El Investigador Atompunk

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Por: Alejandro Morales Mariaca

Quizá algunos se sorprendan al saber que el primer hombre en hablar del átomo no fue un moderno físico europeo, sino un filósofo griego llamado Demócrito, que vivió en el siglo V antes de Cristo, y quien en oposición a la mayoría de sus contemporáneos consideraba el origen de las cosas en la materia y no en elementos etéreos, sentando con ello las bases para toda la filosofía materialista. Para Demócrito el átomo era la base fundamental de toda la materia y por ende resultaba indivisible (su nombre literalmente significa que no puede ser dividido). Pasarían prácticamente dos milenios antes de que la física moderna lo desmintiera y fuéramos capaces de dividir átomos, liberando con ello una de las fuerzas cósmicas más perturbadoras. Fragmentar el átomo (principalmente de uranio y plutonio) no sólo nos reveló una nueva fuente de energía, sino que también nos dio el potencial de aniquilarnos junto con buena parte de la demás vida en el planeta.

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Apocalíptica o no, la energía atómica llegó para quedarse y tal como era de esperar influyó mucho en el imaginario social, tomando muchas veces un cariz siniestro e inquietante. El combustible nuclear no mueve únicamente nuestra tecnología sino también los mecanis-

mos de nuestra destrucción, tal como lo demuestra el más famoso de los kaiju: Godzilla (1954), el gigantesco lagarto, cuyo principal hobby es destruir una y otra vez la ciudad de Tokio, y quien tuvo su origen gracias a la radiación residual de las bombas atómicas post segunda Guerra Mundial.


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