El vendedor de sueños

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cen una especie de experimento en el que simularan la execración pública de su nombre? Tal vez así aprendiesen a colocarse en el lugar del otro y se dedicaran a investigar mejor antes de arrojar basura a otros». Para el que lo había escrito, era un artículo más. Para mí, se trataba de mi historia; todo lo que yo tengo y soy, por más que fuese una historia difícil, complicada, llena de sobresaltos. Unos pocos minutos pueden cambiar una vida. ¿Con qué ánimo podría retomar mis actividades? Si volvía a la universidad, nunca volvería a ser el mismo para los demás. Había conocido a un hombre que proponía un proyecto revolucionario sin ninguna base de mínima solvencia intelectual, social ni financiera. Como si eso no bastara, convocaba a personas que, en otras circunstancias, jamás habrían pasado por el filtro de mi inteligencia, personas con las que yo jamás hubiera emprendido nada. Había pasado muchos años protegido dentro de la universidad. La primera vez que dejaba de esconderme detrás de mis notables títulos, recibía una bofetada. Estaba indignado. De repente, cuando la angustia había alcanzado un punto culminante, mi mente se iluminó y tuve otra visión. Miré al maestro de reojo y descubrí que la coma que me había vendido estaba funcionando; no importaba que seguirlo fuese un precio muy alto. Me di cuenta de que las ideas pesimistas provocadas por el artículo traían consigo, también, algo muy positivo. Los vivos sienten frustraciones, los muertos, no. Yo estaba vivo. Había estado al borde de la muerte, pero ahora tenía que celebrar la vida; los conflictos alojados en mi inconsciente eran problemáticos, pero no estaban muertos. Yo quería ser simple, vivir con bondad, dejar de pensar en mi imagen social, pero era un ser humano rígido, controlado por la ansiedad.

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