José Luis Corral Lafuente
Numancia
151
—Mi padre sirvió a las órdenes del suyo —dijo Aracos. —Pues bien que siento que se firme esta paz; no sé si alguna vez volverá a presentarse una oportunidad como ésta para colgar de mi caballo un buen número de cabelleras romanas. —Hemos dado nuestra palabra a Tiberio, pero aunque no hubiera sido así, no podíamos hacer otra cosa. Tarde o temprano se hubieran lado cuenta de que no había ni vacceos ni cántabros junto a nosotros. Irse a las bajas que les hemos causado, siguen siendo dos legiones, disponen de treinta mil hombres para combatir, y nosotros apenas podemos reunir a cuatro mil. Hemos hecho lo mejor para nosotros. Desde ahora sí podremos decir que, al menos en una ocasión, Roma se rindió a los celtíberos y Numancia trató de tú a tú a la poderosa República.