Beato Juan Bautista Velásquez Peláez

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Semblanza Beatos Martires Hospitalarios


José era su nombre de pila. Su nacimiento fue el 9 de julio de 1909, en Jardín, Antioquia. Fue bautizado el mismo día por el Pbro. Próspero María Merino, Vicario de la parroquia. José recibió el sacramento de la confirmación el 1 de septiembre de 1912, y su primera comunión hacia el 1916. Desde pequeño recibió una esmerada educación cristiana, cuyos frutos día a día fueron madurando hasta lograr una buena cosecha como cristiano, profesor y religioso. Su proyecto era siempre hacer el bien a todos, viviendo el amor al Padre de la mano de María Inmaculada, a quien le tenía profunda devoción. Su interés por la educación lo indujo a prepararse para el magisterio, dedicándose a la enseñanza de los niños y de los jóvenes, especialmente pobres y abandonados, ejerciendo esta misión hasta 1931. El Mártir José Bautista se distinguió por su carácter alegre, jovial y piadoso. Como maestro fue descubriendo también su especial vocación para el servicio de los enfermos y su vocación a la vida religiosa. Realizó sus estudios de magisterio al cual se dedicó a antes de su ingreso a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Esta sucedió el 29 de febrero de 1932 como postulante en la casa Hospital Nuestra Señora de las Mercedes en la ciudad de Bogotá. Inició su noviciado el 16 de julio de

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1932 y profesó el 24 de septiembre de 1933. Al año siguiente, en septiembre, fue destinado a trabajar en España como religioso ejemplar y abnegado en los sanatorios de Córdoba, Granada y Ciempozuelos. El 7 de julio de 1936 en la crudeza revolución española, pidió a su Provincial ser admitido a los votos solemnes. Después de recordarle que el día 24 de septiembre, concluyó el tiempo de sus votos simples escribió: “no queriendo verme desligado de tan suave yugo, sintiéndome animado y con vivos deseos de seguir militando en las huestes del Padre de los pobres, honrándome con llevar hasta morir la preciosa libreta Hospitalaria; queriendo, en fin, entregarme de una vez, por toda la eternidad al servicio de mi Dios y Señor, suplico humildemente se digne concederme la profesión solemne”. El martirio se anticipó a sus fervorosos deseos, sin embargo, con su sangre dio testimonio y logró así la mística consagración.

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