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LOS RETOS DE LA MISIÓN EN MÉXICO

Del 16 al 20 de enero, del presente año, se llevó a cabo la XLIX Asamblea Nacional de Directores Diocesanos de Misiones. Este espacio, designado al diálogo e intercambio de opiniones e ideas para mejorar la labor de los responsables de la dimensión misionera en cada una de las diócesis, contó con la presencia de S.E.R. Mons. Joseph Spiteri, Nuncio Apostólico en México, quien dedicó un mensaje a los presentes, abordando temas como la importancia de caminar en sinodalidad, las realidades de nuestro país y la gran responsabilidad que tienen las Iglesias locales para hacer frente a ellas.

Mons. Spiteri comenzó su mensaje resaltando la importancia de una Iglesia diversa, al señalar la presencia tanto de Sacerdotes como de religiosos, religiosas y mujeres laicas dentro de la dimensión de misiones; inmediatamente dio paso al que sería el eje de su mensaje: la centralidad de Jesucristo, el amor por Jesús.

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Una Iglesia al servicio del pueblo de Dios

La Iglesia no nos pertenece «en el sentido en que podamos sentirnos dueños de la Iglesia —señaló Monseñor— la Iglesia es y será siempre de Jesucristo, nuestro Señor. Y nosotros hemos tenido la gracia, primero por el don del bautismo y después por los dones personales que hemos recibido, de participar en este servicio en la Iglesia, por el mundo, por nuestros hermanos y hermanas», comentó, refiriéndose a la labor de quienes están al frente de las Obras Misionales en las distintas diócesis.

«Podemos decir que, desde un primer momento, desde el nacimiento de la Iglesia en el misterio de la muerte y resurrección del Señor, con la primera aparición del Señor resucitado, podemos mencionar tres pilares, tres fundamentos de la Iglesia: El Perdón, que es reconciliación, el perdón que abre paso a la comunión en el Espíritu que empuja hacia la Misión; entonces, la misión de la Iglesia en la Iglesia, no es algo accidental, es la esencia de la esencia misma de la Iglesia.

» Ser Iglesia es ser Misión, es estar siempre lanzados, podemos decir, para comunicar, para compartir lo que hemos recibido: el don de la fe, el don del perdón, el don de la reconciliación, el don de la comunión en Jesús con la fuerza del Espíritu Santo; es compartir todo eso, con nuestros hermanos y nuestras hermanas. Y eso lo hacemos personalmente y juntos, en comunión.

» Sabemos muy bien que el Papa Francisco ha estado insistiendo sobre el proceso sinodal. Sinodalidad es caminar juntos, no por el gusto de caminar juntos, sino caminar juntos porque queremos ser guiados por el Espíritu del Señor resucitado. Es el Señor quien va abriendo camino con nosotros. Caminar juntos significa también tener el tiempo para conocernos mejor. Dos personas que se ponen de acuerdo para caminar juntos tienen que compartir, mínimo, el hecho de querer llegar juntos a un destino; el camino sinodal presupone una mayor responsabilidad de cada uno y de cada una de nosotros. Responsabilidad compartida, responsabilidad en la iglesia que todos hemos recibido en la consagración bautismal.

» Entonces, el sacerdocio de los fieles es una participación en la misión sacerdotal de Jesús. Podemos utilizar ahí más la imagen de

María, que es la primera cristiana, la primera que ha dicho “sí” al Señor. En ese sentido, la trayectoria de todos los profetas y todas las santas del antiguo testamento, eh, obviamente, pero para nosotros es el modelo de la verdadera cristiana; el sacerdocio ministerial que nosotros hemos recibido como presbíteros, es estar al servicio de todo el pueblo de Dios; para ayudar a todos a vivir el sacerdocio real, el sacerdocio que nos une a Cristo en su sacrificio, en la ofrenda de sí mismo. Eso es algo que todos estamos llamados a hacer: ofrecernos a nosotros mismos para servir a nuestros hermanos a nuestras hermanas.

» Ahora, ¿cómo comprender todo esto en el contexto de la realidad de nuestra sociedad, aquí en México hoy, cada uno en su diócesis y todos juntos a nivel también nacional? En la respuesta también encontraremos las respuestas de acción misionera que queremos dar para animar al pueblo de Dios a vivir su fe.

» En México es muy importante la piedad popular. Claro, hay piedad popular también en Europa, pero no es lo mismo, como sabemos, hay piedad popular también el los países africanos, en los países asiáticos, cada país, cada región, cada continente tiene su modo de expresar la fe. Ciertamente en América latina y en México, la piedad popular, es un valor muy importante. Pero no debemos olvidar la importancia de la formación espiritual, la formación catequética para nuestros fieles; porque tanto en América latina como en nuestro querido México, el avance de la secularización empieza a ser más evidente.

» Sobre la misión, en México, ustedes como directores diocesanos, junto con el director nacional, están llamados a animar y apoyar la misión universal de la Iglesia; la Misión en América latina y la misión también en otros países, en otros continentes, en Europa que necesita una nueva evangelización, como sabemos. Debemos tener en nuestro corazón esta realidad: no estamos llamados a servir solamente a nuestra parroquia, a nuestra diócesis o a la Iglesia en nuestra nación, sino a la Iglesia universal.

» Alguna vez, cuando nos encontramos, pregunté al director nacional si había misioneros laicos aquí, en México. Sí, hay muchos institutos misioneros, lo cual es una cosa muy buena, pero podemos tener más; podríamos trabajar más para animar a los jóvenes y a los menos jóvenes, sobre todo laicos, ofreciéndoles periodos de unos meses, un año, más años de su vida como servicio misionero en México, en América latina o en otros países.

» Toda la actividad misionera debe estar firmemente fundada en la oración; porque no podemos ofrecer lo que no tenemos. Tenemos que alimentar los dones que hemos recibido a través de la oración, para poder verdaderamente compartir estos dones con nuestros hermanos y hermanas».

México, nosotros no tenemos la respuesta, nuestra respuesta siempre es una respuesta de fe, de oración y de entrega al Señor.

«Frente a la situación de violencia, el hecho de que nosotros hemos recibido el don de la fe y que queremos vivir esta misionalidad, no significa que tengamos todas las respuestas. Frente a cierta violencia, digamos, casi un sistema de violencia, de corrupción e injusticia que vivimos hoy en día, lo vemos muy claro en países latinoamericanos, desafortunadamente, no es una cuestión exclusiva de

» Es un tanto de compromiso con las periferias, es lo que nos pide el Papa Francisco, ahora ¿cómo salir a ellas como Iglesia? Ese es el desafío de cada diócesis, de cada comunidad local, diría que cada parroquia tiene que enfrentarse y reflexionar sobre esta realidad. Es bueno reflexionar sobre esto, pero tampoco podemos quedarnos solo en discusiones, hay que pasar a la acción; bastaría tener contacto con una persona, que ya es mucho, para poder comunicar la gracia de Dios para así sembrar, sembrar la misericordia del Señor.

» La migración es otro gran desafío, pero también puede ser una vocación, es decir, una posibili- dad para la Iglesia, hay muchos ejemplos de esto, podemos acoger a los migrantes, lo cual nos enriquece como Iglesia. También está el ejemplo de los migrantes mexicanos, que salen a los Estados Unidos o a Europa, ellos, si están bien formados en la fe, van a dar mucho fruto en la fe también del otro lado de la frontera. Esos son los dones que podemos compartir como Iglesia universal. Y como Iglesia en México, quienes llegan de otros países pueden aportar mucho, claro que a ellos hay que acompañarlos.

» He tenido la gracia de trabajar, no solo en América latina, diez años de mi visa, sino también en África, en Asia, y ahí se ve clara- mente el gran trabajo de las religiosas en la Misión, en catequesis, en los hospedajes, en las clínicas, atendiendo a los migrantes, los orfelinatos. Aquí vemos una clara realidad que, sin duda, también se ve en México, lo que las mujeres pueden hacer, lo que pueden dar como testimonio en las Iglesia.

» Nosotros, como sacerdotes, no debemos olvidar que el sacerdocio ministerial es un don que hemos recibido personalmente, de manera individual, pero para compartirlo y estar al servicio de la comunidad, al servicio del Pueblo de Dios; no es algo que hemos recibido para nosotros mismos, sino para los demás, así como el Hijo de Dios se hizo hombre por nosotros, entregó su vida por nosotros, resucitó entre los muertos por nosotros, así nosotros debemos recordar que estamos al servicio de la comunidad.

» Retomando lo de la sensibilidad femenina, esta sensibilidad es muy importante para la Iglesia, no es solo el hecho de que siempre veneramos a nuestra Señora, madre de la Iglesia, la Santísima Virgen María, no es simplemente la cuestión de la veneración, es cuestión de seguir su ejemplo; por eso creo que, específicamente las mujeres, sean religiosas o laicas, pueden aportar mucho a la hora de enfrentar ciertos problemas, en el modo de encontrar soluciones que a veces nosotros no vemos, que a veces no nos damos cuenta. Estar a la escucha es muy importante. Desde un punto teológico, el principio Petrino en la Iglesia, es más jerárquico, pero también está el principio mariano, desde la Virgen María, ambos principios van juntos, uno está al servicio del otro. Nosotros a veces nos encerramos dentro del principio jerárquico, que es un principio de autoridad, pero también la autoridad es un don que tenemos que ejercer por el bien de toda la Iglesia.

» Recordando la conclusión del último capítulo del Evangelio de San Juan, ahí empieza la Iglesia, según San Juan, en la misión que recibe Pedro: Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?”. El le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”. Más adelante cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: “Señor, ¿y qué será de este?”. Jesús le respondió: “Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué importa? Tú sígueme”. Pedro comprende que Él, que Jesús lo acaba de pones como jefe de la Iglesia, como pastor, más que jefe como pastor de la Iglesia.

» Pero Juan, el discípulo amado, representa la caridad, representa el amor, representa la Iglesia carismática. Entonces, las dos realidades deben de ir juntas; la de los carismas que nos recuerda a nosotros la prioridad del amor ágape, del fruto fraterno del amor, que es la base de la comunión, que es misericordia, que es ternura, pero también nos recuerda que este amor queda bajo la supervisión y la guía del Pastor. Tener presente esto no solo es muy importante para tomar decisiones en cuanto a la Misión de la Iglesia, sino también para abrirnos a todos los carismas.

» Tuve la dicha de encontrarme con el Santo Padre en noviembre y he visto el cariño que le tiene a la Iglesia en México y como espera mucho de ustedes, de la Iglesia en este territorio. Él está consciente no solo de los números, porque obviamente en el plan latinoamericano y también mundial, México es uno de los países más importantes en cuanto a población católica; pero, el Papa Francisco, conoce muy bien Latinoamérica y no ve solo la cantidad, ve también la calidad; lo que hemos mencionado, la piedad popular, la centralidad de la Estrella de la Evangelización, Nuestra Señora de Guadalupe.

» La celebración del 12 de diciembre en la Basílica de San Pedro, fiesta de nuestra Señora de Gua- dalupe, no implica solo la devoción, sino que es un mensaje que él —el Papa— ha recibido y que quiere compartir con todos. Entonces, creo que ustedes tienen una gran responsabilidad».

Mons. Joseph Spiteri concluyó su charla hablando sobre la importancia de trabajar en comunión con el sucesor de Pedro para llevar a Jesús a cada rincón de la tierra, «ustedes —directores diocesanos de misiones— pueden ser esperanza para los hermanos y hermanas en México, pero también para muchísima gente, a ejemplo de Santa Teresa del Niño Jesús.

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