Regencia 04

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Jacquie D’Alessandro

Un Romance Imposible

Capítulo 16

Alex se despertó despacio y parpadeó al notar los rayos brillantes de sol que entraban por los ventanales. ¿Sol? ¿Qué hora era? Se incorporó en la cama apoyándose sobre uno de sus brazos. Al notar la suavidad entre sus piernas, se estremeció. Volvió la mirada entrecerrada por el sueño hacia el reloj situado encima de la chimenea. Abrió los ojos de par en par. ¿Las nueve? ¡Nunca había dormido hasta tan tarde! Nunca dormía más de unas pocas horas seguidas. Los recuerdos le invadieron de golpe y bajó la cabeza hacia la almohada vacía junto a la suya. Todavía se podía notar la forma que había dejado el peso de Colin. Cerró los ojos y respiró profundamente: la almohada aún conservaba su olor. Notó cómo un cálido rubor recorría todo su cuerpo y, con un suspiro, se tumbó, abrazando la almohada vacía. La suave tela acarició sus sensibles pezones, y cerró los ojos recordando vivamente la increíble sensación de las manos y la boca de Colin acariciando sus senos. Un bombardeo de imágenes sensuales la invadió, pero no hizo esfuerzo alguno por apartarlos sino que se regodeó en cada uno de ellos: la imagen de Colin limpiando la evidencia de su acto de amor; quitándose la ropa que todavía vestía; explorando su cuerpo con una delicada pasión que la dejaba sin aliento; enseñándole cómo tocarle a él, lo que le daba placer y lo excitaba, y después encontrando múltiples modos de darle placer y excitarla a ella; animando su curiosidad, impidiéndole que se sintiese en modo alguno avergonzada o inhibida; y después haciéndole el amor de nuevo, con tanta intensidad que acabó desmayándose en sus brazos, lánguida, saciada, deliciosamente deshecha. Lo último que recordaba era haberse acurrucado contra él apoyando la cabeza en su hombro, la mano en su pecho absorbiendo el latido acelerado de su corazón, con la pierna cruzando su cuerpo y él posando sus labios contra su sien y musitando su nombre. Nunca antes en su vida se había sentido tan a salvo, tan cálida y segura. Desde luego, ahora entendía el porqué de tanto jaleo sobre el tema, conocía ese deseo maravilloso y terrible que necesitaba ser satisfecho, entendía por qué hombres y mujeres se metían en callejones oscuros para descargar sus lujuriosos impulsos.

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