Revista suroeste 2

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libros, donde el lector respira lo que no se dice pero se intuye o se vislumbra. Ante una voz así, no puede uno por menos que sorprenderse cuando piensa que, como él mismo ha contado, fue una persona balbuciente. Soy de los que piensan que, una vez que el poeta ha encontrado su voz, cuanto escriba será, necesariamente, arte y parte de ese tono. Desconfío de los que en cada nuevo libro (hablo de poesía), que en cada nuevo libro, decía, muestran una voz distinta. Suelen ser farsantes o prestidigitadores, presuntos poetas que o no han encontrado su voz verdadera o les interesan otros juegos ajenos al hecho poético o, en fin, que reniegan sin más de la poesía entendida en su sentido más complejo y profundo. Esto no deja de ser una opinión. Como buena parte de la de sus compañeros de generación, en especial los extremeños, esta poesía ha sido, y con razón, incluida en una corriente central de la lírica española del siglo XX y lo que llevamos de XXI. Me refiero a la “poesía meditativa” o “de la meditación”, así denominada por Unamuno (el mismo de “siente el pensamiento, piensa el sentimiento”), que fijó en un ensayo memorable José Ángel Valente. Allí se nombraba a Manrique y al Quevedo metafísico, a místicos como san Juan de la Cruz y sabios como fray Luis de León y, ya más cerca, al mencionado Unamuno y a Cernuda que es quien acaso más y mejor dejó atada esa tradición de tradiciones en lo contemporáneo. Digo “tradición de tradiciones” porque esta poesía meditativa, que aúna como digo sentimiento y pensamiento, emoción y reflexión, es deudora de la poesía romántica tanto inglesa como alemana, de poetas tan singulares como Leopardi y de un largo y extenso etcétera que hacen de ella todo lo contrario de la típica escuela donde los poetas han de sujetarse a la tiranía de determinadas normas. Como el resto de poetas extremeños de su edad y época, Basilio Sánchez escapó al canto de sirena de la tendencia dominante, la “de la experiencia”, y, en consecuencia, su poesía, ajena a esa o cualquier otra moda, campea aún a sus anchas, con la frescura necesaria, por el panorama literario patrio.

SUROESTE

Tras leer de nuevo los siete libros que componen su poesía reunida, me encuentro con un puñado de paradojas que me gustaría comentar. Así, sin que esta poesía se pueda calificar de religiosa, la presencia de ese término, en su sentido etimológico (y no sólo), es consustancial a casi todo lo escrito por él. Quiero decir que lo moral y lo espiritual están presentes, si no siempre de forma explícita –y menos aún como creencia concreta u ortodoxa–, sí como sustrato poético. Quizá le convengan mejor otros términos tales como mítico o bíblico, pero lo cierto es que, a partir de las enseñanzas de maestros espirituales como los citados padre Pacífico o Lanza del Vasto, esta poesía respira “fervor”, por decirlo con una palabra rescatada para la poesía por un poeta que, me consta, Basilio Sánchez admira, el polaco Adam Zagajewski. Puede que todo pueda resumirse con otro conocido término, más amplio y preciso, que otro polaco, Czeslaw Milosz, reivindicó para la poesía: el humanismo. En todo caso palabras como piedad, consuelo o perseverancia nos vienen sin querer a la boca cuando leemos esta poesía cargada de símbolos cristianos. También aquel verso de Lanza, casi un lema: “Mantente erguido y sonríe”. Acaso por eso esta poesía, esencialmente melancólica (“la costumbre / de darme a la tristeza”), nunca conduzca a la melancolía. Y ya que seguimos con las paradojas, vayamos a por otra. Siendo de su tiempo –nadie puede escaparse a lo que sucede en la época que le ha tocado vivir–, esta poesía, que nos ayuda a soportar con entereza, ya digo, estos tiempos de desasosiego y tribulación, se me antoja intemporal, intempestiva incluso, como fuera de una cronología determinada, como si lo que sucediera pudiera haber ocurrido en cualquier edad y período, del más tardío al más moderno. Puede que esto enlace con esa apariencia mítica a la que hice antes alusión. Y relacionada con ésta, otra aparente contradicción: leo estos versos y me sitúo a duras penas en un espacio concreto. Es decir, a pesar de que Basilio Sánchez, como sus compañeros de promoción literaria, no ha renunciado a vivir y a nombrar a su Extremadura natal, una vez dejados atrás los viejos complejos, no logro localizar ningún sitio

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