Cuaresma 2005

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Escucha mi voz Hoy, Señor, me diriges la palabra de Jeremías: -Escucha mi voz, que invita a seguir los pasos de Jesús, a aceptarle como el «más fuerte» y el Salvador, a continuar realizando los signos que él hacía para librar a los hombres y mujeres del mal. -Escucha mi voz para que tu corazón sea dócil a mi palabra, para que camines con rectitud y no dándome la espalda; así te consideraré de verdad parte de mi pueblo. Señor, dame un corazón sincero y atento a la voz de tu palabra. Esa palabra que me diriges desde la Biblia. Esa palabra que se expresa en balbuceos cuando repaso mi propia vida. Esa palabra que a veces es susurro, y otras se convierte en grito desde la historia dura de los «oprimidos por el diablo», de los des-personalizados por la injusticia, la marginación o la indiferencia de muchos de nosotros.

te: «Shemá, Israel» (Escucha, Israel)! Escuchar supone: prestar atención a la palabra de Dios, dejar que entre, colocarla en el centro. ¿No nos sucede hoy que oímos mucho pero escuchamos poco? También la Palabra de Dios la oímos a menudo «como quien oye llover». «Echar los demonios» significa en los evangelios luchar de manera efectiva contra toda clase de mal que desde fuera atenaza al hombre. Jesús ha venido a combatir esas fuerzas malignas. Y así devuelve al hombre su dignidad: el mudo empezó a hablar. Así hacía presente a Dios; implantaba su Reino en el mundo. Nuestra misión es pasar, como Jesús, haciendo el bien, curando y expulsando todo tipo de demonio que oprime a nuestros hermanos. También el demonio del egoísmo que divide y que lucha contra la fuerza del Espíritu dentro de cada persona. Y el demonio del individualismo que pugna contra las corrientes solidarias en la sociedad.

Entra en tu interior Hay una comedia norteamericana protagonizada por Richard Prior y Gene Wilder que lleva este curioso título: «No me chilles, que no te veo». El destino hace coincidir a un ciego y un sordo en una cómica situación; de ahí arranca una serie de peripecias donde queda de manifiesto la dificultad de comunicación entre ambos. ¡Les faltaban los sentidos fundamentales! En la Biblia tiene mucha importancia el verbo «escuchar». ¡Cuántas veces se repi-

Oración Señor, desata las ataduras de mi mudez que me estorban alabarte y rezarte con mayor intensidad y frecuencia. Y que me dificultan para decir una palabra tuya a mis hermanos, sobre todo a los pequeños y a los débiles según tus criterios. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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