El Investigador N°6 Agosto

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a ciencia ficción es un género que desarrolla su argumento de forma coherente con unas premisas pretendidamente plausibles con los conocimientos científicos que se poseen en la época en que se creó la obra y que, o bien difieren notablemente de algún aspecto concreto de la realidad tal y como es, o bien sugieren un hipotético futuro derivado de tal realidad. Una de las características principales de la ciencia ficción es la coherencia con las hipótesis de partida, lo que la diferencia del realismo mágico y, especialmente, del surrealismo. Es decir, en la ciencia ficción más tradicional y fantasiosa se asume que es posible viajar en el tiempo, o que el Sistema Solar ha sido colonizado y los viajes interplanetarios en naves espaciales son algo habitual, o bien, en un entorno más realista, se asume que es posible manipular el ADN, clonar y revivir seres extintos, o que nuevos desarrollos médicos permiten estimular la inteligencia de deficientes psíquicos y eliminar comportamientos autistas... Pero sean cuales sean las hipótesis de partida, la ciencia ficción se mantiene dentro de los márgenes que dichas hipótesis plantean, sin que estas cambien de pronto haciendo que los escenarios y personajes se vuelvan incomprensibles en aras de un pretendido y a menudo pretencioso, simbolismo. A menudo se ha asociado la ciencia ficción a la literatura fantástica, en concreto a la fantasía épica ambientada en mundos de dragones, guerreros y hechiceros. Pero a diferencia de este género, la ciencia ficción pretende ser plausible. Es decir, la ciencia fición descarta la magia como explicación de los fenómenos que se dan en sus historias.

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Por ejemplo, el vampiro de Drácula (Bram Stoker, 1897) es un ser maligno, que vive tras la muerte por una maldición. Sin embargo, los vampiros de Soy leyenda (Richard Matheson, 1958) son infectados por enfermedades a las que se busca origen, modo de infección y, eventualmente, cura. Por supuesto, la ciencia avanza, y hechos que hoy en día nos resultarían ridículos como la posibilidad de civilizaciones guerreras en Marte o los océanos de Venus, fueron casi certezas científicas en alguna época. Por eso, la definición remarca que la plausibilidad está ligada a los conocimientos científicos de una época. La ciencia ficción es un género diferente del realismo puro. Sin embargo, la barrera que los separa puede ser muy difusa ya que, en ocasiones, las diferencias con el presente son prácticamente nulas en apariencia. Flores para Algernon (Daniel Keyes, 1966), por ejemplo, plantea un avance científico que permite incrementar la inteligencia para crear una narración psicológica con un final sobrecogedor, pero su mundo no difiere en nada del que conoció su autor. Lo mismo ocurre con Frankenstein (Mary W. Shelley, 1818), El hombre invisible (H.G. Wells, 1897) o Parque Jurásico (Michael Crichton, 1990). La ciencia ficción, dada su característica de género especulativo ligado al pensamiento racional y la especulación científica, está íntimamente ligado a la historia de la ciencia y la tecnología.

“No desesperaremos. No somos cobardes ni fatalistas; creemos que Dios ha puesto en nuestras manos los medios para nuestra supervivencia y vamos a sacarles el máximo provecho.” Se considera que Frankenstein es la primera obra de ciencia ficción moderna, ya que la animación de la materia inanimada no se confía a artes mágicas, sino a un desarrollo científico. El término “ciencia ficción” fue acuñado en 1926 por Hugo Gernsback cuando lo incorporó a la portada de una de las revistas de narrativa especulativa más conocidas de los años 1920 en Estados Unidos: Amazing Stories. Hasta el año 1926 la ciencia ficción no existía como tal. Hasta esa fecha las narraciones que hoy día no dudamos en calificar de ciencia ficción recibían diversos nombres, tales como “viajes fantásticos”, “relatos de mundos perdidos”, “utopías”, “romances científicos” o “novelas científicas”. Para muchos la primera obra de ciencia ficción con contenidos similares a los del género, tal y como hoy se entiende, se remonta a 1818, año en que es publicado Frankenstein o El moderno Prometeo de Mary Shelley. Aunque algunos ven elementos de ciencia ficción en leyendas y mitos muchos siglos antes: En la mitología griega, se cuenta que Dédalo, el padre de Ícaro y constructor del laberinto de Minos, construyó estatuas de madera que eran capaces de moverse solas, en el folclore judío también está presente el mito del Golem Sin embargo, casi todos los expertos reconocen que la obra que supuso un antes y un después en la concepción de la literatura de ficción científica fue la obra de Shelley.


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