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entre esos dos tipos de preocupaciones, porque si prevalecen o sólo existen las preocupaciones del artista, tendremos la figura del artista narcisista, ensimismado en sus elucubraciones, o en juegos artísticos autorreferenciales. Si prevalece o sólo existe la preocupación por el mundo, digamos que el arte deja de tener lugar y se convierte en otra cosa: comentario, documentalismo, crítica, reflexión, activismo —todas ellas cosas importantísimas—, pero sin los compromisos y las exigencias del arte. Pues en el arte la tensión entre esas dos preocupaciones permite indagar mucho más a fondo en cada una de ellas, más allá de las significaciones mundanas y las fantasmagorías personales, y mucho más allá de las retóricas artísticas. Para el arte los temas que trata son menos importantes que el arte y para los temas que trata el arte, el arte es menos importante que los temas que trata. También es difícil responder a la doble cuestión sobre si es cierto que el deseo tiene un lugar importante dentro del proceso de elaboración y si eso tiene que ver con un proceso de visualización de lo invisible. Creo que la clave está en la experiencia del intersticio o del pliegue, de los repliegues y complejidades que están afectadas en el proceso de elaboración. De hecho, otra de las partes de la exposición alude a una serie de obras titulada Implejidades, una palabra que remite a la experiencia mixta de complejidad e implicación ligada al «pliegue»—que excede la coincidencia etimológica. La implicación —sensorial, emocional, ética, lógica— remite a una especie de recursividad subjetual y al límite entre el exterior y el sujeto, mientras que la complejidad asume la fragilidad del límite entre orden y desorden. La complejidad se interpreta como un orden complejo en el que las regularidades e irregularidades, los componentes y los oponentes, sostienen conjuntamente una estabilidad estructural. Se entiende también como un modelo de organización simultáneamente descentralizado y jerarquizado, como un orden implícito, como un aspecto constituyente, como la interacción o sensibilidad entre las partes. Muchas veces las obras operan sobre principios dialógicos que asocian términos antagonistas. Y se asocia también con cierta condición de lo no-completo —como si no existiese del todo un todo. Ese intersticio de implejidad que hace que algo no sea lineal ni claro, es la condición de complejidad interna y de implicación vincular. Desvelar los pliegues, los intersticios, no es tanto un juego para intentar ver lo invisible como el reconocimiento de la complejidad implícita. En los moldes de besos no intentaba hacer una versión novedosa de la tradición del beso (desde Auguste Rodin
Gian Lorenzo Bernini, detalle del Éxtasis de la Beata Ludovica Albertoni, 1674. San Francesco a Ripa, Roma
«En la ciencia de los augurios, los intestinos eran llamados “palacio de los intestinos” o simplemente “gran Palacio” (el ekkalu accádico, al igual que el hebreo heichal significa a la vez “palacio” y “templo”. Palacio de los intestinos era también el nombre que se daba al mundo inferior en Mesopotamia, dominio del demonio Humbaba, el “hombre de los intestinos”.» (Joseph Rykwert, La idea de una ciudad. Antropología de la forma urbana en el Mundo Antiguo, óp. cit., p. 49)