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EL BEBÉ QUE INSPIRÓ RISAS

POR JENIFER METZGER

Luego de que un médico les dio la devastadora noticia sobre su hijo por nacer, Benjamín y Lilly Dulany decidieron confiar la vida de su niño a Dios.

Lilly Dulany, de treinta y seis años, estaba en el primer trimestre del embarazo del tercer hijo del matrimonio cuando el médico les informó de ciertas complicaciones de salud a ella y a su marido Benjamín, de cuarenta años. El médico les advirtió que, en el mejor de los casos, daría a luz a un bebé con parálisis cerebral grave. Lo más probable, según el médico, es que el bebé naciera con graves deformidades, sin cerebro y sin posibilidad de sobrevivir.

La pareja buscó una segunda opinión médica, en la que recibieron el mismo diagnóstico. Ambos médicos instaron a los futuros padres a terminar el embarazo. Los Dulany, que vivían en Drain (Oregón), donde Benjamín trabajaba como pastor de jóvenes, lucharon con la noticia acerca del bebé al que ya amaban y esperaban. El miedo se apoderó de la pareja, lo que provocó peleas. Un día, mientras discutían, Benjamín dice que Dios los hizo callar cuando trajo a su memoria el pasaje de Daniel

3:17,18: «Si nos arrojan al horno ardiente, el Dios a quien servimos es capaz de salvarnos. Él nos rescatará de su poder, su majestad; pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro ante usted que jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua de oro que usted ha levantado» (NTV).

El pasaje hizo que la pareja dejara de discutir y les dio una nueva perspectiva de la situación. «Aunque nuestro hijo viviera solo lo suficiente para que pudiéramos abrazarlo, no nos doblegaríamos ante el espíritu del aborto», dice Benjamín. «Decidimos que estaríamos anclados en Dios».

Tras orar juntos, se pusieron en contacto con unos fieles amigos cristianos. En menos de veinte minutos, les llovieron mensajes de oración y apoyo. Los amigos Adam y Kierra condujeron desde su casa de Portland, a más de dos horas de distancia, para estar con la pareja y orar por ellos y por el bebé que Lilly llevaba en el vientre.

«Al escuchar lo que el primer médico les había dicho, y al tener problemas de fertilidad nosotros mismos, y conocer el miedo que viene con esas situaciones, sentí que Dios nos estaba guiando en el viaje», dice Adam, de treinta y ocho años. «Nuestro único pensamiento era obedecer y orar cuando el Espíritu Santo nos lo pidiera, y con esas oraciones esperábamos llevar paz, esperanza y consuelo». Lilly afirma haber encontrado consuelo en varias ocasiones en la canción «Ya no soy esclavo»: Ya no soy una esclava del temor, yo soy hija de Dios.

La familia dejó el ministerio y se mudó cerca del hogar de los padres en Salem (Oregón). También encontraron un médico dispuesto a atender el parto en vez de abortar al bebé.

En cuanto Lilly dio a luz, el médico se llevó al niño antes de que sus padres pudieran verlo. Desde el otro lado de la habitación, los Dulany oyeron sorprendentemente la risa del médico.

El médico trajo el bebé Isaac Dulany a los padres y les dijo que estaba perfectamente sano. Además de no tener deformidades, el bebé tampoco presentaba señales de parálisis cerebral.

«Me quedé boquiabierto», dice Benjamín. «Estaba tan agradecido de que todo hubiera terminado».

Tras seis meses de estrés mientras criaban a sus dos hijos mayores, Eliana, de diez años, y Daniel, de siete, los Dulany pudieron descansar.

La pareja decidió llamar Isaac al niño, que significa «él reirá» (Génesis 21:3).

«Dios nos dice que oremos, pero muchas veces pensamos que orar es el último recurso, o que realmente no marca una gran diferencia, o significa que no podemos hacer nada para ayudar», dice Schweitz. «Orar no es poca cosa, incluso cuando físicamente estamos en condiciones de ayudar de manera práctica, ¿por qué no acudir al Creador de todo? Este debe ser el primer paso».

Isaac ahora tiene cinco años y, como explica Benjamín: «es el niño más aventurero que he visto en mi vida».

El año pasado, Dulany asumió el cargo de pastor principal de Harrah Assembly of God, en el estado de Washington.

Jenifer Metzger es esposa de Jeremy y madre de Lylea, Jacob, Jeremiah, Brittany, Grace y Zach. Ella y su esposo sirven como parte del personal en The Hill Ministries en Shawnee, Kansas. Jennifer también es escritora de devocionales.

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