deseo que conserve la carne y la sangre propias de un humano para amarle como una mujer y no para adorarle. -¿Es que no es posible reunir las cualidades de un dios con las de un humano, Zabiba? -No, Majestad. La adoración de un dios humano tiene sus reglas... Si la humanidad y las cualidades perfectas de un rey se ajustan sobre la base de la fe, entonces será un rey querido por el pueblo, y será cercano a él y cercano al dios. -A pesar de que sé que tu lengua es atrevida, te amo. ¿Sabes por qué, Zabiba? -Lo siento, Majestad. No sé por qué. -Te amo para no morir por dentro y para estar cerca de la vida, para estar cerca del pueblo, siendo una parte de él y un líder para él. Yo no quiero ser uno de los dioses y reducirme en un templo en el que se me ofrezcan votos. Yo quiero estar con vosotros, construyendo la vida con vosotros y por vosotros. Yo quiero recibir el sol, respirar el aire y el olor de las estapas de las palmeras, enamorarme de las rosas, apiadarme de los que mueren y maldecir la traición y los vicios con vosotros. Zabiba sentía la más dulce y bella sensación cuando escuchaba al rey hablar, pero cuando éste dijo “maldigo la traición”, se asustó y sus pupilas se dilataron al máximo. Ella balbucía: -¿Odian los reyes la traición? Mas bien la acogen y fomentan en las dependencias de los palacios, hasta en los aposentos de sus mujeres y sus favoritas... Pero nuestro reino y, al menos, este rey son diferentes a los demás en muchos aspectos que son los que el rey comparte con el pueblo, los cuales, siendo rey, están expuestos en cualquier momento a decaer siempre que olvide la tragedia que vivió cuando era joven y le pueda la vanidad del rey y del sultán. Sólo si pasa a ser dueño de una causa que sea por el pueblo y por ella combate con su espada y lucha con su autoridad, nos conducirá hasta la cima de la gloria... 81