Navidad en mi armario-Inchausti

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Navidad en mi armario

Tenía ya el armario atestado de paquetes de todos los tamaños. Difícil saber exactamente qué guardaba cada uno en su interior. Llevaba dos días envolviendo regalos, eligiendo etiquetas de felicitación y lazos de todos los colores. Llegaban los Reyes Magos. Último tramo de estas fiestas. Debía sacar fuerzas. Mis piernas empezaban a notar el cansancio de estos días. Sentía ya mi estómago bastante pesado y algo dolorido, sorprendido con tanto trajín gastronómico, de tantos dulces sin medida, de tanto vino y cava consumido, de tanto brindis desmedido.

La Navidad empieza tan pronto que ya ni siquiera es diciembre cuando llega. Antes eso sólo era cosa de las grandes urbes, que debían complacer a vecinos y foráneos con el regusto adelantado de estas fiestas. Cosas del marketing. Ahora en noviembre ya se anuncia en todos los sitios la llegada de la Nochebuena. En los escaparates, en la televisión, en los periódicos, en los pueblos y en las ciudades ... Las familias empiezan con la negociación de fechas para compartir tiempo con los suyos. y, no nos engañemos, ahí comienzan las primeras disputas. El año pasado estuvimos aquí. Hoy nos toca allí. No coincidiremos con aquél y al otro nos cansaremos de reírle, día sí, día también, las gracias ... ¿Haremos "amigo invisible" o sólo habrá regalos para los peques de la casa ? ¿y si me escapo unos días de vacaciones: a la playa, a esquiar, a algún lugar perdido ... ? Qué va, no hay manera ....

Ayer por la noche me senté junto al armario y estuve envolviendo los primeros regalos. Para casa, para el resto de la familia, para algunos amigos ... No quiero dejarlo todo para el último día. Puede que eche en falta alguno y al final tenga que salir corriendo a comprarlo. Puede que el papel de envolver no me llegue y no puedo estar a última hora revolviendo otros armarios en busca de un envoltorio apropiado. iEs tan feo un paquete con un papel arrugado, con claros indicios de haber sido ya usado! ¡Es tan Iight no envolverlo en un papel que no sea rojo o dorado, que no se adorne con bolitas, guirnaldas o papanoe/es ... !

Un día antes de Nochebuena corro a casa de mamá. Toda la familia quiere reunirse ese día en su casa. La tradición pesa mucho y la Navidad en otro lugar perdería ya el sabor inconfundible de la Navidad. Mamá también está deseando que sea así pero, a sus ochenta años muy pasados, por más que lo intente, ella no puede con todo. Seremos muchos en la mesa. Hay que desbaratar el salón, reorganizarlo, repasar la cristalería y la cubertería, buscar el mantel adecuado, ultimar las compras en el mercado, llenar el frigorífico de botellas, marisco y buen fiambre. Mamá ya no está acostumbrada a todo Página 1 de 4


esto y por eso y por sus muchos años se empieza a poner nerviosa. En cuanto puede, desaparece y se sienta. No quiere mostrar su fatiga pero no puede disimular su cansancio ...

No quiero que mis hijos los vean aunque saben donde los guardo. A pesar de su discreción, ellos son mis cómplices. Mi agenda está llena de listas en una de sus últimas páginas. Esto para ella, esto para él... Para todos y cada uno habrá regalos, banales y simbólicos, porque conmigo también la "crisis" se quiere cebar. Son fruto de mi ilusión y mi cariño por todos ellos.

He puesto una mesa de Nochebuena preciosa. He encendido las velas y el Belén. Suenan ya los villancicos. Van llegando todos, divertidos y locuaces. Nos sentamos en torno al mismo mantel. Comemos y bebemos entre conversaciones familiares y risas. Es la medianoche y rezamos, cada uno a su manera. Turrones y cava. Jugamos a cartas como parte del obligado protocolo. A las dos horas, los niños empiezan a bostezar ya de puro cansados. Algunos se repantigan en el sofá ... Es hora de despedirse y lo hacemos entre efusivos abrazos.

Tengo que ir a un "chino". Se me ha acabado el papel de regalo y ya no hay casi nada abierto, sólo las grandes superficies comerciales pero ahí sí que no me atrevo. No quiero imaginar las largas filas de coches que me puedo encontrar. No todo el mundo es previsor y la gente se apresura con las últimas compras ...

El 29 de diciembre es el cumpleaños de mi hija. otro pico festivo en mitad de las celebraciones familiares. Es fiesta también ese día en mi casa porque mi niña nació en Navidad hace ya unos cuantos años. La Navidad me hizo madre y todos los años me lo recuerda. Felicitaciones, merienda, el teléfono que no para de sonar. .. Empiezan a extenuarme estas fiestas ...

Mi armario me espera. He empezado a distribuir los regalos por bolsas. Aprovechando que me he quedado sola en casa, hago recuento. Prefiero poner nombre a todos los paquetes. No es la primera vez que confundo algunos de ellos y que mi sobrina se lleva la colonia de su padre, o mi hermana, el libro de su novio ...

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Nochevieja. Siguiente parada. Toca en casa de mi hermano. La familia de Madrid ya está instalada en mi casa. Son cinco, tres chiquitajas incluidas. Hemos sacado las camas supletorias y llenado los baños de toallas. El frigorífico está atiborrado porque, entre otras cosas, Año Nuevo lo celebraremos aquí, pegaditos a mi silencioso armario. Las uvas llegan, como ocurre siempre, puntuales. Lluvia de serpentinas para celebrar que seguimos todos. Un poco más creciditos, pero todos. La tele nos trae las canciones de moda, que recibimos bailando como desaforados sobre una moqueta cada año más marchita. Habrá que cambiarla. Empiezo a sentirme cansada. Ya falta menos ...

Mi hija me acaba de anunciar que su novio se quedará hasta Reyes. iY no tengo regalo para él! ¿Qué le compro? Ahora recuerdo que a mi hijo le regaló Melchor el pasado año un gorro de lana precioso que no llegó a estrenar. Remuevo en sus cajones. iAhí está con etiqueta y todo! Solucionado. No hay tiempo para otra cosa. Lo envuelvo y lo meto en la estantería secreta de mi armario.

Cabalgata de Reyes. Corremos jubilosos a la calle. Los niños, primero. Melchor, Gaspar y Baltasar han llegado a la ciudad. La última fiesta está a punto de estallar, como mi armario, que ya no puede más .... Pruebo el rosco. La nata fría y dulce anuncia que esto toca a su fin. Será mi último trasnoche. He vuelto a abusar del dulce y las burbujas pero tengo que permanecer despierta a la espera de que otros concilien el sueño. Sigilosa, corro al armario ... No puedo contener tanto paquete, que terminan abalanzándose sobre mí. .. No pierdo la calma. Los recojo y ordeno junto al árbol de Navidad. Agua para los camellos y polvorones para los pajes. Apago la luz y me acuesto. Todo en orden. Me cuesta coger el sueño. ¿Qué me traerán a mí? No quiero nada material. No quiero nada superfluo. Necesito descansar. Ponerme a dieta. Hacer deporte. Esta vez va en serio. Volver a la rutina. La ansiada rutina del 7 de enero. Y descansar todo el año a la espera ineludible de que la Navidad llegue de nuevo. Ojalá mientras tanto la crisis termine, nos deje de una vez, se marche para siempre ... Ojalá, qué se yo, la Navidad venga con otra cara. Más amable, más dócil, menos materialista, más generosa ...

Todos han abierto sus regalos. Los niños, primero. Caras de sorpresa, de regocijo y hasta de desilusión. Es lo que tiene preparar paquetes preciosos, tan enlazados ... y que mi crisis, la nuestra, la de todos ... sólo me dé para un regalo puramente simbólico ...

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Por fin la casa en calma. El armario reposa vacío. Lo siento liviano y hasta frío. Tanto jolgorio en estas dos semanas y ahora ni rastro de nada ... Recojo el Belén, el árbol y los adornos navideños. Embolso todo ello. Cada cosa en su sitio. Y lo llevo al armario. Otra vez se ha llenado. Y así estará hasta fin de año, cuando vuelva a desplegar mi Navidad en casa y deje sitio para empezar a apilar los próximos regalos. ¿Quién dijo que la Navidad era pesada y vacía? Que se lo pregunten a mi armario ...

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