un tribuno de la plebe, un tal Virgilio o Verginio, para que procesase a Sila. Intentando procesar a Sila, Cinna hac´ıa saber que pensaba derogar sus leyes, de la misma manera que Sila hab´ıa derogado las de Sulpicio, por haber sido aprobadas per vim, es decir, usando la violencia, y que el mejor modo de lograrlo era proceder contra su autor (Sila) ante un tribunal de justicia en el que Sila no podr´ıa ejercer su imperium proconsular, ante un tribuno de la plebe48 . Por ello, Sila parti´o r´apidamente hacia Capua, reuni´o a sus tropas y march´o hacia Oriente49 . Nada m´as partir, Cinna y Octavio ri˜ neron y el primero inici´o los contactos con Mario para lograr su retorno y el del resto de los exiliados. La primera (y ef´ımera) dominatio Sullae iba a ser sustituida por el retorno de un resentido Mario y por una prolongada dominatio Cinnae.
47
App., B. C., I, 64. KEAVENEY (1982a), 75. 49 App, B. C., I.64; Plut, Sull., 10.8; Di´ on Casio, fr. 102.1. 48
64
Cap´ıtulo 6 Cinnanum Tempus (87-83 a.e.v.) Cinna1 asumi´o el consulado el 1 de enero del 87 a.C. y no lo abandon´o hasta su muerte en la primavera del 84. El a˜ no 87 comparti´o el cargo con Cn. Octavio Ruso, asesinado tras la toma de la ciudad por los Mariani a finales de a˜ no; en el 86, con Mario, que muri´o a los pocos d´ıas, y con L.Valerio Flaco, consul suffectus, asesinado posteriormente en Asia; en los a˜ nos 85 y 84, con Cn. Papirio Carb´on. Como Mario a finales del siglo II a.C., Cinna ostenta el consulado consecutivamente; es la piedra angular de su poder, gracias a ´el puede llevar a cabo una serie de reformas que el Estado necesita. La ´epoca de Cinna apenas queda reflejada en las fuentes: Apiano, la fuente principal del per´ıodo, apenas menciona alg´ un elemento, m´as interesado en narrar las negociaciones con Sila y los preparativos militares para una nueva guerra civil. Es por ello que debemos apelar a fuentes menores: Cicer´on, algunas biograf´ıas de Plutarco (Pompeyo y Craso, fundamentalmente) y las escasas menciones de las Periochae de Livio. Para Lovano, este fragmentario panorama es la consecuencia de la influencia de Sila (y sus Commentarii ) en la historia de estos a˜ nos y en la posterior narraci´on por parte de los autores antiguos2 . Protagonista de estos a˜ nos, Cinna es un personaje obviado por los historiadores, que apenas le dan unas l´ıneas para narrar su gobierno. Y sin embargo, sin Cinna no se entender´ıan muchas cuestiones de la Dictadura silana. Con ´el se llega a un punto final en la espinosa cuesti´on del Bellum Italicum 3 (exceptuando los samnitas y lucanos que, aun gozando de la ciudadan´ıa romana, continuaron su lucha particular contra Roma), se pone coto a la crisis financiera y se llega a una situaci´on de estabilidad en el interior. Iniciado el per´ıodo con las matanzas perpetradas por los bardyei de Mario y algunos de sus colaboradores (Fimbria, por ejemplo), una situaci´on no an´aloga a las proscripciones de Sila, la paz interna llega a Roma tras cuatro a˜ nos de conflictos civiles4 . La acumulaci´on de consulados de Cinna y Carb´on (cuatro y tres, respectivamente) a menudo se ha visto como el elemento clave para definir el per´ıodo como una dominatio de los populares. Sin embargo, Cinna no rompe con la mos maiorum. No es un popularis radical y de hecho su dominatio es extra˜ na: no se producen leyes agrarias, ni cambios en los mecanismos de las asmbleas, ni nuevas leges frumentariae, ni pr´acticamente nada de lo que se suele considerar popularis, ni siquiera se plantea devoler los tribunales a los equites. Si se 1
Una reciente aportaci´ on sobre Cinna la realiza LOVANO (2002), The age of Cinna: crucible of late Republican Rome. Stuttgart, Franz Steiner Verlag. 2 LOVANO (2002), 53. 3 SALMON (1964), 60 y ss., no cree apropiado hablar de una continuidad de este conflicto y la guerra civil hasta Sila, sino que la Guerra It´ alica finaliza en el 89 a.e.v., con algunos coletazos en el sur en el 88 y 87. 4 Cicer´on llama a este per´ıodo, hasta la llegada de Sila, un triennium sine armis; Cic., Brut., 308.
65
CAP´ITULO 6. CINNANUM TEMPUS (87-83 A.E.V.) deja de pensar en clave faccional, opina el profesor Wulff Alonso, y se desmonta la construcci´on (en buena parte silana) de la dominatio Cinnae, entonces se puede entender a Cinna como un miembro destacado de la oligarqu´ıa senatorial, un hombre prudente que entiende la necesidad de determinados cambios y que lleva adelante su propia pol´ıtica en esta direcci´ on sin grandes 5 alteraciones en la ’res publica’. . El a˜ no 87 estuvo marcado por el signo de la guerra civil. Octavio se opuso violentamente a la propuesta de Cinna de conceder el suffragium pleno a los nuevos ciudadanos de origen it´alico. Provoc´o su huida de Roma y le declar´o hostis rei publicae 6 , al tiempo que le despojaba de su consulado, nombrando como sustituto al flamen Dialis Lucio Cornelio M´erula. Cinna busc´o refugio en el ej´ercito de Apio Claudio Pulcher, legado de Sila en Italia y encargado del asedio a Nola (una de las u ´ltimas ciudades it´alicas que a´ un no se hab´ıan sometido a Roma), lo atrajo a su causa y, junto con Mario, que hab´ıa desembarcado en Etruria, se dirigi´o contra Roma. Se produjo una segunda marcha sobre Roma, que fue puesta bajo asedio. En socorro de Octavio y de la elite senatorial acudi´o Pompeyo Estrab´on, que acamp´o en Porta Collina; pero al cabo de unas semanas, enferm´o de peste y muri´o, desband´andose su ej´ercito. Cinna y Mario entraron en una Roma exhausta por dos marchas de ej´ercitos sobre ella en un a˜ no, y empez´o el desquite. Octavio fue el primero de una larga serie de asesinados y masacrados: entre los m´as conocidos, Q. Lutacio C´atulo, P. Licinio Craso y dos de sus hijos; Antonio Orator, el flamen Dialis L. Cornelio M´erula, L. Julio C´esar, su hermano C´esar Estrab´on, P. Cornelio L´entulo, G. Atilio Serrano, M. Bebio, G. Nemetorio, M. Cecilio Cornuto, Q. Ancario,...7 El joven Marco Craso huy´o a Hispania; Q. Metelo P´ıo, fiel legado de Sila y ´ pariente suyo, a Africa. Italia qued´o en manos de Cinna y Mario. Sila fue declarado hostis rei publicae, sus pertenencias confiscadas y su casa demolida. Mario, saciada su sed de venganza, muri´o a los pocos d´ıas de iniciar su s´eptimo consulado (86). Cinna se dedic´o a gobernar Roma e Italia, y a solucionar los cabos sueltos de la legislaci´on de Sila. Las medidas de Cinna fueron: 1. Concesi´on de la plena ciudadan´ıa a los it´alicos emancipados, y sus distribuci´on entre las 35 tribus8 . Se nombr´o a dos censores, L. Marcio Filipo (el mismo que se hab´ıa opuesto vehementemente a la propuesta de Livio Druso a conceder la ciudadan´ıa a los it´alicos) y M. Perperna, que se encargaron de distribuir a los nuevos ciudadanos en el censo, que albergaba ahora a 436.000 ciudadanos romanos. 2. Promulgaci´on de una serie de medidas econ´omicas, con las que se reduc´ıa en tres cuartas partes las deudas pendientes, al tiempo que se establec´ıa una tasa fija de cambio entre el aes y el denario9 . 3. Nombramiento de L. Valerio Flaco como comandante en jefe de las tropas romanas en la guerra contra Mitr´ıdates del Ponto, al tiempo que se despojaba a Sila de su proconsulado10 . Sin embargo, Flaco no supo estar a la altura del cargo y fue asesinado por su legado C. Flavio Fimbria, que asumi´o el mando. Fimbria logr´o algunos ´exitos, pero, ignorado por Sila y abandonado por sus hombres, se suicid´o11 . 5
WULFF ALONSO (2002), 84. App., B. C., I.64-66; Plut., Mar., 41. 7 App., B. C., I.67–74. 8 Liv, Per., 80; BULST (1964), 325. 9 ´ Vel., II, 23, 2; Sall., Cat., 33, 1–2; BULST (1964), 334; BARLOW (1980), 214–215; GOMEZ PANTOJA (1991), 103; LOVANO (2002); 70–76. 10 App., Mithr., 51; Liv., Per., 82. 11 App., Mithr., 56–58; Plut., Sull., 24, 1–5. 6
66
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. El principal problema del gobierno de Cinna fue la presencia de Sila en Asia como proc´onsul. Las relaciones entre Roma y Sila pueden verse en este per´ıodo desde dos puntos de vista: 1. El de aquellos que aceptan, de acuerdo con las fuentes, que Cinna se opuso con todas sus fuerzas y medios a Sila, desde declararlo enemigo p´ ublico hasta a preparar un ej´ercito para enfrent´arsele a su retorno12 . 2. El de quienes opinan que, a pesar de declarar a Sila enemigo p´ ublico, el Senado no volvi´o a tomar ninguna decisi´on seria contra ´el, y que Cinna intent´o una pol´ıtica de conciliaci´on con su rival, aunque no dud´o en comenzar los preparativos militares para luchar contra ´el a su vuelta13 . Sin embargo, Cinna muri´o antes de poder enfrentarse a Sila, asesinado por unos soldados en Ancona. Con la muerte de Cinna se inici´o el final del r´egimen popularis, y salieron a la luz p´ ublica los errores y la incompetencia de los Cinnani. Bulst destaca la ausencia de una oposici´on en´ergica al gobierno de Cinna y Carb´on, y s´olo el brillo de las victorias de Sila en Oriente y el caos de los c´onsules del 83 a.C. (L. Cornelio Escipi´on Asiageno y C. Norbano) como causas del cambio gradual de muchos Cinnani a las filas de Sila14 . Badian, en cambio, sostiene que ninguno de los familiares de las v´ıctimas de Mario y de los supervivientes de la nobilitas apelaron o se unieron a Sila hasta la muerte de Cinna y el retorno del proc´onsul de Asia15 . Es m´as, dice, el gobierno leg´ıtimo de Roma era el r´egimen cinnano16 . Tambi´en existe un debate sobre qui´enes fueron los Sullani en esta ´epoca. Mientras para Badian los Sullani eran ruffians and intriguers, procedentes en su mayor´ıa de los oficiales del ej´ercito de Sila17 , Keaveney sostiene que se trataba de una coalici´on formada por los m´as variopintos elementos: oficiales de su ej´ercito (L´ uculo, Lucrecio Ofela), senadores que permanecieron en Roma durante el r´egimen cinnano (Mam. Emilio L´epido Liviano, L. Marcio Filipo, Q. Lutacio C´atulo, L. Valerio Flaco,...) y Cinnani desertores que se pasaron al bando de Sila (M. Emilio L´epido, P. Cetego, M. Junio Bruto, el joven Cn. Pompeyo, L. Sergio Catilina, C. Verres)18 . Sea como fuere, y a pesar de la visi´on de Keaveney de un Sila ofreciendo conciliaci´on y de un Carb´on decidido a no llegar a ning´ un compromiso con ´el19 , nada m´as desembarcar Sila en Italia en la primavera del 83 a.C., se reanudaron las hostilidades. El resultado ser´ıa una guerra civil que ten´ıa a Italia como escenario y que acab´o en las puertas de Roma, en noviembre del 82 a.C. El proc´onsul de Asia conquistaba Roma y se hac´ıa con el poder: empezaba el Regnum Sullanum.
12
KEAVENEY (1982a), 117-127; BULST (1964), 329-330. Por ejemplo, BADIAN (1962), 57-58. 14 BULST (1964), 324. 15 BADIAN (1962), 54 y 59. 16 BADIAN (1970), 51. Aunque no menciona que Cinna se hab´ıa hecho elegir c´onsul en el per´ıodo 86–84 a.C. de forma inusual respecto a lo marcado por la tradici´on. 17 BADIAN (1962), 60, en especial las p. 54–60. 18 KEAVENEY (1984), 138–143. 19 KEAVENEY (1982a), 117–124. 13
67
CAP´ITULO 6. CINNANUM TEMPUS (87-83 A.E.V.)
68
Cap´ıtulo 7 Regnum Sullanum: la Dictadura Silana (82–80/79) 7.1.
Sila Dictador
Cuando Sila convoca una reuni´on del Senado en el Templo de Bellona, escasos d´ıas despu´es de la batalla de Porta Collina (noviembre del 82), sus poderes se limitan al mando de las tropas que ha tra´ıdo de Asia y Grecia y al t´ıtulo de proc´onsul. Desde un punto de vista formal, el gobierno leg´ıtimo de Roma reca´ıa en los c´onsules del presente a˜ no; pero de los dos, ´ uno, Carb´on, hab´ıa huido a Africa y el otro, el joven Mario, se hab´ıa suicidado, asediado en Praeneste. As´ı pues, no hab´ıa c´onsules y Roma cadeva sotto il goberno di un proconsole, che conservava il titolo di imperator e l’imperium militiae 1 ; un proc´onsul que, no lo olvidemos, hab´ıa sido declarado a˜ nos antes hostis rei publicae, y que al tomar Roma formalmente, a falta de una derogaci´on, segu´ıa si´endolo. Nadie dudaba que Sila era el nuevo amo de Roma, pero ¿bajo qu´e poderes iba a sostenerse? Las fuentes antiguas califican de tiran´ıa o poder real el t´ıtulo bajo el que se sustentaba el r´egimen silano2 . Y entre los autores modernos (como ya hemos visto anteriormente) Sila era o bien un fallido monarca3 ; o bien un proc´onsul rebelde que hab´ıa tomado el poder despu´es de una guerra civil4 ; o bien un hombre que ostent´o un poder ilimitado durante un per´ıodo de tiempo indeterminado y aprobado constitucionalmente por el senado y los comicios5 ; o bien, por u ´ltimo, un magistrado romano legalmente elegido que ejerce sus poderes de acuerdo con las contenciones (bien pocas, por cierto) que su oficio le dispensaba6 . A falta de c´onsules, el senado, siguiendo la tradici´on, nombr´o un interrex, que tendr´ıa que convocar y presidir una elecciones de nuevos magistrados. Sin embargo, el interrex nombrado, el princeps Senatus L. Valerio Flaco, recibi´o una carta de Sila, en la que ´este le suger´ıa que, dada la situaci´on presente, ser´ıa u ´til para la ciudad la magistratura que llamaban dictadura, por un plazo de tiempo no determinado pero tan largo como fuera necesario, para 1
VALGIGLIO (1969), 54. App., B. C., I, 98; Plut., Sull., 30, 5; Val. Max., 9, 15, 5; Di´on Casio, fr. 108, 2; Orosio, V, 21.12. 3 CARCOPINO (1947), passim. 4 BADIAN (1970), 52-53. 5 VALGIGLIO (1969), 62-63. 6 KEAVENEY (1982a), 195.
2
69
CAP´ITULO 7. REGNUM SULLANUM : LA DICTADURA SILANA (82–80/79) restaurar as´ı el gobierno que la guerra civil hab´ıa destruido7 . En esta carta, Sila se nombraba a s´ı mismo como el mejor hombre para el puesto y declaraba estar dispuesto para ser elegido. Flaco propuso al pueblo, en con secuencia, por medio de una lex Valeria de Sulla dictatore 8 , nombrar a Sila dictador legibus scribundis et rei publicae constituendae, es decir, dictador para la promulgaci´on de leyes y para la organizaci´on del Estado. Los comicios centuriados lo aprobaron, el Senado lo ratific´o y de este modo Sila restaur´o en su persona una magistratura no ejercida en Roma desde hac´ıa 120 a˜ nos9 .
7.1.1.
¿Un golpe de Estado?
¿Era este el proceso adecuado? ¿Dio Sila un golpe de Estado? Analicemos la cuesti´on. Sila entra en Roma tras vencer en la guerra civil siendo un proc´onsul proscrito10 , legalmente no tiene un poder para convocar el Senado o las asambleas, o para promulgar leyes. Lo primero que hace nada m´as entrar en la ciudad es irreprochable: devolver las fasces de los c´onsules al Senado, con lo cual jur´ıdicamente el poder vuelve al Senado. Otra cosa es que ambos c´onsules murieran por orden del propio Sila (uno, Mario, se suicid´o en Praeneste para evitar una ejecuci´on; el ´ otro, Carb´on, es procesado en un juicio sumar´ısimo por Pompeyo y ejecutado en Africa). No hay c´onsules, no hay poder ejecutivo, y hay que recordar que para la nominaci´on de un dictador es necesario que se halle al frente del Estado al menos uno de los dos c´onsules11 . Ante ello, s´olo queda aplicar lo que la tradici´on manda: nombrar un interrex, un consular y adem´as el patricio m´as antiguo de la Curia; estos eran los requisitos necesarios12 . L. Valerio Flaco, c´onsul del 100 (junto con Mario, en su sexto consulado), censor en el 97 y princeps Senatus desde el 86, es el elegido13 . La funci´on tradicional del primer interrex era llenar el vac´ıo de poder durante un plazo de cinco d´ıas; un segundo interrex, nombrado por cooptaci´on en este caso entre el resto de senadores, se encargaba de convocar elecciones para c´onsul; al finalizar su plazo de cinco d´ıas, si no eran elegidos c´onsules, un tercer, cuarto o sucesivos interreges asum´ıan el poder hasta que legalmente hubiera una pareja de c´onsules al frente del gobierno14 . Sin embargo, Sila se anticipa a este caso. Env´ıa una carta a Flaco desde las afueras de Roma (como proc´onsul a´ un tiene imperium, y no puede entrar con el mismo en la ciudad) e indica la necesidad de nombrar un dictador. Dice Apiano: Sila orden´ o a Flaco, por medio de una carta, que hiciera llegar al pueblo que ser´ıa u ´til para la ciudad, en la situaci´ on presente, la magistratura que llamaban dictadura [...] y aconsej´ o, adem´ as, que el elegido detentara el cargo no por un tiempo fijado [los seis meses que marcaba la tradici´on], sino hasta que hubiesen quedado consolidados en su totalidad la ciudad, Italia y el gobierno, zarandeados, a la saz´on, por luchas intestinas y por guerras 15 . Lo que Sila propone va manifiestamente en contra de lo que dicta la tradici´on. 7
App., B. C., I, 98. ROTONDI (1966), 348-349 9 Plut., Sull., 33, 1. 10 A pesar de pedir dos a˜ nos atr´ as la devoluci´on de sus derechos c´ıvicos; App., B.C., 79. 11 DE MARTINO (1972), I, 375–376. 12 Cicer´on, Leg., 3, 3; 3, 9: ast quando consules magisterve populi nec erunt, reliqui magistratus ne sunto, auspicia patrum sunto, ollique ex se produnto qui comitiatu creare consules rite p` ossit; Rep., 2, 23–24; Liv., V, 31, 52 y 61 13 Liv., Per., 83; App., B. C., I, 98. 14 DE MARTINO (1972), I, 215–217. 15 App., B. C., I, 98 8
70
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. Nombrar un dictador en la situaci´on de inexistencia de c´onsules, no es ilegal ni novedoso; ya hab´ıa sucedido antes: en el 217 tras la muerte del c´onsul Flaminio en la batalla del lago Trasimeno, se nombra dictador a Q. Fabio M´aximo; al a˜ no siguiente, tras Cannae y la muerte del c´onsul L. Emilio Paulo, a M. Junio Pera. La situaci´on de emergencia nacional lo exige. Pero ahora, por medio de una lex rogata, la lex Valeria de dictatore creando 16 , enviada a las centurias, Flaco propone que se nombre a Sila dictador17 ; la situaci´on actual tambi´en lo exige, pero cambia el m´etodo. El dictador lo nombra el Senado y lo designan los c´onsules. No hay c´onsules vivos a finales del 82, cierto; pero es el interrex quien debe en este caso nombrar c´onsules, para que ´ ha ordenado matar los c´onsules estos elijan al dictador. Sila pretende cambiar el sistema. El de ese a˜ no. No hay legalmente qui´enes puedan elegirle dictador. Flaco, como interrex, es quien deber´ıa convocar elecciones, y si no ´el, al menos su sucesor al mando de ese interregnum. Y adem´as, el dictador lo nombra, como hemos dicho antes, el Senado. Sila, mediante Flaco y su lex rogata, pretende que sean las centurias quienes avalen su nombramiento, un aut´entico golpe de Estado. Y lo es porque pasa por encima de lo que la ley marca y lo que la tradici´on manda18 . Y dice Apiano: ´estas eran las propuestas de la carta de Sila. Y los romanos, contra su voluntad, pero no pudiendo celebrar ya una elecci´ on conforme a la ley y al juzgar que el asunto no depend´ıa de ellos, recibieron con alegr´ıa, en medio de la total penuria, el simulacro de elecci´on a modo de una imagen externa de libertad, y eligieron a Sila dictador por el tiempo que quer´ıa 19 . Apiano no conoce los entresijos legales de la Dictadura y asimila a la tiran´ıa griega el poder otorgado a (o conquistado por) Sila: Ya entonces, el poder de los dictadores era un poder absoluto, pero limitado a un corto espacio de tiempo; en cambio entonces, pro primera vez, al llegar a ser ilimitado en su duraci´ on devino en aut´entica tiran´ıa 20 . Conocemos las consecuencias del golpe de Estado de Sila: las centurias votaron esa ley que nombraba a Sila dictador con plenos poderes para legislar y reformar la constituci´on (dictator legibus scribundis et rei publicae constituendae) sin l´ımite de tiempo. Los seis meses que la tradici´on impon´ıa como duraci´on m´axima se convert´ıan en un plazo indefinido (que no no 82, si bien se pudo vitalicio). La lex Valeria legitimaba los actos de Sila21 , al menos hasta el a˜ pensar que tambi´en pod´ıa actuar a posteriori 22 . Sin duda, con su golpe de fuerza, Sila habr´ıa creado una forma nueva de dictadura. Flaco, por su labor, fue recompensado con el cargo de lugarteniente del dictador, magister equitum. La constituci´on que Sila pretend´ıa reformar se hab´ıa roto una vez m´as: el primer acto de Sila en Roma nada m´as vencer due degollar a sus enemigos en la Villa Publica e iniciar el proceso de la proscripci´on; el segundo, asumir un poder cuasi-mon´arquico, la nueva dictadura.
16
Reconstruida por Th. Mommsen, MOMMSEN (1983), IV, 10, 141, versi´on que recoge CARCOPINO (1947), 40–41 17 HURLET (1993), 32–33, opina que la lex Valeria propon´ıa la nominaci´on de un dictador, pero no especificaba a Sila como la persona designada; se basa en Sisenna, fr.132: multi populi plurimae contionis dictaturam omnibus animis et studiis suffragaverunt. 18 HINARD (1988), 95, es de la opini´ on, que el nombramiento de Sila fue correcto, aun obviando al Senado como fuente de la designaci´ on, pues las circunstancias excepcionales exig´ıan que Flaco acudiera a la fuente de soberan´ıa de la Rep´ ublica, los comitia centuriata, y por ello afirma: on ne saurait douter qu’il a dans l’opposition du S´enat une des raisons qui ont d`etermin´e Sylla ` a voir recours ` a une dictature de type populaire. 19 B. C., I, 99 20 Ibidem. 21 Plut., Sull., 33, 2. 22 Cic., Agr., III, 5: Omnium legum iniquissimam dissimillimamque legis esse arbitror eam quam L. Flaccus interrex de Sulla tulit, ut omnia quaecumque ille fecisset essent rata.
71
CAP´ITULO 7. REGNUM SULLANUM : LA DICTADURA SILANA (82–80/79) Fr´ederic Hurlet avala la legalidad del proceso de designaci´on de Sila como dictador. En su opini´on, la designaci´on de Sila, gracias a una ley aprobada por la asamblea centuriada, era una consecuencia de la progresiva importancia de la soberan´ıa del populus, de quien emana esa soberan´ıa, y no del Senado. Tras una serie de d´ecadas de luchas entre Senado y comitia por la soberan´ıa, en el a˜ no 82, en opini´on del autor franc´es, ser´ıa inadmisible que un poder como la dictadura no fuera conferido sin la intervenci´on de lso comitia, que entonces ser´ıan percibidos (incluso por Sila) como la u ´nica fuente real (y leg´ıtima) de poder para la designaci´on de las magistraturas, entre las cuales se incluir´ıa, a pesar de todo, la dictadura23 . Una soberan´ıa popular que ya Cicer´on alababa... si bien para sus intereses particulares24 . En mi opini´on, Sila da un golpe de fuerza, imponiendo un nuevo procedimiento, la designaci´on de un dictador por un interrex y su ratificaci´on por la asamblea centuriada. A Sila le interesa que sean los comitia centuriata los que avalen su designaci´on, y no el Senado. No le interesa que el interrex convoque elecciones (en todo caso un segundo interrex, no Flaco, que da la sensaci´on de ser el primero y u ´nico25 ), pues los c´onsules elegidos no necesariamente le habr´ıan designado dictador. Necesita agilizar un proceso de por s´ı laborioso y dilatado en el tiempo26 . Su fuerza son las legiones apostadas en las afueras de Roma. Y sin embargo, admito las limitaciones de mi argumentaci´on. El mos maiorum era muy laxa al respecto. No exist´ıa una normativa al respecto, y ni siquiera el procedimiento para la designaci´on de un dictador, antes apuntado, era fijo. Hurlet menciona la designaci´on de un dictador a instancias del populus, en el 217 a.e.v. (Q. Fabio M´aximo, cuyo magister equitum le fue impuesto por unos comitia presididos por un pretor), o de tribunos de la plebe, en el 210 (elecci´on de Q. Fulvio Flaco por unos comitia presididos por un pretor y por orden de los tribunos)27 . No exist´ıa una normativa fija, as´ı pues, como tampoco exist´ıa una ley escrita que vetara los consulados consecutivos de Mario a finales del siglo II a.e.v., o la iteraci´on de tribunados de la plebe por Cayo Graco en el 123–122. Ahora bien, vayamos a las fuentes 28 ´ , confirma que la designaci´on de Sila antiguas. Cicer´on, por ejemplo: en una carta a Atico como dictador por parte de un interrex era un acto ilegal: Caesar (...) volet enim, credo, senatus consultum facere, volet augurum decretum, (...), vel ut consules roget praetor vel ut dictatorem dicat, quorum neutrum ius est. Etsi, si Sulla potuit efficere ab interrege ut dictator diceretur (et magister equitum), cur hic non possit?. Livio afirma que s´olo los c´onsules ten´ıan los auspicia necesarios para designar un dictador: et cum ibi quoque religio obstaret, ne non posset nihi ab consule dici dictator, augures consulti eam religionem exemere 29 . Pero Cicer´on es el mismo que no duda en ejecutar a ciudadanos romanos sin un juicio previo, y Livio se refiere a los primeros tiempos de la Rep´ ublica. Y, ciertamente, los tiempos cambian, las leyes tambi´en, y trat´andose de una constituci´on no escrita sino consuetudinaria, en realidad Sila pudo ser dictador de manera legal o ilegal dependiendo del prisma con que se mire.
23
HURLET (1993), 40. Cic., Pro Rab. perduell., 5: deinde vos, Quirites, quorum potestas proxime ad deorum immortalium numen accedit.... 25 HURLET (1993), 43–47, aventura la posibilidad de que Flaco fuera un segundo interrex, y no el primero, pues si ten´ıa capacidad para promulgar una ley ante los comicios ello se deber´ıa a que pose´ıa los auspicios necesarios para hacerlo, cosa que no suceder´ıa en el caso de tratarse de un primer interrex. 26 Una ley necesitaba de un plazo de tiempo de tres nundinae, seg´ un una ley del 98 a.e.v., para ser promulgada. No parece que aqu´ı se d´e el caso. 27 Ibidem, 37–38. 28 Cic., Att., IX, 15, 2. 29 Liv., IV, 31, 4. 24
72
Oscar Gonz´alez Cama˜ no.
7.1.2.
Antigua y nueva dictadura
Con todo, la dictadura de Sila se diferenciaba de la vieja dictadura republicana (por llamarla de alguna manera). De hecho, el t´ıtulo de Sila era un potere illimitato, concesso per un periodo di tempo indeterminato 30 , y formalmente era una monarqu´ıa sin corona. Hab´ıa enormes diferencias entre la dictadura silana y la dictadura republicana. Anteriormente, el dictator era nombrado para hacer frente a una situaci´on de emergencia (la u ´ltima vez fue durante la Guerra de An´ıbal), por un per´ıodo de tiempo no superior a seis meses y con poderes tanto civiles como militares; el resto de magistraturas quedaban subordinadas a la dictadura y ni siquiera los tribunos de la plebe pod´ıan ejercer su derecho al veto en contra de las disposiciones del dictator. Todas sus decisiones ten´ıan car´acter de ley y al finalizar su mandato se retiraba y no ten´ıa que rendir cuentas de sus actos. Asum´ıa el poder ejecutivo, por encima de los c´onsules del a˜ no, y nombraba un lugarteniente, el magister equitum, que solamente rend´ıa cuentas ante ´el. Como muestra de su imperium extraordinario, el dictador pod´ıa llevar 24 lictores en sus apariciones p´ ublicas (los c´onsules llevaban 12 lictores cada uno). Es evidente por qu´e Sila suger´ıa para s´ı la figura de la dictadura. Se trataba de un poder absoluto e ilimitado durante un per´ıodo de tiempo determinado, inmune al enojoso veto tribunicio y con un imperium domi militaeque superior al de los c´onsules del a˜ no. Sila era consciente de que hab´ıa que restaurar un maltrecho Estado tras una d´ecada de guerras y disturbios civiles, con una Italia devastada y una econom´ıa en quiebra – de hecho, ´este era su objetivo31 –, pero esta tarea no se pod´ıa realizar en el plazo l´ımite de seis meses que le confer´ıa el cargo. Obviamente, se le pod´ıa prorrogar el mandato, debido a la situaci´on presente, aunque no era lo normal y acostumbrado seg´ un la constituci´on; adem´as, Sila no quer´ıa pasarse gran parte de los seis meses de la dictadura tradicional intentando convencer a Senado y asamblea de los motivos por los qu´e se le deb´ıa prorrogar el mandato; hab´ıa demasiadas cosas por hacer. La nueva dictadura abarcaba diversos campos: sus competencias se extend´ıan sobre la de los c´onsules del a˜ no; ten´ıa poder de vida o muerte sobre todos los ciudadanos (como se vio con las proscripciones), con facultad de construir o destruir ciudades, de fundar colonias, y de conceder o despojar la realeza a monarcas orientales32 . Respecto a la duraci´on temporal, Sila mantendr´ıa el poder hasta que la situaci´on pol´ıtica lo exigiese33 ; es decir, indefinidamente. Los poderes de esta nueva dictadura est´an, de este modo, definidos, pero las interpretaciones al respecto var´ıan. Para Apiano, la nueva dictadura intentaba mantener la apariencia de la constituci´on patria nombrando magistrados, pero de hecho encubr´ıa el deseo de Sila de gozar de un poder absoluto34 . Para Plutarco, el prop´osito de Sila era el de un tirano, sin m´as ambages35 . En palabras de Di´on Casio, Sila ten´ıa sue˜ nos de un poder absoluto36 , y dice Orosio que Sila fue nombrado dictador para ocultar su deseo de dominio con la venerabilidad de un t´ıtulo importante37 . Entre los autores modernos, Carcopino ya sugiri´o la idea de Sila como monarca fracasado y la equiparaci´on de la dictadura silana a un aut´entico golpe de Estado. La ilegalidad 30
VALGIGLIO (1969), 63. KEAVENEY (1982a), 162-163. 32 Plut., Sull., 33.2; VALGIGLIO (1969), 65; KEAVENEY (1982a), 162. 33 App, B.C., I, 99; VALGIGLIO (1969), 65; KEAVENEY (1982a), 162. 34 App., B.C., I.98–100. 35 Plut., Comp. Lys. et Sull., 3.1 36 Di´on Casio, fr. 108.2. 37 Orosio, V, 21.12. 31
73
CAP´ITULO 7. REGNUM SULLANUM : LA DICTADURA SILANA (82–80/79) del nombramiento de dictador es clara y manifiesta para este autor: a falta de c´onsules, es cierto, era necesaria la figura de un interrex, es el procedimiento a seguir, pero lo es para la convocatoria de elecciones a c´onsul. La lex Valeria, en su opini´on, hab´ıa introducido una realidad nueva y de gran trascendencia, al dar al dictador un tiempo ilimitado, la soberan´ıa de hecho sobre Roma y las provincias, todos los poderes (constituyente, legislativo, ejecutivo y judicial), con derecho de vida o muerte sobre la ciudadan´ıa, e incluso potestades religiosas, como el derecho de consagrar diversos lugares como templa o la facultad de desplazar a su voluntad los sagrados l´ımites del pomerium 38 . De hecho, concluye el autor, la dictadura am´enageait pour lui una monarchie dont l’absolutisme ´evoque celui des royaut´es hellenistiques 39 . Valgiglio califica de farsa la lex Valeria. Es cierto, afirma, Flaco promulga una ley que nombra a Sila dictador, pero esta dictadura non si tratava della forma di dittadura consentida dalla costituzione repubblicana 40 . La legalidad no fue respetada: el concepto de tiempo ilimitado romp´ıa los esquemas de la constitucionalidad. Desde el punto de vista jur´ıdico-formal, la lex Valeria se presentaba votada por el pueblo; pero el dictador no lo nombra el pueblo, sino el Senado. Desde el punto de vista constitucional, esta ley crea una magistratura nueva, pues la dictadura silana no es ya el viejo cargo republicano: m´as bien es la se˜ nal que marca el final de 41 un el autor, la Rep´ ublica y el inicio de la dominaci´on de C´esar y de Augusto . As´ı pues, seg´ anticostituzionale l’elezione, anticostituzionale fu pure l’esercizio del potere attributo 42 . El nuevo cargo nac´ıa viciado y manchado por la ilegalidad de su nombramiento43 . Keaveney, en cambio, trata de asimilar la dictadura silana a la vieja dictadura republicana, en su af´an por justificar a Sila. Hay similitudes, dice: Sila, en una situaci´on de emergencia como no hab´ıa conocido Roma, ha sido elegido dictador; ha nombrado un magister equitum (Valerio Flaco, casualmente), como marca la costumbre; lleva el n´ umero normal de lictores y fasces (24, aunque dice Apiano que en n´ umero igual al de los antiguos reyes44 , y 45 afirmando Livio que tal cosa jam´as se hab´ıa visto ); permite que haya otros magistrados y de hecho nombra nuevos c´onsules, M. Tulio D´ecula y Cn. Cornelio Dolabela para el 8146 . Es m´as, incluso los aspectos innovadores de la nueva dictadura apoyan la tesis de que Sila se ve´ıa 38
CARCOPINO (1947), 37–40. BLOCH–CARCOPINO (1952), 463. 40 VALGIGLIO (1969, 63. 41 ID., 74-75. 42 ID., 71. 43 Valgiglio remarca la inconstitucionalidad del nombramiento de Sila. Vayamos a otros caso parecido: una guerra civil terminada, un hombre victorioso que ha vencido a sus enemigos en Oriente y est´a al frente de un enorme ej´ercito que hay que licenciar, el Estado necesita de paz y de reformas. Hablamos de Octavio Augusto, y si bien las circunstancias son diferentes a las de Sila. Examinemos las circunstancias: como Sila, Octavio no tiene un t´ıtulo sobre el que aferrarse (su cargo triunviral ces´o a finales del 33; tan s´olo ostenta, simb´olicamente, el pomposo t´ıtulo de dux totae Italiae). Cierto, Octavio estaba respaldado por la mayor parte del Senado y toda Italia se hab´ıa conjurado a su favor; pero Marco Antonio tambi´en hab´ıa recibido antes de Actium el apoyo de 200 senadores. Cierto, el Estado romano no estaba al borde la ruina como en el 82, pero tras casi casi quince a˜ nos desde la muerte de C´esar, ni Roma ni Italia han gozado de los frutos de la paz. De pronto, en el 27, Octavio, imperator, elegido c´ onsul a˜ no tras a˜ no desde el 30, renuncia a sus poderes y el Senado le concede el gobierno de una ampl´ısima provincia (las Galias, Hispania, Iliria, Siria) con un imperium maius, un poder superior al de los gobernadores provinciales, por un per´ıodo de diez a˜ nos. ¿Es anticonstitucional este nombramiento? ¿Fue anticonstitucional el nombramiento de Sila como dictador? Las formas republicanas se han visto alteradas. ¿Qu´e podr´ıamos decir? Que la constituci´ on romana se altera en funci´on de las circunstancias; ¿y qu´e queda del respeto a la mos maiorum? Tambi´en en la Guerra de An´ıbal el joven Escipi´on fue elegido c´onsul con apenas treinta a˜ nos y sin haber seguido a rajatabla el cursus honorum. ¿Acaso no se adapt´o la constituci´on a una situaci´on de emergencia nacional, como era la guerra? La inconstitucionalidad es un aspecto subjetivo. 44 App., B.C., I, 100. 45 Liv., 89. 46 KEAVENEY (1983b), 193-194. 39
74
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. a s´ı mismo como un magistrado de la Rep´ ublica que hab´ıa asumido la tarea de restaurar el Estado47 . Es cierto, dice el autor, his method of election was different, no exact time limit was set on his period of office and his powers were more sweeping 48 ; pero esto era necesario para restaurar el Estado. En su carta a Flaco, hab´ıa escrito que ´el restaurar´ıa el gobierno, la ciudad e Italia, los cuales hab´ıan sido gravemente vejados por la guerra y las disputas, y que no ten´ıa ninguna duda considerarse a s´ı mismo como el hombre m´as capacitado para llevar a cabo estas medidas49 . Por ello, afirma Keaveney, the dictatorship legibus faciundis et rei publicae constituendae was the outcome of Sulla’s long held belief that the Roman constitution needed to be reformed and that he himself was the best person fitted for the task 50 . De esta manera, para el autor se justificar´ıa as´ı la innovaci´on de la dictadura silana: Sulla assumed a dictatorship which resembled in many ways the dictatorship of old but which was suitably modified to meet a great crisis in the Roman state 51 . La explicaci´on de Keaveney parece l´ogica, pero hay algo que oscurece el panorama y nos hace pensar acerca de qu´e hay detr´as de la nueva dictadura: las proscripciones.
7.2. 7.2.1.
Las proscripciones Una represi´ on institucionalizada
Si existe un elemento que oscurece todo lo que rodea a Sila, perpetuando su “leyenda negra”, ese elemento son las proscripciones. Sulla potuit, ego non potero? 52 , afirma Pompeyo durante la guerra civil del a˜ no 49. Cicer´on percibe el fantasma de Sila rodeando a Pompeyo e incluso crea un neologismo para referirse a sus intenciones: ita sullaturit animus eius et proscripturit iam diu 53 . Juvenal, a finales del siglo I d.e.v., recuerda a aquellos Sullae ... discipuli tres 54 , aquellos tres disc´ıpulos del maestro Sila, que en el 43 a.e.v. decidieron legalizar, por segunda vez en menos de 40 a˜ nos, el asesinato selectivo de algunos ciudadanos enemigos. Y Di´on Casio, en el siglo III d.e.v., a´ un remmemora el eco de las matanzas de la Dictadura 55 silana . Fernando Wulff Alonso se refiere a las proscripciones silanas comom una parte m´as de esa represi´on institucionalizada que, incluso antes de Porta Collina, Sila ejecut´o sistem´aticamente una vez decidi´o que ya no era el momento de negociar con los enemigos56 . Para este autor, la Pax Sullana posterior a Porta Collina es el reino de las muertes indiscriminadas primero y, despu´es, de las listas de proscritos que abarcan a senadores, magistrados y caballeros, y que se publican en toda Italia, con su corolario de asesinatos, exilios y confiscaciones, que son el pretexto para el enriquecimiento masivo de partidarios de Sila a partir de la venta de las propiedades confiscadas; a esto hay que a˜ nadir las que afectan a quienes les ayuden (...). Todo 47
ID., 194. Ibidem. 49 App., B.C., I, 98. 50 KEAVENEY (1983b), 195. 51 ID., 194. 52 Cic., Att., 9. 10. 2. 53 Cic., Att., 9. 10. 6. 54 Juv., 2. 28. 55 Di´on Casio, 47. 3. 1, 2. 56 WULFF ALONSO (2002), 91–94. 48
75
CAP´ITULO 7. REGNUM SULLANUM : LA DICTADURA SILANA (82–80/79) se desarrolla ciudad por ciudad, buscando responsables con ayudas de los sectores prosilanos al principio, despu´es, y tal como nuestras fuentes aseguran casi un´ animamente, la posici´ on pol´ıtica acaba resultando una cuesti´on banal al lado de la avidez econ´ omica o de, (...), la envidia ante alguien que es m´as rico. m´as noble o sencillamente mejor 57 . Cuando leo estas frases, a veces no s´e a ciencia cierta si se refieren a la Roma de hace veinti´ un siglos o a la Espa˜ na de hace apenas dos generaciones.
7.2.2.
Un procedimiento de depuraci´ on social y pol´ıtica
Dice Apiano: Sila en persona, habiendo convocado en asamblea a los romanos, dijo muchas cosas en tono grandilocuente sobre s´ı mismo, profiri´ o otras en son de amenaza para atemorizarlos y termin´o diciendo que llevar´ıa al pueblo a un cambio provechoso, si le obedec´ıan, pero que no librar´ıa a ninguno de sus enemigos del peor castigo [...] Nada m´ as haber pronunciado estas palabras proscribi´o con la pena de muerte a cuarenta senadores y a unos mil setecientos caballeros 58 . La lex Cornelia de proscriptione 59 fue promulgada por Sila y dio lugar a un clima de terror indescriptible durante los primeros meses de la Dictadura Silana60 . Mediante esta ley de legitimaba el asesinato impune de todos aquellos sospechosos de haber colaborado con el r´egimen cinnano, cuyos nombres se publicar´ıan en unas listas p´ ublicas en el Foro. Los bienes de los proscritos eran confiscados y vendidos en p´ ublica subasta – Livio afirma que con esta venta el Tesoro p´ ublico llen´o sus arcas con 350 millones de sestercios61 –, se recompensaba con dos talentos a todo aquel que trajera la cabeza de un proscrito (que era clavada en una pica y colocada en el Foro) y se prohib´ıa el acceso a cualquier cargo p´ ublico a los descendientes de los 62 proscritos, que adem´as perd´ıan la ciudadan´ıa romana . ¿Qui´enes fueron las v´ıctimas? Obviamente, la gente de la calle, los despose´ıdos, los proletarii, no ten´ıan nada que temer (soy consciente del cariz populista que tiene esta frase). Sila apuntaba, en primer lugar, al orden ecuestre, el poder econ´omico de Roma, contra quienes public´o toda una serie de leyes. Murieron tambi´en miembros del orden senatorial, unos 40 en palabras de Apiano: empezando por los c´onsules del 82 a.C., el joven Mario y Carb´on, seguidos del pretor M. Mario Gratidiano (sobrino pol´ıtico de Mario, asesinado por su cu˜ nado Catilina), P. Letorio, un tal Venuleyo, el pretor A. Carrinas, el cuestor Cn. Domicio Ahenobarbo,... y no anterior, as´ı hasta 40 nombres63 . Tambi´en se inclu´ıan los nombres de los c´onsules del a˜ ´ Norbano y Escipi´on Asiageno, adem´as de Q. Sertorio, que logr´o huir a Africa e Hispania. Pero la parte del le´on de las listas de proscritos la formaban equites, muchos de los cuales hab´ıan apoyado el r´egimen de Cinna y Carb´on (por citar algunos nombres, Sex. Alfeno y Cn. Titinio, por ejemplo)64 . Por otra parte, esta lex de proscriptione ten´ıa car´acter retroactivo: se consideraba hostes publici y proscriti a todos aquellos que hubieran estado en el bando de los Cinanni con posterioridad a la ruptura de la tregua entre Sila y el c´onsul L. Escipi´on Asi´ageno (y al asunto de Sertorio en Suessa Aurunca), en el verano del a˜ no 83 a.e.v. 57
Ibidem, 93. App., B.C., I, 95. 59 Un estudio en profundidad, el m´ as completo hasta hoy d´ıa, lo ofrece HINARD (1985b), 17–143, con un cat´alogo de los proscritos de los a˜ nos 82–81 (p. 327–419). 60 ROTONDI (1962), 349; Plut., Sull., 31.7; Liv., Per., 89; Di´on Casio, fr. 109. 61 Liv., Per., 89.5. 62 App., B.C., I, 91; Plut., Sull., 31.7; Di´ on Casio, fr.109; VALGIGLIO (1969), 58-60; KEAVENEY (1982a), 150-155. 63 Orosio, V, 21, 3–14. 64 KEAVENEY (1982a), 150. 58
76
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. La proscripci´on no afect´o s´olo a la ciudad de Roma: los it´alicos que apoyaron a los ej´ercitos cinnanos fueron brutalmente reprimidos y castigados. Las tierras de los samnitas, irreductibles enemigos, fueron devastadas; ciudades etruscas que hab´ıan apoyado a Carb´on, como Volaterrae, Arretium y Faesulae, perdieron sus tierras, que fueron repartidos entre los veteranos de Sila, fund´andose colonias militares65 . Un ambiente de terror blanco se cerni´o sobre toda Italia: tambi´en hubo mucha matanza, destierros y confiscaciones entre los it´ alicos que hab´ıan obedecido a Carb´ on, a Norbano, a Mario o a sus lugartenientes. Se celebraron juicios rigurosos contra todos ellos por toda Italia, y sufrieron cargos de muy diverso tipo por haber ejercido el mando, por haber servido en el ej´ercito, o simplemente por dar consejos contra Sila. Fueron tambi´en motivo de acusaci´on la hospitalidad, la amistad privada y el pr´estamo de dinero, tanto para el que lo recib´ıa como para el que lo daba, y alguno incluso fue apresado por alg´ un acto de cortes´ıa, o tan s´ olo por haber sido compa˜ nero de viaje 66 . Pero tambi´en hubo casos de it´alicos, ahora ciudadanos romanos, que fueron recompensados por Sila (como el padre de Sexto Roscio de Ameria) o que se aprovecharon de la situaci´on para saldar viejas cuentas (Opi´anico en Larinum). Pero son m´as conocidas las escenas de matanzas y de cr´ımenes cometidos por secuaces de Sila, como Catilina y Verres67 . Incluso el joven C´esar, perseguido por Sila, fue asaltado por un Cornelius, un tal Fagites, uno de los esclavos liberados por Sila68 . Las proscripciones ten´ıan para Sila un significado pol´ıtico y personal. Como proc´onsul, y por tanto poseedor de un imperium militiae, Sila aplicaba las proscripciones en virtud del derecho de conquista69 . Su victoria y la de su facci´on eran al mismo tiempo la victoria de un concepto optimate de la pol´ıtica sobre un concepto popularis de la misma. En una guerra civil, la victoria de un bando significaba el castigo del otro. Un castigo que Sila ya hab´ıa anunciado estando en Oriente, mediante una carta que envi´o al Senado en el 86 a.C.70 , aduciendo que su querella era contra los Cinnani y que el resto de ciudadanos no ten´ıan nada que temer. Por otra parte, Sila se vengaba de afrentas sufridas en su propia persona: desde el ataque a su dignitas por intentar arrebatarle el mando mitrid´atico, hasta la quema de su casa, la confiscaci´on de sus bienes, la persecuci´on de su esposa e hijos y el asesinato de sus amigos optimates 71 . Sila se vengaba con cr´ımenes horrendos de los mismos cr´ımenes horrendos que ´el, su familia y sus amigos hab´ıan sufrido. En palabras de Keaveney, pues, se comprender´ıa el modo en que trat´o a sus enemigos personales, su peculiar salvajismo, como result of a deepseated grievance at the personal injuries he had suffered at their hands 72 . La brutal represi´on que Sila impuso sobre sus enemigos, pol´ıticos y personales (aunque en su caso se mezclan ambas clases), no es m´as que el principio de una larga serie de medidas destinadas a reformar el Estado73 . De hecho, el car´acter negativo con el que Sila siempre ha sido visto se debe a las proscripciones y sus repercusiones, m´as que al alcance o significaci´on de su programa legislativo. La imagen de Sila qued´o irremediablemente da˜ nada por el fantasma de las matanzas y asesinatos. Analicemos ahora este programa legislativo, ampl´ısimo y de profundo 65
KEAVENEY (1982a), 155, 182–186; VALGIGLIO (1969), 60–61. App., B.C., I, 96. 67 Diod., XXXVIII-XXXIX, 19; Orosio, V, 21.1; Val. Max., IX, 2.1; Cic., Pro Rosc. Amer., 15–22; De domo, 79; Pro Caec., 97. 68 Suet., Div. Caes., 3. 69 VALGIGLIO (1969), 62. 70 App., B.C., I, 77. 71 KEAVENEY (1982a), 158-159. 72 ID., 159. 73 Totalmente extra˜ na en Roma, en el Oriente helen´ıstico esta soluci´ on final fue bastante com´ un, como cita NICOLET (1982), I, 354–355, citando a Diodoro y Polibio. 66
77
CAP´ITULO 7. REGNUM SULLANUM : LA DICTADURA SILANA (82–80/79) significado.
7.3.
El segundo programa legislativo de Sila
Despu´es de ocuparse de las proscripciones y de llevar a cabo todo un programa de colonizaci´on de las tierras confiscadas a los it´alicos (cuesti´on que no voy a tratar aqu´ı), Sila se dispuso a emprender las reformas que una d´ecada de guerras civiles y en el exterior hab´ıa postergado, y cuyo objetivo era intentar un aumento y fortalecimiento de la constituci´on tradicional. De hecho se trataba de toda una legislaci´on que, aunque carente de originalidad74 – pues de hecho restauraba un estado de cosas preexistente y, al mismo tiempo, caduco –, no ser´ıa superada hasta la dictadura de C´esar. La pieza b´asica de la legislaci´on silana era el fortalecimiento del Senado. En conexi´on con este postulado inicial estaba, por un lado, una reforma de las magistraturas y, por otro, un debilitamiento (cuando no mutilaci´ on) del tribunado de la plebe, aut´entica arma de choque del movimiento popularis. No menos importante era una legislaci´on provincial (para evitar una nueva marcha sobre Roma por parte de otro imperator militar), incluida una lex de maiestate y una legislaci´ on judicial que arrebataba al orden ecuestre el monopolio sobre los tribunales de justicia concedido por Cayo Graco cuarenta a˜ nos atr´as. Reformas menores eran unas leyes suntuarias, una ley que suprim´ıa las frumentationes o repartos de trigo subvencionado (y que demuestra el car´acter reaccionario y conservador de la legislaci´on silana) y unas medidas financieras.
7.3.1.
¿Invenci´ on del Senado?
no 81: elevando el n´ umero de senadores de Sila efectu´o una lectio Senatus 75 en el a˜ los 300 habituales a 60076 . Livio afirma que complet´o el Senado a base de miembros procedentes del orden ecuestre77 , afirmaci´on que tambi´en toma Claude Nicolet, aunque puntualizando que estos miembros ecuestres pertenec´ıan a familias nobles ou des files de s´enateurs qui n’ont pas encore exerc´e les honneurs 78 ; es decir, que se puede hablar de una pertenencia al orden ecuestre de aquellos hijos o familiares de senadores que a´ un no hab´ıan iniciado la carrera de las magistraturas (estos individuos, por tanto, estar´ıan incluidos en las centurias de equites cum equo publico). Las bajas senatoriales en la d´ecada 91-82 fueron cuantiosas: seg´ un Willems, en torno a 24 consulares, 60 praetorii, 7 aedilicii y unos 200 senadores de rango inferior o pedarii murieron en este per´ıodo, en total 291 bajas79 . Las lectii Senatus de los a˜ nos 89 y 86 a.C., aunque revisaron las listas senatoriales, resultaron insuficientes por las numerosas ejecuciones de senadores por partes de Mario, Cinna, el joven Mario80 y el propio Sila, que har´a matar a 90 senadores y 15 consulares81 . ´ GOMEZ–PANTOJA (1991), 107. Sobre el Senado de Sila, vid. EVANS (1983), GABBA (1956), HARDY (1916), HILL (1932), WULFF ALONSO (2002). 76 App., Bell. Civ., I, 100; WILLEMS (1885/1968) I, 401-404; KEAVENEY (1982a), 174. 77 Liv., Per., 89.4. 78 NICOLET (1974), I, 576-577. 79 WILLEMS (1885/1968), I, 403. 80 Entre sus v´ıctimas est´ an Q. Mucio Esc´evola, pontifex maximus, y M. Junio Bruto, abuelo del cesaricida. 81 App., B.C., I, 103. 74 75
78
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. La lista senatorial fue completada con algunos oficiales del ej´ercito de Sila en Oriente (L´ uculo, por ejemplo; Pompeyo, en cambio, rehus´o el honor de formar parte de los adlecti ), y se aument´o el n´ umero anualmente: los 20 cuestores entraban a formar parte del Senado, renov´andose de este modo las bajas producidas por muerte natural que se ir´ıan produci´endose paulatinamente82 . En palabras muy sugestivas del profesor Wulff Alonso, de hecho, el Senado fue inventado, reestructurado a base de matanzas y de los nuevos miembros que ´el mismo elige (..). En este sentido, esta invenci´on ser´ a clave tambi´en para la imagen de proyectar´ a la nueva clase dirigente, que reclamar´a su obra pol´ıtico–constitucional (no sus matanzas) con todos los matices que se quiera: la idea de un senado optimate por definici´ on, id´entico a s´ı mismo, que transita a lo largo de los a˜ nos tratando de mantener el buen orden y que vendr´ıa a corporeizarse 83 en el silano . Por otra parte, el Dictador devolvi´o al ordo senatorius el control exclusivo de los tribunales de justicia, que desde Cayo Graco eran monopolio de los equites y constitu´ıan un campo constante de enfrentamientos entre senadores y caballeros. Esta lex Cornelia iudiciaria 84 , previa a la reforma del aparato judicial, ratificaba la posici´on de predominio del Senado y arrebataba todo poder pol´ıtico a los equites. Al mismo tiempo, pon´ıa en manos de jurados senatoriales la tarea de juzgar delitos de colegas senadores (especialmente en las provincias), con lo que la corrupci´on y venalidad, presentes anteriormente, se perpetuaron ahora en manos del otro orden en estas quaestiones o cortes de justicia. Keaveney sostiene, de acuerdo con Willems, que para compensar a los equites por la p´erdida de esta competencia, Sila rellenar´ıa las filas del Senado con miembros del ordo equester en su lectio del 81 a.C.85
7.3.2.
Mutilaci´ on del tribunado de la plebe
Por medio de una lex Cornelia de tribunicia potestate 86 , Sila pretend´ıa recuperar una ley suya del 88 a.C., se reafirmaba lo siguiente: 1. Se prohib´ıa a los tribunos de la plebe presentar propuestas de ley a la asamblea plebeya, o en su defecto se exig´ıa una autorizaci´on previa del Senado87 . De un plumazo, Sila les arrancaba toda capacidad legislativa. 82
KEAVENEY (1982a), 175. WULFF ALONSO (2002), 96. Palabras no s´olo sugestivas, sino llenas de un simbolismo conceptual que como m´ınimo llaman la atenci´ on del lector. No puedo evitar seguir citando al profesor Wulff Alonso, cuando afirma tambi´en, en esta misma p´ agina: de esta misma forma, se construye un espejismo que busca ocultar la complejidad de las posiciones senatoriales, la variaci´ on de ´estas y las diferencias sobre los diferentes temas a lo largo del tiempo o incluso en momentos espec´ıficos, como los m´ as recientes (con su evidente y peligrosa posici´ on contra el general Sila), y que busca imaginarlo como un baluarte unificado defensor de una misma l´ınea, y demonizar a los que se define como sus oponentes a lo largo del tiempo. Sin duda los senadores aceptan esta idea f´ acilmente, en especial aquellos supervivientes que abriguen los m´ as m´ınimos temores a que se les recuerde su papel. Y el propio Sila ve as´ı legitimada su obra y olvidada su verdadera posici´ on del a˜ no 87 en adelante. La demonizaci´ on de Mario es el otro lado del juego. Yo lo que observo, una vez m´as, es la invenci´o y reinvenci´on de Sila por parte de Sila. 84 ROTONDI (1962), 351; VALGIGLIO (1969), 101–104; KEAVENEY (1982a), 175. 85 KEAVENEY (1982), 175; WILLEMS (1885/1968), II, 101-106. ¿Compensaciones despu´es de la masacre de caballeros al iniciar su Dictadura? No tiene mucho sentido: Sila demostr´o en muchas ocasiones una aversi´on por el ordo equester, no parece l´ ogico que quisiera recompensarlos despu´es de haberse cebado con ellos. 86 ROTONDI (1962), 350. 87 App., B.C., I, 100. Es la llamada auctoritas patrum, es decir, el permiso del Senado para presentar leyes en las asambleas. Laffi (2000/1967), 268-269; afirma que esta prevenci´on se aplicaba tambi´en a que cualquier ley presentada en las asambleas populares, ya fuera en los comitia tributa o en los comicios centuriados, necesitaba de una autorizaci´ on preventiva (auctoritas patrum), a la que se reconoc´ıa una eficacia vinculante. 83
79
CAP´ITULO 7. REGNUM SULLANUM : LA DICTADURA SILANA (82–80/79) 2. Se exclu´ıa a los tribunos del acceso a cualquiera magistratura del cursus honorum 88 . De este modo, impidiendo que los tribunos puedan realizar una carrera p´ ublica, Sila pretend´ıa despojar de todo inter´es el cargo de tribuno, pues todo aquel que lo revistiera ver´ıa estancada su carrera p´ ublica. Al mismo tiempo, se prohib´ıa que un tribuno de la plebe pudiera ser reelegido al finalizar su mandato. Se acabaron las veleidades de personajes como los Gracos, Saturnino o Sulpicio. ´ 3. Se abol´ıa el derecho de veto (ius intercessionis) para los tribunos. Unicamente se les permit´ıa el ius auxilii, es decir, la facultad de proteger a un plebeyo contra los actos de un magistrado cum imperium 89 . Con esta lex Cornelia el tribunado de la plebe quedaba reducido a su primitiva forma; podr´ıamos ir m´as lejos: mutilado de su facultad de presentar leyes y de vetar propuestas de otros magistrados, el tribunado dejaba pr´acticamente de existir; se convert´ıa en un cargo poco atractivo, cuyas funciones se limitaban exclusivamente a proteger a ciudadanos plebeyos de la arbitrariedad de un magistrado superior. Sila pretend´ıa que los tribunos dejaran de legislar, que la facultad de promulgar leyes volviera a los c´onsules90 (como hab´ıa sido en el principio de la Rep´ ublica); que los tribunos ya no pudieran vetar leyes de m´axima importancia para el Senado, que interfirieran en la pol´ıtica interior y exterior, que nombraran comandantes militares, distribuyeran provincias o arrebataran mandos militares a magistrados nombrados por el Senado.
7.3.3.
Control de las magistraturas
Mediante una lex Cornelia de magistratibus 91 , Sila precisaba el orden de las magistraturas del cursus honorum, la edad m´ınima para acceder a ellas y el intervalo temporal entre un cargo y el siguiente92 . El orden de las magistraturas era el siguiente: cuestor, edil (optativo) o tribuno de la plebe (y aqu´ı acababa la carrera p´ ublica de ´estos), pretor y c´onsul. Hab´ıan de pasar dos a˜ nos 93 entre pretura y consulado. Por medio de una nueva aplicaci´on de la lex Villia annalis del a˜ no 180 a.e.v., se estipulaba ahora la edad m´ınima legal para cada una de las magistraturas: 30 a˜ nos para la cuestura, 36 para la edilidad, 40 para la pretura y 43 para el consulado. La edilidad, entre la cuestura y la pretura, ser´ıa accesible a partir de los 36 a˜ nos. Habr´ıa, como m´ınimo, un intervalo de cinco a˜ nos entre cuestura y edilidad, diez a˜ nos entre la cuestura y la pretura y dos a˜ nos entre la pretura y el consulado. Del mismo modo se restauraba el viejo principio de un intervalo m´ınimo de diez a˜ nos para volver a presentarse candidato al consulado, y se prohib´ıa 88
App., B.C., I.100. VALGIGLIO (1969), 81; KEAVENEY (1982), 169-170; ROTONDI (1962), 350. 90 De hecho, Sila fue uno de los pocos c´ onsules que promulg´o leyes durante el u ´ltimo siglo de la Rep´ ublica, hasta las leyes de C´esar durante su consulado del 59 a.e.v. y su Dictadura. Uno de los s´ıntomas del fracaso del sistema de la Rep´ ublica olig´ arquica fue, justamente, el traspaso a los tribunos de la plebe (en especial, los Gracos, Saturnino, Livio Druso y Sulpicio) de la facultad legislativa. A lo largo de los cuatro d´ecadas anteriores a Sila, el Senado, a trav´es de los c´ onsules, se vio incapaz de legislar: s´olo Q. Servilio Cepi´on, c´onsul del 106 a.e.v. pudo promulgar un peque˜ no programa legislativo, que por su car´acter negativo eliminaba los u ´ltimos resquicios de las leges Semproniae; v´ease ARBIZU (2000), 106–108. Sila quiso romper con esta tendencia y por ello la mutilaci´on del tribunado de la plebe era necesaria en su legislaci´on, para poder volver a los a˜ nos dorados de la Rep´ ublica olig´arquica. 91 ROTONDI (1962), 351 92 App., B.C., I, 100; Liv., Per., 89.4; VALGIGLIO (1969), 87–93; KEAVENEY (1982a), 170-171. 93 Para un panorama de las magistraturas antes de la reforma de Sila, vid. ASTIN (1957–1958). 89
80
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. repetir el consulado dos veces. Se acabaron experiencias como las de Cayo Mario, c´onsul siete veces, cinco de ellas de forma consecutiva y tres in absentia. A partir de ahora, todo candidato deb´ıa estar presente en Roma a la hora de formalizar su candidatura. Al mismo tiempo, y dadas las exigencias del servicio p´ ublico en Roma y en las provincias, se aumentaba el n´ umero de cuestores a veinte (lex Cornelia de quaestoribus XX creandis)94 , y el colegio de pretores pasaba de seis a ocho miembros (lex Cornelia de praetoribus VIII creandis)95 . La censura, despu´es de la lectio Senatus que hizo Sila en el 81 (vid. infra) no fue formalmente abolida, pero ciertamente y en la pr´actica fue innecesaria. Sin embargo, se duda sobre si Sila aboli´o el cargo mediante una lex Cornelia de supplendo senatu e de censura 96 .
7.3.4.
Acerca de los tribunales de justicia
Despu´es de devolver al Senado los tribunales, Sila se encarg´o de definir las causas que tratar´ıan97 . Por medio de un conjunto de leyes, Sila defini´o al menos siete tribunales de justicia permanentes y espec´ıficos: 1. Quaestio de sicariis et veneficiis 98 , que juzgar´ıa delitos de asesinato y envenenamiento. Anteriormente, ambos cr´ımenes se hab´ıan juzgado en tribunales diferentes por medio de sus respectivas quaestiones extraordinarias; ahora ambos delitos se unificaban en una sola corte, que tambi´en tratar´ıa delitos de robo a mano armada, incendio premeditado y un nuevo delito llamado asesinato judicial. La pena era la acqua atuqe ignis interdictio, es decir, el destierro de por vida. 2. Quaestio de falsis (testammentaria/nummaria) 99 , creada enteramente por Sila. Anteriormente se hab´ıa encargado de ello una quaestio extraordinaria, que trataba los delitos de falsificaci´on de moneda y de pesos. En este nuevo tribunal, adem´as, se juzgar´ıan los delitos de falsificaci´on o tr´afico de documentos legales. La pena era tambi´en el exilio. 3. Quaestio de ambitu 100 , que juzgar´ıa los delitos de soborno electoral. La pena ser´ıa prohibir al condenado acceder a un cargo pol´ıtico durante un plazo de diez a˜ nos. 94
ROTONDI (1962), 353-354. ID., 354. 96 ID., 362; VALGIGLIO (1969), 94. De hecho, la censura, un cargo honor´ıfico (se eleg´ıa a consulares como censores y no ten´ıan imperium), perdi´o ya con Sila prestigio y continuidad. Elegidos originalmente cada cinco a˜ nos para la confecci´on del censo (con una duraci´ on del cargo de 18 meses), despu´es de Sila fueron elegidos censores en contadas ocasiones, s´ıntoma de la decadencia del sistema republicanos: en el 70 a.C., en el 65 y en el 51. C´esar asumi´o sus funciones y la magistratura como tal dej´ o de existir. Laffi (2000/1967), 267-268, no cree sin embargo que haya que hablar de una abolici´on de la censura por parte de Sila. El hecho de que hasta el 70 a.C. no se eligieran nuevos censores se deber´ıa a que la Dictadura Silana ya contemplaba en s´ı misma poderes censoriales, por lo cual se hizo innecesaria durante un tiempo de la elecci´on de nuevos censores; si bien, dice el autor, el retraso en esta elecci´on se deber´ıa a un obstruccionismo por parte de la oligarqu´ıa senatorial, tendiente a impedir el registro de novi cives en el temor de que ellos pudiesen alterar en su perjuicio la composici´ on del cuerpo electoral (p. 268). 97 ˜ Dice SUAREZ PINEIRO (2000), 265, que no podemos hablar con certeza de una lex Cornelia iudiciaria de car´acter general, pero sabemos que Sila constituir´a o consolidar´a quaestiones permanentes, que no hab´ıan funcionado con anterioridad m´ as que de forma espor´adica. 98 ROTONDI (1962), 357-358; KEAVENEY (1982a), 176; VALGIGLIO (1969), 107. 99 ROTONDI (1962), 356; KEAVENEY (1982a), 176; VALGIGLIO (1969), 109. 100 KEAVENEY (1982a), 176; VALGIGLIO (1969), 109-110. 95
81
CAP´ITULO 7. REGNUM SULLANUM : LA DICTADURA SILANA (82–80/79) 4. Quaestio de peculatu 101 , que tratar´ıa delitos de apropiaci´on indebida de fondos p´ ublicos. Parece que ya existi´o antes de Sila una quaestio al respecto. 5. Quaestio de maiestate 102 , tratar´ıa de los delitos de traici´on – m´as adelante hablaremos de la maiestas en relaci´on con las provincias –. Sila perfeccion´o los tribunales creados al respecto por Saturnino y Glaucia a finales del siglo II a.C. (lex Appuleia de maiestate)103 , definiendo la maiestas, que se diferencia de la perduellio, en relaci´on con un gobierno provincial. La pena era el exilio y la p´erdida de la ciudadan´ıa. 6. Quaestio de iniuriis 104 , que juzgar´ıa los delitos de injuria personal y que hasta entonces hab´ıa sido un asunto civil que se resolv´ıa con una compensaci´on monetaria para el injuriado. Sila dej´o el procedimiento inalterable, introduciendo ahora los delitos de asalto gravado y registro violento. Estos delitos, debido a su poca relevancia, se juzgar´ıan en una quaestio extraordinaria y no en un tribunal permanente. 7. Quaestio de repetundis 105 , una corte permamente, ya existente anteriormente, que tratar´ıa los delitos de concusi´on por parte de un magistrado en activo. Sila simplemente se limit´o a reafirmar el exilio como pena, adem´as de una indemnizaci´on monetaria que deber´ıa ser dos veces y media la cantidad robada. Estos tribunales deber´ıan ser presididos por magistrados con poder pretoriano; si no pretores (pues muchos de ellos estar´ıan gobernando una provincia), al menos por ediles con rango pretoriano.
7.3.5.
Las provincias: no m´ as Sullae
Por medio de una lex Cornelia de provinciis ordinandis 106 , Sila intent´o proteger el r´egimen senatorial de la formaci´on de facciones de poder duraderas en las provincias y de la amenaza de ej´ercitos provinciales (tal y como hab´ıa hecho ´el mismo). Roma ten´ıa ahora diez provincias: Sicilia, C´orcega y Cerde˜ na, Galia Cisalpina, Hispania Citerior, Hispania Ulterior, Iliria, Galia Transalpina, Macedonia, Acaya y Asia (adem´as de la semi–provincia de Cilicia, no constituida formalmente hasta el 63 por Pompeyo); estas provincias ser´ıan gobernadas, al final de sus mandatos en Roma, por los dos c´onsules y los ocho pretores. Durante el a˜ no de su cargo, estos magistrados deber´ıan permanecer en Roma e Italia, desempe˜ nando aqu´ı sus tareas. La correspondencia de diez magistrados con las diez provincias existentes har´ıa innecesaria, entonces, una pr´orroga del imperium proconsularis de los gobernadores provinciales, con lo cual ser´ıa imposible (o casi) para ´estos crear estructuras de poder y de clientela en estos ´ambitos y al margen de Roma. Al mismo tiempo, Sila define la traici´on, maiestas, por medio de una lex de maiestate 107 , en relaci´on con el gobierno de las provincias. Se considerar´ıa como delito de maiestate el 101
KEAVENEY (1982a), 176-177; VALGIGLIO (1969), 109-110; ROTONDI (1962), 360, lo pone en duda. ROTONDI (1962), 360; KEAVENEY (1982a), 177; VALGIGLIO (1969), 106-107. 103 App., B.C., I, 28; VALGIGLIO (1969), 106. 104 ROTONDI (1962), 359; KEAVENEY (1982a), 177. 105 ROTONDI (1962), 360; KEAVENEY (1982a), 177. 106 ROTONDI (1962), 353. 107 ROTONDI (1962), 360. ARBIZU (2000), 171, afirma que esta ley ten´ıa muchos puntos comunes con una ley similar de Saturnino, aunque d´ andole un car´ acter completamente nuevo, pues en lugar de la maiestas del pueblo romano y de los tribunos de la plebe, la nueva ley proteg´ıa precisamente la maiestas de todos los magistrados romanos y del Senado. 102
82
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. reclutamiento ilegal de tropas, el inicio de hostilidades sin autorizaci´on del Senado, la entrada de un magistrado proconsular con sus tropas en Italia (se determina el cauce de los r´ıos Arno y Rubic´on como frontera de Italia), la invasi´on de una provincia con tropas de otra provincia, el abandono del gobierno provincial antes de la llegad de un nuevo gobernador, o la entrada con tropas en un reino aliado108 . El gobernador acusado de maiestate pod´ıa ser condenado con la p´erdida de ciudadan´ıa y un exilio permanente.
7.3.6.
Acerca de los cargos sacerdotales
Mediante una lex Cornelia de sacerdotiis, Sila derogaba la lex Domitia del a˜ no 104, que establec´ıa la elecci´on en los comicios centuriados del pontifex maximus, y restauraba el antiguo sistema de la cooptaci´on interna de los colegios de pont´ıfices, augures y decemviri sacris faciundis. Se acabaron las elecciones de pont´ıfice m´aximo, que estaban muy en boga con la pol´ıtica del momento; nombr´o por ello a Q. Cecilio Metelo P´ıo como nuevo pontifex maximus (en lugar de Q. Mucio Esc´evola, asesinado por orden del joven Mario, yerno suyo), que ostent´o el cargo hasta su muerte en el 63 a.C.109 Al mismo tiempo, Sila increment´o el n´ umero de pont´ıfices y augures a quince miembros; igualmente aument´o el de los decemviri sacris faciundis, encargados de cuidar los libros sibilinos110 , que pasaron a ser quince (quindecemviri ).
7.3.7.
Otras leyes Sila tambi´en redact´o algunas leyes sobre aspectos menores de la constituci´on romana:
1. Una lex Cornelia de adulteriis et pudecitia 111 , contra la inmoralidad y a favor de la pureza del matrimonio112 . 108
KEAVENEY (1982a), 171-172. Metelo P´ıo no tuvo tiempo para dirigir el colegio de sacerdotes y de las vestales, al ser enviado casi inmediatamente por Sila a Hispania, para hacer frente a Sertorio; a su regreso en el 70 se mantuvo alejado de la escena p´ ublica, a´ un siendo uno de los partidarios m´ as leales a Sila y su legislaci´on. A su muerte en el 63 a.C. el tribuno Labieno (en connivencia con un C´esar en auge) aprob´o una ley que de nuevo establec´ıa un proceso electoral para el nombramiento del pontifex maximus. Gracias a esta ley, C´esar, que gozaba de enormes apoyos en la asamblea centuriada, pudo ganar las elecciones al cargo, frente a destacados Sullani como Q. Lutacio C´atulo y P. Servilio Vatia Is´aurico. Una consecuencia m´ as de la destrucci´on del sistema silano, que veremos m´as adelante. 110 Podr´ıamos hablar de un programa de restauraci´ on religiosa dentro de la legislaci´on silana, salvando las distancias, tras un per´ıodo de guerras civiles cont´ınuas. Sila, ´el mismo pont´ıfice y augur, se propuso, a la par que restauraba el Estado, devolver Roma a un estado religioso preexistente. Los dioses se han enfurecido con Roma, hay que apaciguarlos. No s´ olo se trata de reformar los diversos colegios sacerdotales, sino tambi´en de ´ apaciguar a las deidades. El templo de J´ upiter Optimo M´aximo se incendi´o en el 82, y las riquezas que conten´ıa, incluido parte de los libros sibilinos, se perdieron. Sila encarg´o a Lutacio C´atulo la restauraci´on de este templo, que se alarg´o durante unos veinte a˜ nos. Construy´o un templo a Venus en Praeneste, que pag´o con parte del bot´ın de la campa˜ na contra Mitr´ıdates del Ponto. Dice Plutarco que consagr´o una d´ecima parte de sus bienes a H´ercules, ofreciendo un fest´ın p´ ublico suntuos´ısimo (Plut., Sull., 35, 1). Un fest´ın para dar gracias a H´ercules por sus victorias y que, aparte de un af´ an religioso, seguramente tendr´ıa connotaciones populistas. Sin embargo, hasta tal punto Sila se tomaba en serio el respeto por la religi´on que, habiendo enfermado de muerte su esposa Cecilia Metela y agonizando, los sacerdotes le prohibieron verla o acercarse a ella; conducida a un templo, Cecilia Metela muri´ o, no sin que antes Sila le enviara un acta de divorcio (Sull., 35, 2): como sacerdote y como magistrado, Sila no pod´ıa tener contactos con personas consideradas nefas, impuras, y se dio el caso que Metela fue considerada, por su enfermedad, nefas. 111 ROTONDI (1962), 359-360. 112 En este sentido, Sila se adelanta a Augusto y sus leyes acerca del matrimonio, que castigaba la solter´ıa de 109
83
CAP´ITULO 7. REGNUM SULLANUM : LA DICTADURA SILANA (82–80/79) 2. Una lex Cornelia sumptuaria 113 , que, a imitaci´on de otras leyes anteriores, intentaba poner un l´ımite al lujo de los banquetes y funerales p´ ublicos114 . 3. Una lex frumentaria 115 , que de hecho abol´ıa los repartos de trigo subvencionado por el Estado, un gasto muy oneroso para el aerarium p´ ublico116 . 4. Una lex Cornelia de novorum civium et libertinorum suffragiis 117 , que no derogaba las medidas tomadas por Cinna acerca de los nuevos ciudadanos de origen it´alico, ni era intenci´on de Sila despojarles de su ciudadan´ıa. De hecho, esta ley se limitaba a manumitir a 10.000 esclavos, que adoptaron el nombre Cornelio, y a repartirlas entre las 35 tribus, concedi´endoles la plena ciudadan´ıa. Como ya hemos mencionado antes, Carcopino compara a estos nuevos ciudadanos con una guardia pretoriana al servicio del Dictador, otro signo m´as de la intenci´on de Sila de acceder a un poder mon´arquico118 .
7.4.
Significaci´ on de la legislaci´ on silana
A semejanza del programa legislativo del a˜ no 88, la legislaci´on de la Dictadura silana muestra un origen en el pensamiento reformista conservador de M. Livio Druso, aunque con una actualizaci´on tras una d´ecada de guerras civiles y en el exterior. La fundaci´on de colonias de ciudadanos, la extensi´on de la ciudadan´ıa romana a los it´alicos, el aumento del n´ umero de senadores, una ley judicial,... todo ello muestra una especial influencia de Livio Druso en la legislaci´on silana119 . Obviamente, hab´ıa diferencias: a Livio Druso jam´as se le pas´o por la cabeza una brutal represi´on del orden ecuestre, sino que cre´ıa en un pacto con los equites; sin embargo, Sila apunt´o a la clase ecuestre como un enemigo a batir: mat´o a muchos de sus miembros, confisc´o sus propiedades para sanear las arcas del erario p´ ublico, les arrebat´o todo los ordenes dominantes, permitiendo el matrimonio de equites con libertas, castigando duramente el adulterio (para muestra el destierro a perpetuidad de su hija Julia y su nieta del mismo nombre), y premiando en cambio a las familias numerosas. 113 ROTONDI (1962), 354; VALGIGLIO (1969), 117; KEAVENEY (1982), 179. 114 Ley que, no obstante, el propio Sila vulner´ o con el funeral de su esposa Metela y diariamente en sus banquetes privados, donde reinaban el lujo y la molicie; PLUTARCO, Sylla, 35.4. 115 Puesta en duda por ROTONDI (1962),354. 116 Creo que aspectos como ´este demuestran el cariz ultraconservador de la legislaci´on silana. Los repartos de trigo subvencionado se iniciaron con una ley de Cayo Graco del 123 y trataban de paliar las dificultades econ´omicas de esa poblaci´ on proletaria que se hab´ıa establecido en Roma en las u ´ltimas d´ecadas y daban lugar a una superpoblaci´ on de la capital. Cayo Graco instituy´o una lista de beneficiarios de 80.000 personas, que recib´ıan cinco modii (un modius equival´ıa a 16 sextarii, una medida de capacidad equivalente a 7,333 litros) de trigo, que supon´ıan unos 36,6 litros mensuales; aproximadamente lo justo para hacer un quilo de pan diario. Realmente no es mucho, teniendo en cuenta que esa raci´on era suficiente para dos personas, pero no para ´ alimentar a una familia. Total, 4.800.000 modii anuales de trigo, procedente de Sicilia, Cerde˜ na y Africa, y todo eso lo paga el Estado de su bolsillo, vendi´endolo posteriormente a estos beneficiarios a un sestercio el modius. Es mucho dinero el que gasta el Estado, de ah´ı la negativa del Senado a la lex frumentaria de Cayo Graco. Sin embargo, alimentar a la poblaci´ on tambi´en es pol´ıtica, y por ello la legislaci´on frumentaria de Cayo Graco se mantuvo, supon´ıa votos. Las posteriores disposiciones de Saturnino y Livio Druso manten´ıan inalterable este sistema. Tan s´olo Sila se atrevi´ o a abolir este sistema, seguramente por motivos econ´omicos (importar casi cinco millones de modius de grano, unas 36.000 toneladas, era excesivo para un Estado pr´acticamente arruinado tras las guerras civiles), pero tambi´en por convicci´ on pol´ıtica: el Estado no debe hacerse cargo de las necesidades de una poblaci´on que puede sufragar sus necesidades, no debe hacerse pol´ıtica de este aspecto, el reparto de trigo no debe ser una cuesti´ on de populismo. 117 VALGIGLIO (1969), 123–124. 118 BLOCH–CARCOPINO (1952), 465. 119 BADIAN (1962a), 232-233; ID. (1970), 56.
84
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. poder pol´ıtico y judicial120 y solamente les dej´o su poder econ´omico121 . ¿Qu´e ten´ıa de original, pues, la legislaci´on silana? Si beb´ıa de Livio Druso, ¿qu´e parte le toca a Sila en su concepci´on? ¿C´omo podemos definir en general toda la legislaci´on silana? ¿Se trata de un programa reformista? Una mirada cr´ıtica al programa silano permite ver algunas cuestiones en particular. Para empezar, una huella profundamente conservadora122 , con el objetivo de fortalecer al Senado y desmoronar el poder de los tribunos de la plebe y de los equites en las u ´ltimas d´ecadas. Retornar al antiguo esplendor de la nobilitas, con el Senado a la cabeza de la misma, parec´ıa ser el prop´osito de Sila al respecto. Sin embargo, los tiempos han cambiado: la Roma de Sila no es la del siglo IV a.C. Roma es ahora un imperio mediterr´aneo, un Estado en constante expansi´on pero bajo unas formas arcaicas y desfasadas. No bastaba restaurar un mundo ya pasado y restablecer antiguas leyes y tradiciones: es una ilusi´on, no una realidad. Sila poteva far rinascere la nobilt`a con tutti i suoi privilegi, ma non con aquello spirito e con aquella gloria, poich´e mancava l’afflato animatore, da cui gli uomini traessero luce e forza nel compito alt´ısimo che loro veniva dalle prerrogative godute 123 . Dice Arbizu: si bien es verdad que Sila dio forma, moderniz´ o y mejor´ o esencialmente la capacidad funcional de la administraci´ on estatal romana de car´ acter aristocr´ atico, la dictadura impuesta por ´el fue un intento de represi´ on total y no constituye un punto de inflexi´ on decisivo en la historia de la Rep´ ublica Romana Tard´ıa 124 . Cierto, la legislaci´on de Sila proporcion´o a la aristocracia senatorial un tremendo poder, pero ¿sirvieron para solucionar los problemas del Estado romano? Dice este autor que, si acaso, las leyes de Sila merecen nuestro inter´es sobre todo porque muestran c´omo conceb´ıa un optimate la soluci´ on de la crisis 125 . Pero de hecho, el fortalecimiento del Senado, dice, no resolvi´o los conflictos sociales, tan s´olo dio todo el poder a una parte privilegiada de la sociedad. Al mismo tiempo, se ha pretendido hablar, por parte de algunos especialistas, de que las leyes silanas constitu´ıan una legislaci´ on reaccionaria y arcaica (por ejemplo, en el intento de mutilar el tribunado de la plebe), mientras, en la otra cara de la moneda, se tratar´ıa de un programa legislativo innovador en aspectos como la definici´on m´as precisa de la maiestas o el incremento del n´ umero de senadores126 . ¿Cu´al es el adjetivo correcto? Tal vez ninguno de los dos y ambos al mismo tiempo. El Sila que mutila el tribunado de la plebe, un cargo pol´ıtico en perfecta consonancia con la mos maiorum, que deroga los repartos de trigo subvencionado, o que devuelve la asamblea centuriada a la ´epoca anterior al siglo III a.C., podr´ıa representar al primero. Pero el Sila que establece una reforma a fondo de los tribunales de justicia, creando cortes permanentes y espec´ıficas para cr´ımenes y delitos determinados, o definiendo la traici´on en relaci´on con las provincias, podr´ıa representar el segundo. Afirma el profesor Wulff Alonso: no es necesario insistir en que sobre estas reglas (y sobre esa reestructuraci´ on de la clase dominante y del grupo dirigente que acabamos de ver) se juegan y se jugar´ an las claves de la integraci´on de las ´elites ex–it´alicas. Como no pod´ıa ser de otra manera, la idea central es la de mantener una estructura olig´arquica y reducir los riesgos de la monarqu´ıa y de la democracia (...), un hombre como Sila no tiene para elegir muchas opciones diferentes a ´esta, que, por otra parte, 120
LAFFI (2000/1967) no opina igual, como veremos en las conclusiones. Afirma que hubo una cierta alianza entre los equites y el Dictador. 121 BADIAN (1970), 57. 122 VALGIGLIO (1969), 144. 123 VALGIGLIO (1969), 146. 124 ARBIZU (2000), 173. 125 Ibidem. 126 KEAVENEY (1982), 179.
85
CAP´ITULO 7. REGNUM SULLANUM : LA DICTADURA SILANA (82–80/79) es la que le piden sus seguidores de los grupos altos 127 . Centr´andonos en la ley judicial, Sila perfeccion´o el proceso penal, compil´o un aut´entico c´odigo jur´ıdico y puso las bases para las posteriores legislaciones de C´esar y Augusto128 . Pero, por otra parte, tenemos al Sila que no duda en abolir las distribuciones de trigo subvencionado y perfila leyes a favor de la moralidad: vuelve el pol´ıtico ultraconservador. Pero la balanza se vuelve a desequilibrar a favor de Sila: distribuyendo tierra a sus 120.000 veteranos o fundando nuevas colonias de ciudadanos, Sila podr´ıa ser considerado el continuador de la pol´ıtica agraria de los Gracos (si no fuera porque esta tierra es arrebatada a numerosas comunidades it´alicas como castigo por su apoyo a la causa popularis), o el continuador de Mario en la reglamentaci´on t´ecnico-militar del ej´ercito129 . Incluso se le podr´ıa considerar el primer unificador de Italia, al considerar Italia un ente diferenciado de las provincias – es elocuente al respecto que Italia deje de ser gobernada por ning´ un magistrado con imperium proconsular, sino que sea responsabilidad de los c´onsules de cada a˜ no; al fin y al cabo, ahora Italia es tambi´en Roma130 . Badian cree que se equivocan los que tachan de mero reaccionario a Sila; es absurdo, dice, no hay reacci´on sino concordia. Ciertamente, mutil´o el poder de los tribunos de la plebe, pero tambi´en admiti´o a it´alicos en el Senado; los demagogos y ambiciosos generales (como ´el mismo) fueron neutralizados; la cuesti´on de los it´alicos se resolvi´o finalmente y las diferencias entre los dos principales ordenes de la sociedad romana se redujeron (aunque fuera por la fuerza). Habr´ıa que hablar, dice, de concordia, de ley antes que tradici´on131 . A fin de cuentas, concluye, the myth of Sulla’s championship of the nobility at the expense of the equites is one invented and propagated by interested ancient courses (Cicero bears a large part of the blame), and it is reassuring that we can now penetrate behind it 132 . Para Keaveney, Sila pretend´ıa poner estabilidad donde no la hab´ıa, tras una d´ecada en la que el Estado y al sociedad romana se hab´ıan vistos sacudidos por la guerra y la discordia civil. ¿Y c´omo lo hizo? Evitando que un individuo destacara por encima de sus iguales. ¿Con qu´e medios? Con una legislaci´on provincial, una lex de maiestate, la pr´actica destrucci´on del tribunado de la plebe como plataforma de lanzamiento de demagogos y militares ansiosos de poder. Para conseguirlo, Sila dot´o de enormes poderes al Senado, que se constitu´ıa as´ı en leg´ıtimo y verdadero cuerpo pol´ıtico del Estado133 . La obra de Sila abarc´o muchos campos y enraiz´o en ese reformismo conservador del c´ırculo de M. Livio Druso134 . Pero su establecimiento por medio de violentas purgas, su discriminaci´on sistem´atica de los vencidos y el hecho de colocar al Senado, una vez m´as, a la cabeza del Estado, provocaron una sorda oposici´on que, sin duda, saldr´ıa a la luz a la muerte del Dictador. En realidad, bast´o que Sila se retirara del poder para que la discordia volviese a renacer.
127
WULFF ALONSO (2002), 101. VALGIGLIO (1969), 110-111. 129 ID., 147-148. 130 ID., 149; BLOCH–CARCOPINO (1952), 490–491. 131 BADIAN (1970), 58–59; ID. (1962), 231–233. 132 ID. (1962), p. 232–233. 133 KEAVENEY (1982a), 180 134 BADIAN (1962a), 233, incluye a Sila dentro de esta factio, un grupo liderado, como hemos visto antes, por M. Emilio Escauro, princeps Senatus, y protagonista indiscutible del clan de los Metelli ; el matrimonio de Sila con Metela, sobrina de Q. Metelo Num´ıdico y viuda de Escauro, lo inclu´ıan de lleno en esta facci´on, que no s´olo le protegi´ o sino que le ayud´ o a alcanzar el consulado del a˜ no 88. Es m´as, Badian afirma que Sila was not remarkable for original politic ideas, por ello se vincul´o al programa pol´ıtico de M. Livio Druso, tambi´en protegido por Escauro y los Metelli. 128
86
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. La guerra civil llev´o a los vencedores al poder, como todos los vencedores, y estos son los que escriben la historia. Y la historia que Sila escribi´o no pasa por el entendimiento con los vencidos. Las proscripciones, tal vez el episodio mas conocido de la Dictadura Silana y seguramente el que ayud´o a cargar las tintas contra el Dictador, son tan s´olo el primer cap´ıtulo del libro que iban a escribir los vencedores. Y no se iba a escribir una historia con ideas de los vencidos. Por ello, la legislaci´on silana hunde sus ra´ıces en un programa legislativo que se opone sistem´aticamente a los vencidos. El reforzamiento de la posici´on del Senado era ineludible si se quer´ıa conservar los frutos de la guerra civil y mantener el predominio de la nobilitas. Evitar que otros hombres sigan el ejemplo de Sila se convierte, al mismo tiempo, en otro de los objetivos. La destrucci´on del tribunado de la plebe se sit´ ua, as´ı, como medio para conseguir ambos fines. Control de las magistraturas y de los gobiernos provinciales, una manera de evitar que surjan nuevos Silas. C´esar, por supuesto, fue la excepci´on y la figura que rompi´o este sistema. Ciertamente, Sila ve´ıa en ´el muchos Marios135 ; tal vez no previno que tambi´en hab´ıa nuevos Silas en su interior. Al mismo tiempo que vemos este componente negativo, de oposici´on a una manera de entender la pol´ıtica (la popularis), la legislaci´on silana tambi´en tiene un cariz positivo. Las leyes judiciales que Sila promulga, haciendo permanente de hecho un estado de cosas que antes se solucionaba con tribunales extraordinarios, son un paso adelante, si bien se realizan amputando el poder hasta entonces ejercido por los equites. Aunque, siguiendo a Laffi, ello no significa un ataque sobre el orden ecuestre, que tambi´en pudo gozar de los frutos del triunfo. Tal vez uno de los mayores logros de Sila fuese la concordia entre senadores y caballeros, una concordia dif´ıcil de entender a tenor de los resultados de las proscripciones, donde muchos equites fueron v´ıctimas destacadas. La inclusi´on de 300 equites e it´alicos (sus clases dirigentes, entendemos) en el Senado puede interpretarse como un caramelo tras el palo de las proscripciones o de la exclusi´on de los caballeros de los tribunales de justicia. Resulta dif´ıcil entender esta extra˜ na dicotom´ıa de la actitud de Sila hacia el orden ecuestre; no puedo evitar seguir la tradici´on que ve a Sila como el perseguidor de la clase ecuestre. Pero esta concordia, forjada en el uso indiscriminado de la violencia, tras el retiro del Dictador, se autodestruir´ıa, saliendo a la palestra los enfrentamientos entre senadores y caballeros. Esta interpretaci´on es muy tentadora, y eso que la avalan especialistas de la talla de Badian, Gabba o Laffi. El que esto escribe tiene sus dudas al respecto. El retiro de Sila del poder, como hemos dicho, hace sacar a la palestra a esa sorda oposici´on que se escondi´o tras el triunfo del Dictador; incluso algunos de sus partidarios, como L´epido, no dudan en rebelarse contra los planteamientos del sistema silano. La destrucci´ on de la constituci´on silana es la consecuencia de esta oposici´on.
135
PLUTARCO, Ces., 1.
87
CAP´ITULO 7. REGNUM SULLANUM : LA DICTADURA SILANA (82–80/79)
88
Cap´ıtulo 8 ¿Ep´ılogo?: la destrucci´ on de la constituci´ on silana 8.1.
La derogaci´ on de la constituci´ on silana
En el a˜ no 81, Sila celebr´o su triunfo sobre el rey Mitr´ıdates. Este triunfo tuvo una gran trascendencia pol´ıtica. Con el general triunfante desfilaron los exiliados por el r´egimen anterior – aunque Sila les eximi´o de desfilar con el gorro frigio de los libertos, s´ımbolo de su liberaci´on de una situaci´on servil, met´afora de su p´erdida de libertad con los Cinnani –. De este modo, el triunfo, en el que desfilaron como cautivos algunos de los it´alicos y marianistas, fue un s´ımbolo de que Sila era el hombre que tra´ıa la paz y la estabilidad al mundo romano1 . Al mismo tiempo. Sila proclam´o el nacimiento de una nueva era de prosperidad y tranquilidad, una era que pon´ıa fin a la etapa anterior, llena de discordias y guerras civiles2 . El a˜ no de su muerte (78), retirado del poder en Cumas, los c´onsules Q. Lutacio C´atulo y M. Emilio L´epido re˜ n´ıan; al a˜ no siguiente, habr´ıa otra guerra civil en suelo italiano, aunque a peque˜ na escala. Este enfrentamiento civil demostraba la fragilidad del r´egimen silano; la paz que Sila hab´ıa proclamado tan fastuosamente dur´o poco. L´epido, un antiguo Cinnanus no fan´atico, que en el u ´ltimo momento se hab´ıa pasado a la causa de Sila, acaudill´o ahora la causa de los despose´ıdos por la expropiaci´on de tierras en Etruria. Los descontentos del r´egimen levantaron la cabeza: los proscritos y sus familiares; los equites, indignados por la p´erdida del monopolio judicial, esperaban el momento de la revancha; y los veteranos, desencantados de su nueva situaci´on como agricultores, esperaban una nueva guerra para volver a su antiguos estilo de vida y volver a conseguir botines3 . Incluso en las filas de los Sullani hab´ıa contradicciones y enfrentamientos internos. Aunque todos ellos recibieron su recompensa por la fidelidad prestada al Dictador – y de hecho en los diez a˜ nos posteriores a la muerte de Sila, las grandes figuras de la factio Sullanae alcanzaron el consulado 4 . En la siguiente lista de c´onsules, los nombres en negrita pertenecen a miembros de la factio Sullana, mientras que los nombres en cursiva pertenecen o bien a miembros no 1
Plut., Sull., 34, 2; KEAVENEY (1983), 188; ID. (1982a), 191-192. Plut., Sull., 7, 7; KEAVENEY (1982a), 194. 3 Sall., Cat., 16, 4; 28, 4; 38, 3; VALGIGLIO (1969), 153. 4 KEAVENEY (1984), 145. 2
89
´ DE LA CONSTITUCION ´ SILANA CAP´ITULO 8. ¿EP´ILOGO?: LA DESTRUCCION fan´aticos de este grupo o bien a personas que, habiendo iniciado su carrera en las filas silanas, se hab´ıan decantado por mantenerse, tras la muerte del Dictador, al margen del grupo de los Sullani : 80 a.e.v. LUCIUS CORNELIUS SULLA II & Quintus Caecilius Metellus Pius 79 Appius Claudius Pulcher & Publius Servilius Vatia 78 Marcus Aemilius Lepidus & Quintus Lutatius Catulus 77 Mamercus Aemilius Lepidus Livianus & Decimus Junius Brutus 76 Gnaeus Octavius & Gaius Scribonius Curio 75 Gaius Aurelius Cotta & Lucius Octavius 74 Marcus Aurelius Cotta & Lucius Licinius Lucullus 73 Gaius Cassius Longinus & Marcus Terentius Varro Lucullus 72 Gnaeus Cornelius Lentulus Clodianus & Lucius Gellius Publicola 71 Publius Cornelius Lentulus Sura & Gnaeus Aufidius Orestes 70 Marcus Licinius Crassus I & Gnaeus Pompeius Magnus I 69 Quintus Caecilius Metellus Creticus & Quintus Hortensius Hab´ıa fricciones internas que se convertieron finalmente en enfrentamientos armados. C´atulo, hijo del malogrado c´onsul del 102, representante ´el mismo del sector duro de la facci´on silana (y fiel a las disposiciones de Sila), y L´epido, representante de un sector m´as abierto (y partidario de un acuerdo con los desfavorecidos por el r´egimen silano, entraron en guerra5 . L´epido acaudillaba la causa de las ciudades etruscas despose´ıdas de sus tierras por las confiscaciones de tierra para los veteranos de Sila; a estos mismos veteranos, por parad´ojico que pueda parecer, pues ansiaban un retorno a la acci´on y a un antiguo estilo de vida; a los familiares de los proscritos, que clamaban por sus derechos civiles. Hubo guerra, aunque dur´o poco y fue mucho menos cruenta que las anteriores: L´epido, un incompetente en el campo de batalla, fue derrotado a las primeras de cambio, huy´o a Cerde˜ na y muri´o6 . La coalici´on de los Sullani se rompi´o: unidos por el deseo de acabar con el gobierno de los Cinnani, esta coalici´on no se basaba en una aut´entica amicitia con Sila. Su heterogeneidad dificultaba un aut´entico proceso de unidad7 . Las querellas internas, tanto pol´ıticas como personales, hab´ıan sido olvidadas en el momento de unirse por el inter´es general; pro tras la 5
App., B.C., I.105; Liv., Per., 90. Liv., Per., 90. Para una visi´ on de la situaci´on tras la muerte de Sila, v´ease GRUEN (1974), 6 y ss, el cap´ıtulo ”The aftermath of Sulla”. 7 La factio Sullana inclu´ıa a baluartes de la nobilitas senatorial, como Q. Cecilio Metelo P´ıo, colega consular de Sila en el 80 y nombrado pontifex maximus por ´este, y Q. Lutacio C´atulo; al antiguo Cinnanus L´epido; a senadores neutrales como los Cottae, parientes de C´esar y que se inclu´ıan dentro de lo que Badian llama la factio media; a tr´ansfugas como L. Marcio Filipo, furibundo oligarca que se hab´ıa enfrentado a Livio Druso, extra˜ no censor nombrado por Cinna y por tanto af´ın a la factio popularis, y posteriormente desertor de este grupo para unirse, en un nuevo giro pol´ıtico, a la causa de Sila; a personajes como Verres y Catilina, incalificables en este momento desde el punto de vista de la adscripci´on a un grupo u otro; y a j´ovenes promesas como M. Licinio Craso y Cn. Pompeyo Magno. Una visi´ on de los Sullani la aporta KEAVENEY (1983b), passim. 6
90
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. victoria de Sila, resucitaron los intereses particulares de cada uno de ellos en su carrera hacia el poder8 . Al retirarse el Dictador, que en cierto sentido actu´o como correa de transmisi´on, estas diferencias se hicieron mucho m´as patentes; muchos de los Sullani no se sintieron obligados a seguir leales al programa de Sila, surgiendo rebeldes como L´epido. Otros, como el joven Pompeyo, se pusieron moment´aneamente a las ´ordenes de la oligarqu´ıa silana, a la espera de una oportunidad para medrar; y as´ı fue: en el 77, Pompeyo obtuvo un mando propretoriano para comandar las fuerzas del r´egimen y sofocar la rebeli´on de L´epido; al finalizar esta campa˜ na se le encomend´o la guerra contra Sertorio (el u ´ltimo de los Mariani que resist´ıa en Hispania), con nos. Las disposiciones de Sila respecrango non pro consule sed proconsulibus 9 , a la edad de 29 a˜ to las magistraturas y los mandos extraordinarios, adem´as de la lex annalis, fueron ignoradas: un privatus, que ni siquiera ten´ıa la edad m´ınima legal para ser cuestor, recib´ıa del Senado – ese Senado nombrado a dedo por Sila – un mando extraordinario con rango proconsular. ¿Qu´e se hab´ıa hecho de la legislaci´on que evitaba que la experiencia de Sila fuera imitada? Sin embargo, el r´egimen poco a poco fue destruido por aquellos que hab´ıan jurado mantenerlo. En el a˜ no 75, el c´onsul C. Aurelio Cota derog´o la disposici´on que prohib´ıa a los tribunos de la plebe acceder a otras magistraturas10 . Fue el primer paso hacia la restituci´on plena de la potestas tribunicia, fundamentalmente en lo que respecta a la capacidad legislativa na de los tribunos11 . Los tribunos de la plebe L. Quincio y Cn. Sicinio iniciaron una campa˜ para la restituci´on del derecho de veto (ius intercessionis) al tribunado, aut´entica piedra de toque que demostrar´ıa el pleno restablecimiento de esta magistratura; sin embargo, la nobilitas senatorial, con Lutacio C´atulo a la cabeza (ya que Metelo P´ıo estaba en Hispania luchando contra Sertorio junto con Pompeyo), se opuso ferozmente. Pero los restos de la factio popularis, o al menos las nuevas generaciones de la misma (con un joven C´esar en auge y un M. Craso que se hab´ıa unido a ellos) se hicieron cargo de esta causa, apoyados por el pueblo. En el 74, L. Quinctio, en el 73 Licinio Macer y en el 71 M. Lolio Palicano defendieron la restituci´on de los poderes tribunicios, para finalmente llegar Pompeyo, en su campa˜ na al consulado del 70, y anunciar su plena disposici´on al restablecimiento de estos poderes en caso de ser elegido, como as´ı fue. La lex Pompeia Licinia de tribunicia potestate, una ley conjunta de los nuevos c´onsules Pompeyo y Craso, restablec´ıa el tribunado en la situaci´on anterior a la Dictadura Silana12 . El paso siguiente fue una lex iudiuciaria que pusiera fin a una situaci´on de enfrentamientos pol´ıticos. El traspaso al orden senatorial del control de los tribunales de justicia no elimin´o la corrupci´on en los juicios pol´ıticos, pues ahora eran los jurados formados por senadores los que provocaron aut´enticos esc´andalos; un ejemplo fue el caso de Opi´anico en el 74 a.C. en el que se demostr´o la corrupci´on del juez C. Junio y, posteriormente, del tambi´en juez C. Fidiculanio F´alcula13 . El caso Verres en el 70, contra quien hab´ıa sido pretor en Roma y Sicilia en los a˜ nos 73–71, puso de manifiesto la necesidad de una reforma de la lex Cornelia iudiciaria. Este juicio puso claramente de manifiesto el v´ınculo existente entre los magistrados que expoliaban las provincias y los pol´ıticos influyentes en Roma, que defend´ıan la liberaci´on del acusado porque participaban de sus ingresos, y que manipulaban la constituci´on silana acerca de la justicia para manipular los tribunales de justicia (en manos de los senadores). Este escandaloso caso cre´o la atm´osfera adecuada para una propuesta de ley del pretor L. Aurelio Cota (hermano del c´onsul del 75), la lex Aurelia iudiciaria, que eliminaba la situaci´on de monopolio 8
KEAVENEY (1982a), 206-207. Liv., Per., 92. 10 ROTONDI (1962), 365. 11 ARBIZU (2000), 184. 12 Sall., Cat., 38; APIANO, B.C., I.121; PLUTARCO, Pomp., 22.2; Cic., Leg., III, 9, 22, 11.26; ROTONDI (1962), 369. 13 Cic., Pro Cluent., 77, 78, 93, 95, 103, 108, 112. 9
91
´ DE LA CONSTITUCION ´ SILANA CAP´ITULO 8. ¿EP´ILOGO?: LA DESTRUCCION senatorial en los tribunales. Por medio de esta ley, se solucionaba de forma neutral un conflicto que ya duraba cincuenta a˜ nos: en el futuro, la composici´on de los tribunales de justicia ser´ıa de un tercio de senadores, otro tercio de equites y un u ´ltimo tercio formado por los tribuni aerarii (que ten´ıan un censo equivalente a los caballeros en el orden, pero carec´ıan de sus privilegios de voto en la asamblea centuriada)14 . Aunque el Senado perdi´o el monopolio, mantuvo el control de un tercio de los jurados, que era mejor que nada, mientras que podr´ıamos decir que el ordo equester manten´ıa una mayor´ıa. A pesar de todo, la guerra entre senadores y caballeros acerca de esta cuesti´on se solucionaba con un armisticio. Dos de los pilares de la constituci´on silana, la mutilaci´on del tribunado de la plebe y el control senatorial de la justicia, hab´ıan ca´ıdo. ¿Podemos decir que hab´ıa ca´ıdo la constituci´on silana? ¿Se destruy´o el legado de Sila? ¿Se desplomaba todo un r´egimen? Laffi cree que la situaci´on es m´as compleja de lo que generalmente se ha planteado. Ciertamente, cayeron dos de los principales pilares de la constituci´on silana, pero no es menos cierto que su legislaci´on acerca de las magistraturas, de la composici´on del Senado, de los cargos sacerdotales, de la administraci´on de las provincias e incluso del ordenamiento judicial con las quaestiones perpetuae se mantuvo apenas inalterable hasta C´esar e incluso hasta Augusto15 . No s´olo se mantuvieron las principales reformas pol´ıtico–constitucionales, sino que incluso la orientaci´on pol´ıtica de la clase dirigente que sucedi´o a Sila respet´o el ideario olig´arquico del Dictador. Un bot´on de muestra: la cl´ausula de la lex Cornelia de proscriptione, que quitaba a los descendientes de los proscritos el ius honorum (el derecho de presentarse a los cargos p´ ublicos) e incluso que les privaba de la ciudadan´ıa romana, no fue abolida por C´esar hasta el nos los proscritos y sus descendientes permanecieron al margen de la 4916 . Por m´as de treinta a˜ vida pol´ıtica donde los hab´ıa relegado el Dictador17 ; los vencedores siguieron gozando del bot´ın de los vencidos, no se trocaron las consecuencias de las proscripciones18 . La conclusi´on de Laffi es que, si bien la constituci´on silana hab´ıa sido en cierto modo amputada con las leyes acerca de la plena restituci´on del tribunado y la composici´on de los tribunales de justicia, en general en el 70 se hab´ıa producido una reorganizaci´on, m´as que una abolici´on. La ´elite del poder mantiene pr´acticamente intacta la estructura y se llega a una cierta concordia entre senadores y caballeros. La constituci´on silana, m´as amplia en sus fundamentos que los dos pilares que hemos mencionado, mantuvo su vigencia m´as all´a del 70. La sanci´on del derrumbe del edificio silano vino de la mano de C´esar. Muchas de las reformas de C´esar, es verdad, y el ´organo mismo sobre el cual hab´ıa fundado su autocracia, la dictadura de por vida [...] cayeron con C´esar en los Idus de Marzo. Pero su reforma del Senado no pudo ser abolida: y haber reformado el Senado signific´ o haber reformado la clase dirigente. Es indicativo: en el renovado Senado C´esar hab´ıa introducido tambi´en a aquellos que hab´ıan sido proscritos por Sila y hab´ıan sido tenidos en la misma condici´ on por los herederos de Sila, aquellos que tambi´en a continuaci´on se hab´ıan levantado contra el orden constituido [el r´egimen cinnano] y hab´ıan ido tambi´en ellos a acrecentar la muchedumbre de los “desterrados” 19 . Badian, por su parte, cree que el sistema silano cay´o porque la misma oligarqu´ıa que lo sustentaba permiti´o que cayera. Fueron dos Sullani, Craso y Pompeyo, quienes lo fomentaron y permitieron. En su opini´on, Sulla had left a legacy of guilt, from which the better elements ˜ Cic., Verr., II, 71, 174; V, 69, 177; Vel., II, 32, 3; ROTONDI (1962), 371; SUAREZ PINEIRO (2000), 266–268; ARBIZU (2000), 193–194; LAFFI (2000/1967), 258–261. 15 LAFFI (2000/1967), 253 y ss. 16 Ces., B.C., III, 1; App., B.C., II, 41 y 48. 17 Ibidem. 18 Sobre la situac´ı´ on de los descendientes de los proscritos, vid. VEDALDI (1981), passim. 19 LAFFI (2000/1967), 272. 14
92
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. among his successors found no escape. The Sullan oligarchy had a fatal flow: it governed with a guilty conscience 20 . De hecho, el esquema de reformas de Sila no pudo evitar un hecho que estaba en la mente de muchos romanos, la ca´ıda de la Rep´ ublica, aunque los treinta a˜ nos posteriores a la muerte del Dictador fueran un intento por reanimarla. The Republic had begin to putrefy a generation before it died 21 . En virtud de estas u ´ltimas palabras, ¿convendr´ıa entonces considerar a Sila un fracasado? Keaveney lo afirma, a pesar de su gran talento y del esfuerzo con el que se dedic´o a apuntalar el Estado romano: nobody will dispute his own claim to have possessed felicitas in an abundant measure [...] From poverty and obscurity, he rose to have a magnificent public career, adorned with honours and memorable exploits, which culminated in his tenure of supreme power. And at its close, with all of his enemies chastised he died, inmensely rich, in his own bed – a rare achievement in the violent age he lived. But, as he himself would probably agree, these things were surely nought when he set against the fact that the last republican, who had both the will and means, could not, for all his striving, save the Roman Republic 22 . Tal vez no habr´ıa que ser tan lapidario como Keaveney y coincidir, m´as bien, con Valgiglio, que afirma: Silla non trov`o (ne lo poteva, poich´e la situazione pol´ıtica era troppo fluida, in via di evoluzione), il segreto chiave della crisi della constituzione romana. Non interpret`o le forze vive ed efficienti dello stato; del quale non fu il capo, limitandosi a dirigere le sorti di un partito, a cui volle ridari gli antichi privilegi, illudendosi di restuirgli la forza di dominio corrispondente 23 .
8.2.
A modo de conclusi´ on
¿Cu´al es el balance despu´es de estas p´aginas? Creo que el aenigma sigue siendo eso, un enigma, y esto puede provocar una cierta desaz´on en el lector de este trabajo. La historiograf´ıa de los u ´ltimos a˜ nos no ha sido tan intensa como hace tres o cuatro d´ecadas, y sin embargo a´ un se publican obras sobre Lucio Cornelio Sila. Se ha dejado de lado el debate antit´etico y hoy en d´ıa el estudio de Sila y su contexto no pretenden suscitar controversias. El personaje sigue siendo enigm´atico, al menos para m´ı, que tras tantas lecturas puedo hacerme una idea bien fudamentada sobre su persona, sus motivaciones, sus filias y fobias, sus proyectos. Pero a´ un flota sobre Sila una nube de humo que apenas nos permite dilucidar realmente, desde el tiempo y la distancia, lo que le rode´o como estadista, como militar y como persona. Como con tantos investigadores que se centran en un aspecto determinado de la Historia, no he podido evitar caer en un cierto s´ındrome de Estocolmo respecto Sila. Su ejemplo para la Historia es reprensible. Y aunque no quiero caer en un estudio moralista sobre el personaje, cierta simpat´ıa por el mismo subyace en las precedentes p´aginas. En ocasiones es inevitable. Pero no por ello mi imagen de Sila es menos completa, menos objetiva. Lucio Cornelio Sila fue un personaje excepcional en su momento. Dej´o huella: la u ´ltima generaci´on de la Rep´ ublica (78-43 a.e.v.) vivi´o bajo su recuerdo y su legado. Perdur´o su legislaci´on en muchos sentidos: la restauraci´on plena del tribunado de la plebe, el control de los tribunales de justicia y la hegemon´ıa senatorial en cierto modo son cortinas de humo. La 20
BADIAN (1970), 63. ID., 65. 22 KEAVENEY (1982a), 227. 23 VALGIGLIO (1969), 153. 21
93
´ DE LA CONSTITUCION ´ SILANA CAP´ITULO 8. ¿EP´ILOGO?: LA DESTRUCCION represi´on silana sigui´o en un aspecto fundamental: la p´erdida de la ciudadan´ıa de los proscritos y sus descendientes, incluidos sus bienes y el nombre, adem´as de la prohibici´on de los hijos de los proscritos de acceder a los cargos p´ ublicos. Esta represi´on institucional permaneci´o hasta C´esar y su primera dictadura en el 49. Apenas nadie, en los treinta a˜ nos posteriores a la muerte de Sila, habl´o en su favor: ni Cicer´on siquiera, que pas´o siempre de puntillas sobre el tema, interesado en la defensa del status quo de dominio senatorial. C´esar, en cierto sentido heredero de Sila, revoc´o esta u ´ltima disposici´on que a´ un permanec´ıa de la legislaci´on silana. La crudelitas silana fue sustituida por la clementia cesariana, no s´olo una actitud ante la vida y los horrores de la guerra, sino toda una ideolog´ıa pol´ıtica que, sin embargo, le cost´o la vida a C´esar. Pompeyo en cambio, podr´ıa haber resucitar la sullanitas si hubiera triunfado, si tenemos en cuenta el testimonio de Cicer´on. El ejemplo de Sila, con su marcha sobre Roma, la dictadura, las proscripciones, sus leyes, su retiro del poder... influy´o en el discurso pol´ıtico-ideol´ogico de los contendientes del 49, y en sus herederos (Octaviano y Antonio). C´esar cruz´o el Rubic´on dando paso a una guerra civil y para rescatar la Rep´ ublica de la tiran´ıa de unos pocos: los boni, que buscaban su ruina y el mantenimiento de la constituci´on silana en su esencia conservadora; como la marcha de Sila sobre Roma, C´esar apel´o a la defensa de la libertas frente la dominatio insidiosa de sus enemigos. Por su parte, Pompeyo y los boni enarbolaron la bandera de la libertas de la Rep´ ublica frente a un proc´onsul que desafiaba las disposiciones pol´ıticas del r´egimen y pretend´ıa erigirse en dominus. Frente a esta dicotom´ıa antit´etica, C´esar jug´o la carta de la clementia frente a sus enemigos, intentando desterrar el exemplum de Sila. Por contra, Pompeyo y los elementos m´as radicales de los boni, no dudaron, parad´ojicamente con lo anteriormente dicho, en amenazar con la proscriptio a todos aquellos que apoyaran a C´esar o permanecieran atr´as en Italia. Pompeyo sullaturit, se sinti´o tentado de tomar el ejemplo de Sila, seg´ un Cicer´on, y ´este mismo no pudo evitar comparar, con cierta renuencia, el modelo de Pompeyo con el que estaba implantando C´esar: el perd´on para los que se rend´ıan y depon´ıan las armas, el deseo de una concordia y el respeto escrupuloso por la constituci´on. En pocas palabras, el lema de Pompeyo podr´ıa ser qui´en no est´ a conmigo est´a contra m´ı, qui´en est´ a contra m´ı est´ a contra la Rep´ ublica, mientras que C´esar pod´ıa decir qui´en no est´a contra m´ı, qui´en es neutral, est´ a a favor m´ıo 24 . A´ un habiendo en su cargo dos c´onsules, establecidos en Grecia, y a´ un habi´endoseles unidos gran parte de los senadores, C´esar comprendi´o que la legalidad del gobierno permanec´ıa en Roma. Y por ello, cumpliendo los requisitos que el mos maiorum establec´ıa, se hizo nombrar dictador en el oto˜ no del 49 a.e.v.25 . El temor de la crudelitas silana resurgi´o con la nueva (y primera) dictadura de C´esar, y sin embargo r´apidamente supo encauzar C´esar la opini´on p´ ublica, haciendo que los comitia eligieran a dos c´onsules para el 48 a.e.v. (uno de ellos, ´el mismo, haciendo realidad su aspiraci´on de acceder a un segundo consulado, tal y como marcaba la ley). Con el nombramiento de nuevos magistrados, la Rep´ ublica volv´ıa a la normalidad institucional, mientras Pompeyo, los c´onsules del a˜ no anterior y los senadores que los apoyaban, se convert´ıan en una anormalidad: el gobierno leg´ıtimo resid´ıa en Roma y la estrategia de Pompeyo, no permitir que Italia fuera un campo de batalla, se volvi´o en su contra desde el punto de vista pol´ıtico. Deponiendo la dictadura y siendo c´onsul, C´esar desterr´o el fantasma de los excesos de la dictadura silana, y logr´o ganar la batalla ideol´ogica frente a sus enemigos. La caesaritas, si se me permite decirlo, venci´o a la sullanitas 26 . 24
Suet., Div. Iul., 75. Con todo, su elecci´ on como dictador pudo estar viciada, visto desde un punto de vista legalista, por el hecho de no ser elegido por un c´ onsul o un consular, sino por un pretor, M. Emilio L´epido; v´ease HURLET (1993), 33–35. 26 Si bien este matiz entra en contradicci´ on con la afirmaci´on del propio C´esar, recogida por Suetonio, Div. Iul., 77, nihil esse rem publicam, appellationem modo sine corpore ac specie. Sullam nescisse litteras, qui dictaturam 25
94
Oscar Gonz´alez Cama˜ no.
deposuerit (la Rep´ ublica no es nada, es s´ olo un nombre sin cuerpo ni figura. Sila, al renunciar la dictadura, demostr´o que no sab´ıa nada)
95
´ DE LA CONSTITUCION ´ SILANA CAP´ITULO 8. ¿EP´ILOGO?: LA DESTRUCCION
96
Cap´ıtulo 9 Abreviaturas y bibliograf´ıa AClass – Acta classica: proceedings of the Classical Association of South Africa. Cape Town, Balkema. AC – L’Antiquit´e classique. Louvain, Institut d’Arch´eologie, Coll`ege Erasme. AJA – American Journal of Archaeology. Boston, Ma.: Archaeological Institute of America. AJAH – American Journal of Ancient History. Cambridge, Mass., Robinson Hall. Harvard University. AJPh – American Journal of Philology. The Johns Hopkins University Press. ANRW – Aufstieg und Niedergang der r¨ omischen Welt: Geschichte und Kultur Roms im Spiegel der neueren Forschung. Berlin, de Gruyter. Athenaeum – Athenaeum: studi periodici di letteratura e storia dell’antichit` a. Universit`a di Pavia. CAH – The Cambridge Ancient History Vol. IX: The last age of the Roman Republic (146-43 BC); edited by J. A. Crook, Andrew Lintott and Elizabeth Rawson. Cambridge, Cambridge University Press, 1994. ClAnt – Classical Antiquity. Berkeley, University of California Press. CQ – Classical Quarterly. Oxford University Press. CS – Critica storica. Firenze, Olschki. DArch – Dialogui di Archeologia. Quasar. Eirene – Eirene: studia Graeca et Latina. Praga, Ceskoslovenska Akad. V´ed. Geri´ on – Geri´on. Universidad Complutense de Madrid. G&R – Greece and Rome. Oxford, Clarendon Press. Historia – Historia, revue d’histoire ancienne. Wiesbaden, Steiner. HAnt – Hispania Antiqva. Universidad de Salamanca. Histos – Histos: the electronic journal of ancient historiography. University of Durham. JRS – Journal of Roman Studies. Society for the Promotion of Roman Studies. Klio –Klio: Beitr¨age zur alten Geschichte. Berlin, Akademie–Verlag. QS – Quaderni di storia. Bari, Ed. Dedalo. Labeo – Labeo: rassegna di diitto romano. Napoli, Jovene. Latomus – Latomus. revue d’´etudes latines. Bruxelles, Soc. Latomus. PBSR – Papers of the British School at Rome. Londres. Phoenix – Phoenix:the journal of the Ontario Classical Association. University of Toronto. 97
CAP´ITULO 9. ABREVIATURAS Y BIBLIOGRAF´IA Polis – Polis: revista de ideas y formas pol´ıticas en la antig¨ uedad cl´ asica. Universidad de Alcal´a de Henares. PP – La Parola del passato: rivista di studi antichi. Napoli, Macchiaroli. P&P – Past & Present: a journal of historical studies. Kendal, Wilson. RFIC – Rivista de Filologia e Istruzione Classica. Torino, Loescher. SHHA – Studia historica. Historia antigua.Universidad de Salamanca. SCO – Studi classici e orientali. Pisa, Giardini. StudUrb – Studi Urbinati di storia, filosofia e letteratura. Universit`a di Urbino. WS – Wiener Studien: Zeitschrift f¨ ur klassische Philologie und Patristik. Wien, Verl. der ¨ Osterr. Akademie.
98
Bibliograf´ıa [ADCOCK 1950] ADCOCK, F.E., Recensi´on de L.R. TAYLOR, Party politics in the age of Cesar en JRS 40, 1950, 138–140. [ADCOCK 1964] ADCOCK, F.E., Roman political ideas and practice. Ann Arbor, University of Michigan, 1994. [ALEXANDER 1990] ALEXANDER, Michael C., Trials in the Late Roman Republic, 149 B.C. to 50 B.C. Toronto[etc], University of Toronto Press, 1990. [ALEXANDER 1993] ALEXANDER, Michael C., “How many Roman senators were ever prosecuted? The evidence from the late Republic” en Phoenix 47-3, 1993, 238–255. [AMELA 2003] AMELA VALVERDE, Luis, Cneo Pompeyo Magno, el defensor de la Rep´ ublica Romana. Madrid, Signifer, 2003. [ARBIZU 2000] ARBIZU, Jos´e Maria, Res publica oppressa: pol´ıtica popular en la crisis de la Rep´ ublica (133-44 a.C.). Madrid, Editorial Complutense, 2000. [ARCE 1988] ARCE, Javier, Funus imperatorum: los funerales de los emperadores romanos. Madrid, Alianza, 1988. [ASTIN 1957–1958] ASTIN, A.E., “The Lex Annalis before Sulla” en Latomus 16, 1957, 588– 613; 17, 1958, 49–64. [BADIAN 1957] BADIAN, Ernst, “Caepio and Norbanus: notes on the decade 100–90 B.C.” en Historia 6–3, 1957, 318–346. [BADIAN 1958] BADIAN, Ernst, Foreign clientelae (264–70 B.C.). Oxford, Clarendon Press, 1958. [BADIAN 1962a] BADIAN, Ernst, “From the Gracchi to Sulla (1940-1959)” en Historia 11–2, 1962, 197–245. [BADIAN 1962b] BADIAN, Ernst, “Waiting for Sulla” en JRS 52, 1962, 47–61. [BADIAN 1964] BADIAN, Ernst, “Where was Sisenna?” en Athenaeum 42, 1964, 422–431. [BADIAN 1968a] BADIAN, Ernst, Roman imperialism in the Late Republic. Oxford, Blackwell, 1968. [BADIAN 1968b] BADIAN, Ernst, “Sulla’s Cilician command” en Studies in Greek and Roman history. Oxford, 1968, 157–178. [BADIAN 1969] BADIAN, Ernst, “Quaestiones Variae” en Historia 18, 1969, 446–491. 99
BIBLIOGRAF´IA [BADIAN 1970] BADIAN, Ernst, “Lucius Sulla, the deadly reformer” en Essays on Roman culture. The Todd memorial lecture; edited by A.J. Dunston. Toronto&Sarasota, Samuel Hakkert&Stevens Company, 1970, 35–74. [BADIAN 1970–1971] BADIAN, Ernst, “Roman politics and the Italians (133–91 B.C.)” en DArch 2–3, 1970–1971, 373–409. [BADIAN 1971] BADIAN, Ernst, Roman imperialism in the Late Republic. Cornell University Press, 1971. [BADIAN 1972] BADIAN, Ernst, Publicans and sinners: private enterprise in the service of the Roman Republic. Ithaca (N.Y.), Cornell University Press, 1972. [BAKER 1967] BAKER, G.P., Sulla the Fortunate: the great dictator. Roma, L’Erma di Bretschneider (Ed. anastatica dell’edizione London 1927). [BALLESTEROS 1996] BALLESTEROS PASTOR, Luis, Mitr´ıdates Eup´ ator, rey del Ponto. Granada, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada, 1996. [BALSDON 1938] BALSDON, J.P.V.D., “The history of the extortion court at Rome, 123–70 B.C.” en PBSR 14, 1938, 98–115. [BALSDON 1951] BALSDON, J.P.V.D., “Sulla Felix” en JRS 41, 1951, 1–10. [BALSDON 1965] BALSDON, J.P.V.D., “Review of E. Badian” en JRS 55, 1965, 229–232. [BARDEN DOWLING 2000] BARDEN DOWLING, Melissa, “The clemency of Sulla” en Historia 49.3, 2000, 303–340. [BARLOW 1980] BARLOW, C.T., “The Roman government and the Roman economy, 92–80 B.C.” en AJPh 101.2, 1980, 202-219. [BATSTONE 1988] BATSTONE, William W., “The antithesis of virtue: Sallust’s synkrisis and the crisis of the Late Republic” en ClAnt 7, 1988, 1–29. [BAUMAN 1973] BAUMAN, R.A., “The hostis declarations of 88 and 87 B.C.” en Athenaeum 51, 1973, 270–293. [BELL 2000] BELL, A.J.E., Recensi´on de F. MILLAR, The crowd in Rome in the Late Republic en JRS 90, 2000, 220–221. [BELLEN 1975] BELLEN, Heinz, “Sullas brief an den Interrex L. Valerius Flaccus” en Historia 24–4, 1975, 555–569. [BERNSTEIN 1978] BERNSTEIN, Alvin H., Tiberius Sempronius Gracchus :tradition and apostasy, Ithaca, Cornell University Press, 1978. [BLAIVE 1988] BLAIVE, F., “Sylla ou le Guerrier Impie inachev´e” en Latomus 47, 1988, 812– 820. [BLOCH–CARCOPINO] BLOCH, G. & CARCOPINO, J., La R´epublique romaine de 133 avant J.-C. `a la mort de C´esar (Histoire romaine; tome II). Paris, Presses Universitaires de France, 3 vols., 1929–1936. [BLOIS 1987] BLOIS, L. de, The Roman army and politics in the first century before Christ. Amsterdam, J.C. Gieben, 1987. 100
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. [BRISCOE 1985] BRISCOE, John, Recensi´on de A. KEAVENEY, Sulla, the last republican en JRS 75, 1985, 238–239. [BROUGHTON 1952] BROUGHTON, T.S.R., The Magistrates of the Roman Republic. Chicago, Calif, Scholar Press, 1952. [BRUNT 1962] BRUNT, P.A., ”The army and the land in the Roman revolution.en JRS 52, 1962, 69–86. [BRUNT 1965] BRUNT, P.A., “Italian aims at the time of the Social War” en JRS 55, 1965, 90–109. [BRUNT 1968] BRUNT, P.A., Recensi´on de Ch. MEIER, Res publica amissa. Eine studie zu Verfassung und Geschichte der sp¨ aten R¨ omischen Republik en JRS 58, 1968, 229–232. [BRUNT 1969] BRUNT, P.A., Recensi´on de E. BADIAN, Roman imperialism in the Late Republic en JRS 59, 1969, 270–271. [BRUNT 1982] BRUNT, P.A., “Nobilitas and novitas” en JRS 72, 1982, 1–17. [BRUNT 1983] BRUNT, P.A., Recensi´on de L. PERELLI, Il movimento popolare nell’ultimo secolo della Repubblica en JRS 73, 1983, 206–207. [BRUNT 1988] BRUNT, P.A., The fall of the Roman Republic and related essays. Oxford, Clarendon Press, 1988. [BULST 1964] BULST, Christopher Mainard, “Cinnanum tempus. A reassessment of the dominatio Cinnae” en Historia 13, 1964, 307–337. [BURCKHARDT 1990] BURCKHARDT, Leonhard A., “The political elite of the Roman Republic: comments on recent discussion of the concepts nobilitas and homo novus” en Historia 39.1, 1990, 77–99. [CABRERO 1994] CABRERO, Javier, “En torno a los cognomina de Lucio Cornelio Sila” en HAnt 18, 1994, 119–129. [CAGNIART 1989] CAGNIART, P.F., “L. Cornelius Sulla’s quarrel with C. Marius at the time of the Germanic invasions (104–101 B.C.)” en Athenaeum 67, 1989, 139–149. [CAGNIART 1991] CAGNIART, P.F., “L. Cornelius Sulla in the Nineties: a reassessment” en Latomus 50–2, 1991, 285–303. [CALBOLI 1974] CALBOLI, Gualterio, “Su alcuni frammenti di Cornelio Sisenna” en StudUrb 49-1, 1975, 151–221. [CANDILORO 1963] CANDILORO, Elettra, “Sulle Historiae di L. Cornelio Sisenna” en SCO 12, 1963, 212–226. [CANTALUPI 1971] CANTALUPI, Piero, La magistratura di Silla durante la guerre civile. Roma, L’Erma di Bretschneider, 1971 (reimpresi´on de la edici´on de 1900). [CARCOPINO 1947] CARCOPINO, Jˆerome, Sylla ou la monarchie manqu´ee. Paris, L’Art´esain du Livre, 1947. [CARNEY 1960] CARNEY, Thomas Francis, “Cicero’s picture of Marius” en WS 73, 1960, 83–122. 101
BIBLIOGRAF´IA [CARNEY 1970] CARNEY, Thomas Francis, A biography of C. Marius. Chicago, Argonaut Inc., 1970. [CHENOLL 1984] CHENOLL ALFARO, Rafael R., Sobono y elecciones en la Rep´ ublica Romana. M´alaga, Universidad de M´alaga, 1984. [CHRIST 2002] CHRIST, Karl, Sulla, eine r¨ omishe karriere. M¨ unchen, Verlag C.H. Beck, 2002. [COREY BRENNAN 1992] COREY BRENNAN, T., “Sulla’s careeer in the Nineties: some reconsiderations” en Chiron 22, 1992, 103–158. [CRAWFORD 1976] CRAWFORD, Michael, “Hamlet without the prince” [recensi´on de E.S. GRUEN, The last generation of the Roman Republic] en JRS 66, 1976, 214–217. [Crisis 1969] The Crisis of the Roman Republic: studies in political and social history; ed. de Robin Seager. Cambridge, Heffer, 1969. [DAMON & MACKAY] DAMON, Cynthia & MACKAY, Christopher S., “On the prosecution of C. Antonius in 76 B.C.” en Historia, 45.1, 1995, 37–55. [DAVID 1993] DAVID; Jean-Michel, “Conformisme et transgression: `a propos du tribunat de la pl`ebe a` la fin de la R´epublique romaine” en Klio 75, 1993, 219–227. [DE MARTINO 1972] DE MARTINO, Francesco, Storia della costituzione romana. 5 vols. Napoli, Casa Editrice Dott. Eugenio Jovene, 1972. [DEVELIN 1979] DEVELIN, R., Pattern in office-holding, 366–49 B.C. Bruxelles, latomus, 1979. [DEVELIN 1985] DEVELIN, R., The practice of politics at Rome, 366–167 B.C. Bruxelles, Latomus, 1985. [DOWLING 2000] DOWLING, Melissa Barden, “The clemency of Sulla” en Historia 49, 2000, 303–340. [DUNKLE 1967] DUNKLE, Roger, “The Greek tyrant and Roman political invective of the Late Republic” en TAPhA 98, 1967, 161–171. ´ 1992] DUPLA ´ ANSUATEGUI, ´ [DUPLA Antonio, Videant consules: las medidas de excepci´on en la crisis de la rep´ ublica romana. Prensas Universitarias de Zaragoza, 1992. [DYCK 2003] DYCK, Andrew R., “Evidence and rhetoric in Cicero’s Pro roscio Amerino: the case against Sex. Roscius” en CQ 53–1, 2003, 235–246. [EARL 1961] EARL, D.C., The political thought of Sallust. Oxford, University Press, 1961. [EARL 1963] EARL, D. C., Tiberius Grachhus :a study in politics, Bruselas, Latomus, 1963. [ENCARNAC ¸ AO 2000] ENCARNAC ¸ AO, Jos´e d’, “Tib´erio Sempr´onio Graco (162–133 a.C.) entre o voo das ´aguias e a voracidade dos abutres” en Espacio, Tiempo y Forma. Serie II, Historia Antigua 13, 2000, 219–228. [ERSKINE 1991] ERSKINE, Andrew, “Hellenistic monarchy and Roman political invective” en CQ 41.1, 1991, 106–120. [EVANS 1983] EVANS, R.J., “The consulares and praetorii in the Roman Senate at the beginning of Sulla’s dictatordhip” en Athenaeum 61, 1983, 521–528. 102
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. [EVANS 1991] EVANS, R.J., “Candidates and competition in consular elections at Rome between 218 and 49 B.C.” en AClass 34, 1991, 111–136. [EVANS 1994] EVANS, R.J., Gaius Marius, a political biography. Pretoria, University of South Africa, 1994. [FERRARY 1988] FERRARY, Jean-Louis, “Cic´eron et la dictature” en Dictatures: actes de la Table Ronde r´eunie `a Paris les 27 et 28f´evrier 1984, edit´es par Fran¸cois Hinard. Paris, De Boccard, 1988, 96–105 [FINLEY 1986] FINLEY, M.I, El nacimiento de la pol´ıtica. Barcelona, Cr´ıtica, 1986. [FRANK 1933] FRANK, Tenney, Recensi´on de The Cambridge Ancient History. Vol. IX: The Roman Republic, 133–44 B.C., edited by S.A. Crook, F.E. Adcock, M.P. Charlesworth, Cambridge, 1932, en JRS 23, 1933, 72–75. [FRASSINETTI 1972] FRASSINETTI, Paolo, “Sisenna e la Guerre Sociale” en Athenaeum 50, 1972, 78–113. [FRIER 1971] FRIER, Bruce W., “Sulla’s propaganda: the collapse of the Cinnan Republic” en AJPh 92-4, 1971, 585–604. [FUKS & GEIGER] FUKS, Alexander & GEIGER, Joseph, “The ’Lex Iudiciaria’ of M. Livius Drusus” en Studi in onore di Edoardo Volterra, v. II, Milano, Casa Editrice Dott. A. Giuffr`e, 1971, 421–427. [GABBA 1954] GABBA, Emilio, “Le origine della guera sociale e la vita politica romana dopo il’89 a.C.” en Athenaeum 32, 1954, 41–114, 293-345. [GABBA 1956] GABBA, Emilio, “Il ceto equestre e il Senato di Silla” en Athenaeum 33, 218– 230. [GABBA 1964] GABBA, Emilio, “M. Livio Druso e le riforme di Silla” en AnnPisa 33, 1–15. [GABBA 1967] GABBA, Emilio, Appiani Bellorum civilium Liber primus; introduzione, testo critico e commento con traduzzione e indici a cura di Emilio Gabba. Firenze, La Nuova Italia, 1967. [GABBA 1972] GABBA, Emilio, “Mario e Silla” en ANRW I.1, 1972, 764–805. [GABBA 1994] GABBA, Emilio, “Rome and Italy” en CAH IX, 104–128. ´ 1991] GARC´IA MORA, ´ F´elix, Quinto Sertorio. Roma. Granada, Universi[GARC´IA MORA dad de Granada. Departamento de Historia Antigua, 1991. ´ ´ [GOMEZ–PANTOJA 1990/1991] GOMEZ PANTOJA, Joaqu´ın, “L. Cornelius Sulla, 25 a˜ nos de investigaci´on (1960-1985). I, Bibliograf´ıa. II, Estado de la cuesti´on” en Polis 2, 67–83; 3, 63–110. [GRIFFIN 1973] GRIFFIN, Miriam T., “The ’leges iudiciariae’ of the pre-Sullan era” en CQ 23, 1973, 108–126. [GRUEN 1964] GRUEN, Erich S., ”Politics and the courts in 104 B.C..en TAPhA 95, 1962, 99–110. [GRUEN 1965] GRUEN, Erich S., “The Lex Varia” en JRS 55, 1965, 59–73. 103
BIBLIOGRAF´IA [GRUEN 1966] GRUEN, Erich S., “Political prosecutions in the 90’s B.C.” en Historia 15–1, 1966, 32–64. [GRUEN 1968] GRUEN, Erich S., Roman politics and the criminal courts: 149–78 B.C. Cambridge (Mass.), Harvard University Press, 1968. [GRUEN 1974] GRUEN, Erich S., The last generation of the Roman Republic. Berkeley: University of California Press, 1974 (2o edici´on, 1995). [GRUEN 1996] GRUEN, Erich S., “The Roman oligarchy: image and perception” en Imperium sine fine. T.Robert S. Broughton and the Roman Republic, Jerzy Linderski (ed.). Stuttgart, Franz Steiner Verlag, 1996, 215–234. [HANDS 1965] HANDS, A.R., “The political background of the lex Acilia de repetundis” en Latomus 24, 1965, 225–237. [HANDS 1972] HANDS, A.R., “Livius Drusus and the courts” en Phoenix 26, 1972, 268–274. [HARDY 1916] HARDY, E.G., “The number of Sullan Senate” en JRS 6, 59–62. [HARRIS 1990] HARRIS, W.V., “On defining the political culture of the Roman Republic” en CPh 85.4, 1990, 288–294. [HENDRICKSON 1933] HENDRICKSON, G.L., “The Memoirs of Rutilius Rufus” en CPh 28.3, 1933, 153–175. [HIDALGO DE LA VEGA 1986–1987] HIDALGO DE LA VEGA, M.J., “Uso y abuso de la normativa constitucional en la Rep´ ublica tard´ıa: el senatus consultum ultimum y los imperia extra ordinem” en SHHA 4–5, 79-99. [HILL 1932] HILL, H., “Sulla’s new senators in 81 B.C.” en CQ 26, 170–177. [HINARD 1984] HINARD, Fran¸cois, “La naissance du mythe de Sylla” en REL 62, 1984, 81–97. [HINARD 1985a] HINARD, Fran¸cois, Sylla. Paris, Fayard, 1985. ´ [HINARD 1985b] HINARD, Fran¸cois, Les proscriptions de la Rome r´epublicaine. Roma, Ecole fran¸caise de Rome, 1985. [HINARD 1988] HINARD, Fran¸cois, “De la dictature `a la tyrannie. R´eflexions sur la dictature de Sylla” en Dictatures: actes de la Table Ronde r´eunie ` a Paris les 27 et 28 f´evrier 1984, edit´es par Fran¸cois Hinard. Paris, De Boccard, 1988, 87–96. [HOPKINS & BURTON] HOPKINS, Keith and BURTON, Graham, “Political succession in the Late Republic, 249–50 B.C.” en HOPKINS, Keith, Death and renewal: sociological studies in Roman history, volume 2. Cambridge, Cambridge University Press, 1983, 31– 119. [HURLET 1993] HURLET, Fr´ederic, La dictature de Sylla: monarchie ou magistrature republicaine? Essai d’histoire constitutionnelle. Bruxelles–Roma, Institut Historique Belge de Rome, 1993. [Id´ees 1970] Les id´ees politiques `a Rome sous la R´epublique; edici´on de Claude Nicolet. Paris, Armand Collin, 1970. [KALLET 1990] KALLET–MARX, R., “The trial of Rutilius Rufus” en Phoenix 44, 1990, 122–139. 104
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. [KATZ 1975] KATZ, B.R., “The first fruits of Sulla’s march” en AC 44, 1975, 100-125. [KATZ 1976] KATZ, B.R., “Studies on the period of Cinna and Sulla” en AC 45–2, 497–549. [KATZ 1982] KATZ, B.R., “Notes on Sulla’s ancestors” en LCM 1982, 7.10, 148–149. [KEAVENEY 1979] KEAVENEY, Arthur, “Sulla, Sulpicius and Caesar Strabo” en Latomus 38, 451–460. [KEAVENEY 1980] KEAVENEY, Arthur, “Young Sulla and the decem stipendia” en RFIC 108, 1980, 165–173. [KEAVENEY 1982a] KEAVENEY, Arthur, Sulla, the last republican. Londres & Camberra, Croom Helms, 1982. [KEAVENEY 1982b] KEAVENEY, Arthur, “Sulla and Italy” en CS 19-4, 1982, 499–544. [KEAVENEY 1983a] KEAVENEY, Arthur, “What happened in 88?” en Eirene 20, 1983, 53– 86. [KEAVENEY 1983b] KEAVENEY, Arthur, “Studies in the Dominatio Sullae” en Klio 65, 1983, 185–208. [KEAVENEY 1983c] KEAVENEY, Arthur, “Sulla and the gods” en Studies in Latin literature and Roman history, III, edited by Carl Deroux, Bruxelles, Latomus, 1983, 44–79. [KEAVENEY 1984] KEAVENEY, Arthur, “Who were the Sullani ?” en Klio 66, 1984, 114–150. [KEAVENEY 1995] KEAVENEY, Arthur, “Sulla’s Cilician command: the evidence of Apollinaris Sidonius” en Historia 45.1, 1995, 29–36. [KEAVENEY & MADDEN 1981] KEAVENEY, Arthur – MADDEN, John A., “Macer’s villa. A previous owner: Pliny, Ep.5.18” en CQ 31.2, 1981, 396–397. [LABASTIE DE REINHARDT 1972] LABASTIE DE REINHARDT, Maria Rosa, “La crisis republicana y el programa del u ´ltimo reformador civil: Marco Livio Druso, 91 a.C.” en Anales de Historia antigua y medieval 17–2, 1972, 176–208. [LA PENNA 1976] LA PENNA, Antonio, “Il ritratto ’paradossale’ da Silla a Petronio’ en RFIC 104, 1976, 270–293. [LAFFI 2000/1967] LAFFI, Umberto, “El mito de Sila” en Sociedad y pol´ıtica en la Roma Republicana: siglos III-I a.C.; ed. de Emilio Gabba y Umberto Laffi. Pisa, Pacini, 2000 (art´ıculo original en italiano publicado en Athenaeum 55, 1967, 177–213, 255–277). [LANCIOTTI 1977/1978] LANCIOTTI, E., “Silla e la tipologia del tirano nella letteratura latina repubblicana” en QS 6, 1977, 129–153; 8, 1978, 191–225. [LANZANI 1936] LANZANI, Carolina, Lucio Cornelio Silla dittatore: storia di Roma negli anni 82–78 a.C. Milano, Tip. Popolo d’Italia, 1936. [LAST 1944] Recensi´on de G. BLOCH et J. CARCOPINO, La R´epublique Romaine de 133 avant J.-C. `a la mort de C´esar en JRS 34, 1944, 116–121. [LAURENCE 1994] LAURENCE, Ray, “Rumour and communication in Roman politics” en G&R 41.1, 1994, 62–74. 105
BIBLIOGRAF´IA [LE GLAY 2001] LE GLAY, M., Grandeza y decadencia de la Rep´ ublica Romana. Madrid, C´atedra, 2001. [LEVENE 1992] LEVENE, D.S., “Sallust’s Jugurtha: an ’Historical Fragment”’ en JRS 82, 1992, 53–70. [LEVICK 1982a] LEVICK, Barbara M., “Moral, politics, and the fall of the Roman Republic” en G&R 29–1, 1982, 53–62. [LEVICK 1982b] LEVICK, Barbara M., “Sulla’s march on Rome in 88 B.C.” en Historia 31–4, 1982, 503–508. [LEWIS 1991] LEWIS, R.G., “Sulla’s autobiography: scope and economy” en Athenaeum 79, 1991, 509–519. [LEWIS 1998] LEWIS, R.G., “P. Sulpicius’ law to recall exiles, 88 B.C.” en CQ 48.1, 1998, 195–199. [LINTOTT 1968] LINTOTT, Andrew, Violence in Republican Rome. Oxford, 1968. [LINTOTT 1971] LINTOTT, Andrew, “The tribunate of P. Sulpicius Rufus” en CQ 21, 1968, 442–453. [LINTOTT 1986] LINTOTT, Andrew, Recensi´on de F. HINARD, Les proscriptions de la Rome r´epublicaine en JRS 76, 1986, 196–197. [LINTOTT 1990] LINTOTT, Andrew, “Electoral bribery in the Roman Republic” en JRS 80, 1990, 1–16. [LINTOTT 1999] LINTOTT, Andrew, The Constitution of the Roman Republic. Oxford, Clarendon Press, 1999. [LOVANO 2002] LOVANO, Michael, The age of Cinna: crucible of Late Republican Rome. Stuttgart, Franz Steiner Verlag, 2002. [LUCE 1970] LUCE, T.J., “Marius and the Mithridatic command” en Historia 19–2, 1970, 161–194. [MACKAY 2000] MACKAY, Christopher S., “Sulla and the monuments: studies in his public image” en Historia 49.2, 2000, 161–210. [MARSH 1971] MARSH, F. B., A history of the Roman world: 146 to 30 B.C. Londres, Methuen: Nueva York, Barnes & Nobles. [MARSHALL 1984] MARSHALL, Bruce A., “Faustus Sulla and political labels in the 60’s and 50’s B.C.” en Historia 33, 1984, 199–219. [MASTELLANO 1988] MASTELLANO, Salvo, “La dictature comme r´egime politique de transition” en Dictatures: actes de la Table Ronde r´eunie ` a Paris les 27 et 28f´evrier 1984, edit´es par Fran¸cois Hinard. Paris, De Boccard, 1988, 23–25. [MATTHEWS 1961] MATTHEWS, Kenneth David, Cicero and the age of Marius[microforma]. Ann Arbor, University of Michigan, 1961. [MAZZOLI 1967] MAZZOLI, Giancarlo, “Felicitas sillana e clementia principis” en Athenaeum 55, 1967, 257–279. 106
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. [McDONALD 1953] McDONALD, A.H., Recensi´on de T.R.S. BROUGHTON, The Magistrates of the Roman Republic en JRS 43, 1953, 142–145. [MILLAR 1984a] MILLAR, Fergus, “The Mediterranean and the Roman Revolution” en P&P 102, 1984, 3–24. [MEIER 1966] MEIER, Christian, Res publica amissa: eine Studie zu Verfassung und Geschichte der sp¨aten r¨omischen Republik. Wiesbaden, Franz Verlag, 1966. [MILLAR 1984b] MILLAR, Fergus, ”The political character of the classical Roman Republic, 200–151 B.C..en JRS 74, 1984, 1–19. [MILLAR 1986] MILLAR, Fergus, ”Politics, persuasion and the people before the Social War.en JRS 76, 1986, 1-11. [MILLAR 1995a] MILLAR, Fergus, “The last century of the Republic. Whose history?” en JRS 85, 1995, 236–243. [MILLAR 1995b] MILLAR, Fergus, “Popular politics at Rome in the Late Republic” en Leaders and masses in the Roman World. Studies in honour of Z. Yavetz, I. Malkin & W.Z. Rubinsohn (eds.). Leiden (Mnemosyne, Suppl. 139), 1995, 91–113. [MILLAR 1998] MILLAR, Fergus, The crowd in the Late Republic. Ann Arbor, 1998. [MITCHELL 1975] MITCHELL, Thomas N., “The volte-face of P. Sulpicius Rufus” en CPh 70, 1975, 197–204. [MITCHELL 1979] MITCHELL, Thomas N., Cicero, the ascending years. New Haden & London, Yale University Press, 1979. [MITCHELL 1991] MITCHELL, Thomas N., Cicero, the senior statesman. New Haven & London, Yale University Press, 1991. [MOMIGLIANO 1940] MOMIGLIANO, Arnaldo, Recensi´on de RONALD SYME, The Roman Revolution en JRS 30.1, 1940, 75–80. [MOMIGLIANO 1951] MOMIGLIANO, Arnaldo, Recensi´on de Ch. WIRSZUBSKI, Libertas as a Political Idea at Rome during the Late Republic and early Principate en JRS 41, 1951, 146–153. [MOMMSEN 1983] MOMMSEN, Theodor, Historia de Roma: tomos V-VI. Madrid, Turner, 1983. [MUNRO 1932] Recensi´on de J. CARCOPINO, Sylla ou la monarchie manqu´ee, en JRS 22, 1932, 239–241. [NAGLE 1973] NAGLE, D. Brendan, “An allied view of the Social War” en AJA 87.4, 1973, 367–378. [NAVARRO 2003] NAVARRO, Francisco Javier, “El siglo II a.C. en Roma, entre la continuidad y el cambio” en Historia antigua (Grecia y Roma), Joaqu´ın G´omez–Pantoja (coord.), 2003, 419–462. [NICOLET 1974] NICOLET, Claude, L’Ordre ´equestre ` a l’´epoque r´epublicaine: 312-43 av. J.C (2 vols.). Paris, E. de Boccard, 1974. 107
BIBLIOGRAF´IA [NICOLET 1982] NICOLET, Claude, Roma y la conquista del mundo mediterr´ aneo (264-27 a.C.): 1, Las estructuras de la Italia romana. Barcelona, Labor, 1982. [NICOLET 1988a] NICOLET, Claude, The world of the citizan in Republican Rome. Berkeley, University of California Press, 1988. [NICOLET 1988b] NICOLET, Claude, “Dictateurs romains, et g´en´eraux carthaginois” en Dictatures: actes de la Table Ronde r´eunie ` a Paris les 27 et 28f´evrier 1984, edit´es par Fran¸cois Hinard. Paris, De Boccard, 1988, 27–47. [NORTH 1989] NORTH, John, “The Roman counter–revolution” [recensi´on de P.A. BRUNT, The fall of the Roman Republic and related esays] en JRS 79, 1989, 151–156. [NORTH 1990a] NORTH, John, “Politics and aristocracy in the Roman Republic” en CPh 85.4, 1990, 277–287. [NORTH 1990b] NORTH, John, “Democratic politics in Republican Rome” en P&P 126.1, 1990, 3–21. [OOTEGHEM 1964] OTEGHEM, J. van, Caius Maius. Bruxelles, Acad´emie Royale de B´elgique, 1964. [PASCUCCI 1975] PASCUCCI, Giovanni, “I ’Commentarii’ di Silla” en StudUrb 49-1, 1975, 283–296. [PASSERINI 1934] PASSERINI, A., “Caio Mario come uomo politico” en Athenaeum 12, 1934, 10–44, 109–143, 275–297, 348–380. [PATERSON 1985] PATERSON, J., “Politics in the Late Republic” en Roman political life 90 B.C.– A.D. 69, T.P. Wiseman (ed.). Exeter, 1985, 21–43. [PELLING 1986] PELLING, C.B.R., “Plutarch and Roman politics” en Past perspectives: studies in Greek and Roman history. Cambridge, Cambridge University Press, 1986, 159–187. ˜ ˜ ´ [PENALVER 1980] PENALVER RODR´IGUEZ, Miguel Angel , En torno a las leyes de Tiberio y Cayo Graco, Universidad Complutense de Madrid, 1980. [PERELLI 1981] PERELLI, Luciano, I populares dai Gracchi alla fine della repubblica. Tur´ın, G. Giappichelli, 1981. [PINA 1989] PINA POLO, Francisco, Las Contiones civiles y militares en Roma. Zaragoza, Dpto. Ciencias de la Antig¨ uedad. Universidad de Zaragoza, 1989. [PINA 1990] PINA POLO, Francisco, “La campa˜ na electoral en Roma” en El manual del candidato de Quinto Cicer´on (el Commentariolum Petitionis), A. Dupl´a, Guillermo Fat´as, Francisco Pina (eds.). Bilbao, Servicio Editorial de la Universidad del Pa´ıs Vasco, 1990. [PINA 1994] PINA POLO, Francisco, “Ideolog´ıa y pr´actica en la Roma tardorrepublicana” en Geri´ on 12, 1994, 69–94. [PINA 1997] PINA POLO, Francisco, “Contra arma verbis”: el orador ante el pueblo en la Roma tardorrepublicana. Zaragoza, Instituci´on Fernando el Cat´olico, 1997, 69–115. [PINA 1999] PINA POLO, Francisco, La crisis de la Rep´ ublica (133–44 a.C.). Madrid, S´ıntesis, 1999. 108
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. [PINA 2003] PINA POLO, Francisco, “El u ´ltimo siglo de la Rep´ ublica Romana” en Historia antigua (Grecia y Roma), Joaqu´ın G´omez–Pantoja (coord.). Barcelona, Ariel, 463–499. [POWELL 1990] POWELL, Jonathan G.F., “The tribune Sulpicius” en Historia 39.4, 1990, 446–460. [PURCELL 1987] PURCELL, Nicholas, Recensi´on de M. BEARD & M. CRAWFORD, Rome in the Late Republic: problems and interpretations en JRS 77, 1987, 191–192. [RABANAL 1996] RABANAL ALONSO, Manuel A., “Sila Dictador (82–79 a.C.): cambios pol´ıticos e institucionales” en HAnt 20, 1996, 41–52. [RAMAGE 1991] RAMAGE, Edwin S., “Sulla’s propaganda” en Klio 73, 1991, 93–121. [RAWSON 1974] RAWSON, Elizabeth, “Religion and politics in the Late Second century B.C. at Rome” en Phoenix 28-2, 1974, 193–212. [REAMS 1984] REAMS, L.E., “Sulla’s aleged poverty and and Roman rent” en AJAH 9, 1984, 158–174. [RHODES 1999] RHODES, P.J., “The Cambridge Ancient History” en Histos 3, 1999 (http://www.dur.ac.uk/Classics/histos/1999/rhodes.html). [RICH 1997] RICH, John, “Structuring Roman History: the lar Year and the Roman Historical Tradition” en Histos (http://www.dur.ac.uk/Classics/histos/1997/rich1.html).
Consu1, 1997
[RICHARDSON 1988] RICHARDSON, J.S., Recensi´on de Ph. O. SPANN, Quintus Sertorius and the legacy of Sulla en JRS 78, 1988, 197. [RIDLEY 1975] RIDLEY, Ronald R., “Cicero and Sulla” en WS 9, 1975, 83–108. [RIDLEY 2000] RIDLEY, Ronald R., “The Dictator´s mistake: Caesar’s escape from Sulla” en Historia 49.2, 2000, 211–229. ´ 1981] ROLDAN ´ HERVAS, ´ Jos´e Manuel, Historia de Roma, I: La Rep´ [ROLDAN ublica romana. Madrid, C´atedra, 1981. ´ 1984] ROLDAN ´ HERVAS, ´ Jos´e Manuel, “El orden constitucional en la primera [ROLDAN mitad del siglo II a.C.: de la res publica aristocr´atica a la res publica olig´arquica” en Geri´ on 2, 1984, 67–99. ´ 1994] ROLDAN ´ HERVAS, ´ Jos´e Manuel, El imperialismo romano: Roma y la con[ROLDAN quista del mundo mediterr´aneo (264–133 a.C.). Madrid, S´ıntesis, 1994. [ROSENSTEIN 1990a] ROSENSTEIN, Nathan, “War, failure, and aristocratic competition” en CPh 85.4, 1990, 255–265. [ROSENSTEIN 1990b] ROSENSTEIN, Nathan, Responses to W.V. Harris” en CPh 85.4, 1990, 294–298. [ROSENSTEIN 1993] ROSENSTEIN, N., “Competition and crisis in Mid-Republican Rome” en Phoenix 47-4, 1993, 313–335. [ROSENSTEIN 1995] ROSENSTEIN, Nathan, “Sorting out the lot in Republican Rome” en AJPh 116.1, 1995, 43–75. 109
BIBLIOGRAF´IA [ROSSI 1965] ROSSI, R.F., “Sulla lotta politica in Roma dopo la morte di Silla”, en PP 20, 1965, 133–152. [ROTONDI 1962] ROTONDI, Giovanni, Leges publicae populi romani: elenco cronologico con una introduzione sull’attivit`a legislativa dei comizi romani ; estratto dalla Enciclopedia giuridica italiana. Mil´an, Societ`a Editrice Libraria, 1962 (reimpresi´on de la edici´on de 1912). [SANTOS 1998] SANTOS YAGUAS, Narciso, “Los fragmentos de las Historias de Salustio: su valor hist´orico” en Espacio, Tiempo y Forma. Serie II, Historia Antigua 11, 1998, 221–239. [SCHOFIELD 2004] SCHOFIELD, Malcolm, Recensi´on de F. MILLAR, The Roman Republic in political thought en CR 54.1, 2004, 169–171. [SCULLARD 1973] SCULLARD, H.H., From the Gracchi to Nero: a history of Rome from 133 B.C. to A.D. 68. Londres, Methuen&Co., 1973. [SEAGER 1967] SEAGER, Robin, “Lex Varia de maiestate” en Historia 16–1, 1967, 37–43. [SEAGER 1972a] SEAGER, Robin, “Cicero and the word popvlaris” en CQ n.s. 22, 1972, 328–338. [SEAGER 1972b] SEAGER, Robin, “Factio”, en JRS 62, 1972, 53–58. [SEAGER 1994] SEAGER, Robin, “Sulla” en CAH IX, 165–207. [SENSAL 2001] SENSAL, Catherine, “Salluste, Iug., 110 : une r´eminiscence de Sylla?” en LEC 69, 2001, 65–74. [SHACKLETON BAILEY 1970] SHACKLETON BAILEY, D.R., “The prosecution of Roman magistrates–elect” en Phoenix 24, 1970, 162–165. [SHERWIN-WHITE 1955] SHERWIN-WHITE, A.N., Recensi´on de E. GABBA, Le origini della Guerra Sociale e la vita politica romana dopo l’89 a.C. en JRS 45, 1955, 168–170. [SHERWIN-WHITE 1956] SHERWIN-WHITE, A.N., “Violence in Roman politics” en JRS 46, 1–9. [SHERWIN-WHITE 1977] SHERWIN-WHITE, A.N, “Ariobarzanes, Mithridates, and Sulla” en CQ 27, 1977, 173–183. [SHOCHAT 1980] SHOCHAT, Yanir, Recruitment and the programme of Tiberius Gracchus, Latomus, 1980 [SMITH 1966] SMITH, R.E., “The anatomy of forces in Late Republican politics” en Ancient society and institutions: studies presented to Victor Ehrenberg on his 75th birthday, Oxfors, Blackwell, 1966, 257–273. [SPANN 1987] SPANN, Phillip O., Quintus Sertorius and the legacy of Sulla. Fayetteville, University of Arkansas, 1987. [STAVELEY 1960] STAVELEY, E,S., Recensi´on de F. DE MARTINO, Storia della costituzione romana en JRS 50, 1960, 250–253. [STEWART 1999] STEWART, Roberta, Recensi´on de F. MILLAR, The crowd in Rome in the Late Republic en AHR 104.4, 1999, passim. 110
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. [STOCKTON 2002] STOCKTON, David, The Gracchi. London, Clarendon Press, 2002. ´ ˜ ´ ˜ [SUAREZ PINEIRO 2000] SUAREZ PINEIRO, Ana Mar´ıa, “Las leges iudiciariae ante la crisis de la Rep´ ublica Romana (133-44 a.C.)” en Latomus 59–2, 2000, 253–275. [SUMI 2002] SUMI, Geoffrey S., “Spectacles and Sulla’s public image” en Historia 51.4, 2002, 414–432. [SUMNER 1976] SUMNER, G.V., “Scaurus and the Mamilian inquisition” en Phoenix 30-1, 1976, 73–75. [SUMNER 1978] SUMNER, G.V., “Sulla’s career in the Nineties” en Athenaeum 56, 1978, 395–396. [SYME 1989] SYME, Ronald (1989), La revoluci´ on romana. Madrid, Taurus, 1989. [TAYLOR 1949] TAYLOR, L.R., Party politics in the age of Caesar. Berkeley, University of California Press, 1949. [Tiberius 1970] Tiberius Gracchus: destroyer or reformer of the Republic? (1970); edited with an introduction by John M. Riddle, Lexington, Mas.: Heath, 1970. [TIPPS 1979] TIPPS, George K., The practical politics of Tiberius Gracchus, Ann Arbor, University Microfilms International, 1979. [VALGIGLIO 1969] VALGIGLIO, Ernesto, Silla e la crisi republicana. Firenze, La Nuova Italia, 1969. [VALGIGLIO 1974] VALGIGLIO, Ernesto, “L’autobiografia di Silla nelle biografie di Plutarco” en StudUrb 49-1, 1975, 245–281. [VEDALDI 1981] VEDALDI IASBEZ, Vanna, “I figli dei proscritti sillani” en Labeo 27, 1981, 163–213. [WALTON 1965] WALTON, Francis R., “A neglected historical text” en Historia 14, 1965, 236–251. [WEINRIB 1970] WEINRIB, E.J., “The judiciary law of M. Livius Drusus (tr. pl. 91 B.C.)” en Historia 19–4, 1970, 414–443. [WILLEMS 1968] WILLEMS, Pierre (1968), Le S´enat de la R´epublique romaine. Aalen, Scientia Verlag, 1968 (reimpresi´on del original de 1885). [WILLIAMSON 1990] WILLIAMSON, Callie, “The Roman aristocracy and positive law” en CPh 85.4, 1990, 266–276. [WISEMAN 1969] WISEMAN, T.P., Recensi´on de E.S. GRUEN, Roman politics and the criminal courts, 149–78 B.C. en JRS 59. 1969, 212–213. [WISEMAN 1970] WISEMAN, T.P., “The definition of eques Romanus in the Late Republic and Early Empire” en Historia 19, 1970, 67–83. [WISEMAN 1985] WISEMAN, T.P., “Competition and cooperation” en Roman political life 90 B.C.–A.D. 69, T.P. Wiseman (ed.). Exeter, 1985, 3–20. 111
BIBLIOGRAF´IA [WULFF ALONSO 1991] WULFF ALONSO, Fernando, Romanos e it´ alicos en la Baja Rep´ ublica: estudios sobre sus relaciones entre la Segunda Guerra P´ unica y la Guerra Social (201–91 a.C.). Bruxelles, Latomus, 1991. [WULFF ALONSO 2002] WULFF ALONSO, Fernando, Roma e Italia de la guerra social a la retirada de Sila (90–79 a.C.). Bruxelles, Latomus, 2002. [YAKOBSON 1992] YAKOBSON, Alexander, “Petitio et largitio: popular participation in the centuriate assembly of the Late Republic” en JRS 82, 1992, 32–52. [YAKOBSON 1999] YAKOBSON, Alexander, Elections and electioneering in Rome: a study in the political system of the Late Republic. Stuttgart, Franz Steiner Verlag, 1999.
112
´Indice general
1. Pr´ ologo: planteamiento de un aenigma
5
1.1. Sila inventado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
6
1.2. El Sila hist´orico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
8
2. Un esbozo historiogr´ afico
11
2.1. La sombra alargada de Ronald Syme . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 2.2. Los grandes temas generales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 2.2.1. Manuales colectivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 2.2.2. L.R. Taylor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 2.2.3. Ch. Wirszubski . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 2.2.4. T.R.S. Broughton . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 2.2.5. E. Gabba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 2.2.6. Ch. Meier . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 2.2.7. E. Badian . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 2.2.8. E.S. Gruen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 2.2.9. C. Nicolet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 2.2.10. P.A. Brunt . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 2.2.11. F. Millar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 2.3. Un primer balance . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 3. La fabricaci´ on de Lucio Cornelio Sila
23
3.1. Invenci´on: Lucio Cornelio Sila en primera persona . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 3.2. Reinvenci´on primera: los autores antiguos, ¿qu´e imagen nos muestran? . . . . . 26 3.2.1. Marco Tulio Cicer´on . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26 113
´INDICE GENERAL 3.2.2. Cayo Salustio Crispo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 3.2.3. Lucio Cornelio Sisenna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 3.2.4. Apiano de Alejandr´ıa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 3.2.5. Plutarco de Queronea
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
3.2.6. Tito Livio y los epitomizadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 3.2.7. Valerio M´aximo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 3.2.8. Di´on Casio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 3.3. Reinvenci´on segunda: los autores modernos, ¿qu´e imagen siguen transmitiendo?
35
3.3.1. Th. Mommsen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 3.3.2. G.P. Baker . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 3.3.3. J. Carcopino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 3.3.4. C. Lanzani . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 3.3.5. E. Badian . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 3.3.6. E. Valgiglio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 3.3.7. A. Keaveney . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 3.3.8. F. Hinard . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 3.3.9. F. Hurlet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 3.3.10. F. Wulff Alonso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 4. La Rep´ ublica romana en tiempos de Lucio Cornelio Sila
45
4.1. Contexto hist´orico: de los Gracos al Bellum Sociale sive Italicum. . . . . . . . . 45 4.2. El auge de Lucio Cornelio Sila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 5. El primer programa legislativo de Sila (88 a.e.v.)
57
5.1. El a˜ no 88 a.e.v.: la marcha sobre Roma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 5.2. Las primeras leges Corneliae . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 6. Cinnanum Tempus (87-83 a.e.v.)
65
7. Regnum Sullanum: la Dictadura Silana (82–80/79)
69
7.1. Sila Dictador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 7.1.1. ¿Un golpe de Estado?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70 114
Oscar Gonz´alez Cama˜ no. 7.1.2. Antigua y nueva dictadura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 7.2. Las proscripciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 7.2.1. Una represi´on institucionalizada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 7.2.2. Un procedimiento de depuraci´on social y pol´ıtica . . . . . . . . . . . . . 76 7.3. El segundo programa legislativo de Sila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78 7.3.1. ¿Invenci´on del Senado? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78 7.3.2. Mutilaci´on del tribunado de la plebe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 7.3.3. Control de las magistraturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80 7.3.4. Acerca de los tribunales de justicia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 7.3.5. Las provincias: no m´as Sullae . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82 7.3.6. Acerca de los cargos sacerdotales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 7.3.7. Otras leyes
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
7.4. Significaci´on de la legislaci´on silana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84 8. ¿Ep´ılogo?: la destrucci´ on de la constituci´ on silana
89
8.1. La derogaci´on de la constituci´on silana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 8.2. A modo de conclusi´on . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 9. Abreviaturas y bibliograf´ıa
97
115