MUSEO FRANKLIN RAWSON. Historia y colección.

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la interpretación de la pintura el libro abierto donde se observa el contenido cristiano: las palabras “Francisco”, “Trinidad” y “Dios”, entre otras. El decoro de la representación es ejemplar: ausencia de aspectos vanidosos como joyería o engalanado vestido, acorde a las dotes morales manifestadas con el rosario que pende del cuello.

Epigrafe epigrafe epigrafe epigrafe epigrafe epigrafe epigrafe.

Gregorio Torres, “Retrato de Desiderio Bravo” - Circa 1868.

En el conjunto de obras de artistas franceses, datadas en la primera mitad del diecinueve, se encuentran dos retratos femeninos atribuidos a Auguste Raymond Quinsac de Monvoisin, el maestro de los artistas cuyanos exiliados en Santiago de Chile. Estos retratos ameritan un detenido estudio pero es necesario apuntar ahora algunas inquietudes. El primero de ellos se considera el retrato de Benita Martínez Pastoriza, casada con Sarmiento en 1848. Sin embargo, el peinado, el vestido y los accesorios corresponden a fines de los años veinte. Monvoisin llegó al Río de la Plata a fines de 1842, para marchar prontamente a Santiago de Chile. Por lo tanto se debería, en atención a la moda, descartar su autoría, con la aclaración de que pareciera ser una obra de artista francés. La imagen corresponde a una mujer algo mayor de veinte años. Benita nació en San Juan en 1819, por lo tanto no hay concordancia por el peinado y la indumentaria. Por la edad aparente de la retratada –suponiendo que realmente fuera Benita– la obra se dataría a mediados de los años cuarenta, fecha acorde con los años de actividad de Monvoisin. De esta coincidencia probablemente deriva la errónea atribución. En el reverso de la tela se encuentra con lápiz el nombre de Rosario Pastoriza, tía de Benita y primera mujer de quien luego fuera su esposo. Así, por el primer casamiento con su tío viudo, puede haberse originado la confusión entre las retratadas. El segundo retrato es el de la señora Coll de Díaz. En él se observa una bella mujer con una larga trenza negra, que en algunos aspectos recuerda a La guasa de Clara Filleul, francesa que trabajó junto a Monvoisin en Chile. Es uno de los retratos del siglo XIX más intensos en lo que respecta a los rasgos de la mujer criolla. La tradicional apertura del espacio mediante una ventana permite observar el paisaje cordillerano, en concordancia con la figura. El ginebrino Jean-Philippe Goulú, uno de los artistas más notables de la primera mitad del siglo XIX en el Río de la Plata, se encuentra presente con un retrato de dama firmado y datado en 1847. Durante este año el artista estuvo, según anuncio de La Gaceta Mercantil, establecido en Buenos Aires, con taller en la calle Chacabuco, donde además de brindar la enseñanza artística había montado una fábrica de peines. Goulú estuvo activo en la región desde mediados de la década de 1810. En esta obra tardía presenta soltura de pinceladas en el vestido, con un refinamiento que recuerda el de sus tempranas miniaturas. Henry Sheridan, hijo de irlandeses, nació el 13 de septiembre de 1833 en la estancia paterna de Ranchos. En 1835 viajó a Inglaterra para educarse con sus hermanos. Muy poco tiempo después de arribar recibió la noticia del fallecimiento de su madre. Regresó a Buenos Aires en 1857 para custodiar sus propiedades y fue bien conocido del público porteño por dos exposiciones en 1858 y 1859, esta última con León Pallière. Sheridan ejecutó buenas vistas de Buenos Aires y Montevideo, pero su fuerza competitiva en el arte porteño fue la pintura de paisajes europeos. En la colección se encuentra un paisaje rural con rancho, que debe datarse a comienzos de los años sesenta. Sheridan fue señalado como un joven “a lo Byron”, atravesado por la melancolía –juicio potenciado por su temprana muerte en 1860–. Otro artista extranjero es el alemán Carlos Schutz (firmaba también “Stuz”), activo en el Río de la Plata a mediados de siglo XIX y conocido por su pintura de asuntos costumbristas. Sin embargo en la colección se encuentra una naturaleza muerta procedente de la familia Fontana. Además de Rawson, otro atento concurrente al taller de Monvoisin en Santiago de Chile fue el mendocino Gregorio Torres, quien llegó a ser el discípulo argentino más próximo del artista francés. Se encontraba en Santiago desde joven debido al exilio familiar en los tiempos federales, por lo cual vivió el acelerado proceso de las reformas de la enseñanza en el país trasandino de los años cuarenta. En Santiago había una tradición de artesanado negro y mulato, cuya figura más relevante había sido el peruano José Gil de Castro. No se ha estudiado cómo se insertó en esta red Gregorio Torres, pero su gran pintura 56


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