Desacuerdos 2

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ALEPH - 129

Puede que todo esto nos esté hablando de una transformación radical, y en curso de cumplirse, del sentido de lo artístico –o de su pérdida definitiva de todo sentido– en las sociedades contemporáneas. En esa transformación asistimos a la segregación infinita y multiplicada de nuevos modelos de narratividad, cuyo objetivo último no es ya engrosar el repertorio de los imaginarios simbólicos colectivos sino justamente someter a crítica radical el propio dominio del imaginario en tanto que plegado a la mediación de la institución artística y el espectáculo.11

El “señalamiento de este territorio” que anunciaba un Internet colocado por un momento en el candelero de la escena artística internacional iba a estimular el gusto de José Luis Brea por los temas bigger than life y por las representaciones vertiginosas del devenir histórico. En un lapso muy corto de tiempo se iba a convertir en el catalizador hispano de la teoría de los nuevos medios propugnada por Timothy Drukery, Alex Galloway y Peter Weibel desde los foros de Ars Electrónica y el ZKM de Karlsruhe, atreviéndose incluso a proponer una relectura del pensamiento heideggeriano de lo tecnológico desde la perspectiva del arte en la red. Aunque los distintos textos escritos al respecto acabarían recogidos en formato de libro con el título de La era posmedia. Acción comunicativa, prácticas (post)artísticas y dispositivos neomediales,12 la mayoría de ellos fueron concebidos durante el período 1997-2001 y aparecieron en versión electrónica en las listas del portal Aleph, plataforma y buque insignia de José Luis Brea en esos años. Aleph ha sido sin duda el capítulo más visible del primer arte en la red en España, haciéndose afanosamente un hueco en la corta historia de esa vanguardia tecnológica y neomediática que fue el net art internacional. De todos los proyectos en que José Luis Brea ha dejado su impronta es posiblemente Aleph el que mejor haga evidentes sus luces y sus sombras: tanto su labor de mediación, que en Internet encuentra su lugar entre las bellas artes, como su naturaleza desterritorializada respecto las prácticas críticas locales, una independencia que se combina con un firme anclaje en las instituciones privadas más poderosas del mundo del arte español. A pesar de que adoptara desde el principio un tono y unos fines similares a los que Brea estaba desarrollando contemporáneamente en Acción paralela, Aleph no surgió exclusivamente de su mente ni de sus habilidades técnicas. Para que Aleph viera la luz iba ser necesaria la participación de dos individuos, sus otros dos fundadores: Luis Fernández y Ricardo Echevarría, quienes acabarían abandonando el barco en 2000 por incompatibilidad de intereses con el tercero. Luis Fernández iba a ser el padre de la criatura en lo que respecta a su concepción técnica y su gestión desde el origen de Aleph durante 1996. Fernández instalaría y mantendría el portal y la lista de distribución de Aleph, editaría el foro Eco y llevaría a cabo los mirrors de otros portales contenidos en la sección e-shows y de las obras de net art expuestas. También se encargaría de la realización de algunas de las obras de net art de “producción propia” contenidas en Aleph: Heartbeat y The Tunnel People, de Dora García, y Encore Melencolia (Isa38), de La Société Anonyme. Por lo demás, sería responsable de toda la vida la actividad on y off line que se generó alrededor de Aleph durante sus dos años más intensos de existencia: los eventos de arte electrónico Lo mejor de los dos mundos en ARCO Electró-


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