Los Cavernicolas de Ellora Cuentos Legendarios I

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Rompiendo las reglas

Cerrando los ojos, Ri se lo llevó a la boca. Cuando pasó la punta de su lengua alrededor del grueso borde de su cabeza, él gimió. Ella agarró su verga de la base, tirando con firmeza de su creciente longitud mientras se la chupaba. La metió profundamente en su boca y la lamió lentamente, con exuberancia, excitando el lado inferior de su verga, buscando el punto sensible en la base hasta que los dedos de él se hundieron en la cabellera de ella, y sus caderas se movieron bruscamente. Yendo de arriba a abajo por su longitud, Ri le hizo el amor. Ahora que había cruzado la línea de compañera de trabajo a amante, Ri no quería dejarlo ir. Él volvió a empujarle la cabeza hacia atrás. Ella soltó la hinchada verga. Él se agachó, enrolló su brazo libre alrededor de la cintura de ella y la puso de pie. Luego le acomodó la espalda contra la escalera. La agarró por el muslo, posicionó la pierna a la altura de la cintura de él y la verga en la entrada de su concha. “Hazme el amor, Ri”. A ella le encantó cómo sonaba su nombre en los labios de él. “¿El amor?”. Él la miró fijo por un largo rato, penetrándola con la mirada. “¿He esperado todo este tiempo y tú sólo deseas coger?”. “Deseo algo más que coger. Te deseo a ti, Jac”. Él levantó el ruedo del vestido de ella y se lo sacó por la cabeza. Lo dejó caer suavemente sobre una silla y luego fue por ella. Levantó sus senos con sus grandes manos y frotó sus pezones con los pulgares. “He soñado con esto”. Con cada dulce caricia, ella penaba por él. “Por favor, Jac”. Él inclinó la cabeza, le besó un pezón y luego el otro. Luego la besó. Su lengua se deslizó entre los labios de ella. Exploró su boca, tomándose su tiempo, encendiendo sus necesidades hasta que un volcán ardía en su centro. Ella se aferró a sus hombros, adorando la sensación de la piel caliente de él bajo sus manos. Él levantó la cabeza y lentamente, la penetró. Su mirada permaneció clavada en la de ella mientras se deslizaba más profundo dentro de ella. Sus ojos cambiaron a un azul oscuro e intenso, lo que hizo que el estar juntos fuera erótico y tierno a la vez. Asegurando una mano sobre la escalera a la altura de la parte más fina de su espalda, él dijo: “Hazme el amor, Ri. Ámame con tu concha”. Ella cerró los ojos y contrajo los músculos alrededor de su gruesa longitud. Apretó, relajó, se aferró y tiró de él. Él la llenaba, perfectamente. “Mírame”. Ri abrió los ojos. “Deseo que sepas quién está dentro tuyo”. El tiempo pasaba más lentamente y la realidad se condensaba en este momento, en esta unión. Ri supo que había encontrado a su pareja, el hombre que se adueñaría de su corazón para siempre. Su corazón se llenó de amor al deslizarse por el límite del orgasmo. Su concha se inundaba, caliente y deseosa. 51


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