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Cruce de datos: clave para los desaparecidos

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Sufren, pero ganan

Sufren, pero ganan

En México existen decenas de bases de datos que registran la vida y la muerte de quienes habitan y transitan por el país que podrían ayudar a resolver parte de la paradoja de la desaparición

Frente a Palacio Nacional, en diciembre de 2021, integrantes de colectivos de búsqueda de personas desaparecidas simularon con montículos de tierra la existencia de una fosa clandestina, en la que colocaron imágenes de quienes permanecen ausentes.

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Los Muertos Con Nombre

Indagar en los archivos de la muerte no es fortuito. Según un informe del Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México, hasta agosto de 2020 había 52 mil cuerpos sin identificar en el país. Ninguna autoridad ha actualizado la cifra desde entonces. Se trata de personas que fallecieron y pasaron por las morgues en total anonimato. Y que así siguen. Seis de cada diez fueron enviados a las fosas comunes: espacios que son como el patio trasero de las fiscalías. Hoyos en cementerios en los que –dentro de bolsas o simplemente envueltos en telas– apilan decenas de cadáveres. Uno sobre otro. “El tratamiento que reciben los cuerpos parece equivalente al de un basurero, es muy cruel en un país que además se precia tanto de su Día de Muertos y de sus tradiciones, y del respeto a los difuntos”, dice Yankelevich.

Pese a que la Ley General en Materia de Desapariciones, expedida en 2017, mandataba a la Fiscalía General de la República la creación de un Banco Nacional de Datos Forenses, que incluiría un Registro Nacional de Personas Fallecidas No Identificadas y No Reclamadas y un censo de fosas comunes, el Registro Nacional de Fosas Comunes y de Fosas Clandestinas, estos todavía no existen.

Información sobre señas particulares, vestimenta, huellas dactilares e incluso perfiles genéticos son consignados por el Servicio Médico Forense (Semefo) antes de que los cuerpos sean enviados a las fosas comunes o a refrigeradores, ya sea en hojas de papel o, en el mejor de los casos, en archivos digitales a la espera de ser cotejados con el registro de personas que se encuentran desaparecidas.

La falta de herramientas condena a las familias que buscan en los archivos de la muerte res- tenía yo en la cabeza”, reconoce Yankelevich. Durante la búsqueda de estas víctimas encontraron pistas que apuntaban al Panteón Civil de Dolores, en la Ciudad de México. Al llegar ahí, descubrieron registros de personas enterradas con nombre y apellido, sexo, edad, fechas de defunción y de entierro, entre otros datos, y decidieron crear una primera base para después compararla con el RNPDNO. Así consiguieron localizar a un individuo que era buscado en el Estado de México. El ciclo de vida de las personas que han nacido, transitado y muerto en el país termina alojado en innumerables bases de datos gubernamentales y privadas. Papeles que son transcritos a archivos digitales: actas de puestas sobre sus seres queridos a peregrinar de Semefo en Semefo. A revisar cientos de fotos de cadáveres, debatiéndose entre la esperanza de reconocer a su familiar o tener la certeza de que la morgue no fue su destino. Por eso la impaciencia le ganó a Yankelevich y armó con hojas de cálculo a un minibatallón, en su mayoría estudiantes que hacían el servicio social y becarios, para que visitaran cementerios y transformaran las hojas de papel casi indescifrables –escritas por los sepultureros con los nombres de quienes fueron destinados a fosas comunes– en bases de datos homologadas que podrían comparar con el RNPDNO periódicamente para verificar si, entre los cuerpos que yacen enterrados con nombre sin que nadie los reclame, alguno está siendo buscado. Hasta ahora cuentan con registros de panteones de la Ciudad de México, Jalisco, Puebla, Sonora, Veracruz y, próximamente, el Estado de México. Desde su creación en 2020 por la Dirección de Operaciones de Búsqueda, el Módulo de Fosas Comunes ha sido cruzado con el RNPDNO en siete ocasiones y así se han identificado más de 800 coincidencias. Este solo es el inicio de un proceso de evaluación caso por caso para verificar cada una. Los resultados ya empiezan a emerger: hasta el 8 de diciembre de 2022 se había logrado devolver siete cuerpos a sus familias, y otros 42 están en proceso de confirmar que se trata de la misma persona, se está buscando a su familia para notificarle el hallazgo, o se está a la espera de que el cuerpo sea desenterrado, según datos obtenidos mediante una solicitud de información. Este tecleo línea por línea es lo que ha permitido encontrar cientos de coincidencias, indicios en el lenguaje de la CNB. nacimiento, inscripciones escolares, trámites para obtener la credencial de elector, actas de matrimonio, ingresos a la seguridad social, certificados y actas de defunción; también registros bancarios, altas en programas sociales, comisión de delitos, entradas y salidas del país, y un larguísimo etcétera. Una constelación de documentos que resumen la vida de las personas y que se encuentran fragmentados, no pocas veces incompletos o con errores.

¿Por qué no buscar a los y las desaparecidas también ahí, en los datos? La idea, dice Yankelevich, es “esperanzadoramente estúpida”. No se requiere una cabeza privilegiada ni a un especialista. Se trata de comparar masiva

“Eso no es localizar (a personas) ni es concluir que están muertas”, advierte Yankelevich. Cada indicio genera una línea de búsqueda distinta. Significa recorrer un laberinto burocrático en sentido inverso, desde esa última pista hasta su paradero actual. El Módulo de Fosas Comunes, que a inicios de diciembre de 2022 contenía 21,020 registros, revela un sinsentido de la crisis forense en México: muertos con nombre que nadie reclama porque quienes los buscan no saben que han fallecido. Personas que portaban alguna identificación al momento de morir o que, mientras estuvieron con vida, pudieron decir quiénes eran, por ejemplo, en centros de asistencia social, pero que acabaron igualmente en fosas comunes, entre cuerpos anónimos, sin que ninguna autoridad buscara a sus familiares para informarles del deceso.

La magnitud del absurdo de enterrar a personas con nombre sin notificar a sus familias es una crisis que se avecina y de la que se ha hablado poco. Para muestra un ejemplo: de acuerdo con el propio Yankelevich, más de la mitad de los cuerpos enterrados por instituciones del gobierno en el Panteón Civil de Dolores –el más grande del país– tienen y periódicamente datos que ya existen. De hecho, es la misma lógica con la que trabajan varios colectivos de búsqueda del país desde hace años. Cuando el Colectivo Solecito de Veracruz publicó en 2020 la lista de los nombres que encontraron en las identificaciones que llevaban los cuerpos enterrados en Colinas de Santa Fe, un predio cercano al puerto veracruzano que se coronó como la fosa clandestina más grande de América Latina con alrededor de 300 víctimas, lo que estaban haciendo era exactamente eso, comparar. En este caso, los nombres de las víctimas, a quienes sus familiares o amistades estarían buscando, con los datos que podían tener las miles de personas que vieron la nombre. De acuerdo con el Módulo de Fosas Comunes, son en total 17 mil 061 personas sepultadas. publicación en las redes sociales.

¿Cómo llegan esos cuerpos identificados a tener el mismo destino que los de personas desconocidas sin que ninguna autoridad advierta que alguien los espera con vida?

Yankelevich va de ejemplo en ejemplo para mostrar lo variopinto de los casos que han encontrado gracias al Módulo de Fosas Comunes. Se podría hacer una tipología de las localizaciones de Carlos y Carlas, como los llama el historiador para preservar su identidad. A veces se trata de ocultamientos intencionales, otras son resultado de vericuetos legales –obligaciones que no recayeron en ninguna autoridad con claridad–o de las formas de operar de las propias fiscalías, que no fueron creadas para indagar o registrar el nombre de las personas fallecidas, sino para investigar delitos y examinar los cadáveres (recoger huellas dactilares, hacer la necropsia y proceder a su identificación). Los caminos difícilmente se cruzan. Más allá de las causas, el resultado es el mismo: familias condenadas a buscar y cuerpos con nombre, pero anónimos para sus seres queridos.

Comparar datos. Ahí reside la clave que podría dar certezas a algunas familias buscadoras y devolver el nombre a quienes lo perdieron cuando les fue arrebatada la vida, se les privó de la libertad o simplemente no pudieron regresar a casa.

La dificultad está en otro lado: quién tiene esos datos, en qué formato están y si hay voluntad para compartirlos. www.adondevanlosdesaparecidos.org es un sitio de investigación y memoria sobre las lógicas de la desaparición en México. Este material puede ser libremente reproducido, siempre y cuando se respete el crédito de la persona autora y de A dónde van los desaparecidos (@DesaparecerEnMx).

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