misery

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recompensa que el panorama de una autopista con unas cuantas gasolineras y alguna que otra bolera. Aun así, era bueno terminar. Era bueno haber producido, haber hecho que una cosa fuese. De un modo algo vago, comprendía y apreciaba el valor del acto, de hacer que surgiesen de la nada pequeñas vidas, creando una apariencia de movimiento y una ilusión de calor. Comprendió ahora, finalmente, que no era muy bueno haciendo su truco, pero era el único que sabia, y si siempre acababa haciéndolo de forma inepta, al menos nunca dejaba de hacerlo con amor. Tocó la pila del manuscrito y sonrió un poco. La mano se apartó del montón de hojas y se deslizó hacia el único "Marlboro" que ella le había puesto en el poyete de la ventana. A su lado había un cenicero de cerámica con un vapor de ruedas litografiado. Bajo el barco decía: RECUERDO DE HANNIBAL, MISSOURI. EL HOGAR DEL NARRADOR AMERICANO. En el cenicero había un librito de cerillas; pero sólo contenía una, era todo lo que ella le había concedido. Con una, sin embargo, debería bastarle. Podía oírla trajinando en el piso de arriba. Eso era bueno. Tendría tiempo suficiente para hacer sus pequeños preparativos, y le serviría de advertencia si decidía bajar antes de que él estuviese listo para encargarse de ella. Aquí viene el truco de verdad, Annie. A ver si puedo realizarlo. A ver si puedo. Se inclinó haciendo caso omiso al dolor de sus piernas y empezó a sacar el fragmento suelto de la tabla.

41 La llamó cinco minutos después y oyó sus pesados pasos en la escalera. Esperaba sentirse aterrorizado cuando las cosas llegasen a ese punto, y comprobó con alivio que se hallaba bastante tranquilo. La habitación estaba llena del olor del fluido de encender carbón. La tabla, extendida a través de los brazos de la silla, goteaba constantemente. -Paul, ¿ha terminado de verdad? -gritó por el pasillo. Paul miró la pila de papel, empapada de fluido inflamable, que estaba en la tabla al lado de la odiosa "Royal". -Bueno -le contestó-, hice todo lo que pude. -Estupendo, estupendo. ¡Ay, casi no puedo creerlo! Después de todo este tiempo. Espere un momento. Traeré el champaña. -Magnifico. La oyó atravesar el linóleo de la cocina, anticipando cada crujido un instante antes de que se produjese. Estoy escuchando todos esos sonidos por última vez, pensó, y eso le causó un estupor que rompió su calma como si fuese el cascarón de un huevo.


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