LA CULTURA DEL ÁRBOL Nº 76

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LCA 76 DIC 2016 >>

Imaginando entre árboles: un recorrido a través del bosque simbólico Lucía Triviño Guerrero, M.A. / Historiadora y creadora del blog de divulgación “Las Hojas del Bosque”

El bosque se mantiene vivo e imponente cuando indagamos en nuestra memoria colectiva: es el lugar donde habitan las viejas divinidades, donde los protagonistas de los cuentos deambulan en busca de refugio, donde el caballero avanza a través de las malezas o donde el terror sisea evocando las negras sombras de la noche entre las ramas. Este paisaje refleja de manera perfecta la dualidad propia de la Naturaleza, evocadora y destructora, además de su valiosa proyección en el plano imaginario. En este artículo recorreremos esa dimensión mental donde realidad y ficción se entremezclan para crear esas arboledas que han quedado fijadas en la cultura y tradición de numerosas civilizaciones del mundo a través de las creencias, el folklore, la literatura y las nuevas tecnologías. ¿Por qué el bosque? Para responder esta pregunta es necesario conocer la faceta más práctica de estos espacios naturales, aquella que ha sido y sigue siendo aprovechada por el ser humano para satisfacer las necesidades de su vida cotidiana. Como es lógico, cuanto más atrás nos remontemos en el tiempo mayor será la influencia que este paisaje provoque en las sociedades que se abastecen de él, así como la zona geográfica en la que nos encontremos. Por tanto, la percepción del medio dependerá de la zona geográfica, la cultura, creencias y tradición de cada población, así como su estricta relación con el medio, pues ni todos los bosques son iguales ni de todos se extraen los mismos recursos.

Pero al igual que el bosque real tiene sus diferencias, también las tendrá el bosque imaginado. El primer factor al que se debe atender es una marcada dualidad de temor/adoración por el paisaje, un lugar que transmite temor y, por ende, respeto, pero al mismo tiempo es evocador y bello. Esta dualidad definirá dos maneras de ver el bosque: locus amoenus, un bosque amable, luminoso, exuberante, que transmite calma; y locus horridus, una arboleda espesa, oscura, terrible y asfixiante. La naturaleza de estos estados no es estática puesto que un locus amoenus puede convertirse en un locus horridus tras un hecho trágico o viceversa, provocado por el restablecimiento de la calma, como bien se ilustrará más adelante con el cuento de Pulgarcito. Por lo tanto, y sin perder de vista esta dualidad, comenzamos el tránsito por un bosque imaginado donde dioses, seres elementales, caballeros y criaturas tenebrosas marcarán cada estadio del camino. 32


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