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CEMENTERIO de MONTECASSINO

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CENOTAFIO

CENOTAFIO

Polonia

“Donde duermen 1052 polacos con corazón de león”

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A los pies de la Abadía Benedictina de Montecassino, se encuentra este cementerio. Ocupa un lugar privilegiado como corresponde a estos héroes que durante la Segunda Guerra Mundial dieron su vida para liberar el Monasterio que se encontraba en manos de los nazis.

En los primeros meses del año 1944 se luchaba en diferentes frentes contra los alemanes y el final del Tercer Reich estaba cerca; pero era fundamental recuperar Montecassino. Los aliados habían ingresado a Italia por el sur y se encaminaban hacia Roma. Sin embargo, en su camino se interponía la Abadía de Montecassino, que había sido tomada por los nazis, los cuales, desde una posición privilegiada en lo alto de la colina, rechazaban una y otra vez los ataques aliados. La defensa se dejó en manos de los llamados ‘diablos verdes´, el famoso cuerpo de paracaidistas alemán. A pesar de que los defensores apenas sumaban 30.000 hombres y que los atacantes eran más del triple, la ubicación estratégica del monasterio les otorgaba la victoria. El objetivo era evitar el avance aliado o, al menos, retrasarlo lo más posible; la orden del Führer era que no debían traspasar la línea Gustav o línea de invierno. Esta línea defensiva se encontraba al sur de Roma e iba del Adriático al Tirreno. Recuperar la Abadía era fundamental para poder tomar Roma e Italia toda, un paso importante para la victoria aliada.

El 15 de febrero de 1944, un centenar de aviones estadounidenses lanzaron más de mil toneladas de bombas sobre la Abadía de Montecassino, célebre por ser el lugar en el cual San Benito de Nursia estableció su primer monasterio alrededor del año 529, dando origen a la orden benedictina. La Abadía fue destruida y, por fortuna, los alemanes habían trasladado los archivos, manuscritos y muchas obras de arte y objetos valiosos al Vaticano. Hoy la Abadía se encuentra totalmente reconstruida y todos los documentos y obras de valor resguardados.

El 11 de mayo el General polaco Władysław Anders, se dirigió a sus soldados, del 2º Cuerpo Polaco, que se encontraban en Italia desde principios de 1944, pidiéndoles un gran sacrificio, deberían hacer un esfuerzo supremo, el cual sería sustentado en la memoria de los compañeros de armas caídos y los instó a la lucha con una frase que pasó a la Historia: ¡Que el león more en vuestros corazones!

Y así fue. Luego de casi una semana de sangrienta lucha y grandes pérdidas, se logró la victoria y la Abadía fue conquistada. El 18 de mayo se izó la bandera polaca en Montecassino gracias a una escuadra del 12º Regimiento de Lanceros que logró entrar en el recinto y elevar su bandera sobre las ruinas.

El cementerio de Montecassino es el mayor de los cementerios ubicados en Italia con 4.265 lápidas, en el centro hay un memorial a los desaparecidos en combate; pero en un lugar especial, a la entrada del cementerio, se encuentran las tumbas de los 1.052 soldados polacos caídos en la batalla final, todos ellos tenían corazón de león.

El cementerio presenta una forma de anfiteatro con un altar que fue finalizado en 1963 y en cuya puerta se puede leer la siguiente inscripción:

Los soldados polacos

Por nuestra libertad y la tuya Hemos dado nuestras almas a Dios Nuestros cuerpos al suelo de Italia

Y nuestros corazones a Polonia.

Observando sus lápidas se pueden apreciar las distintas religiones de los soldados: las cruces de los católicos y de los ortodoxos, y la estrella de David de los judíos. Los credos no interfirieron al momento de ofrendar sus vidas.

Desde la Abadía, asomándose a sus balcones, se tiene una hermosa vista del cementerio. El lugar en el cual descansan los soldados polacos es privilegiado, atento a su extraordinario mérito.

Los primeros entierros en el cementerio se realizaron en 1944. El mismo tiene forma de anfiteatro, según los diseños de Wacław Hryniewicz y Jerzy Skolimowski.

Por su parte el teniente general Wladyslaw Anders sobrevivió a la guerra muriendo el 12 de mayo de 1970, en Londres, pero fue trasladado y enterrado en este lugar para descansar junto a estos héroes que murieron en la batalla bajo su mando. Allí también se encuentran los restos de su esposa, Irena Renata Anders, cantante y actriz, fallecida en 2010, que fue la primera en entonar la canción Amapolas rojas en Montecassino, compuesta por Alfred Schütz, el día anterior a la batalla final.

En lugar de rocío han bebido sangre polaca. A través de estas amapolas pasó un soldado y pereció, Pero la ira fue mayor que la muerte. Pasarán los años, pasarán los siglos, Solo quedarán rastros del pasado. Y las amapolas en Montecassino

Y sobre la tumba de estos soldados polacos, solemos ver amapolas rojas...

Cementerio De La Plata

Matías Behety y La momia de Tolosa

Por María Cristina Espinosa Correa Guía de Turismo y escritora Argentina

“El

Nació el 18 de mayo de 1849, hijo de Félix Behety y de Doña María Chapital, una familia de comerciantes que llegaron a Concepción del Uruguay donde instalaron una tienda.

En 1864-Matías y su hermano Juan Bautista se inscriben en el Colegio Nacional del Uruguay, luego Matías fue uno de los 40 becarios del Colegio Nacional de Bs As y llegando a ser el mejor alumno de esas promociones

La familia se muda a Capital, a vivir en la famosa Casa Amarilla detrás de la cancha de Boca.

Estudió en los mejores Institutos educacionales, haciéndose amigo de la aristocracia porteña, futuros gobernantes y políticos de renombre.

Comenzó Derecho, haciéndose amigo de Leandro Alem, José C. Paz, Bartolomé Mitre y Domingo Sarmiento, quien comentó “éste es oro puro”, ya que poseía una radiante personalidad.

Existen dos versiones, una que ingresó a la facultad de derecho en 1868, egresando con el título de Doctor en Jurisprudencia, apadrinado por el Dr. Manuel Quintana, alternando su profesión con el periodismo.

La otra versión afirma que no concluyó sus estudios universitarios

En la calle Suipacha, (Buenos Aires), se inauguró “El Alba”, una revista donde Matías publicó sus escritos, y donde conocerá a su gran amigo Francisco Uzal.

Formó parte del “Nacional” y “La tribuna de los Varela”. Fundó “El Ateneo Argentino” con otros amigos. Los abogados más célebres eran sus amigos. Cultivó amistad con Guido y Spano, Miguel Cané entre otros.

En el periodismo ninguna tarea le fue ajena. Leandro N. Alem lo llamaba el “temilento” que significaba borracho o embriagado, porque empezaba a tomar más de la cuenta. Con ese nombre Joaquín Castellanos le dedicó un poema.

En 1870 conoce a Antonio Lamberti, periodista oriental del cual se hizo muy amigo.

En 1871 tuvo participación en la epidemia de fiebre amarilla, donde se hizo cargo del boletín oficial, brindando las noticias del desarrollo de la salud de la ciudad.

Era un gran orador de tertulias, y en una de ellas conoce a María Lamberti, hermana de Antonio, enamorándose perdidamente, pero ella fallece en 1880.

El soneto Ilusiones, fue una composición muy profunda, pero la más sentida la escribió mientras velaban a su novia, titulado “María”, dedicado a su amigo y marcando el comienzo de su derrumbe emocional

Fue uno de los primeros poetas en afincarse en esta ciudad. Vino a nuestra ciudad, invitado por Francisco Uzal, a colaborar en el periódico “La Plata”, cuyo primer número apareció el 1º de septiembre de 1884, en un último intento de recuperación. Posteriormente, como no disponía de dinero, se mudó a una humilde vivienda de Tolosa que le prestó un allegado

Vivía de taberna en taberna y escribió dos poemas famosos, “La Visión de la Vida” y “la Visión de la Muerte”

En el último período de su vida, se alejó de sus amigos que estaban en auge y sólo se lo encontraba en los fondines, tabernas o bodegones.

Allí un día el dueño sospechó algo y cuando fue a su habitación lo vio mal, lo internaron en Melchor Romero y falleció el 24 de agosto de 1885

Dos días después de fallecido, en cortejo presidido por cura de San Ponciano, Monseñor Benjamín Carranza, y sus amigos, entre los más íntimos Antonio Lamberti y Leandro N, Alem, le siguieron hasta el cementerio de Tolosa, en el que fue sepultado.

Algún tiempo después, un día en que sus camaradas decidieron llevar unas flores a la tumba del bohemio, no pudieron encontrar en todo el Camposanto la cruz señaladora.

Fue entonces que Antonio Lamberti, en su aflicción por esa pérdida, pronunció estas palabras: Hasta las cruces que levanta el pobre son las primeras que se lleva el viento.

Construida la necrópolis platense, deciden pasar los restos al nuevo cementerio en el año 1902.

El 19 de marzo de 1908, el administrador de Cementerio, José P. Peralta, haciendo revisar el osario, encontró una caja que por su conservación, despertó su curiosidad, y al destaparla, comprobó asombrado que, “contenía una momia de un cuerpo entero y mascara intactas, de ojos semicerrados, con su dentadura superior al descubierto en una mueca risueña; atada con cabeza con un pañuelo cuyas puntas parecían una mariposa, la cabellera larga y descolorida, las ropas interiores y exteriores en perfecto estado".

Peralta dio aviso a las autoridades municipales y el 21 de marzo, el periódico “Buenos Aires” anuncio el hallazgo, diciendo: “Este cuerpo ha estado en uno de los nichos que existían en el Cementerio de Tolosa y la fecha de inhumación data de unos 20 años por lo menos. Las condiciones en que se halla son tan raras como curiosas. Observándole bien, es exactamente idéntico a un Cristo con sus carnes disecadas y totalmente entero”.

Se armó tal revuelo, y la población inició una verdadera romería por las calles que conducían al Cementerio

Al ataúd no reconocido por nadie decidieron colocarle un vidrio y ponerlo en exhibición, en el Cementerio platense con el deseo que alguien lo reconozca.

A raíz de este fenómeno, algunos llegaron a atribuirle poderes misteriosos, generando una especie de mito que contribuyó en gran medida a preservar su memoria. Su nombre estuvo muchos días en labios de toda la ciudad. La gente no hablaba de otra cosa que de “La momia del Cementerio de Tolosa”. Tanto se habló de ella, que hubo cronistas que comenzaron a llamarlo el “El Muerto Popular”.

El 25 de noviembre de 1923, fue revelado el secreto de la identidad de la momia ratificada poco después por el reconocimiento que de ella hiciera su amigo íntimo Antonio Lamberti y algunos familiares.

Se trataba del cadáver de Matías Behety, el bohemio poeta talentoso, que había figurado brillantemente por su inteligencia destacada, en el aula universitaria, en la prensa y en el foro, al lado de hombres tan ilustres como Quintana, Goyena y Del Valle, entre otros; pero que se había aniquilado prematuramente a causa del abuso del alcohol, por la tuberculosis y el abandono en que vivía.

Miguel Cané lo recuerda emocionadamente en su conocida novela “Juvenilla”.

Vino el sobrino Alejandro Menéndez Behety a hacerle el merecido monumento en la Necrópolis platense

El monumento lo hizo el escultor Scalamandré en 1925.

En la estancia Menéndez-Behety se encuentra la Biblioteca Matías Behety, nombre que puso su hermana María en su homenaje.

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