Esta exposición influyó en diversos planos, impulsó donaciones, legitimó artistas y obras de colecciones particulares. En este sentido, es reveladora la carta de Ángel Roverano a Eduardo Schiaffino,49 datada en octubre de 1909, donde el comerciante y coleccionista de origen italiano le expresó al entonces director del museo que, con motivo de la exposición de arte que se organizaría para el Centenario, donaba “…la mejor parte” de la colección para exhibirla “en exposiciones parciales” pasando a integrar el patrimonio del museo.50 Entre esas obras se encuentra Los primeros funerales, de Louis-Ernest Barrias. Como corolario de esta etapa de institucionalización del medio artístico en nuestro país, Cupertino del Campo, en su doble rol de secretario de la Comisión Nacional de Bellas Artes y director del MNBA desde 1911, promovió la organización del Salón Nacional. Desde la primera edición, en septiembre de ese año, el Salón resultó un ámbito de legitimación donde las nuevas generaciones de artistas pudieron presentar sus trabajos, aspirando a obtener un galardón que les garantizaba un lugar en la escena artística local.51 El reconocimiento del Salón traía aparejado el ingreso de las obras premiadas al acervo del MNBA, espacio consagratorio por excelencia. Si bien en las ediciones de 1911 y 1912 los premios de escultura se declararon desiertos, de las obras que participaron en 1911 se incorporó al museo Sívori, del italoargentino Pasquale Fosca52 (retrato del pintor Eduardo Sívori), y de las que intervinieron en 1912, Voluptas, mármol de Héctor Rocha. Con motivo de la tercera convocatoria, realizada en 1913, se elaboró un reglamento especial y fue designado un jurado para cada disciplina que comenzó a actuar al año siguiente. Creced y multiplicaos, de Pedro Zonza Briano, fue la acreedora del premio adquisición. El escultor había presentado este bronce el año anterior en París, en el Salón organizado por la Sociedad Nacional de Bellas Artes (1912). Con posterioridad también ingresó al MNBA su obra La niña de los ojos negros. Otras esculturas participantes del Salón de 1913 incorporadas a la colección, más allá del primer premio Creced y multiplicaos, fueron el bronce Papiniano, de Ezio Ceccarelli; Cabeza, mármol de Nicolás Lamanna, y el bronce Volupté, de Alberto Lagos. En el Salón de 1914, estrechamente vinculado al arte oficial, intervinieron y fueron galardonados artistas consagrados. El primer premio le correspondió a Alberto Lagos, por el mármol Indio tehuelche.53 Juan Carlos Oliva Navarro y Arturo Dresco también resultaron beneficiados por su participación en este Salón con el ingreso a la colección de Sonrisa, vaciada en bronce,54 y el mármol Enigma, respectivamente. Estas esculturas señalan una continuidad de lenguaje ceñido a la herencia rodiniana. Los artistas rechazados no tardaron en reaccionar creando el Salón de los Recusados como espacio alternativo fuera de lo académico.55 La exposición
Memoria de la escultura 1895-1914: inicios de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, que hoy se presenta, es resultado de la investiga-
Pedro Zonza Briano, La niña de los ojos negros, 1914
Juan Carlos Oliva Navarro, Sonrisa
ción sobre el origen y el proceso de gestación de la colección de esculturas. Atraviesa la historia de su conformación, desde las primeras piezas exhibidas por Schiaffino en la sede del Bon Marché, reunidas en el núcleo Los inicios de la colección, seguidas por el sector que compila las obras incorporadas al MNBA en Exposiciones y salones, y luego continúa con el dedicado a los Calcos y la enseñanza de las Bellas Artes. Culmina con el núcleo Camino a la modernidad, donde las obras –ingresadas hasta 1914– ponen de manifiesto el juego de continuidades y tensiones de lenguajes entre la tradición finisecular y la modernidad incipiente, latente en la escena artística local. La muestra revisa cuáles fueron las motivaciones que animaron a Eduardo Schiaffino a formar una colección de esculturas de autores extranjeros e impulsar con firmeza la escultura argentina. Busca comprender en qué medida interactuaron en esos años germinales del MNBA, coincidentes con el cambio de siglo, los representantes del campo artístico local, artistas, gestores, salones, exposiciones, coleccionistas. El diseño museográfico propone un cruce entre el recorrido histórico del momento de institucionalización de las artes y los ámbitos de creación y de exhibición. El del taller, lugar en el que acontece el proceso creativo, espacio íntimo donde el escultor trabaja con modelo vivo, dibuja, ensaya, modela con diversos materiales –terracota, yeso, cera, bronce–, talla el mármol. Y el del museo, instancia final del circuito de legitimación, donde las intervenciones llevadas adelante por los protagonistas de aquella generación en los primeros casi veinte años de actividad de la institución se plasmaron en un determinado conjunto de obras acorde con la función educativa del museo, el gusto imperante en el plano estatal y en el coleccionismo privado. En síntesis, la propuesta curatorial brinda una posible lectura sobre la colección de esculturas, a la vez que abre interrogantes para estudios futuros. Manifiesta fundamentalmente la vocación del MNBA por el servicio público difundiendo su colección a la comunidad toda.
Pasquale Fosca, Sívori, c. 1910 26
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