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Culiacán 8, Ahome
from MAZATLÁN 250721
by Noroeste
¿Quién aguanta otro cierre? Estamos solos
ADRIÁN LÓPEZ ORTIZ
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alopez@noroeste.com
Sinaloa está en la picota: somos el único estado del país en rojo en el semáforo epidemiológico como consecuencia de la tercera ola de Covid. Aventuro que muy pronto se subirán otros, aunque en la realidad, ese semáforo ya no signifique nada.
Esta tercera ola ya es 150 por ciento más grande que la primera ola, un punto que creíamos no volvería. Si el promedio de 394 casos confirmados por día se mantiene, julio se convertirá -¡y por mucho!- en el peor mes con un estimado de 12 mil 200 casos desde que la pandemia llegó aquel lejano 29 de febrero de 2020 al hotel Lucerna de Culiacán. El peor registro era junio de 2020 con 5 mil 499 casos confirmados. Con datos al 21 de julio ya vamos en 8 mil 289 casos. Una locura.
A pesar del rojo y del crecimiento exponencial del contagio, las autoridades estatales y federales han sido firmes: no habrá otro cierre masivo de actividades económicas. Lo ha dicho así el desprestigiado vocero de salud federal, Hugo López-Gatell, y de alguna manera lo ha secundado el Gobernador del Estado, Quirino Ordaz: la economía no aguanta otro cierre.
Yo coincido con eso. A pesar de las voces que exigen volver a cerrar, lo cierto es que ningún sector, sobre todo el secundario y el terciario, saldría bien librado de otro parón en seco de la economía. Si la recuperación ha sido bastante lenta, volver a parar implicaría una pérdida masiva de riqueza y empleo que ya no se recuperarían en lo que resta del sexenio de López Obrador. Y seguro eso afectaría fuertemente sus posibilidades de refrendar el triunfo político en 2024.
Además, tanto el Gobierno federal como el estatal saben que intentar un llamado a otro cierre de actividades con los diferentes liderazgos empresariales sería un fracaso absoluto e implicaría abrir un nuevo frente de confrontación. A pesar de las promesas, lo cierto es que las y los empresarios y sus empleados enfrentaron el cierre del año pasado con sus recursos e imaginación, sin ninguna sensibilidad ejecutiva, apoyo fiscal federal o incentivo económico efectivo y relevante. Muchos murieron en el intento (más de un millón) y los que quedaron enfrentan serias dificultades para recuperarse todavía.
Por eso, ante la crisis sanitaria actual, las autoridades no harán más que repetir lo que venimos oyendo desde que la tercera ola empezó a manifestarse, justo después de las campañas, durante las cuales, convenientemente, nos dijeron que ya “íbamos de salida”. Nos dirán, pues, que la apuesta es la vacunación masiva de los sectores poblacionales más jóvenes, que es donde se ha concentrado el grueso del contagio de la tercera ola. Lo cual es cierto. Lo que no dicen es que ya vamos muy tarde.
Salvo algunas restricciones en aforos de eventos masivos (que deberían hacerse y que no tiene ninguna lógica mantener) y la simulación del endurecimiento de protocolos que no sirven de nada, la verdad es que las autoridades sanitarias federales y locales no tienen herramientas efectivas para contener el contagio en una economía abierta.
Desde que el Gobierno mexicano apostó por el famoso Modelo Centinela y abandonó cualquier estrategia de seguimiento de las cadenas de contagios con pruebas masivas, el País quedó a merced de la evolución del virus y sus cepas; así como de la voluntad y capacidad de la sociedad para cuidarse a sí misma.
Con la soberbia y la ineficacia que ha mostrado el Gobierno federal para mejorar su estrategia de vacunación, no es difícil pensar que la tercera ola nos pueda salir, en términos de contagio, más cara que la primera. No así en letalidad, pues la mayor parte de los decesos suceden en los adultos mayores, un segmento prácticamente vacunado. Lo que representa, sin duda, una buena noticia.
Pero los que sufrirán enormemente son todas aquellas personas que heroicamente laboran en el sector médico; pues tendrán que lidiar con la tercera ola con menos camas, menos equipo y menos apoyo gubernamental, al tiempo que las hospitalizaciones crecen, también, exponencialmente. En Sinaloa ya vamos en 54 diarias, un dato ya por encima de la segunda ola de enero y el más alto de 2021. En Noroeste hemos documentado ampliamente en las últimas semanas cómo los pacientes sufren para conseguir una cama covid y cómo el personal del ISSSTE en Mazatlán se resiste a reconvertirse acusando falta de apoyo, con toda razón.
Entonces, por doloroso e incorrecto que suene, los mexicanos y los sinaloenses tendrán que enfrentar esta tercera ola como lo hicieron con las dos primeras: solos. Buscando alternativas para no contagiarse mientras tienen que salir a trabajar, haciendo milagros para pagar sus medicamentos y cayendo en la tentación de los charlatanes que ofrecen productos milagro más baratos pero que minan todavía más su salud, pagando consultas de 2 mil 500 pesos y haciendo filas de un día para conseguir un tanque de oxígeno, dejando empeñada la vida para sepultar a sus seres queridos, hipotecando su patrimonio para cerrar su negocio sin que el fisco los destroce.
Tendrán que esperar a que la tercera ola ceda a la vacunación de los jóvenes, acaso a finales de agosto, para volver a aspirar a un retorno a la normalidad.
Mientras tanto, el Presidente López Obrador seguirá presumiendo que “vamos muy bien” cada mañanera, al tiempo que la Secretaría de Salud estira una y otra vez su propio calendario de vacunación (que ya se fue hasta marzo de 2022) y México acumula medio millón de personas muertas en exceso por la pandemia.
Violencia de Estado y espionaje
LEOPOLDO MALDONADO SinEmbargo.MX
La impronta del Gobierno de Enrique Peña se cristaliza de forma evidente en el caso Pegasus. Hasta antes de la publicación de la investigación de Pegasus Project, teníamos certeza de 28 casos. Ello era la punta del iceberg. Las recientes investigaciones periodísticas arrojan 15 mil personas como potenciales objetivos de espionaje. Ello denota un uso sistemático y masivo de esta herramienta de vigilancia que implica violaciones graves a la privacidad e intimidad de las personas. Con ello también se ataca la libertad de expresión, el derecho a defender derechos humanos y a la participación pública.
Un ejemplo doloroso. En mayo de 2019, R3D, Social Tic y ARTICLE 19 en colaboración con Citizen Lab, dimos a conocer que tan sólo dos días después del asesinato del periodista Javier Valdez, Griselda Triana (su esposa), así como sus más cercanos colaboradores Ismael Bojórquez (Co-director de Río Doce) y Andrés Villareal (Director de Información del mismo semanario), sufrieron intentos de infección en sus dispositivos móviles mediante el conocido software espía, diseñado por la empresa israelí NSO Group y adquirido por el Gobierno mexicano “para combatir terroristas y narcotraficantes”. Estos casos se sumaron a otros 25 de los que dimos cuenta desde junio de 2017.
La malicia en el espionaje contra el círculo de Javier Valdez no descansa solamente en que dos días después del artero asesinato (15-05-2017) se buscara indagar en la vida privada e intimidad de sus amigos, en lugar de investigar con eficiencia y diligencia el móvil y los posibles perpetradores; sino en la manera como se concebía a las víctimas de la violencia, periodistas, activistas y opositores como enemigos del Estado. De ello deriva que el uso ilegal de los programas de espionaje no fue una irregularidad aislada, sino una acción planificada que nace de toda una concepción política autoritaria sobre la disidencia.
Otra “carretera” de interés tiene que ver con la mecánica de corrupción en la contratación de Pegasus. Tal como reveló Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, los proveedores principales de este spyware eran empresas de seguridad “patito” cuyos accionistas eran -o son- hijos de políticos cercanos al peñanietismo y prestanombres ligados a la entonces PGR. A ello hay que sumar las recientes revelaciones de Aristegui Noticias y Proceso sobre las 30 empresas fachada que eran contratistas del Gobierno anterior y que apuntan a un complejo conglomerado que tiene presencia en Estados Unidos y Panamá.
La investigación en curso por parte de la Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión de PGR, según información oficial, parece que avanzará a una pronta judicialización. La colaboración del Gobierno federal prometida durante esta semana es una buena señal. Durante cuatro años observamos dentro de la carpeta de investigación cómo las instancias militares, de seguridad e inteligencia negaron la información. Hoy se abre una nueva oportunidad para conocer sobre la contratación del malware durante los gobiernos anteriores.
La exigencia de justicia, en casos como Pegasus -como en otros miles de violaciones a derechos humanos- no es un mero capricho o afán de venganza de personas agraviadas. Es una exigencia fincada en el ejercicio elemental de sus derechos de acceso a la justicia, verdad y reparación del daño. También es el detonante de una reflexión más profunda sobre el uso del espionaje para acallar voces disidentes y los mecanismos de índole estructural que deberían adoptarse para evitar que estos hechos se repitan.
Pero no sólo eso. El acceso a la verdad para las víctimas y para la sociedad es condición necesaria para generar la confianza pérdida en la instituciones del Estado, y por consiguiente, la recuperación de un régimen democrático. Es, sin duda, la erradicación una lógica institucional diseñada para censurar, perseguir, ocultar, engañar, hostigar, amenazar, victimizar y re-victimizar.
Entre las cuestiones que tenemos derecho a saber es cómo, quién, para qué, por qué y contra quiénes se dirigió el mal uso de una herramienta del Estado para realizar labores de inteligencia, pensada originalmente contra terroristas e integrantes de la delincuencia organizada. Es evidente que los 28 casos de espionaje confirmados más los 15 mil potenciales objetivos del malware Pegasus, son apenas un botón de muestra de una operación que, tal como la evidencia sugiere, fue sistemática durante el pasado sexenio y ocasionó cientos de víctimas. En perspectiva histórica, la función de inteligencia del Estado mexicano, al menos durante los últimos 50 años, se dirigió en buena medida a recopilar información de actores políticos y sociales contrarios al régimen.
El cambio de régimen entraña un deslinde ético radical frente a un uso faccioso -y hasta mafioso-de las instituciones de seguridad y justicia del Estado como sucedió en gobiernos anteriores. Si es una nueva etapa en la vida pública del país, necesitamos recuperar la confianza en las instituciones, en el marco de una sociedad ávida de respuestas. Y esa confianza se recupera conociendo la verdad y garantizando justicia. El espionaje no es una consecuencia necesaria de la lucha política, sino una anormalidad profundamente autoritaria que representa una afrenta a la democracia misma.
Ex presidentes
FANNIA
Nuevas variantes de coronavirus por el resto de nuestros días
ALBERTO KOUSUKE alberto.kousuke@uas.edu.mx
Últimamente, más y más variantes del coronavirus están apareciendo alrededor del mundo.
El virus tiene un solo propósito, hacer más copias de sí mismo. Dado que es muy simple, no puede hacerlo por sí mismo y por ende infecta nuestras células.
Básicamente, los virus son una cubierta de proteínas que protege un poco de material genético, DNA o RNA. Este material genético es información, la cual es representada por una serie de letras (nucleótidos). Cada parte de este código contiene instrucciones de como crear una proteína específica que le permite al virus realizar sus funciones.
Cada vez que un virus infecta una persona, utiliza las células infectadas para hacer copias de sí mismo replicando su código genético una y otra vez, utilizando dicho código genético para producir nuevas proteínas virales.
Eventualmente, el proceso de copiado comete un error. A veces elimina o añade una letra. Otras veces las cambalachea. Estos errores se llaman “mutación”, y dichos cambios modifican ligeramente las instrucciones para hacer el virus.
Ese virus ligeramente modificado es una “variante”. Ya que los virus están constantemente llevando este proceso de copiado, es normal que cambien con el paso del tiempo.
La mayoría de las veces, estas mutaciones son inofensivas, o vuelven al virus más débil y desaparecen pasando desapercibidos. En algunos casos, la serie de mutaciones que ocurren le confieren al virus una ligera ventaja, como sucedió con el coronavirus en septiembre de 2020.
En este caso, las mutaciones del virus le permitieron unirse a los receptores celulares ACE2 de manera más eficiente.
Los coronavirus están cubiertos de proteínas pico, las cuales son utilizadas para unirse a las células e infectarlas al acoplarse a la proteína ACE2. El detalle es que esta unión no es perfecta, así que el virus no siempre ingresa a la célula.
La variante B.1.1.7, llamada “variante Alfa” presenta múltiples mutaciones en la proteína pico que le permiten acoplarse fácilmente a las células. Esto hace que el virus sea más transmisible y por tal motivo ha sido una de las cepas más comunes alrededor del mundo. ¿Por qué estas variantes son más dañinas?
Recordemos que los virus no son seres virus y no toman decisiones por sí mismos. Las mutaciones son errores aleatorios, pero entre más tiempo tengamos al virus entre nosotros y más personas llegue a infectar, el virus seguirá mutando.
Entre más cambios acumule, más probabilidades tendrá de evolucionar a algo más peligroso.
Estas son las cuatro variantes de mayor preocupación de acuerdo con la OMS:
Alfa, Beta, Gamma, Delta. Todas poseen mutaciones en la proteína pico.
La variante Delta es la más reciente y es una “doble mutante”, la cual, aunque posee múltiples mutaciones, tiene dos de importancia que ya hemos visto antes.
Estas dos mutaciones han evolucionado para evadir nuestra respuesta inmune:
L452R (presente en variante Épsilon), hace que el virus sea más transmisible;
E484Q (presente en Beta y Gamma), permite al virus reinfectar a personas que ya sufrieron la Covid-19.
Afortunadamente, la respuesta inmune que adquirimos con las vacunas es mucho más potente que la respuesta inmune natural de nuestro cuerpo.
Aunque algunas variantes hacen que las vacunas sean menos efectivas, es extremadamente improbable que surja una variante que evada completamente a las vacunas contra coronavirus.
Eso no significa que no pueda pasar, si le damos más tiempo al virus para seguir infectando gente, replicarse, y mutar, seguiremos encontrando nuevas variantes.
El virus ha evolucionado, pero aún no ha mutado en algo irreconocible.
Las vacunas que tenemos aún nos protegen contra todas las variantes.
Eventualmente todos nos infectaremos de coronavirus. Vacunarse significa protegerte a ti y a los demás.