Política y poética de la transgresión - 15
Política y poética de la transgresión1 PETER STALLYBRASS Y ALLON WHITE
En Literatura Europea y Edad Media latina, Ernest Robert Curtius nos ofrece, entre otras muchas ideas sobresalientes, una explicación de cómo la noción de “autor clásico” se deriva en su origen de las antiguas clases tributarias. En un capítulo en el que examina la idea del autor modelo y, emparejada con ésta, la de la formación del canon, Curtius nos revela que Aulo Gelio adoptó las categorías del censo tributario establecido bajo la constitución de Servio, que dividía a los ciudadanos de acuerdo con sus propiedades, a modo de clasificación para indicar el prestigio y el rango de los escritores. A los ciudadanos pertenecientes a la primera categoría tributaria, el rango superior, se los denominaba classici. Esta evolución de una terminología general de la Antigüedad (Gelio escribe su obra hacia 123-165) tendría una influencia duradera en el modo europeo de jerarquización de los autores y de las obras. Se empezó así a separar a una élite (los classici) del pueblo llano (los proletarius), y se utilizó esta diferenciación como modelo del criterio literario. Curtius observa: La palabra classicus no aparece sino muy tarde, y en una sola ocasión: en Aulo Gelio (Noches áticas, XIX, VIII, 15) […] Para ello [para saber si quadriga y harenae deben usarse en singular o en plural], responde, hay que atenerse a la manera como emplea esas palabras algún autor modelo: E cohorte illa dumtaxat antiquiore uel oratorum aliquis uel poetarum, id est, classicus adsiduusque aliquis scriptor, non proletarius; “cualquiera de entre los oradores o poetas, al menos de los más antiguos, esto es, algún escritor de la clase superior contribuyente, no un proletario”. […] El proletarius que Aulo Gelio menciona como contraste no pertenecía a ninguna clase contribuyente. Cuando Sainte-Beuve discutió en 1850 la cuestión de qué cosa es un “clásico”, lo que hizo fue parafrasear las palabras de Aulo Gelio (Causeries du lundi, III, p. 39): “Un escritor de valor y de marca, un escritor que cuenta, que tiene bienes de fortuna bajo el sol y que no se confunde entre la turba de los proletarios”. (CURTIUS 1953: 249-50)2
Y luego añade, no sin cierta ironía: “¡Qué golosina para una sociología marxista de la literatura!”. Curtius no quiso entrar a fondo en las implicaciones de su propia observación; en realidad, lo que se detecta es su divertido asombro cuando se da cuenta de adónde ha terminado llevándole su investigación. Parece que la categorización de los tipos de autor se basó desde el principio en las clasificaciones sociales que establecían el rango conforme a las propiedades o la riqueza. En el siglo XIX todavía estaba viva esta relación. En tiempos recientes, hemos preferido olvidar que la categorización de los autores y de las obras literarias, incluidos los géneros, estuvo desde antiguo persistentemente vinculada al rango social, y ello pese a que era algo que tanto los escritores como los lectores daban naturalmente por supuesto. Ian Jack observó que fue precisamente esta costumbre de clasificar “los géneros según una jerarquía análoga a la del Estado” lo que llevó al recelo contemporáneo con respecto a las categorías, en particular de las renacentistas.