Padres e hijos

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Iván Turgueniev

Padres e hijos

Aquella noche misma estaba Odintsova sentada en su cuarto con Basarov, en tanto Arkadii paseaba de un lado a otro y escuchaba los tecleos de Katia. La princesa habíase subido a sus habitaciones; en general, cargábanle los huéspedes, y en particular aquellos pelagatos. En la sala no pasaba de refunfuñar; pero en sus habitaciones, delante de su doncella, se entregaba a veces a tales arranques de cólera, que su toca le bailaba en la cabeza, juntamente con sus postizos. Odintsova era la única que lo sabía. -¿De modo que tiene usted ya resuelto partir? -empezó diciendo la joven-. ¿Y su promesa? Basarov se estremeció. -¿ Qué promesa? -Pero ¿es que la ha olvidado? Me prometió usted darme algunas lecciones de química. -¡Ah, sí! Pero ¿qué hacer? No puedo estar más tiempo aquí. Por lo demás, puede usted leer a Pelouze y Frémy, en Notions générales de Chimie. Es un buen libro y escrito con claridad. En él hallará usted cuanto necesita. -Pero recuerde usted como me aseguró que un libro no puede suplir... He olvidado su expresión exacta, aunque ya sabe lo que quiero decir... ¿Recuerda? -¡Qué hacer! -repitió Basarov. -¿Por qué partir? -dijo Odintsova bajando la voz. Miróla él. Recostó ella la cabeza en el respaldo del asiento y cruzó sobre el pecho los brazos desnudos hasta el codo. Parecía más pálida a la luz de la única lámpara, velada por la recortada pantalla de papel. Su amplio traje blanco cubríala toda con sus suaves pliegues, dejando ver apenas las puntitas de sus pies, también cruzados. -Pero ¿por qué quedarse? -respondió Basarov. Odintsova volvió ligeramente la cabeza. -¿Cómo que por qué? ¿Es que no se encuentra a gusto conmigo? ¿O piensa usted que aquí no lo han de echar de menos? -De eso estoy seguro. Odintsova quedóse callada. -Pues se equivoca usted. Por lo demás, no lo creo. No es posible que hable en serio -Basarov seguía inmóvil en su asiento-. Yevguenii Vasilich, ¿por qué calla usted? -¿Qué voy a decirle? La gente no merece, en general, que se la eche de menos, y menos yo. -¿Y por qué? -Porque soy un hombre positivo, falto de interés. No sé hablar. -Usted se hace querer, Yevguenii Vasilich. -No está eso en mis costumbres. ¿No sabe usted misma que la parte refinada de la vida, ese lado que usted tanto aprecia, es inaccesible 77


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