"El Investigador" N°24 Autómatas

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La Máquina de Ajedrez Es una novela de historia especulativa escrita por Robert Löhr que narra el cómo y el por qué de la invención del Turco, la búsqueda de von Kempelen por un cerebro para su autómata y el esclavizante secreto de la máquina.

Por: Araceli Rodríguez (Von Marmalade)

“... el ajedrez sólo sirve para que los inútiles pierdan el tiempo, los soñadores olviden el mundo y los charlatanes puedan fanfarronear” Fragmento “La Máquina de Ajedrez” Era el año de 1770 y en Viena, justo en el Palacio de Schönbrunn, se mostraba por primera vez un ingenio capaz de superar al hombre. Frente a la soberana Maria Theresa de Austria, se abrían los compartimientos del invento, mostrando maquinaria de reloj a escala mayor, engranes y poleas que giraban logrando la entonación de una máquina bien calibrada, de una ilusión perfectamente montada. Era una máquina con la apariencia de un mago turco, con piel canela, turbante pipa y todo detalle que su creador, Wolfgang von Kempelen, pudo imaginar. El turco jugaba ajedrez como si hubiera sido poseído por el espíritu de un gran maestro del juego. Las explicaciones que daban iban desde magia hasta magnetos perfectamente calibrados, pero cuando von Kempelen abría las puertas se podían ver los mecanismos en funcionamiento y aunque se le acercaron imanes muy poderosos, jamás tuvo un comportamiento extraño. Era perfecto. Logró ganar a la gran mayoría de rivales, incluido al gran Napoleón Bonaparte y al mismo Benjamín Franklin.

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Al morir Kempelen, el autómata y su secreto fueron adquiridos por el ingeniero e inventor bávaro Johann Nepomuk Mälzel. Luego, durante un largo periodo el artefacto formó parte de la colección privada del príncipe Eugene de Beauharnais hasta que Mälzel lo compró de nuevo para presentarlo en diversas exhibiciones hasta que tanto él como su ayudante murieron de Fiebre Amarilla a bordo de un barco que iba a de La Habana a Estados Unidos en 1837. El Turco, el autómata capaz de vencer a los más expertos maestros de ajedrez en su juego, finalmente demostró ser un fraude pues no había ni magia ni magnetos sino un verdadero maestro ajedrecista dentro de uno de los compartimientos secretos del aparato. Con la muerte de su último dueño, la máquina quedó en manos de un amigo de Mälzel y luego pasó a manos del médico de cabecera de Edgar Allan Poe quien finalmente lo dejó en el Museo Chino de Charles Willson Peale, lugar que más tarde sería alcanzado por las llamas de un incendio y donde El Turco vería su final.

Un título lleno de intriga, espionaje, aristócratas, asesinos, y más, digno de un lugar en la biblioteca personal de los amantes de los autómatas.

El Ajedrecista Considerado el primer “juego de video” de la historia, es un autómata hecho por el español Leonardo Torres y Quevedo, diseñado para jugar ajedrez por sí mismo, a diferencia del Turco de von Kempelen.

Fue presentado en la Paris World Fair en 1914, en ese entonces la máquina humanoide usaba un brazo para mover las piezas pero este mecanismo fue sustituido en 1920 para que un sistema de magnetos se encargara del desplazamiento.

Aún funciona y se puede encontrar en el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid, España, ya que Torres era un ingeniero civil de aquel país.


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