MUSEO FRANKLIN RAWSON. Historia y colección.

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para sus obras a partir de 1940. Por lo tanto, es probable que la haya realizado directamente para su adquisición desde el vaciado de la obra de 1934 en piedra reconstituida. Esta última fue expuesta en la Rural para la muestra del IV Centenario de la Fundación de Buenos Aires, y en el salón rosarino de 1935. Ahora se encuentra en la Fundación Antonio Sassone y se considera una de las obras más logradas del artista. Destaca por la torsión forzada de la figura de la práctica académica(52) y por la búsqueda de unidad entre la ejecución formal y el asunto –que luego afianzó en “Armonía” de 1937, premio composición del Salón Nacional–, aspecto también remarcable en otra escultura del museo:”Despertar”. En el Salón Nacional de 1935, Pedro Tenti, otro escultor de origen italiano, envió una de sus obras más ambiciosas realizadas hasta entonces: “En la playa”, modelada en yeso (n. 290), con la que obtuvo el Primer premio en la sección escultura. Diez años después “En la playa”, facturada en cemento, fue adquirida por la Comisión Provincial. La composición de la figura femenina sedente estaba resuelta acorde con el clasicismo escultórico imperante en los años treinta(53). El interés de que los escultores premiados en los salones figuren en la colección sanjuanina se afirma con la adquisición de obras de Carlos de la Cárcova (el relieve religioso “Anno Domini” de 1938) y Donato Proietto (retrato escultórico de Lily Bortini de Hernández presentado al salón de 1937, n. 254). Otra figura sedente en la colección es “Siesta” de Gonzalo Leguizamón Pondal. El cuerpo femenino no es representado dormido, ya que descansa una pierna sobre otra y remarca la tensión en sus brazos laterales al cuerpo, que permanece en diagonal para permitir la inclinación de la cabeza sobre vestimentas plegadas. Es justamente la cabeza la que encierra la clave de la propuesta de Leguizamón Pondal, pues se trata de un rostro indígena. La idea de una belleza americana como nuevo modelo estético también fue planteada en su lograda piedra “Flora indígena”, de 1932, ubicada ahora en el Jardín Botánico de Buenos Aires(54). El conjunto de bustos y cabezas se completa con incorporaciones tardías. La primera es el bronce de Alejandro Bustillo de 1931, probablemente un retrato. Ingresó al museo por una donación, pero funciona con las obras ya mencionadas para dar cuenta de la claridad clásica que la propia tipología de la cabeza estimulaba. El mismo año, Bustillo, figura central en la historia de la arquitectura argentina, comenzaba la reforma arquitectónica de la casa de bombas para darle destino como Museo Nacional de Bellas Artes. La segunda cabeza es de autoría de Santiago Chiérico, escultor platense que trabajó junto al arquitecto Francisco Salomone en sus proyectos monumentales en la provincia de Buenos Aires hasta su radicación en Tucumán, integrando ese gran movimiento de enseñanza artística de los años cuarenta en esa provincia. La obra que nos ocupa es el busto “Mi compañera”, retrato de su mujer Isabel Leunis, resuelto con 52 Obras de composición similar presentaron al salón nacional Ricardo Musso (“Pesadumbre”, en 1925), Juan Grillo (“Crisálida”, en 1936) y Héctor Rocha (“La Noche”, en 1942); cuestión que indica la versatilidad de interpretaciones de una similar pose escultórica. 53 Tenti parece emular la similar figura masculina “Remero en descanso”, con la que había obtenido Aquiles Sacchi el premio en 1931. Sin dudas ese clasicismo se subraya con “Pastor” de Carlos de la Cárcova, premiado en el siguiente salón, y tiene su conclusión próxima a la estética nacionalista europea con “La raza” de José de Luca en 1939. 54 Es central en esta estrategia discursiva, Alfredo Guido con “La chola desnuda” de 1924 (Museo Castagnino de Rosario). En esta obra el autor utiliza la iconografía de Venus tendida en el lecho pero la interpreta en clave americana, fusionando la iconografía europea del desnudo con la raza americana para sostener un nuevo modelo de belleza, cuyo programa fue expresado claramente en “La Venus criolla” de Emilio Centurión (MNBA) en el salón nacional de 1935. En la escultura el paralelo con la pintura de Centurión puede aplicarse a “Eva” (1940) de Ricardo Musso, aunque logró el Gran Premio Adquisición al año siguiente con la retórica “América”. En el salón de 1945 fue premiado Hilario Vozzo por una “Venus americana”, señal de la persistencia de esta iconografía. Esta imagen adquiere una retórica mayor en “Fragmentos” de Troiani en la colección del Museo, y en “Raz” del mismo artista. La fuerza volumétrica de los tipos nativos sobresale en la obra de Nicasio Fernández Mar. Francisco Marini con “Fetiche”, salón de 1944, cita abiertamente a Troiani, con la mujer indígena sosteniendo un ídolo. Las esculturas presentadas por Lucio Fontana ponían en quiebre esta tradición retórica, más aún al ser premiado en 1944 por “Mujer herida”.

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Donato Proietto, “Retrato de Lily Bortini de Hernandez” - 1937.


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