misery

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personaje de ficción. Escribir puede ser una forma de masturbación; pero que Dios me libre de convertirlo en un acto de autocanibalismo. Su apartamento era el 9-E, el más alejado del ascensor, y hoy el pasillo parecía tener setenta kilómetros. Avanzó cojeando, con un bastón en forma de te en cada mano. Clac.., clac.., clac... Dios, cómo odiaba ese sonido. Las piernas le dolían muchísimo y necesitaba el "Novril". Algunas veces pensaba que valdría la pena estar allí con Annie sólo para conseguir la droga. Los médicos se la habían ido quitando. El sustituto era el alcohol y, cuando llegase al apartamento, se iba a tomar un bourbon doble. Luego, miraría durante un rato la pantalla en blanco de su procesador de textos. Qué divertido. El pisapapeles de quince mil dólares de Paul Sheldon. Clac... clac... clac.., clac. Ahora tenía que sacar la llave del bolsillo sin que se le cayeran los bastones ni el sobre donde llevaba las galeradas. Apoyó éstos contra la pared. Mientras lo hacía, las galeradas fueron a parar a la alfombra. El paquete se abrió. -¡Mierda! -gruñó, y entonces los bastones se derrumbaron con un claqueteo para aumentar la diversión. Paul cerró los ojos balanceándose precariamente en sus piernas torcidas y dolientes, esperando a ver si se enfurecía o si empezaba a llorar. No quería llorar en el pasillo; pero tal vez lo haría. Ya lo había hecho. Las piernas le dolían constantemente y necesitaba la droga, no la aspirina que le daban en el dispensario del hospital. Quería su droga buena, la de Annie. Y además, estaba siempre tan cansado. Lo que le hacía falta para levantarse no eran esos asquerosos bastones sino sus juegos de ficción y sus historias. Ellos eran las buenas drogas, el pinchazo que nunca fallaba; pero habían huido. Parecía que la hora de jugar se había terminado para siempre. Así es el final, pensó abriendo la puerta y entrando en el apartamento dando tumbos. Por eso es por lo que nadie escribe sobre ello. Es demasiado aburrido. Ella tenía que haber muerto después de que le rellené la cabeza de papel en blanco y páginas descartadas. Debí haber muerto entonces yo también. En aquellos momentos, éramos verdaderamente personajes en uno de los seriales de Annie. Nadie era gris, sólo blanco o negro, bueno o malo. Yo era Geoffrey y ella la diosa abeja de los bourkas. Esto... bueno, he oído hablar de desenlaces, pero éste es ridículo, Que se joda la mierda del suelo. Primero a beber y luego a recoger. Primero a ser un niño malo y... Se paró. Tuvo tiempo de darse cuenta de que el apartamento estaba demasiado oscuro. Y había un olor. Conocía ese olor, una mezcla mortal de suciedad y de polvos faciales. Annie salió de detrás del sofá como un fantasma blanco, vestida con uniforme de enfermera y cofia. Llevaba el hacha en la mano y gritaba: -¡Es hora de aclarar, Paul! ¡Es hora de aclarar!


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