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Ambivalencias

El veredicto en el juicio de García Luna afecta directamente al acusado pero, en el camino, el interrogatorio desnudó a todo el sistema político mexicano y exhibió un mundo de ambivalencias sobre la justicia, las drogas, la criminalidad, la corrupción y la relación México-Estados Unidos. No era México, sino todo el establishment político quien estaba en el banquillo de los acusados. Y el resultado no es encomiable para nadie.

Lo extraordinario y aleccionador del juicio, más allá del drama dentro de la sala del tribunal, fueron las narrativas, emociones, opiniones que ahí se manifestaron. Para comenzar, no parece haber un solo mexicano que no piense que García Luna es culpable. Unos creen que es culpable de lo que se le acusa, los demás de muchas otras cosas, pero la mayoría considera que se merece lo que le está pasando. El juicio era sobre su contribución para el funcionamiento del narcotráfico, mientras que la mayoría de los mexicanos observó corrupción. La ambivalencia respecto a la esencia de la justicia –que la culpabilidad tiene que ser demostrada– es una sutileza que escapa a nuestra forma de ser. Décadas de un sistema judicial corrompido que nunca logra eso que promete la Constitución –justicia pronta y expedita– nos han

Templo Mayor

F. BARTOLOMÉ

TAL PARECE que al director de la Cineteca Nacional el cineasta Alejandro Pelayo, nadie le ha explicado cuál es la postura oficial de México sobre la invasión de Rusia a Ucrania

Y ES QUE a pesar de que la representación de nuestro país en la ONU votó el mes pasado para urgir al gobierno ruso a salir de territorio ucraniano, él dice que se debe mantener la “neutralidad” en ese conflicto.

O AL MENOS ese fue el pretexto que le pusieron a la embajada de Dinamarca para no realizar un evento de apoyo a Ucrania en las instalaciones de la Cineteca, el cual finalmente se tuvo que hacer el viernes por la noche en un cine de la colonia Roma.

LA DUDA es si habrá sido mera ignorancia del funcionario o la expresión de una postura personal que terminó siendo un acto nada diplomático.

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MUY RARO estuvo el discurso que dio ayer la alcaldesa en Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, para abrir el acto en el que el coordinador de los diputados federales perredistas, Luis Espinosa Cházaro, presentó su primer informe de actividades.

PORQUE, a pesar de que la controversial funcionaria ha dicho que en el 2024 no buscará ni la reelección ni otro cargo público, su llamado a los dirigentes del PAN PRI y PRD a dejar la tibieza y definir ya a los candidatos que competirán en el 2024 se escuchó como el sonoro “pop” de un destape.

¿A POCO la emproblemada alcaldesa que llegó a su cargo como representante de esa alianza ya cambió de opinión sobre futuros cargos? Es pregunta con aspiraciones.

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LLEGÓ el día de la entrega de los Óscares y varios políticos mexicanos están emocionados ante la posibilidad de llevarse a casa la codiciada estatuilla.

ES EL CASO del titular de la Sedena, Luis Cresencio Sandoval quien está en la contienda por el mejor guion adaptado por “La Ballena” y es que la dependencia a su cargo va-llena de todo: de presupuesto, de tareas adicionales y, sobre todo, de poder, como no se había visto ¡nunca en la historia!

LA SECRETARIA de Seguridad Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, está nominada al premio por mejor actuación femenina en “Sin novedad en el frente”, por aquello de que ella está de adorno mientras la Guardia Nacional, el Ejército y la Marina están realmente a cargo de esas funciones.

A LA ministra Yasmín Esquivel la habían nominado como mejor guion original por la película “Tesis”... pero se descubrió que lo había plagiado de una cinta del mismo nombre estrenada hace años por lo que quedó fuera de la contienda... pero no de la Suprema Corte

Y EL PREMIO a la mejor actuación masculina por la película “Pinocho” seguro que se queda en México... ¿Alguien quiere adivinar a quién le queda el papel?

LUIS RUBIO @lrubiof

convertido en un país de cínicos cuando de criminalidad o corrupción se trata. La suposición inexorable es que todo es corrupto, contradiciendo la frecuente afirmación de que “no somos iguales”. El juicio versó esencialmente sobre la importación de drogas de México hacia Estados Unidos y la presunta asistencia que el exsecretario de seguridad pública pudiera haber provisto. Esos cargos son percibidos por la mayoría de los mexicanos como irrelevantes (o quizá superfluos) porque se advierten como distintos a los que realmente son trascendentes, que tienen que ver, en esa línea de pensamiento, con su paso por el gobierno y los negocios que pudiera haber realizado en aquella travesía, igual vía compras de gobierno que con vínculos con el crimen organizado. Desde luego, una cosa no excluye a la otra. Sin embargo, para muchos mexicanos el asunto de las drogas sigue siendo visto como un problema estadounidense que, por derivación, afecta a México, como si no existieran los pequeños problemas de seguridad, las mafias que los producen y la incapacidad del gobierno mexicano para lidiar con ellos.

El juicio era sobre su contribución al narcotráfico, mientras que la mayoría de los mexicanos vio corrupción.

El presidente se convirtió en narrador privilegiado del juicio, seguramente porque suponía que éste le daría un golpe directo a su némesis, el expresidente Felipe Calderón (lo que ocurrió), pero la narrativa cesó el día en que los golpes les cayeron a todos, incluido al gobierno actual. Aunque casi todos los testigos en el juicio fueron criminales convictos buscando reducir sus sentencias (potencialmente sesgando sus testimonios), lo que no puede ser inventado es la corrupción que permea a todo el sistema político mexicano, del cual no se salva gobierno alguno. Ingenuos los que pensaron que los únicos salpicados serían los otros García Luna se convirtió en un símbolo del acontecer nacional: cualesquiera que hayan sido las fuentes de su fortuna, todas ellas parecen ligadas a su paso por la política mexicana. Y ese es el crisol a través del cual los mexicanos vemos el veredicto: el juicio sirvió de confirmación para todos los prejuicios que caracterizan a los mexicanos respecto a su sistema de gobierno. Independientemente de preferencias políticas o partidistas, todos los políticos –y el sistema en general– salen raspados. Para prueba baste recordar que las drogas (y la corrupción) siguen fluyendo sin límite a pesar de que García Luna hace diez años que dejó el gobierno. O sea, no fue más que un engrane en una enorme maquinaria. El juicio evidenció la incapacidad, o indisposición, de la justicia mexicana para lidiar con asuntos de corrupción de manera abierta y transparente. Uno de los elementos centrales del proceso seguido en NY es precisamente el hecho de que todos los testimonios fueron públicos, lo que contrasta gravemente con la opacidad de los procesos judiciales nacionales. El mero hecho de exhibir las prácticas corruptas se convirtió en un hito. Frente a eso, es inevitable la presunción de que todo en la justicia mexicana no es más que un tongo, una pelea arreglada. Por sobre todo, el juicio mostró las ambivalencias que caracterizan a la relación bilateral, tanto las positivas como las negativas. Así como hay espacios naturales de cooperación y beneficio mutuo, hay otras en que privan los resentimientos y los rencores, en ambos lados de la frontera. A pesar de los enormes avances en construir cercanía entre ambas naciones, especialmente en materia económica y comercial, persiste la suspicacia. Porque, a final de cuentas, el gobierno actual no sólo no ha enfrentado la inseguridad ni mucho menos la corrupción, ambas a niveles nunca antes vistos. Y ahora comenzará a enfrentar la rabia de los extremistas norteamericanos que creen poder resolverlo desde afuera. Los pasivos no dejan de acumularse. Desde luego, los que parecen no sospechar nada son aquellos que perseveran en la corrupción sin percatarse que en algunos años podrían ocupar el mismo asiento en que en esos días posó el exsecretario en una corte en Nueva York.

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