Que el proceso de creaciĂłn de valor y la fijaciĂłn de esa triada estaba en marcha lo muestra la producciĂłn posterior. Un visitante extranjero de mediados de siglo, Atilio Gaudio QRV GHMD OD VLJXLHQWH GHVFULSFLyQ GRQGH OXJDU y gentes se representan de modo positivo. No lejos de allĂ se encuentra el pueblo de La Atalaya, uno de los pueblos trogloditas de Gran Canaria. Cuando se habla de habitantes de las “cavernasâ€?, habitualmente se cree que se trata de primitivos. Pero al visitar los dos pueblos cuyos habitantes se han instalado en las grutas antiguamente habitadas por los Guanches, hay que rendirse a la evidencia de que no son ni primitivos ni siquiera zafios. Ellos nos han dejado el recuerdo de una solidaridad humana, de una gentileza y de una hospitalidad que raramente se encuentran en otras partes Pocos decenios despuĂŠs se ven los productos de esta creaciĂłn de valor patrimonial en la profusiĂłn de artĂculos, declaraciones y movilizaciones centradas en la conversiĂłn de estos dos elementos en patrimonio cultural. Desde finales de los sesenta a comienzos de los ochenta, se publican diversos artĂculos centrados en la vivienda en cuevas en Gran Canaria y, en concreto, en La Atalaya. Un estudio general y pionero es el de 3pUH] 9LGDO VREUH OD YLYLHQGD FDQDULD GRQGH GHGLFD XQ apartado a lo que denomina “cueva habitaciĂłnâ€?, destacando la alta proporciĂłn de cuevas labradas en toba y su extraordinaria calidad. Entre los nĂşcleos que destaca en la isla de Gran Canaria se encuentra el de La Atalaya “conocido por sus SURGXFWRV DOIDUHURV´ S 3RU OD PLVPD pSRFD VH SXEOLFDQ otras investigaciones donde la cueva-taller de Panchito se convierte en una referencia clave, dejando patente que se ha visitado el lugar. En todo caso, se destaca la relevancia de HVWH WLSR GH KiELWDW VHD SRU VX SUHWHQGLGD DQWLJ HGDG +HUUHUD PiquĂŠ, 1979) o por considerarlo representativo del modelo GH RUJDQL]DFLyQ GH ORV DQWLJXRV DOIDUHV WURJORGLWDV &XHQFD Sanabria, 1981). Este interĂŠs –como se ha podido comprobar en pĂĄginas precedentes-, no resulta nada novedoso sino que, en todo caso, se renueva ahora con elevada potencia. Los dos diacrĂticos valorados desde el exterior siempre han sido los mismos: el proceso de trabajo alfarero y el hĂĄbitat troglodita. Respecto al hĂĄbitat troglodita se producen diversas declaraciones sobre su necesidad de conservaciĂłn pero la mayor parte se centran en determinadas cuevas. La trĂada mencionada hace que determinadas pertenencias del alfarero sean objeto de discursos patrimonializadores; el mejor ejemplo es su propia vivienda, cueva-alfar. Tanto es asĂ, que en los aĂąos ochenta la idea de que la casa-cueva deberĂa ser un museo parece generalizada entre gran parte de los agentes
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que discuten sobre el futuro del lugar y del oficio. Algunos artĂculos de prensa y entrevistas con el artesano recalcan, con admiraciĂłn, que la cueva del alfarero es un verdadero museo. El maestro en una entrevista destaca la opiniĂłn de sus propios alumnos de que “su casa deberĂa ser comprada por el Cabildo o por alguna InstituciĂłn para ser convertida en PXVHR´ &DQDULDV PDU]R La muerte del alfarero en 1986 desata una oleada de declaraciones reivindicativas. Dos son de especial interĂŠs. Una, en un artĂculo de la revista Aguayro titulado “La necesidad de la creaciĂłn de un ecomuseoâ€?, en el que parece diseĂąarse el futuro; en el mismo se destaca la necesidad de un futuro Museo, asĂ como la relevancia de la alfarerĂa y la cultura material que ha generado el oficio y el lugar: hornos, cuevas, etc. El autor apunta a la necesidad de preservar este bien cultural ante su segura pĂŠrdida, lanzĂĄndose la idea de la necesidad de un ecomuseo, legitimada por la existencia de un poblado troglodita que: ... constituye un valioso y Ăşnico documento que se ha preservado intacto al paso de los siglos. Se trata, por tanto, de un autĂŠntico fĂłsil vivo, un tĂşnel del tiempo, donde los investigadores: antropĂłlogos, etnĂłgrafos y arqueĂłlogos pueden penetrar para obtener informaciĂłn que difĂcilmente hubieran podido conseguir siguiendo procedimientos normales de investigaciĂłn (...) El poblado de La Atalaya constituye tambiĂŠn un libro abierto al pasado, ya que bajo su suelo, cuando se excave, encontraremos muchas de las claves que nos vendrĂĄn a clarificar importantes aspectos de la vida econĂłmica y social de la comunidad aborigen que sobreviviĂł al trauma de la conquista. Etapa oscura sobre todo en lo concerniente a los aborĂgenes canarios, que ya no serĂan objeto de la misma atenciĂłn por parte de los cronistas &XHQFD 6DQabria, 1986: 25). Este y otros artĂculos de la ĂŠpoca siguen la misma lĂnea reivindicativa que pronto pasa a manos de un grupo de alumnos del alfarero Panchito que han sido los continuadores del oficio y la conservaciĂłn de su casa-taller. Ejemplo de esta movilizaciĂłn, claramente identitaria y patrimonialista, desde dentro y fuera del lugar es un manifiesto realizado poco despuĂŠs en la que se denuncia la situaciĂłn en la que se encuentra el alfar y la lentitud en su declaraciĂłn como monumento histĂłrico-artĂstico: Con motivo del aniversario de la muerte de Francisco RodrĂguez Santana (Panchito), alfarero de La Atalaya de Santa BrĂgida, uno de los Ăşltimos maestros artesanos, reflejo de nuestros valores culturales, denunciamos pĂşblicamente que despuĂŠs de un aĂąo del fallecimiento de este artesano