Besar a un ángel - Susan elizabeth phillips

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Besar a un Ángel SUSAN ELIZABETH PHILLIPS

Daisy se sintió doblemente insultada: primero por no tener la cocina limpia y luego por la tardanza. No añadiría a esos pecados ser maleducada. —¿Te gustaría tomar una taza de té?¿0 quizás un refresco...? —No. —La mujer cogió un trapo y se secó las manos. —Soy Sheba Quest, pero supongo que ya lo sabes. Al verla más de cerca, Daisy fue consciente de que la dueña del circo llevaba un maquillaje más llamativo del que ella hubiera elegido. No es que no le quedara bien, pero combinado con aquella ropa colorida y algo provocativa junto con aquellos extravagantes complementos, resultaba evidente que sus patrones de belleza habían sido influenciados por la vida en el circo. —Soy Daisy Devreaux. O más bien Daisy Markov. Todavía no me he acostumbrado al cambio. Una profunda emoción cruzó por el rostro de Sheba. Una profunda repulsión combinada con una hostilidad casi palpable. Al momento, Daisy supo que Sheba Quest no sería su amiga. Se obligó a permanecer inmóvil bajo el frío escrutinio de Sheba. —A Alex le gusta comer bien. Apenas tienes nada en la nevera. —Lo sé. Aún no me he organizado. —No tuvo valor de señalarle a Sheba que no estaba bien andar fisgoneando. —Le gustan los espaguetis y la lasaña, y le encanta la comida mexicana. Pero no malgastes el tiempo haciéndole postres. No le gustan los dulces, salvo en el desayuno. —Gracias por decírmelo. —Daisy notó que se le volvía el estómago. Sheba pasó la mano por el desconchado mostrador. —Este lugar es horrible. Alex inició la gira en una caravana nueva, pero se deshizo de ella la semana pasada y comenzó a utilizar ésta aunque me ofrecí a conseguirle algo mejor. Daisy no pudo ocultar la tristeza que la embargó. ¿Por qué había insistido Alex en vivir en un sitio así si no tenía por qué hacerlo? —Pienso arreglarlo —dijo ella, aunque la idea no se le había pasado por la cabeza hasta ese momento. —La mayoría de los hombres quieren que su esposa disfrute de todas las comodidades posibles. Me sorprende que Alex rechazara mi oferta. —Seguro que tenía sus razones. Sheba examinó la pequeña figura de Daisy. —No tienes ni idea de cómo manejarlo, ¿verdad? Sheba parecía dispuesta a pelear como el perro y el gato, pero Daisy sabía quién de las dos saldría perdiendo, así que señaló los dos maillots de lentejuelas que había en el respaldo de la silla. —¿Son esos maillots los que tengo que probarme? Sheba asintió con la cabeza. Escaneado por PACI – Corregido por Mara Adilén

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