Cuaresma 2005

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Jesús, la clave de sentido bajo a su casa justificado

3ª Semana - SÁBADO 5 de marzo de 2005 Reflexión

Lectura del día

En la conciencia cristiana existe una imagen distorsionada de los fariseos. ¿En parte por el texto de hoy? Es una parábola: un texto con trazos exagerados y caricaturescos, para llamar la atención sobre un punto central. La parábola contrapone dos figuras representativas del judaísmo de la época... y de la religiosidad de todos los tiempos. Lo que cada uno de ellos dice de sí mismo es verdad. Lo significativo quizá sea esto: el fariseo se compara con los demás; el recaudador ahonda en sí mismo. El fariseo encarna al personaje consciente de su buen comportamiento. Cumple como el primero. Pero no ama a los demás. Está lleno de su propia bondad. En el fondo, no deja actuar a Dios en su vida. Ya actúa él. Dios tan sólo tiene que hacerle justicia. Y él mismo se considera capacitado para ser juez. El publicano encarna al personaje consciente de su mal comportamiento. Por ello, ni compara ni enjuicia; no mira a los demás sino a Dios y a sí mismo. Sencillamente pide perdón. Para sus contemporáneos,el publicano era, por su profesión, un caso sin salida. Era maldito: servía a un «sistema» abominable, al «ocupante opresor» y robaba en beneficio propio... Pero Dios es quien justifica y pone a cada uno en su sitio.

En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás: -Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. Lucas 18, 9-14

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