Misioneros Nº 139

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EDITADA POR LAS OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS

Nツコ 139 NOVIEMBRE Aテ前 2013

TERCER MILENIO


Nº 139. NOVIEMBRE, 2013

TERCER MILENIO EDITA OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS C/ Fray Juan Gil, 5 28002 - Madrid Tfno: 91 590 27 80 Fax: 91 563 98 33 E-Mail: dir.nal@omp.es http://www.omp.es http://www.domund.org

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en este número... IGLESIA A FONDO "Si queremos salvarnos del naufragio de esta sociedad, es necesario seguir la vía de la pobreza". Estas palabras del Papa son todo un programa de vida, que muy bien conocen nuestros misioneros.

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PRIMER PLANO Las negociaciones de paz que desde hace un año mantienen el Gobierno y las FARC han despertado en Colombia la esperanza de poner fin a tantos años de violencia.

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INFORME "¡Vergogna!", exclamó el papa Francisco al conocer la muerte de cientos de inmigrantes en Lampedusa. Pero la criminalización de la inmigración no es la única vergüenza que castiga al mundo actual.

30 y además... 7 TRIBUNA Año de la Fe, año misionero

10 EL OBSERVADOR MALASIA - SIRIA PAKISTÁN COREA DEL SUR

20 ASÍ VA EL MUNDO TÚNEZ - NICARAGUA R. D. CONGO - EGIPTO

36 ENTREVISTA

Juan M. Pérez Charlín, misionero de África

40 ANIMACIÓN MISIONERA 43 CARISMAS Operarias del Divino Maestro

46 CULTURA Francisco, un Papa de película

54 MISIÓN VIVA

Estanislau Chindekasse,

obispo de Dundo (Angola)

56 MISIÓN VIVA

Teresa Subieta, directora de Contexto (Bolivia)


EDITORIAL

El escándalo del hambre y la pobreza

P

obreza y hambre van a menudo de la mano, como si fueran las dos caras amargas de una misma moneda. Este pasado “octubre misionero” también han ido unidas informativamente hablando. Por un lado, la semana en torno al 17 de ese mes, Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, se celebraban en toda España las actividades de la Semana contra la Pobreza, organizada por la Campaña Pobreza Cero y en la que participan, entre otras, diversas ONG católicas. Por otro lado, el día 16, Jornada Mundial de la Alimentación, el papa Francisco volvía a sacar los colores a la comunidad internacional, al poner el dedo en la llaga con respecto a otra de las múltiples vergüenzas que exhibe nuestro mundo. Lo hacía en un mensaje enviado al director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), José Graziano da Silva. En la carta, el Papa afirmaba: “Es un escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo”. Y lo mismo que dijo de la hambruna, que campa por los estómagos vacíos de unos 842 millones de personas, lo podría haber afirmado de los 1.300 millones de personas que viven en una situación de pobreza extrema en todo el mundo. Porque, además

de “escándalo”, es una paradójica vergüenza que, habiendo alimentos de sobra, haya quien no tenga para comer –y conviene recordar, llegado este momento, que cada año se tiran a la basura 1.300 millones de toneladas de alimentos–. Y es también una paradójica injusticia confiar en un sistema de distribución de la riqueza que acrecienta la distancia entre ricos y pobres; que, como apunta el lema de la Semana contra la Pobre-

lo saben perfectamente. “No se trata solo de responder –como ha escrito el Papa a la FAO– a las emergencias inmediatas, sino de afrontar juntos, en todos los ámbitos, un problema que interpela nuestra conciencia personal y social, para lograr una solución justa y duradera”. Por algo a los misioneros y misioneras se les encuentra antes y después de la tragedia. Ellos están atentos al dolor ajeno. Como ha dicho el Santo Pa-

Además de un escándalo, es una paradójica vergüenza que, habiendo alimentos de sobra, haya en el mundo quien no tenga para comer. za, estimula una “riqueza que empobrece”. De hecho, mientras son cada vez más las personas que se ven obligadas a sobrevivir con 1,25 dólares al día, la riqueza de las personas con grandes patrimonios aumentó un 10% en 2012, hasta alcanzar la cifra récord de 34,5 billones de euros. Ante estos datos obscenos, que reflejan situaciones indignas para todo aquel que merece y debe ser tratado como persona, no se puede permanecer indiferente. Los misioneros y misioneras, que han de convivir más de lo que desearían con estas situaciones de hambre y miseria, y que se esfuerzan en promover la justicia,

dre, “el hambre y la desnutrición nunca pueden ser considerados un hecho normal al que hay que acostumbrase, como si formara parte del sistema”. Estos males, lo mismo que la pobreza, son fruto de la acción directa de personas y estructuras que fomentan la acumulación de riquezas en pocas manos. Por eso, el papa Francisco ha recordado que “es necesario, más que nunca, educarnos en la solidaridad [...] y hacer que se convierta en actitud de fondo en las decisiones en el plano político, económico y financiero, en las relaciones entre las personas, entre los pueblos, entre las naciones”.

DIRECTOR Alfonso Blas REDACCIÓN Rosa Lanoix, Rubén Azuara DISEÑO Antonio Aunés COLABORADORES Anastasio Gil, Rafael Santos, Dora Rivas, Montserrat Vilaseca, Antonio José Molina, José Beltrán, José Carlos RoTERCER MILENIO dríguez, José Ignacio Rivarés, Modeste Munimi, José Ramón Carvallada, María Jesús Sahagún, Carmina Sofía Fernández, Juana Gómez, Joaquín Martínez, Juan Lázaro Sánchez, Vicente Marqués Ruiz, Lourdes Gabilondo DOCUMENTACIÓN Ana Fernández ARCHIVO FOTOGRÁFICO Antonio Aunés, Rafael Santos FOTOGRAFÍAS Efe, Missio SUSCRIPCIONES Roberto Murga DEPÓSITO LEGAL M-48558-1999 ISSN 1695-1034 IMPRESIÓN Gráficas Dehon. PP. Reparadores. C/ La Morera, 23-25. Torrejón de Ardoz, Madrid. Tfno: 91 675 15 36


TRIBUNA

AÑO DE LA FE, AÑO MISIONERO Por D. Anastasio Gil.

A

Director Nacional de OMP

punto de clausurarse el Año de la Fe, siguen resonando las palabras que Benedicto XVI escribió en la carta apostólica Porta fidei: “Hoy como ayer, Él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra”. Ha sido un largo recorrido, iniciado el 11 de octubre de 2012. Con ocasión y sin ella, la Iglesia nos ha ido exhortando al compromiso misionero, porque “la fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos”. En esta exhortación al compromiso misionero se descubre la intrínseca relación entre la fe y la misión. Por eso, el papa Francisco comenzó su Mensaje para el DOMUND con estas palabras: “Este año celebramos la Jornada Mundial de las Misiones mientras se clausura el Año de la Fe, ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el

Evangelio con valentía”; para concluir el documento con el mismo deseo de Benedicto XVI de que “este Año de la Fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues solo en Él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero”. Así, el Año de la Fe

tiene una connotación de alegría y esperanza, como deseaba Pablo VI: “Que el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cu-

“Cada uno de nosotros, en la propia vida de cada día, puede dar testimonio de Cristo, con la fuerza de Dios, la fuerza de la fe”. será “un estímulo para que toda la Iglesia reciba una conciencia renovada [...] de su misión entre los pueblos y las naciones”. Lo que el papa Francisco ha dicho, lo ha ratificado con gestos y signos. Al evocar las palabras de Pablo a Timoteo para que no se avergonzara de dar testimonio de Jesús, el Santo Padre se refiere a cada uno de los cristianos: “Cada uno de nosotros, en la propia vida de cada día, puede dar testimonio de Cristo, con la fuerza de Dios, la fuerza de la fe. Con la pequeñísima fe que tenemos, pero que es fuerte. Con esta fuerza dar testimonio de Jesucristo, ser cristianos con la vida, con nuestro testimonio”. Compromiso misionero que en el creyente, en las personas que se dejan transformar por la fe,

ya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo”. Esta es la señal de identidad de los jóvenes que responden a la vocación misionera, y que descubrimos al contemplar y admirar el rostro, pletórico de paz y de alegría, de los misioneros. No son reconciliables la tristeza y el pesimismo con quienes tienen la certeza de llevar la esperanza al mundo. Transmitir la fe es sembrar la alegría, la concordia y la paz en el corazón de quienes están llamados al encuentro con Jesucristo. Esta es la grandeza de los misioneros, hombres y mujeres que no son para nosotros seres abstractos, sino personas capaces de susurrar al oído que es posible creer en Dios. NÚM. 139, NOVIEMBRE DE 2013

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IGLESIA

A

FONDO

POBREZA, S La pobreza como un valor evangélico. Pero también como un desafío, una realidad a la que hay que plantar cara. Lo saben los misioneros y lo certificó el papa Francisco durante su histórica visita a Asís el pasado 4 de octubre: "Si queremos salvarnos del naufragio de esta sociedad, es necesario seguir la vía de la pobreza, que no es la miseria –esta hay que combatirla–, pero es el saber compartir, ser más solidarios con los necesitados, confiar más en Dios y menos en nuestras fuerzas humanas". Este programa de vida, resumido en una frase, es el que siguen en cada uno de los cinco continentes los hombres y mujeres entregados a la misión ad gentes.

e enteró a través de un SMS. Lo enviaba su hermana, desde Argentina. “Jorge Bergoglio es el nuevo Papa”. En un rincón de la India, a miles de kilómetros de su casa y de Roma, una sonrisa se dibujó entonces en el rostro de la madre Inés Martincic. “Visitaba con relativa frecuencia el hogar para niñas de familias desestructuradas que tenemos en Buenos Aires”, explica esta misionera calasancia que desde hace cinco años está al frente de la primera obra de su congregación en el continente asiático. En un principio, Inés se mostró expectante, a la espera de lo que conllevaría el primer Papa argentino. Ahora, siete meses después, no tiene dudas: “Lo que hace y dice Bergoglio puede resultar nuevo para el mundo, pero no es nuevo ni para él ni para los que conocemos su trayectoria. Está poniendo el foco en la dimensión social y en primar a la persona, algo que siempre hizo, primero como jesuita, y después, como obispo”. En las “villas miseria”, de la mano de los jóvenes enganchados a la droga; con las madres solteras; en las eucaristías con los car-

toneros; en los encuentros en las cárceles... El rostro de los olvidados, que él conoce con nombre y apellidos. La Iglesia pobre y de pobreza de los misioneros, que Francisco está dibujando en este arranque de Pontificado y que selló con su viaje a Asís el pasado 4 de octubre. Allí, en la Sala de las Expoliaciones, donde el “Povere-

desafío y realidad de la Iglesia misionera 14 misioneros

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Inés Martincic

llo” renunció a todos sus bienes y se desnudó de todo signo de riqueza para vivir desde la sencillez, el Papa reivindicó que “todos estamos llamados a ser pobres, a despojarnos de nosotros mismos, y para eso debemos aprender a estar con los pobres, a compartir con quien está privado de lo necesario. ¡A tocar la carne de Cristo!”. Un estilo de vida, más que un mero despojo de bienes. En lo cotidiano, con un utilitario para moverse en los desplazamientos. En la gestión, a través de una profunda reforma en marcha, orientada hacia las transparencia de todas las instituciones vaticanas, económicas y ejecutivas. En la palabra, siendo voz de denuncia an-

Los misioneros encarnan mejor que nadie esa Iglesia pobre y para los pobres que quiere el papa Francisco. te las injusticias, gritando la “vergüenza” del drama de las pateras y exigiendo respuestas claras frente a conflictos como el de Siria o realidades preocupantes como “la globalización de la indiferencia”, la cual arrastra tras de sí a 12 millones de personas en nuestro país –según el informe más reciente de Cáritas– que viven en situación de pobreza y exclusión, a 120 millones en la Unión Europea y a 1.400 millones en el mundo. “Necesitamos hacer más para es-

cuchar y actuar a favor de los que con frecuencia son ignorados: las personas que viven en la pobreza, y en particular, entre ellas, los indígenas, los ancianos, los discapacitados, los migrantes, las minorías y los desempleados”, explicaba hace unas semanas el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

En primer plano “Aquello que está poniendo en un primer plano el Papa es lo que uno vive todos los días; por

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eso sintoniza con los alejados, pero también con los que estamos a pie de obra. A medida que avanza la jornada, me encuentro con formas insospechadas de pobreza, no solo de tipo material, sino otras ocultas que subyacen”, explica Inés, que ve en esto “un reto permanente que te cuestiona. Quienes estamos en la misión corremos el peligro de acostumbrarnos a vivir en la precariedad y conformarnos”. Este es uno de los desafíos que afronta con su comunidad en Derang, donde las calasancias cuentan con una escuela para más de 300 niños, donde han puesto en marcha en apenas un lustro un comedor, un internado para niñas y un dispensario de atención primaria: “A veces me preocupa la cerrazón de mente de aquellos a los que no se les ha dado una oportunidad. Estamos llamados a abrirles las puertas y plantearles que otra realidad es posible. Por ejemplo, nosotras intentamos hacer caer en la cuenta a las 16 misioneros

familias de que, a través de la educación que reciben sus hijos, tendrán herramientas para mejorar su situación. Por suerte, los niños son permeables y tienen la capacidad de soñar con un futuro nuevo”. Consciente de que, como subraya el papa Francisco, la Iglesia no es una ONG, sino que fe y caridad van de la mano siempre, esta religiosa reconoce que la madurez y las experiencias vitales no han frenado su apuesta por la promoción de los niños y jóvenes que viven en la miseria. “Cuando te encuentras por primera vez con la desigualdad encarnada, como me sucedió a mí hace 30 años en Colombia, el primer impulso es el de combatir contra las estructuras, pero pronto te das cuenta de que el camino pasa por cambiar la realidad concreta en la que te toca vivir. Eso no quita para que seas consciente de que vives en un mundo injusto”. “Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con inte-

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rés...; compartir horas, semanas o años de nuestra vida”, señala el Documento de Aparecida, esa hoja de ruta que se redactó en manos del cardenal Bergoglio y que ratifica “la opción del amor preferencial por los pobres”, no como un derivado ideológico, una filosofía o un optimismo social, sino como una obligación enraizada en “nuestra fe en Jesucirsto, el Dios hecho hombre”. Pero el texto va más allá, pues apunta que las obras han de ir “acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya elevando el nivel de vida de los ciudadanos, promoviéndolos como sujetos de su propio desarrollo”.

Por y con los pobres “Optamos por vivir por y con los pobres, pero eso no significa que elijamos y admitamos la pobreza. Esto no significa ir «contra» alguien, sino lanzar un «¡despertaos!»”, subraya María Jesús Arandia, hermanita de Jesús, per-


rias”. “Esta idea –que subraya constantemente– la vivo como el enriquecimiento que supone acompañar al otro en su pobreza y reconocer la tuya, sobre todo cuando tienes la oportunidad de ver cómo la vida se ve amenazada en todos los sentidos. Para mí esta apuesta del Papa me ayuda a confirmarme en mi vocación, porque siento, como él, que los religiosos tenemos que oler a rebaño. No podemos hablar desde una oficina; tenemos que estar allí donde se mueve la vida: ¡que nos duela la carne del otro!”, expresa la hermanita de Jesús, convencida de que solo es posible contagiar la verdad de la Buena Noticia “desde la autenticidad de Jesús de Nazaret”.

El privilegio de la pobreza

María Jesús Arandia

“Los religiosos tenemos que oler a rebaño –dice María Jesús–, estar allí donde se mueve la vida”. teneciente a la familia de Carlos de Foucauld, que de 1994 a 2011 vivió en Marruecos y ahora forma parte de una fraternidad en el madrileño barrio de Usera. Compartir la mesa, los temores y las ilusiones de sus vecinos es uno de los sellos de identidad de esta congregación, que trae consigo insertarse como uno más en el ritmo vital y laboral. Por eso, en el país norteafricano, del que apenas nos separan 13 kilómetros, María Jesús comenzó trabajando en una fábrica de confección para Europa. “Ahí es donde me conmovió e indignó la precaria situación laboral en la que se encuentran millones de personas en nuestro planeta. Se trabaja para el bocadillo, con salarios bajos, sin garantías de continuidad en caso de

que te pongas enfermo...”, recuerda de su primer destino, en la tierra donde se forjó Foucauld en su experiencia de abandono a la Providencia, pero también de encuentro con otras culturas. “De allí me traigo muchos rostros, mucha vida compartida, la fe de otros pueblos creyentes, una alegría que nos cuesta encontrar en Europa a pesar de las carencias que viven allí... Pero también me he topado con historias dramáticas, tanto de los marroquíes que quieren dar el salto a España, como de los subsaharianos que pasaban por el país con el único objetivo de alcanzar Europa”. Estos testimonios que acarrea consigo es lo que le empuja a identificarse con el llamamiento de Francisco “a salir a las perife-

“No vivimos en una Iglesia diferente a la que se encontró Francisco cuando llegó a Roma; lo que ocurre es que se está redescubriendo y haciendo hincapié en otro aspecto. Todo lo que es Evangelio es Iglesia”, explica Antonio Serrano, misionero javeriano, que se considera “un privilegiado por poder tocar la pobreza, por contaminarme de ella frente a las otras opciones que nos ofrece el mundo”. Por eso, ve en las propuestas que lanza el Papa una invitación clara a “aprender a manejar menos medios para llevar a cabo nuestra misión, pero a manejarlos bien; a tener claro que con los valores de la Iglesia no se comercia ni existen atajos; a ser críticos con todo exceso de poder, pero también a rezar por los poderosos”. Ahí es donde ve cómo su mensaje es un impulso para renovar la labor evangelizadora, que no se aparte del camino de la sencillez y la humildad. “Además, Francisco insiste mucho en la urgencia de contar con una Iglesia de puertas abiertas,

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no para que la gente entre, sino para que nosotros salgamos, para que estemos en contacto con la realidad, ampliando horizontes y construyendo caminos”, detalla Serrano, sabedor de que todas estas rutas, en el caso de los misioneros, pasan por experimentar en primera persona el sufrimiento y el dolor del que no tiene alimento, casa o ropa, como él vivió durante dos años en Colombia y ocho en Chad. “Aunque es cierto que la realidad africana es dura, me preocupó más la pobreza en los

Antonio Serrano

Los mensajes del Papa son, según Antonio Serrano, un impulso para renovar la labor evangelizadora. suburbios de Cali, fruto de la desigualdad existente en el país. Entre otras cosas, porque las personas con las que trabajaba vivían un desarraigo convertido en sensación de fracaso. Habían dejado el mundo rural, con sus tradiciones y sus raíces, para invertirlo en un sueño frustrado”, expresa el javeriano, que en aquel entonces colaboraba en la enfermería y en Cáritas, donde comprobaba con sorpresa “cómo, a pesar de las difi18 misioneros

cultades, para ellos creer en Jesús no era un barniz, sino algo esencial; era la confianza de sus vidas”. Al igual que a Inés y María Jesús, las penurias y la escasez le llevan a rebelarse contra los postulados de una sociedad globalizada que ignora a aquel que no maneja los hilos del poder. “En Chad tuvimos que vivir años de hambre por culpa de decisiones políticas, y sentimos cómo la injusticia se impone hasta el extremo, sin impor-

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tar a quién se pueda llevar por delante”, lamenta Antonio, que también aprendió de aquel destino la necesidad de despojarse de los clichés occidentales para anunciar la Palabra: “La riqueza del Evangelio precisamente está en quitarle todo aquello que son ropajes culturales, para ir a lo esencial”. Ahora, Antonio está volcado en la animación misionera en Murcia, acompañando durante el verano a jóvenes y adultos a participar en experiencias de misión en México, con la población indígena, un colectivo especialmente vulnerable. Lo cierto es que el país americano cuenta con 7 millones de indígenas pertenecientes a 62 grupos étnicos. Y aunque el respeto de sus derechos aumenta a medida que lo hace su visibilidad, 7 de cada 10 residentes en una familia indígena viven en la pobreza y 1 de cada de 10 en la pobreza extrema. “Aunque es cierto que estos años de crisis nos han venido bien a todos para descubrir qué es lo verdaderamente importante para vivir, el hecho de


Combatir la “nueva pobreza”

poder viajar allí, según coinciden luego en las evaluaciones, les lleva a no ignorar la realidad de la marginación a partir del viaje”, comenta; y hace hincapié en cómo todo aquel que baja al Sur “descubre en un primer momento la pobreza material, para, posteriormente, dejarse empapar por la gran riqueza de valores que hace posible superarla, con personas que, teniendo poco, saben confiar”. Lo mismo en Chad que en India, Colombia o Marruecos, los misioneros son otros “franciscos” que encarnan una de esas metáforas con las que cotidianamente el Santo Padre sorprende en las audiencias, en las misas en la capilla de Santa Marta y en las entrevistas. Ellos ponen en pie ese “hospital de campaña tras una batalla” con el que sueña el Papa argentino, conscientes de que, antes de preguntarle al herido “si tiene altos el colesterol o el azúcar”, hay que “curarle las heridas. Curar heridas, curar heridas...”. JOSÉ BELTRÁN

orea del Sur es uno de los países más desarrollados del mundo. Su sistema educativo es digno de imitación. No lo es tanto el estilo de vida, en una sociedad de lo más competitiva y materialista, una tierra asfaltada de consumismo, donde resulta complicado

C

económicos. O no. Lo pone de manifiesto el italiano Vincenzo Bordo, misionero oblato de María Inmaculada, que hace dos décadas fundó "La Casa de Ana", un centro de acogida para lo que él denomina "la nueva pobreza", esa contra la que también clama el Papa

torio, además de asistencia social, psicológica y médica. "Se ignora a los nuevos pobres. La gente cree que en Corea no hay vagabundos. Este es el desafío de la misión en una sociedad secularizada, en un mundo rico", explica el padre Vincenzo, cuyo objetivo es la reinser-

que el anuncio de la Palabra logre dar fruto. Aun así, el avance de la fe cristiana es más que significativo. En los últimos 50 años, la Iglesia católica ha pasado del 1% de fieles al 10%. Cientos de misioneros de unos 80 países lo han hecho posible. Habrá quien pueda considerar complicado hablar de misión ad gentes allí, asociando esta estrictamente a la falta de recursos

cuando señala que "el actual sistema económico nos está llevando a la tragedia" y que está condenando al abandono a aquellos que dentro de la sociedad son considerados "improductivos". Este hogar recibe a personas que viven solas, niños abandonados, hombres sin hogar, niños de la calle, parados... Cada día 500 sin techo reciben una cena, una ducha y un dormi-

ción de estos colectivos, a través de talleres, en el caso de los adultos, y de acompañamiento, en el de los niños, para intentar reestructurar el tejido familiar o, en su defecto, facilitarles un nuevo hogar y una oportunidad para formarse. "Oír al Papa invitarnos a ir a las periferias existenciales me consuela y me da un gran impulso y energía de futuro", sentencia el sacerdote.

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PRIMER PLANO

COLOMBIA HORAS DECISIVAS PARA LA PAZ Colombia vive días decisivos. Desde hace un año, el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC), la guerrilla más antigua de América, negocian la paz. A la esperanza que este proceso ha despertado tanto allí como en el exterior se añade ahora la posibilidad de que el Ejecutivo que preside Juan Manuel Santos inicie también conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Las elecciones legislativas y presidenciales que asoman por el horizonte amenazan, sin embargo, con entorpecer e incluso acabar con los diálogos. Las FARC dicen que, pase lo que pase, no se levantarán de la mesa de negociación, y han sugerido la suspensión temporal de las conversaciones hasta que pasen ambos comicios. El presidente Santos, cuya popularidad sigue cayendo y que ni siquiera ha confirmado aún su candidatura, ha consultado entre los suyos y se lo está pensando. 24 misioneros

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¿H

ay que suspender temporalmente las negociaciones con las FARC para que estas no interfieran en la disputa electoral? Esto es lo que se planteaba, a mediados de octubre, el presidente de Colombia Juan Manuel Santos, quien por esas fechas consultaba a los congresistas de su formación, el Partido de Unidad Nacional, si debía congelar los diálogos, romperlos o seguir adelante con ellos. La situación del actual inquilino de la Casa de Nariño no era por entonces nada cómoda. Las encuestas indicaban que su popularidad seguía cayendo. A finales de septiembre, solo un 19% de los colombianos apoyaban ya su hipotética reelección, mientras que un 77% (casi 20 puntos más que en el anterior sondeo) la rechazaban. El candidato mejor colocado para la Presidencia era por entonces “uno de los suyos”, el ex ministro de Interior Germán Vargas Lleras, líder de Cambio Radical. Santos, que gobierna al frente de una coalición de centro-derecha, tenía hasta finales de no-

viembre para decidir si se presentaba nuevamente, algo que, por otra parte, se daba por hecho. Colombia celebra elecciones legislativas el 9 de marzo, y presidenciales el 25 de mayo. Faltan aún meses para ambas citas, pero hace tiempo que los políticos se han lanzado ya al ruedo electoral. Y, lógicamente, uno de los temas estrella de la precampaña de todos ellos es el proceso de paz, máxime cuando no parece probable un acuerdo definitivo con esta guerrilla marxista-leninista antes del paso por las urnas. El ex presidente Álvaro Uribe (2002-2010), el más férreo opositor de la negociación, se presenta para el Senado, y su nuevo partido, Centro Democrático, tiene muchas papeletas para arrasar en las legislativas. El propio Uribe, abogado, 61 años, tenía en septiembre, según Gallup, un “índice de favorabilidad” (intención de voto) del 63%. De obtener ese respaldo, prácticamente calcaría los resultados que le llevaron a la reelección presidencial en 2006. Más difícil lo tendría en las presidenciales. Ninguno de los tres

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Esta vez parece existir verdadera voluntad por ambas partes de lograr acuerdos definitivos. precandidatos que baraja (Francisco Santos –ex vicepresidente del país y primo del actual mandatario–, Carlos Holmes y el ex ministro Óscar Iván Zuluaga) acaban de despegar en los sondeos.

Creciente malestar social El presidente Santos, que fue ministro de Defensa con Uribe, es hoy por hoy un hombre al que le llueven los problemas. Lógicamente, su primera prioridad es la firma de la paz con las FARC, empresa complicada donde las haya que le otorgaría un lugar de honor en los libros de historia. Pero además de tener que lidiar con los guerrilleros-terroristas tanto en el frente de batalla como en la mesa de diálogo, ha de hacer frente también al 26 misioneros

nuevo y creciente malestar social instalado en el país de un tiempo a esta parte, cuyo máximo exponente fueron las graves protestas de agosto y septiembre. Comenzaron los paros los agricultores, pero a ellos pronto se unieron los mineros, los médicos, los estudiantes, los obreros y los camioneros. Los campesinos protestaban por el alto coste de los fertilizantes, los bajos precios de sus productos y el aumento de las importaciones de alimentos, problemas que atribuyen a los Tratados de Libre Comercio firmados con Estados Unidos (hace ahora año y medio) y con la Unión Europea. El preacuerdo alcanzado con los agricultores en septiembre supuso el fin de tres semanas de paros y bloqueos de

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los accesos a las principales ciudades, así como la creación de una mesa negociadora con el Gobierno. Pero el conflicto no se ha solucionado del todo, los problemas de fondo persisten, y puede volver a estallar en cualquier momento. El plato fuerte de la legislatura de Santos, con todo, es el proceso de paz con las FARC. Se trata, en verdad, de una apuesta decidida y valiente, que entraña enormes riesgos y que ha de vencer no pocos obstáculos. Las conversaciones, como es sabido, se iniciaron el 18 de octubre de 2012 en Oslo, después de seis meses de encuentros exploratorios. Poco después fueron trasladadas a La Habana, donde comenzaron de manera oficial el 15 de noviembre. Los principales puntos de la agenda son el acceso a la tierra; la renuncia de las FARC a la lucha armada y su ingreso en la vida política; la solución al problema del narcotráfico; y los resarci-


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Juan Manuel Santos

mientos a las víctimas del conflicto, especialmente a los millones de desplazados internos. En mayo pasado, se alcanzó un principio de acuerdo sobre el primero de estos puntos y actualmente los equipos negociadores, liderados por Humberto de la Calle y el comandante guerrillero Iván Márquez, trabajan en el segundo: la participación política de las FARC. Las partes deberían hacer público en noviembre un informe sobre el progreso de los diálogos. ¿Que cómo marcha el proceso? Pues lentamente, muy lentamente. En todo un año de discusiones –ya está dicho– solo se ha podido alcanzar un único acuerdo. Otra cuestión. ¿Cómo ve la sociedad colombiana el proceso? ¿Lo acepta? ¿Lo rechaza? En general, el pueblo se muestra esperanzado con él, pero, por si acaso, no se hace demasiadas ilusiones. Otra cosa son los políticos. Y aquí hay de todo, como en

botica. Como en cualquier conflicto armado enquistado –y este comenzó hace ya más de medio siglo– hay quien se opone de plano a “negociar con terroristas”; están también quienes, siendo partidarios de sentarse a hablar, están recelosos, pues temen que este Gobierno vaya a realizar demasiadas concesiones; los hay, asimismo, que creen que las FARC, por mor de su debilidad en el frente de batalla (sus comandantes históricos están muertos, ha visto muy mermada su capacidad operativa, y ha pasado de 25.000 a 8.000 efectivos, un 20%-30% de ellos menores de 18 años) está dilatando las conversaciones para reorganizarse y ganar tiempo; y están por último los que opinan, como la gente de Iglesia, que la esperanza es lo último que se pierde y que la paz, una paz basada en la justicia social, en la reconciliación y en el reconocimiento y resarcimiento de las víctimas, bien merece la espera. “Tómense el tiempo que haga falta, pero que no se levanten de la mesa hasta alcanzar una solución justa y definitiva”, vienen a decir estos últimos, hartos de tanta miseria y sufrimiento. Quienes así piensan recuerdan, además, que las FARC nacieron oficialmente en 1964 y que todos los intentos anteriores por firmar la paz –este es el primero que se realiza fuera de Colombia– acabaron en fracaso. A día de hoy, puede decirse que el proceso ha deparado ya dos noticias, una buena y otra mala. La buena es que, esta vez, parece haber una auténtica voluntad por ambas partes de alcanzar acuerdos definitivos. La mala, que llevan un año negociando sin haber decretado siquiera un alto el fuego o un cese temporal de las hostilidades. Las FARC lo propusieron al inicio del proceso, pero el Go-

bierno lo rechazó. De manera que, como los combates, los asesinatos y los secuestros continúan, bien puede decirse que las negociaciones penden de un hilo.

Justicia transicional La consecución de la paz va a tener que sortear también otros obstáculos. Hay uno, y no baladí, que llega –quién lo iba a decir– nada menos que del Tribunal Penal Internacional (TPI). El Gobierno colombiano se teme, y con fundamento, que este organismo intervenga de oficio si considera que el proceso se hace a costa de dejar impunes los innumerables crímenes que se han cometido durante todos estos años. De ahí que el presidente Santos, en su discurso de septiembre en la asamblea general de la ONU, y en un intento de blindar el proceso de una futura intervención del TPI, pidiera a la comunidad internacional comprensión y amplitud de miras “para poder solucionar el conflicto por la vía negociada”. “Nuestro modelo busca hacer justicia y persigue la reparación de las víctimas, y va más allá de meros procesos penales”, afirmó. “No se trata de sacrificar la justicia por la paz, sino de lograr la paz con un máximo de justicia”. Con expresiones como “nuestro modelo” o “un máximo de justicia”, Santos se estaba refiriendo al llamado Marco Jurídico para la Paz, una iniciativa legislativa, aprobada por el Congreso, que permitiría aplicar lo que se ha dado en llamar una “justicia transicional” en caso de desmovilización guerrillera. O lo que es lo mismo: castigar únicamente a los “máximos responsables” de los crímenes más graves y no a todos los autores. Los partidarios de la línea dura, como Uribe, ven en esta le-

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gislación un camino hacia la impunidad. Los “posibilistas”, en cambio, consideran que es imposible juzgar a todos los culpables de delitos atroces y que la paz bien merece esa apuesta. El TPI está en la línea de los primeros. ¿Qué opina al respecto la Iglesia colombiana? La respuesta se deja entrever en el comunicado que la Conferencia Episcopal hizo público en mayo, tras saludar la llegada de ese primer acuerdo sobre la tierra. “La consolidación de la paz –dice el punto número cinco de ese documento– requiere una justicia que acentúe la di-

La Iglesia apela a la reconciliación y a la justicia social como pilares para crear una nueva Colombia. mensión restaurativa de la pena y sea capaz de reparar, integralmente, a las víctimas del conflicto armado. Es necesario encontrar salidas jurídicas y políticas que faciliten la reincorporación a la sociedad de los actores armados evitando, sin embargo, cualquier apariencia de impunidad”. Independientemente de lo que depare el futuro, lo cierto es que 28 misioneros

durante décadas Colombia ha sido un Estado tan solo sobre el papel, y que en el país, sobre todo en el campo, ha imperado siempre la ley del más fuerte. Allí han matado todos, las guerrillas, los paramilitares, los carteles de la droga, las bandas criminales, los sicarios... Allí se ha asesinado, se ha secuestrado, se ha torturado, se ha ejecutado, se ha hecho desaparecer a

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gente... Las cifras de la violencia son realmente estremecedoras. Se suele hablar de entre 200.000 y 220.000 muertos, de 25.000 desaparecidos y de cuatro millones de desplazados en los últimos 60 años. La guerra ha dejado también 39.000 secuestrados, según el reciente informe del Centro Nacional de la Memoria Histórica. Algunos de estos secuestrados estuvieron privados de libertad hasta 14 años. Uno de los casos más estremecedores es el del ex gobernador de Caquetá, Luis Francisco Cuéllar, quien fue raptado hasta en cinco ocasiones, siendo finalmente asesinado por las FARC en 2009. La guerra ha dejado, sobre todo, un país sumido en el odio y la violencia, que ha hecho del crimen y del asesinato algo cotidiano. Asesinatos de sindicalistas –casi 3.000 en los últimos 25 años–, de líderes comunales, de defensores de derechos humanos, de ecologistas... De un tiempo a esta parte, sin embargo, da la impresión de que


ese orden rural adicto a la violencia se está derrumbando y que se está acabando también el secular vacío del Estado en el agro colombiano. De ahí que al ser preguntada por las revueltas campesinas de los últimos meses, la ministra de Asuntos Exteriores, María Ángela Holguín, replicara sin vacilar: “Mire, se lo digo como colombiana. ¡Qué bueno que Colombia pase del conflicto armado al conflicto social! ¡Qué bueno que la gente, en vez de matarse, proteste! ¡Qué bueno que la gente se sienta tranquila de salir a protestar!”.

Justicia social Las palabras de la ministra resultan a todas luces exageradas, pues la gente se sigue matando en su país. La paz, además, es algo más que la ausencia de guerra. La paz conlleva poder vivir con dignidad, no solamente sobrevivir. Y eso es algo que hoy día no tienen garantizado varios millones de personas en Colombia. Las

estadísticas dicen que de los 47 millones de habitantes del país, 14,6 millones (el 31%) son pobres. Y de ellos, más de cuatro millones, pobres de solemnidad que viven en condiciones de miseria. “Un auténtico proceso de reconciliación y de paz no es simplemente restaurar lo dañado, porque es imposible restaurarlo. Se trata, más bien, de crear una sociedad nueva”, decía a primeros de septiembre el arzobispo de Bogotá y presidente del episcopado, cardenal Rubén Salazar, en el VI Congreso Nacional de Reconciliación. Esa “sociedad nueva” debe ser edificada, ante todo, sobre los pilares de la reconciliación y de la justicia social. El Gobierno de Juan Manuel Santos espera que este año, aun con guerra, la economía nacional crezca por encima del 4%. El Fondo Monetario Internacional rebaja esta previsión al 3,7%, lo cual no está tampoco nada mal para los tiempos que corren. Al 49% de los colombianos, sin embargo, todos estos datos no les dicen nada. No ven que nada mejore y cada día tienen más problemas para llegar a fin de mes. Así lo confesaban este verano en una encuesta. “El desafío mayor –escribieron los obispos sobre el proceso de paz en su última plenaria– se encuentra en la creación de estructuras que den solución a las causas que generan violencia de todo orden”. Y añadieron: “Mantener y fortalecer lo que el país ha ganado en su democracia e instituciones es punto de partida que no impide ver las necesarias reformas que se deben adelantar (...) para afianzar el camino”. Lo dicho. Colombia vive una oportunidad histórica y única para conseguir la paz. JOSÉ IGNACIO RIVARÉS

Tender lazos, acercar posturas

L

a Iglesia no ha cesado nunca en todos estos años de tender lazos, acercar posturas, construir puentes que hagan posible la paz. Los últimos servicios los ha prestado facilitando los contactos con el ELN. "Tenemos una cierta comunicación con sus líderes", ha confirmado el cardenal Salazar. "En ciertos momentos se ha podido llegar a ellos, y siempre la invitación que nosotros hemos hecho es que depongan las armas, se sienten verdaderamente a negociar y se reintegren en la vida civil". Todo parece indicar que habrá negociaciones también con el que es el segundo grupo guerrillero del país, algo a celebrar pues, como se ha resaltado con acierto, "sin él (el ELN) los acuerdos a los que se llegase establecerían una paz irreal". Entre las innumerables iniciativas organizadas por la Iglesia está la Semana por la Paz, que, coordinada por la Pastoral Social-Cáritas Colombia, ha celebrado este año ya su vigésima quinta edición. Y también la reciente campaña "Por el derecho de las víctimas a la vida digna y a la restitución de tierras", que tiene por objeto informar de sus derechos y prestar asesoramiento a quienes más han sufrido todos estos años. Del 14 de septiembre al 19 de octubre, además, una réplica de la Virgen de Chiquinquirá, patrona de Colombia, ha sido llevada en peregrinación por la cuenca del río Magdalena para instar a las comunidades a rezar por la paz y la reconciliación. NÚM. 139, NOVIEMBRE DE 2013

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INFORME

La muerte de varios cientos de inmigrantes africanos el pasado mes de octubre frente a las costas de Lampedusa y Malta fue calificado de “vergogna” (“vergüenza”) por el papa Francisco. La criminalización xenófoba de la inmigración es solo una de las lacras que sufre el mundo actual. Este artículo repasa algunas de ellas. 30 misioneros

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Criminalización de la inmigración “Solo me viene la palabra vergüenza, ¡es una vergüenza!”. Con esta contundencia se expresó el papa Francisco el pasado 3 de octubre cuando tuvo noticia de las primeras cifras de muertos en el naufragio frente a las costas de la isla de Lampedusa, que él mismo había visitado tres meses antes. En días sucesivos los equipos de rescate recuperarían más cadáveres, que, sumados a los de otro naufragio el 11 de octubre, dieron un balance total de algo más de 350 inmigrantes, en su mayoría eritreos y somalíes. Una tragedia de estas proporciones no puede achacarse solo a un desgraciado accidente. La vergüenza aquí tiene varias caras. En primer lugar, varios supervivientes señalaron que tres barcos que avistaron la embarcación atestada de africanos negaron su auxilio a los cientos de personas que estaban en peligro de morir. Pocos medios de comunicación recordaron que las leyes actualmente en curso en Italia penalizan a quien ayude a un inmigrante sin papeles, aunque sea intentando salvarle la vida mientras naufraga, o incluso dando alojamiento a uno que esté en la calle. Esta legislación es la consecuencia de la reforma del Gobierno de Silvio Berlusconi hace cuatro años. Tras las apresuradas visitas oficiales de varios ministros de países de la Unión Europea a la isla

Las leyes italianas penalizan a quien preste ayuda a un inmigrante sin papeles, aunque sea para salvarle la vida. para mostrar su “solidaridad”, el primer ministro italiano Enrico Letta anunció que se concedería la nacionalidad italiana a todos los fallecidos, al mismo tiempo que los adultos rescatados podían ser multados con hasta 5.000 euros y la expulsión del país. De poco sirve extrañarse de esta hipocresía si previamente se han apoyado leyes que alientan la xenofobia: hasta 15 países europeos penalizan a sus ciudadanos si alquilan viviendas a los indocumentados, y la propia Unión Europea (Premio Nobel de la Paz 2012, ¿recuerdan?) se ha dotado de medidas que permiten la detención hasta un periodo de año y medio a un inmigrante en situación irregular. Teniendo en cuenta semejante contexto, las palabras del Papa, denunciando lo que llamó “una gran falta de respeto por el ser humano”, cobran aún más valor, puesto que durante esos días la suya fue la única voz de un líder mundial que se alzó para llamar a las cosas por su nombre. Apenas empezaban a desdibujarse en nuestro recuerdo las imágenes de los náufragos de Lampedusa, cuando en otros rincones de Europa se continuaba con la deri-

va hacia la criminalización de la inmigración. El pasado 15 de agosto, en Francia, la policía llegó a hacer bajar a la fuerza a una niña gitana rumana de un autobús escolar para proceder a su expulsión junto con el resto de su familia, y en Reino Unido acaba de comenzar una agresiva campaña de “información” con eslóganes exhibidos en furgonetas y dirigidos a los extranjeros en situación irregular: “Vete a casa o te detendremos”. No nos echemos demasiado las manos a la cabeza. En España también hemos puesto nuestro granito de arena en esa deriva xenófoba que denuncia el Papa. La reforma sanitaria del actual Gobierno ha dejado sin tarjeta sanitaria a los 150.000 inmigrantes irregulares que se calcula que hay en nuestro país, y que está arrojando a muchos enfermos crónicos a situaciones como la siguiente: imaginemos qué destino le aguarda a un enfermo seropositivo que depende de la medicación antiretroviral para seguir vivo y al que de repente le niegan su tratamiento... Tal vez la única diferencia con un náufrago que muere ahogado frente a un pesquero que pasa

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de largo sin auxiliarle es que la muerte del enfermo crónico será más silenciosa y sus imágenes no es probable que salgan en nuestros telediarios.

Trata de personas También aquí empezaremos con una cita del papa Francisco: “Estamos ante la esclavitud más extendida en este siglo XXI”. Así calificó el Pontífice la trata de personas el pasado 1 de abril, domingo de Pascua. Según él, esta lacra es consecuencia de “la codicia de quienes buscan fáciles ganancias” y de “un mundo herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia”. No es casualidad que quienes caen en las trampas de esta esclavitud procedan mayoritariamente de los países más pobres del mundo. Como señala el estudio La trata de personas con fines de explotación sexual, publicado por Cáritas Española en 2011, “la diferencia de oportunidades para la población de los países del Sur en relación al Norte, las migraciones propiciadas por alcanzar la supervivencia y la cultura del placer como objetivo en los países desarrollados son el caldo de cultivo para la creación de redes operadas por mafias oportunistas que se enriquecen mediante la comercialización de personas”. Un reportaje de investigación publicado el pasado 6 de abril de este año por el New York Times afirma que “mientras el resto de la economía en España está en crisis, la prostitución –casi siempre alimentada por el tráfico de mujeres extranjeras– prospera y se ofrece a plena vista de todos en ciudades grandes y pequeñas”. El rotativo cita datos de 2010 del Departamento de Estado norteamericano, que ofrece cifras muy preocupantes: entre 200.000 32 misioneros

y 400.000 mujeres trabajan en la prostitución en España, “y al menos el 90% de ellas son víctimas del tráfico”. Muchas de estas mujeres viven en condiciones de semiesclavitud, como es el caso de incontables jóvenes nigerianas víctimas de la trata que tienen que pagar enormes “deudas” bajo amenaza de que el impago les podrá acarrear consecuencias trágicas, ya que, para mantenerlas controladas bajo presión, las mafias que las explotan les obligan a someterse a rituales tradicionales conocidos como yuyu.

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En los países europeos se ha optado en muchos casos por endurecer las medidas contra los responsables de estas mafias, y también por organizar campañas de sensibilización dirigidas a los clientes, llegando a sancionar a estos por medio de ordenanzas municipales. Pero otras piezas del engranaje, gracias al cual funciona el negocio de la trata, siguen sin tocar. Así ocurre con los anuncios por palabras en los periódicos, un tema que ha sido objeto de encendidos debates, incluso en el Congreso de los Diputados (en sep-


tiembre de 2010). Pero lo que se discutió en aquella ocasión no pasó de ser una proposición no de Ley que está lejos de ser una norma de obligado cumplimiento, sino una simple exhortación a la autorregulación de la prensa. Demasiado difícil renunciar a unos ingresos que se calculan pueden estar entre dos y seis millones de euros al año por estos espacios publicitarios. La hermana oblata Cleofé Rodríguez, que lleva muchos años dedicada al acompañamiento y rehabilitación de algunas de estas chicas en Galicia, lo tiene muy claro: “Ya hay muchas leyes escritas, otra cosa es que se cumplan o no. En España, la última reforma que se hizo del Código Penal tipifica la trata de personas como un delito, pero los clubes de carretera están abiertos con todos los permisos legales. Otro problema es que la mayor parte de las mujeres víctimas de esta explotación con frecuencia

tienen miedo a denunciar. Aquí puede ser testigo protegido, pero en su país de origen probablemente no se les pueda garantizar una protección suficiente. Además hay que tener en cuenta que en esa cadena de explotación hay muchas personas, por desgracia incluso a menudo algunos de sus propios familiares”. En su opinión, este turbio negocio prospera en España “porque hay una enorme demanda de prostitución, ya que, si no exis-

Durante los días sucesivos, salieron a la luz detalles cada vez más estremecedores. Supimos que, apenas dos horas antes de la tragedia, grupos de trabajadores habían protestado a las puertas del edificio para quejarse de la falta de seguridad, pero sus jefes les obligaron a entrar a la fuerza. Otro dato hecho público desde aquel fatídico 24 de abril nos toca más de cerca a los consumidores de países occidentales: los talleres situados

tieran los clientes que quieren utilizar a las mujeres como objetos, se acabaría el negocio”.

en aquel inmueble servían de proveedores a grandes marcas de ropa, como Benetton, Mango, El Corte Inglés, Primark, Dress Barn, The Children's Place y Wal Mart. Todo esto es parte de un fenómeno económico que se ha desarrollado a pasos gigantescos durante las últimas décadas: miles de empresas del Primer Mundo trasladan la producción a países pobres, donde los trabajadores –en su mayoría mujeres– carecen de derechos laborales o sindicales y se desloman en jornadas interminables por salarios de menos de 40 dólares al mes. De este modo, las grandes empresas ofrecen precios más competitivos a sus potenciales consumidores y multiplican sus beneficios. Inditex, el principal minorista de prendas de vestir y

Los trapos sucios de la moda El pasado 24 de abril, un edificio de ocho plantas llamado Rana Plaza se derrumbó en las afueras de Dacca, la capital de Bangladesh. Murieron 1.127 personas y otras 2.438 resultaron heridas, la mayoría de ellas trabajadores de cinco talleres textiles que producían para grandes marcas de Occidente. La última rescatada, Reshma Begum, de 19 años, pasó 17 días bajo los escombros sobreviviendo con un paquete de galletas y dos litros de agua. Después de su rescate, la policía dio a otras 98 personas por desaparecidas.

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propietario de Zara y Máximo Dutti, registró durante 2012 un margen bruto de beneficio del 58%. La sueca H&M (Hennes and Mauritz) tuvo un margen del 55%. Mango, que no revela sus márgenes, tuvo el año pasado unas ventas de 1.690 millones de euros. En caso de que los abusos laborales lleguen a ser conocidos, un laberinto opaco de contratas y subcontratas garantiza la impunidad, y las grandes empresas se defienden alegando que han realizado auditorías dentro de los márgenes de la ley. Como explica Albert Sales, portavoz de la Campaña Ropa Limpia en Cataluña, “las marcas no están obligadas a revelar el origen de sus proveedores internacionales ni a incorporar la etiqueta ‘made in’ en sus prendas”. Este modo de obrar facilita que las élites empresariales se laven las manos: “Como no son sus fábricas, sino empresas proveedoras propiedad de terceros empresarios, no hay una relación contractual entre los obreros y la marca internacional, y esto sirve a las marcas para desentenderse de las condiciones de los empleados”. En Bangladesh, se calcula que tres millones de personas viven encadenadas a una de las 25.000 fábricas existentes, que son controladas (es un decir) por los 93 inspectores laborales que existen en esta nación de 160 millones de habitantes. En Dacca, una caótica ciudad de 14 millones de habitantes en la que existen varios miles de talleres textiles, hay solo 18 inspectores. Cuando, hace pocos años, los costes laborales en China se incrementaron, las grandes marcas de ropa no perdieron el tiempo en trasladarse a Bangladesh, donde un trabajador textil cobra la mitad de lo que gana un chino que hace el mismo trabajo. 34 misioneros

También de este tema se ha ocupado el papa Francisco: “¡Esto se llama trabajo esclavo!”. Así calificó el Pontífice en su homilía del pasado 1 de mayo las condiciones de los trabajadores víctimas del derrumbe del edificio de Dacca. Sus palabras no pudieron ser más directas: “No pagar un salario justo, centrarse exclusivamente en los libros de contabilidad, en los balances financieros y mirar solo a los beneficios personales. ¡Esto va contra Dios! Aquí tenéis un titular del día de la tragedia que me impresionó: ‘Vivir con 38 euros al mes’. Este era el sueldo de la gente que murió en Bangladesh”.

Fuga de capitales de países pobres Al menos 55 de las grandes fortunas mundiales se encuentran en el continente africano. Así lo aseguró a principios de octubre de este año la revista internacional Ventures. Entre todos ellos acumularían una fortuna cercana a los 144.000 millones de dólares. El dueño del grupo industrial ce-

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mentero, Aliko Dangore, nigeriano, encabeza la clasificación con un patrimonio de 20.000 millones de dólares. Los datos coinciden básicamente con los publicados anteriormente por la revista Forbes International. Es curioso que de los 40 africanos más ricos del continente según la lista Forbes, once de ellos son nigerianos. Muchos hicieron fortuna gracias a su “destacado” papel en el Gobierno. Este es el caso del general Theophilus Danjuma, antiguo ministro de Defensa y cuya fortuna se calcula en 600 millones de dólares; Sani Bello, ex embajador en Zimbabue, con cerca de 425 millones en sus bolsillos; y Mohammed Indimi (550 millones), familiar del ex presidente Ibrahim Babangida. Pero la mayoría de ellos se enriquecieron con el petróleo. Este es el caso de la empresaria Folorunsho Alakija, considerada la mujer negra más rica del planeta y quien ha sabido rentabilizar sus inversiones en moda, filantropía y, sobre todo, en inversiones en petróleo. Resulta harto


Y es que uno de los contrasentidos de África es que, al mismo tiempo que la mayor parte de sus ciudadanos viven con muy pocos medios, bastantes de sus dirigentes acumulan unas fortunas escandalosas que han adquirido de forma fraudulenta. A finales del pasado año, Transparencia Internacional denunciaba en un informe la voracidad adquisitiva de tres de las más infames dictaduras del continente africano: Denis Sassou Nguesso (República del Congo), Omar Bongo Ondimba (Gabón, ya fallecido, aunque su hijo continúa con la estirpe

llamativo que esto ocurra en Nigeria, donde cerca del 70% de su población vive por debajo del índice de la pobreza y una cuarta parte se encuentra desempleada. Nigeria es uno de los países africanos donde se da la paradoja de que, pese a que su índice de crecimiento anual es muy alto (el 7%), la proporción de sus ciudadanos que viven en la pobreza va también en aumento. El ejemplo de Nigeria es extrapolable al continente. Pese a que la fortuna conjunta de los 55 “súper millonarios” se acerca a los 144.000 millones de dólares, según datos del Banco Mundial, el 48.5% de la población del África Subsahariana vive por debajo del umbral de la pobreza (1,25 dólares al día).

presidencial), así como Teodoro Obiang (Guinea Ecuatorial). A principios de agosto, el expresidente sudafricano Thabo Mbeki, actual presidente del Panel de Alto Nivel de Conflictos Financieros en África, dio una cifras para la reflexión: África pierde 50.000 millones de dólares cada año en lavado de dinero. Y la propia Unión Africana ha asegurado que África pierde al año, debido a la corrupción, más de 157.000 millones de dólares, el equivalente al 5,6% del PIB de todo el continente africano.

Acaparamiento de tierras Es el último grito en la explotación descarada contra las personas más vulnerables. Un buen día un

grupo de campesinos en un país africano llega a sus tierras, encuentran a personas cercándolas con vallas de alambre y el mandamás de la zona les informa que el Gobierno las acaba de vender a una compañía extranjera que va a cultivar a gran escala maíz, arroz o caña de azúcar. En África es muy raro tener un título de propiedad, puesto que en las zonas rurales todos se conocen y la posesión de un terreno de cultivo se basa en la costumbre. Esto hace que los campesinos desposeídos de su propiedad se encuentren sin ninguna protección legal ante un acuerdo hecho a sus espaldas. Si se resisten, lo más probable es que las autoridades envíen a soldados y policías para emplear la violencia contra ellos. Desde que los alimentos básicos se convirtieron en objeto de especulación en las Bolsas mundiales y sus precios se dispararon, varios países (sobre todo árabes y asiáticos) cayeron en la cuenta de que para alimentar a sus poblaciones les resultaba más barato comprar grandes extensiones de tierras en países africanos, cultivar en ellas arroz o maíz y transportar el producto final a su propio territorio. En otras ocasiones cultivan palmera aceitera o jatropha para elaborar biocombustibles. Hay países, como Madagascar, Etiopía, Uganda o Mozambique, donde millones de hectáreas han sido acaparadas por compañías extranjeras que las explotan a gran escala, empujando a sus legítimos dueños a emigrar a ciudades donde acabarán malviviendo en suburbios miserables. Para “dorar la píldora” se intenta convencer a la población de que estas inversiones significan “progreso y desarrollo” y de que traerán miles de puestos de trabajo, algo que, en casi todos los casos, no llega nunca. JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ

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