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Eclesiopatía y abuso de poder
by OMPE México
El asunto de los abusos sexuales en la Iglesia nos ha sacudido profundamente porque hemos sido señalados por casos de pederastia y encubrimiento. El tema ha cobrado especial relevancia en los últimos tiempos, no por iniciativa propia, sino de los medios de comunicación y la cultura de estos tiempos, que nos exige hacer algo para frenar este flagelo. Los pontífices, desde Juan Pablo II, han puesto cada vez más atención en este sentido, y el Papa Francisco nos ha exhortado en muchas ocasiones a permanecer en guardia, sobre todo, para detectar lo que hay detrás para que se den los abusos de cualquier tipo en la Iglesia. Esto escandaliza y nos pone en crisis, pero, por eso mismo es una oportunidad para reordenar, integrar y sanar las heridas que esto ha provocado, a nivel institucional y personal.
Ya existe abundante magisterio, investigaciones periodísticas y académicas sobre el tema del abuso sexual cometido en la Iglesia. De entre toda esa bibliografía basaré el siguiente artículo en los postulados del pbro. Daniel Portillo Trevizo en su libro Psico-teología del discernimiento vocacional, una tentativa de prevención del abuso sexual en la Iglesia Católica, abordando la problemática desde lo que el autor llama la eclesiopatía, el auténtico discernimiento vocacional no solo de los candidatos sino de los formadores, y la respuesta pontificia y jurídica para prevenir y sancionar esta terrible conducta en la Iglesia.
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Eclesiopatía
Un abuso sexual es, en el fondo, un abuso de poder. Es lo que ver- daderamente lo motiva. El autor define la eclesiopatía como la cultura eclesial que favorece los abusos por el clericalismo, el abuso de poder y traición a la confianza. El principio de cualquier abuso es no sexual, se manifiesta en las personas a partir de conductas abusivas, que se van haciendo más graves conforme se avanza en la vida. Esto es especialmente grave en el sacerdocio, porque se tiene una imagen distorsionada de él, pues se refiere a una persona de poder.
Los abusos surgen del clericalismo, un mal en la Iglesia que va en contra de la eclesiología del Vaticano II que nos pone a todos los bautizados en el mismo nivel, pues compartimos un sacerdocio común, pero cada uno con diferentes servicios. El clericalismo se ha dado en toda la Iglesia, no solo en ciertas diócesis o congregaciones, y ha favorecido que los abusos existan con facilidad y sin consecuencias, porque ve el sacerdocio como ejercicio de poder. Cuando el ministerio ordenado es pervertido en este sentido, ya no se puede llamar servicio.
La crisis de los abusos sexuales a menores en la Iglesia es consecuencia del clericalismo, resultado de la errónea forma de gobernar y de formar a los candidatos al sacerdocio o la vida consagrada. El poder permite al perverso traicionar al pueblo de Dios, humillándolo para su propio beneficio y placer. Y las víctimas de esto son los fieles más vulnerables, en especial los menores.
Discernimiento vocacional
Los abusos sexuales en la Iglesia han venido a poner en crisis a las vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa y de laicos servidores en la Iglesia. Muchos jóvenes no se sienten atraídos a tener que ver con una institución que se ha mostrado lenta en su respuesta a los abusos sexuales. Además, la eclesiopatía ha permeado en la pastoral vocacional porque muchas veces, en las congregaciones religiosas y en los seminarios se tiene una urgencia y obsesión por llenar, con números altos en vocaciones, lo que nubla el discernimiento adecuado de los formadores. Se dejan pasar a candidatos que muestran signos preocupantes sobre su relación con hombres, mujeres y niños, que buscan poder, vanagloria o seguridad económica.

Los formadores tienen que poner atención en ciertas actitudes que son signos de alarma, citaremos algunos. En este tiempo hay una especie de nostalgia por el pasado, muchos jóvenes seminaristas y sacerdotes buscan volver a presupuestos teológicos y pastorales de otra época, aspiran a jerarquías elevadas intentando vestir como clérigos de primer nivel, porque les da una identidad de poder frente al pueblo de Dios, origen del maltrato a la feligresía.

Los formadores deben poner especial cuidado en discernir las motivaciones de un candidato, que se manejan entre lo sagrado y el poder. Se dan casos en que los jóvenes rechazados o expulsados buscan lugar en otro seminario, aferrados no al sacerdocio, sino al poder que lleva consigo, llegando a engañar a los formadores y ser complacientes con la autoridad con tal de llegar a las órdenes sagradas. El formador u obispo que evade, omite o deliberadamente niega un foco rojo sobre un candidato se hace cómplice silencioso del abuso que llegue a cometer en perjuicio del pueblo de Dios.
Así mismo, ha habido mucha resistencia para adoptar lo que otras ciencias humanas, como la psicología, pueden aportar para el adecuado discernimiento vocacional y la formación de los jóvenes en los institutos religiosos. Se ignora el problema, y, por lo tanto, también las soluciones.
Magisterio de la Iglesia
Me llena de esperanza lo que el Papa Francisco ha dicho y hecho para prevenir los abusos en la Iglesia. No pocas veces ha afirmado que como Iglesia tenemos que trabajar para recuperar la credibilidad, condición indispensable para anunciar el evangelio. En este sentido, nuestro actual pontífice sigue los pasos de su predecesor Benedicto XVI que hizo que los casos de abusos sexuales se llevaran en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, precisamente porque son delitos tan graves y delicados que ponen en peligro la fe.
Desde que se destapó esta cloaca en tiempos de Juan Pablo II se ha ido trabajando en reformas al Código de Derecho Canónico para hacer más ágil la actuación de la Iglesia en este asunto, exhortando a los obispos a permanecer vigilantes con su clero y a poner atención en la formación de los futuros sacerdotes, diocesanos y religiosos. También los obliga a no entorpecer las investigaciones que hagan las autoridades civiles, que con todo derecho realizan, al contrario, hay que colaborar con ellas para llegar a la verdad y hacer justicia, partiendo siempre del aquel principio del derecho romano, se es inocente hasta que se demuestre lo contrario

También hay que reconocer el esfuerzo de las universidades católicas y de diversos seminarios por investigar este fenómeno y profesionalizar a los formadores, enviándolos a estudiar psicología y formación sacerdotal. Resalta en este sentido el padre Amadeo Cencini, una verdadera autoridad en lo
Conclusiones
referente a la formación sacerdotal y la prevención de los abusos de menores. En resumen, la eclesiopatía son las actitudes permisivas de las autoridades de la Iglesia y de los laicos, que en ocasiones actúan como cómplices silenciosos, permitiendo el abuso del padre porque es el padre. Las autoridades eclesiásticas muchas veces ignoran el problema, si alguna vez se llega a denunciar, puede ser mucho más fácil para los obispos amonestar privadamente al sacerdote, cambiarlo de parroquia y silenciar a las víctimas, con dinero o infundiéndoles miedo.
Hemos sido testigos de esto en México y en diócesis de Estados Unido, por citar dos ejemplos. La Iglesia en estos países está enfrentando bajas vocacionales, bancarrota y demandas multimillonarias por los delitos que cometieron sacerdotes desde los años 70’s, pero que no fueron castigados en su momento por la eclesiopatía. Muchas de estas Iglesias particulares han tenido que rematar los templos para poder pagar las compensaciones económicas. Hay registro de colaboradores laicos que encubrieron, al igual que los obispos, que simplemente cambiaban de lugar al sacerdote.
Un caso emblemático es el de la Arquidiócesis de Boston, que tuvo que ser intervenida por la Santa Sede, para llegar a un acuerdo con las víctimas, las cuales prefirieron una indemnización a cambio de que los culpables no fueran a prisión. El anterior arzobispo, Bernard Francis Law, fue llamado a Roma y de esa manera se libró de ser llamado a responder ante los tribunales por encubrir a sacerdotes hallados culpables. En este caso en particular queda muy evidente la eclesiopatía, el encubrimiento sistemático desde el poder.
Otra situación que se dio en la Iglesia norteamericana es el del ex cardenal Theodore E. McCarrick, encumbrado hasta las más altas esferas de la jerarquía católica y que fue expulsado del estado clerical por ser culpable de abuso sexuales contra seminaristas. Ante esta situación nos preguntamos ¿los seminaristas denunciaron en su momento? ¿cómo se les acompañó? ¿este abuso pudo haber originado que ellos se convirtieran en abusadores luego? La eclesiopatía es lo que orilló a aquellos jóvenes a callarse el hecho en su momento, no tenían las herramientas para acusar al que era su superior en ese momento.
Para el caso de México nuestro caso más llamativo es el del pbro. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Este sacerdote verdaderamente engañó a muchos con una doble personalidad y abusó de muchas personas, no solo sexualmente, sino económica y moralmente. Pero él no hubiera podido llegar tan lejos de haber sido por la eclesiopatía, pues incluso San Juan Pablo II fue tardo en su respuesta a las acusaciones que se hacían contra Maciel, y no se le condenó hasta el pontificado de Benedicto XVI. Este hombre es una muestra clara de un joven que se aferra al sacerdocio por el poder que representa. Marcial Maciel fue acogido en el Seminario de Veracruz por su tío el obispo Rafael Guizar y Valencia; al morir este fue expulsado y buscó el cobijo de otro tío obispo suyo, Antonio Guizar, obispo de Chihuahua, que lo envió a Montezuma, de donde fue expulsado. Finalmente encontró cobijo en la diócesis de Cuernavaca, y fue ordenado en 1944. Valga esta descripción para confirmar lo que hemos dicho anteriormente.
No tengamos miedo a integrar esto en nuestros itinerarios formativos ni de denunciar los pequeños abusos de poder que luego se puedan convertir en otros abusos. Confiemos en Dios, él nos pone los medios para salir adelante.



