La princesa comprada del jeque sophia lynn

Page 87

“Yo tampoco,” susurró Adnan, apartándole el pelo de la cara. Emily deseó que pudieran estar así echados para siempre, pero finalmente, con un ligero gruñido, Adnan tuvo que apartarse. Cuando él dejó su cuerpo, ella tuvo una extraña sensación de pérdida. Él entró en el baño. Cuando salió, tenía una pequeña palangana con agua muy caliente y una toallita. “¿Qué estás haciendo?” preguntó ella. La ronquera de su voz la sorprendió. Enrojeció cuando se dio cuenta de que se debía a lo mucho que la había hecho gritar ese hombre. “Cuidarte,” dijo él, y la ternura de su voz la hizo sonreír. Él la instó a que se tumbara sobre su espalda y, cuando lo hizo, él le abrió de nuevo las piernas. ¿Intenta… lavarme? pensó Emily con incredulidad. Ella intentó cerrar de nuevo las piernas, pero, como antes, Adnan simplemente apartó a un lado su resistencia. Sus piernas se abrieron para él. Se resistió a su primera caricia, pero cuando él pasó la toallita cálida y humeante por sus muslos y por la carne entre ellos, toda la rigidez huyó de sus miembros y se relajó en el colchón con un suspiro. La limpió con una ternura que hizo que le doliera el corazón y, en ese momento, no estuvo segura de si alguna vez se había sentido tan protegida. Tan cuidada. Emily casi se había dejado llevar por el sueño cuando se le ocurrió algo, “¡Oh, tu hombro!” dijo, sentándose un poco. “¿Está bien?” Él se rio, moviendo la cabeza ante su preocupación. “Está bien. Probablemente me quitaré mañana el vendaje y seguiré adelante. Realmente, el médico ha montado más escándalo con esto que yo.” “Mañana”, suspiró ella suavemente, golpeada por la idea. “¿Qué pasará mañana?”


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.