Literatura judía latinoamericana contemporánea

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Margo Glantz (México, 1 9 30­ ) JARABE DE

PICO

Babeo, salivo, como un bebé, pero ya no lo soy, ¡claro que no ! ¡Vaya o currencia! Tampoco babeo como vieja, babeo, simplemente se me sale la saliva por las comisuras de la boca. Pero es raro, hace tiempo, apenas hace unas semanas, salivo, babeo. Mucho, demasiado . Me preocupa. No sé qué me pasa. Hay quienes me dicen que es un problema de los dientes, cosa que a lo mej or puede ser, porque hace mucho que tengo que ver al dentista, hace mucho que mi puente superior está floj o, y me hace pasar vergüenzas, aun cuando coma sólo un poco de pan y ni siquiera un chicloso; con lo que más se me cae es comiendo plátano, sí, como un plátano y el puente se me sale y se queda incrustado en esa carne blanda, sí, ya sé que hay que comer plátano, tiene mucho potasio y eso es muy importante para la salud, para la salud mental, s obre todo, pero a pesar de todo, no como plátano, ¿no ven que tengo un puente floj o ? Sí, ya sé que tengo que ir al dentista, tendría que, debería ir al dentista, para poder comer plátano y para no salivar tanto, aunque pudiera muy bien ser que este problema no tenga nada que ver con el dentista sino con una gran tensión nerviosa que me hace salivar, porque dicen, siempre dicen, todos opinan, que cuando uno está baj o estrés, las hormonas secretan cosas secretas, no es un mal chiste, no se enoj en, sigo contando, aunque ya sé que no les interesa, entonces, les decía, uno o una empieza a salivar como perro de Pavlov, pero sin incitación ningu­ na que la produzca, una salivación casi, diría yo, gratuita, ¿no les parece? ¿no es así? ¿no creen? , aunque realmente no está mal, porque es siempre bueno que algo, aunque sea la saliva, sea gratuito, ¿no creen ? , está bien, no se enoj en, me callo. Bueno, lo importante no es eso, lo importante es que si salivo tanto no puedo hablar bien, me empiezan a aparecer esas espumitas blancas en las comisuras de los labios que tan mal se ven, me dan asco, a mí, Nora García, se los juro, casi tanto asco como el que me produce ese actor muy famoso y muy bueno que tiene una voz magnífica, pero cuan­ do lo ves todo se estropea porque tiene siempre la boca salpicada de espuma, le cubre de manera ominosa las comisuras de los labios. Y eso de la saliva constante, imposible de detener, me produce a la vez una humedad perpetua y una violenta resequedad como si estuviera yo a caballo entre el Diluvio universal y el Desierto del Sahara. No puedo comer como debo en las reuniones donde comer bien es un must, de ver­

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