revista Voces 7

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antemano la derrota. Pero “si tienes alguna cosa que decir y no lo dices con el exacto y preciso lenguaje que tiene que ser dicha, pues de alguna manera no la dices o la dices mal”. Por cierto, para Cortázar —ese zorro viejo— el estilo no era una cuestión de nivel de escritura. Recomendaba pagarse un pasaje en bus hasta la estación Roberto Arlt —cuyo apellido es de por sí inverosímil—. Al que no las tenga todas con la noción de estilo según Junot o Cortázar, se le está permitido disentir, incluso firmar una carta abierta y no continuar la lectura de esta novela cubana premiada con un Pulitzer. Una línea más: el spanglish o “criollo” es el anillo que Junot ha forjado. Es bien difícil de llevar, es bien difícil custodiarlo. Pero te acostumbras a tenerlo y luego no deseas soltarlo.

Un hombre sin rostro, una mangosta de ojos dorados Ya habíamos hablado de una parte de la ingeniería interna de la novela de J. Díaz. Utilizando una metáfora de la industria automovilística, esta obra es un SUV. Un suburban vehicle capaz de moverse por cualquier terreno literario. Un hermoso experimento de bad writing cuya noción de lo real y lo fantástico no asume cuartones. No se trata de Realismo Mágico o lo Real Maravilloso. Es un hat trick. {

Burlar tres veces al portero en una misma novela. Ya habíamos hablado de los personajes, el contexto y el combustible singular que alimenta a dicha historia (primer gol). Luego nos movimos hacia el asunto Lenguaje (segundo disparo a puerta con gol incluido). El tercero es la “noción de lo fantástico”. Otro puntapié al balón. El efecto de la parábola es bien singular. El SUV diseñado por Junot se mueve también en los predios de lo fantástico; su sistema de tracción no se resiente, el cambio de marchas apenas se nota. En fin: asumir sin escándalos aquello que puede suceder en la literatura, también cuanto sucede en ese territorio llamado Vida Real. De tal suerte, el hombre sin rostro aparecerá a lo largo de La breve y maravillosa vida de Óscar Wao no como una metáfora sino como la cristalización y presencia del horror, la violencia, el dolor. ¿La mangosta? Hay una hermosa nota en el libro que la define como “una de las partículas más inestables del Universo, y también una de las grandes viajeras”. Lo cierto es que en la novela el animal cobra vida tanto en Nueva York como en Santo Domingo. Allí donde la Muerte ronde brillarán los ojos del animalito —tanto en los rieles de un metro en Nueva Jersey como en un cañaveral en las afueras de la capital de la RD—, y no puede ser de otra manera en una novela en donde se da por sentado que el fukú es la “Maldición y Condena del Nuevo Mundo”, llegado a estas tierras por el Almirante Colón, y cuyo “sumo sacerdote” es Rafael Leónidas Trujillo. Hay límites para la Fe ante El Poder de La Oscuridad. Los rezos de La Inca sacan a Belicia del peligro de muerte tras una golpiza en un cañaveral por hombres de Trujillo —motivado por asuntos de sábanas y faldas—, pero nunca librarla del cáncer. Los rezos salvan de una golpiza a Óscar —un cañaveral es el escenario elegido (si se hace una antología del sufrimiento y la sangre en América, este lugar se llevaría las palmas), otra vez el fukú—, pero será imposible disuadirlo de su historia de amor con la amante de uno de los Nazgul del acribillado Leónidas Sauron Trujillo.

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