Demian

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puerta y respirando con angustia la siniestra sombra que llenaba esta mañana toda la casa. ¿Qué era? ¿Qué había pasado? Frau Eva volvió pronto. Las gotas de lluvia brillaban en su pelo negro. Se sentó en su sillón. El cansancio la inundaba. Me acerqué a ella; me incliné y besé las gotas que temblaban en su pelo. Sus ojos estaban claros y serenos, pero las gotas me supieron a lágrimas. -¿Quiere que vaya a ver cómo está? -murmuré. Ella sonrió débilmente. -No sea usted niño, Sinclair -me amonestó en voz alta, como para romper el sortilegio-. Váyase ahora y vuelva más tarde. Ahora no puedo hablar con usted. Me fui hacia las montañas, alejándome de la casa y de la ciudad. La lluvia fina y oblicua me daba en la cara; las nubes pasaban muy bajas y pesadas, como bajo la presión del miedo. En el valle no se movía el aire; en las alturas parecía que estaba desatada la tormenta. De vez en cuando, el sol rompía descolorido y cegador entre las nubes grises. Entonces apareció sobre el cielo una nube ligera y amarilla; se agolpó contra el muro de nubarrones grises; y en pocos momentos el viento formó con el amarillo y el azul una imagen, un gigantesco pájaro, que se despegaba del caos azul y desaparecía con amplios aletazos en el cielo. En ese momento se desencadenó la tormenta y la lluvia cayó a torrentes mezclada con granizo. Un trueno breve, inverosímil y terrible, crepitó sobre el paisaje azotado; un poco más tarde volvió a romper el sol y sobre las cercanas montañas, más allá del bosque marrón, brilló mortecina e irreal la pálida nieve. Cuando volví al cabo de unas horas a casa, mojado y despeinado, el mismo Demian me abrió la puerta. Me condujo a su habitación; en el laboratorio ardía una llama de gas; había papeles en desorden. Parecía haber trabajado. -Siéntate -me invitó-, estarás cansado. Ha hecho un tiempo horrible. Se ve que has dado un buen paseo. Ahora traen el té. -Hoy sucede algo -comenté vacilante-, no puede ser sólo la pequeña tormenta. Me miró inquisitivamente: - ¿Has visto algo? -Sí. Vi durante un instante claramente una imagen en las nubes. -¿Qué imagen? -Era un pájaro. -¿El gavilán? ¿Seguro? ¿El pájaro de los sueños? -Sí. Era mi gavilán. Era amarillo y gigantesco y desapareció volando en el cielo azul. Demian respiró hondamente.

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