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Hiriart
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@PabloHiriart que en sus campus conviven y se forman estudiantes de distinto origen étnico, geográfico, socioeconómico.
Lleva más de cuatro años el golpeteo contra la UNAM, desde la cima del poder político.
La quieren para confrontar, no para conciliar.
Especialmente ahora, que van de salida funcionarios públicos de primer nivel, necesitados de herramientas transexenales para doblegar –con movilizaciones o huelgas– las correcciones indispensables al desastre en que dejan la administración pública.
La delicada situación por la que atraviesa la Universidad hoy es producto del plagio de la tesis que hizo la ministra, no de la prudencia o indecisión del rector.
Como explicó hace unos días Luis de la Barreda, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, el rector sólo puede hacer aquello para lo que está autorizado, y no se encuentra entre sus facultades quitar el tí- tulo a un egresado.
Por ello el rector Enrique Graue sigue paso a paso el procedimiento que le permite llevar la situación del plagio a la Comisión de Honor y Justicia del Consejo Universitario y ahí evaluar las acciones que se puedan tomar.
Justificadamente hay un extendido malestar porque no se anula el título que Yasmín Esquivel obtuvo mediante “la usurpación de ideas y talentos”, como definió el término plagio el rector Graue.
Y montado en esa ola de inconformidad por lo grosero del plagio “de la entonces alumna Yasmín Esquivel Mossa” (Graue), el Presidente presiona al rector para que denuncie la falta, le quite el título académico, y se tropiece.
Esa es la trampa y el motivo del apremio de AMLO al rector: que se equivoque en el procedimiento, incurra en ilegalidad, y la UNAM entre en crisis.
Se olvida, o pretende que olvidemos, que fue él quien propuso a Yasmín Esquivel para ocupar una silla de ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Fueron sus personeros los que cabildearon con ministros y periodistas para que Yasmín Esquivel llegara a la presidencia de la Suprema Corte, al relevo de Arturo Zaldívar.
Si en realidad le preocupa el hecho del plagio, y que su candidata a encabezar la Corte sólo es una pasante de derecho, le pediría, a título personal y en admisión de un error, que renunciara.
El Presidente no tiene facultades para hacerla renunciar a la Corte, pero sería suficiente con su deslinde de la ministra y del plagio, para aislarla y que se vaya.
Nada de lo anterior va a ocurrir. De Yasmín Esquivel interesa su voto en la Corte, no cómo consiguió el título.
Y de la UNAM importa asumir el control de la Rectoría, no que se respeten los procedimientos legales mediante los cuales se toman decisiones.
A fin de año se elige al rector que sustituirá a Enrique Graue. Y ciertamente el gobierno quiere vetar a posibles sucesores que no sean sus incondicionales.
Prefieren una Universidad desestabilizada, con estudiantes que exijan la elección de autoridades mediante voto universal, y no un rector surgido de la deliberación del Consejo Universitario.
“Que la UNAM deje de hacer politiquería”, dice el Presidente.
Hay que leerlo al revés. Venga la grilla, la desestabilización dirigida desde el propio gobierno, y adiós autonomía.