Campo Cerrado. Arte y poder en la posguerra española. 1939 - 1953

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IV. Ante el nuevo arte americano

Jorge Oteiza “Carta a los artistas de América. Sobre el arte nuevo en la postguerra” Revista de la Universidad del Cauca, Popayán, Colombia, diciembre de 1944

Si con la palabra América se quiere entender lo nuevo, el arte nuevo puede llamarse americano. Y si se prefiere usar la palabra América como ya lo ensayó Worringer con el significado de colonial, el resultado es el mismo, porque ya no puede entenderse un período clásico sino como estilo colonial respecto a su procedencia. América es, teóricamente, hoy, el lugar público para la realización de una cultura nueva. Sólo americano quiere decir mañana, hombre del porvenir, nuevo modo de sentir y de reaparecer. Y aunque América no resultase así prácticamente, aún por algún tiempo más, América es ya hoy la consigna nueva para el pueblo que sienta la vida de ese modo universal. Pero, América, concretamente. ¿Qué es lo que quiere en arte? En un informe al Ministro de Educación, el Director de Extensión Cultural y Bellas Aries de Colombia, considera la necesidad de una verdadera campaña para orientar la voluntad cultural americana de la postguerra pero sólo acierta a expresar con vigorosa firmeza y claridad su incomprensión de las últimas tendencias artísticas conocidas superficialmente por la designación general de Ismos. Y dice “que en la postguerra del 14 las generaciones americanas aceptaron los Ismos como suyos, que así adquirieron entre nosotros carta de nacionalidad,

hasta que su esencial inconsistencia, su calidad mostrenca, sin asidero a la realidad circundante, vinieron a demostrar su futileza y vacuidad”. Conviene distinguir los hechos. La vacuidad y la decadencia estaban en el medio circundante, en este país y en todos, contra el que heroicamente los Ismos se anticiparon en tremendos combates por una nueva vida espiritual del arte que ahora todos convenimos en que habrá de llegar después de esta guerra, pero nadie se figura cómo y menos quienes tienen en la cabeza confusiones tan maduras y definitivas, junto con las más graves responsabilidades. Muy recientes son también las declaraciones del actual Director de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, y nosotros entendimos que atentaban claramente a convertir ese instituto destinado al planteamiento, búsqueda y solución, de las más altas inquietudes estéticas, en poco más que una vulgar escuela de artes y oficios. “Tenemos que pintar como americanos”, se repite en todos los manifiestos de los artistas, pero no se habla de cómo tienen que pintar como pintores. No importa que algunos sepan que todo esto es injusto, si no lo saben los artistas americanos de nuestra generación, con quienes es bueno pensar que debemos colaborar finalmente y así lo deseamos nosotros, en la postguerra.

José Moreno Villa “Pintura revolucionaria y revolución pictórica” Novedades, Ciudad de México, 19 de noviembre de 1950

La vida periodística impone temas que no estaban en el programa del escritor. Ya puede éste retirarse a la Tebaida para meditar con cierto orden sobre un tema concreto; llega la hoja del calendario o la voz del teléfono y le recuerdan que para tal fecha son necesarias unas cuartillas. Ayer, sobre la Muerte hoy sobre la Revolución. Es la vida que se cuela a través de las paredes. Y no tiene remedio. Después de todo, resulta reconfortante pensar que se puede escribir de revolución, tras de la muerte. Intentaré reunir unos cuantos conceptos que se presentan a cada momento en las conversaciones sobre revoluciones y revolucionarios en arte.

En nuestra época hemos vivido dos fenómenos revolucionarios muy divergentes: el de Europa y el de México. ¿Por qué son divergentes? Esta sería una de las preguntas primeras. Y la contestación inmediata: porque el de París, Alemania o Italia fue de orden estético, mientras que el de México fue de orden político, es decir, moral. Picasso, Paul Klee y Chirico arremetieron contra las normas rutinarias de la pintura en boga, pero sin salirse del terreno artístico, mientras que Rivera —que formó parte del grupo cubista en un principio— y el Dr. Atl, abandonan las preocupaciones puramente estéticas y se entregan al problema de la revolución social de México. Habrá pues razón para llamar

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