Cuaderno 1

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cómo preservar la unidad fraterna, salvaguardando, no obstante, la autenticidad de la fe de cada miembro. Tal concordia. elaborada ecuménicamente, debe considerarse como parte integral de la instrucción dada a las personas en los círculos de oración». (Orientaciones teológicas y pastorales de la Renovación Carismática Católica, Aguas Buenas, Publicaciones Nueva Vida, p. 58). Para responder a este deseo de autenticidad recíproca, el católico debe tener anteriormente un conocimiento serio de su propia fe, especialmente del misterio de la Iglesia, que debe comprender y vivir en su realidad profunda. No puede, bajo pretexto de caridad, dejarlo de lado. Amor y verdad no se excluyen: lo uno llama a lo otro. Este sentido «eclesial» permitirá poner una atención particular en evitar los peligros, para no perderse por otros caminos o por callejones sin salida. Señalaremos ahora algunas dificultades de este tipo -sin querer ser exhaustivos-, empezando por llamar la atención sobre el vocabulario que se emplea.

II. Ambigüedades de lenguaje. Toda la importancia que se dé a la exactitud en las palabras es poca. Un día le preguntaron a un sabio chino: «¿Oué haría usted si fuese el maestro del mundo?». Y él contestó: Devolvería a las palabras su auténtico sentido. Aunque parezca muy paradójico, un lenguaje común puede engendrar malos entendidos si la semejanza de las palabras contiene y esconde concepciones incompatibles entre sí. Cuando uno aprende un idioma extranjero, las palabras más difíciles de usar son las que tienen sonido igual, pero contenido distinto. Nuestro vocabulario común carismático puede inducirnos recíprocamente a error. Debemos analizar lealmente las diferencias; no podemos superarlas si no las reconocemos. Citemos, como ejemplo, el término «bautismo en el Espíritu que encierra teologías distintas. El «bautismo en el Espíritu» La palabra más usada en medios carismáticos es, sin lugar a dudas, «bautismo en el Espíritu. Es la palabra clave, pues designa la experiencia inicial de conversión de donde mana el resto. Por consiguiente, es de gran importancia la pregunta: ¿qué realidad subyace en esta palabra? Desgraciadamente, no es raro oír en medios católicos a alguno que dice: «me hice cristiano tal día», refiriéndose al día en que recibió el bautismo en el Espíritu. Ambigüedad peligrosa en boca de quien ha sido bautizado sacramental mente de niño y se hizo cristiano aquel día. Indudablemente quiere decir que tomó conciencia de su cristianismo a raíz de este bautismo en el Espíritu, que ha cambiado y marcado su vida. Se comprende que hable con entusiasmo de su experiencia, pero es importante que vigile su vocabulario. La expresión podría llevar a una grave desviación doctrinal si llegase a significar una especie de superbautismo para uso de un grupo reducido de cristianos. La ortodoxia y la humildad necesarias se conjugan aquí, en una exigencia común de verdad verbal y de verdad a secas.

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