Los Cavernicolas de Ellora Cuentos Legendarios I

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Abducción

“Sean felices el uno con el otro. Ningún problema es tan grande que no se pueda resolver con amor”. Con ese comentario, desapareció. Jax abrazó a Mike antes de moverse hacia atrás para verle la cara. “¿Yo estaba soñando o había un tipo aquí con un traje blanco que decía ser Cupido?”. Mike sonrió. “No estabas soñando. Claud estuvo aquí realmente”. “¿Y tú estás enamorada de mí?”. Ella deslizó los brazos alrededor de su cuello y hundió los dedos en su cabello. “Estoy enamorada de ti”. “Ah, Michaela”. Él pasó las manos por su columna, hacia arriba y hacia abajo. “¿Por qué tardé tanto en darme cuenta de que te amo?”. Él bajó la cabeza y le dio un beso debajo de la oreja. “Podríamos haber estado haciendo el amor todos estos meses”. La respiración cálida de ella le acarició el cuello cuando suspiró. “Sí, podríamos haberlo hecho”. Jax rodeó su lóbulo con la lengua. “Entonces, ¿crees que debemos empezar a recuperar el tiempo perdido?”. “Definitivamente”. Jax levantó la cabeza y le sonrió. “Me gusta tu forma de pensar”. Él deslizó su mano por debajo del suéter de ella para poder tocar su piel desnuda. “¿Si comenzamos aquí y vamos pasando por todos los lugares de tu casa?”. Mike dijo que no con la cabeza. “Te quiero en mi cama primero”. Mike tomó la mano de Jax y lo condujo hacia el dormitorio. Ningún hombre le había hecho el amor en su propia cama. Había tenido sexo, pero nunca había hecho el amor. En su corazón, había una diferencia enorme. Ella se detuvo al lado de la cama. Se puso frente a Jax, agarró el borde de su buzo y se lo sacó por la cabeza, y luego lo dejó caer al suelo. El poder tocarlo, tocarlo libremente, hizo que sus manos temblaran. Ella no pensó que era posible necesitar tanto a alguien. Mike tocó su pecho. Al principio ella no movió las manos, pero simplemente disfrutó de la tibieza de su piel salpicada de vello. Pronto la abrumó el deseo de más. Deslizó los dedos por su pecho y hasta su estómago, y se detuvo al llegar a la cintura de sus jeans. “No te detengas ahora”, dijo Jax con voz ronca. Ella lo miró a los ojos, puso una mano sobre su erección y apretó. Jax hizo un silbido al respirar entre los dientes. “Ah, nena, eso es tan lindo”. Sí, lo era, pero Mike tenía que tener más. Tenía que poder tocarlo todo.

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