Boletín osar n°27

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3º Conferencia del martes 29 Pastoral y espiritualidad El tema que voy a sintetizar ahora está ampliamente desarrollado en mi libro “Teología espiritual encarnada” (San Pablo, Buenos Aires). Lo que vamos a ver ahora es cómo se concreta esa compenetración íntima que hay entre la formación espiritual y la formación pastoral. En primer lugar hay que aclarar esto: la palabra “espíritu” (ruaj- pneuma) significa dinamismo, significa movimiento. Cuando indica aire, indica viento, aire que se mueve, que impulsa. Siempre tiene ese sentido radical de dinamismo. Pero la influencia de la filosofía griega hizo que la palabra espíritu se identificara con la palabra alma y, más bien, indicara lo que es inmaterial, lo que se distingue de lo visible, lo que es invisible, lo distinto del mundo externo. Esto marcó mucho la concepción de lo que es “espiritual” o espiritualidad. Se agravó en la época de la filosofía alemana más subjetivista: Fichte, Schelling, Hegel y otros autores identificaban más bien “espíritu” con lo subjetivo, la subjetividad. Entonces se refuerza este sentido de espiritual como lo íntimo, lo secreto, lo que no se ve, lo solitario. La espiritualidad pasó a identificarse con esos actos más privados de devoción, pasaron a ser prácticamente sinónimos, cuando en realidad en la Escritura el “espíritu” es el dinamismo que imprime el Espíritu Santo en nuestras vidas, y más concretamente, el dinamismo del amor: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5, 5). Cuando nosotros hablamos del amor entendemos aquí caridad pastoral, eso mismo que le da unidad, que armoniza todas las dimensiones de la vida sacerdotal. Entonces, este dinamismo de la caridad pastoral que el Espíritu infunde en nosotros, eso es para ustedes -curas diocesanos- la espiritualidad. Eso que es lo “espiritual” se expresa de dos maneras: se expresa en la actividad privada, lo que llamamos oración personal o privada para evitar ese equívoco. No siempre: si la oración es una búsqueda subjetiva de sí mismo, un conversar con uno mismo, darle vueltas a las propias heridas, revisar los proyectos y nada más, eso no es el dinamismo del amor. O sea que estos actos internos no necesariamente son espirituales. Y la espiritualidad se expresa también en la actividad pastoral. Se expresa, entonces, en las dos cosas: en la oración privada, pero también en la actividad pastoral, que son las tareas de servicio, el diálogo, el encuentro con el otro, etc. Así como tiene dos formas de expresarse, tiene también dos formas de alimentarse, de nutrirse: se nutre en esos actos de la oración privada y se nutre en esos actos de la entrega apostólica y del servicio. Es como el organismo humano que se nutre con líquidos y sólidos. Si le das sólo líquido se muere, si le das sólo sólido se muere… Hay que alimentarlo con las dos cosas, hay que nutrirlo con las dos cosas, líquidos y sólidos. Si no, esa espiritualidad se debilita, no funciona adecuadamente. Pero a veces se entiende que la espiritualidad es como una especie de batería que se carga cuando uno reza y va a un retiro, y se descarga cuando el cura confiesa una hora, cuando atiende gente, cuando visita enfermos, cuando trabaja. Se carga en la oración privada, se descarga en el apostolado… Entonces, trabajo un poco y tengo que ir a cargarla de nuevo. Es como si la actividad apostólica, donde el Espíritu nos envía para dar la vida, se convirtiera en lo que nos destruye y nos arruina la vida. Es una concepción equivocada y muy dañina. Entonces, hay que reconocer que está ese doble dinamismo: este dinamismo amoroso, que es el del amor que se expresa y se nutre de estas dos formas. Cuando este dinamismo del amor se expresa en la actividad pastoral, lo que hace es explayarse, desarrollarse, profundizarse, concretizarse, crecer, madurar. Eso que yo vivo en la oración lo encarno en la actividad pastoral y entonces se afianza, se arraiga, se desarrolla más todavía. Es como un segundo paso que es indispensable, que es necesario; y es cuando esa actividad se encarna en un espacio y en un tiempo, en estas personas, en este territorio, en esta diócesis, en este lugar concreto. Y al hacerlo, tu espiritualidad, tu dinamismo amoroso, se embellece, se transforma, se profundiza, se enriquece, adquiere nuevos matices, nuevas formas. Pero ocurre que estos dos ámbitos, la actividad externa-pastoral-misionera y la actividad interno-privada de la oración solitaria, tienen que tener una comunicación entre sí. O sea, son dos ámbitos que tienen que conectarse entre sí. Esta mañana vimos la primera parte, que es este dinamismo del amor que se expresa en la actividad pastoral, que se vive en la misma actividad pastoral cuando yo descubro a Cristo en medio de la tarea, cuando me detengo ante el otro con una mirada sobrenatural, etc. Ahí se expresa. Pero al mismo tiempo cuando yo logro, en medio de la actividad, vivir de un


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