Murciégalo Cultura CECC No. 2

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Miss Celánea

El lugar de nacimiento tampoco puede ser empleado para identificar una nacionalidad u otra; tomemos el ejemplo del joven rumano, que a pesar de haber nacido en un frío pueblo de Transilvania está a punto de obtener la ciudadanía estadounidense, ya sea por haberse casado con una estudiante de la Universidad de Berkeley o por ser empleado de una empresa de publicidad en Nueva York. Menos aún podemos hablar de la religión como elemento que nos pueda definir la nacionalidad de un individuo y algunas veces ni siquiera el grupo étnico al que pertenece; pues es en estos tiempos que ya no debemos preconceptualizar en temas como la lengua que se habla, el lugar de nacimiento o la religión que se practica para clasificarlos, ya que puede incluso suceder que una chica con un pasaporte español ni siquiera se considere española propiamente, sino vasca de origen y no se exprese bien en castellano. Debemos aceptar que los diversos Estados poseen en su interior una gran cantidad de formas culturales que la mayoría de las veces no se asocian o se preocupan por una categoría nacional, como podría ser estadounidense, mexicano, francés, ruso, chino, congolés, etcétera. A pesar de que una gran mayoría de habitantes del globo se identifican con la lengua que hablan, con el lugar de nacimiento, con el grupo social con el cual se relacionan, con la educación —manipulada por el Estado— a la que fueron sometidos. En todos estos casos la identidad nacional se porta en otros objetos o lugares que no son necesariamente un pasaporte o una credencial, sino el corazón y la memoria.

No es lo mismo un trabajador yaqui del valle de Sonora que ahora vive en las afueras de San Diego, California, que se ha casado con una norteamericana y habla inglés, o un argelino musulmán que junto con sus dos esposas tuvo que emigrar a París para mejorar sus condiciones de vida y expresarse en francés cotidianamente, que un estudiante guatemalteco de Administración de Empresas que toda su vida hablará español sin ningún conocimiento de la lengua maya y que cuando la selección de fútbol de Guatemala le gana a la de México, no deja de agitar su playera y no duda por un segundo sobre su nacionalidad. Así las cosas, debemos tener cuidado con las identidades nacionales, que bien pueden ser manipuladas por los aparatos estatales de cada país, ya sea por el sistema educativo o a través de las instituciones públicas. Porque más allá de los festejos nacionales o las celebraciones religiosas propias de cada región, son ahora los estadios de fútbol o de cualquier otro deporte los lugares en donde por excelencia se pone en manifiesto la identidad nacional, donde las aficiones entonan los himnos nacionales respectivos, portan banderas y colores distintivos. Sin embargo, no debemos olvidar que más de un jugador de esas selecciones no nació en el lugar del que porta la playera y ni siquiera se expresa bien en la lengua del país por el que juega. RAÚL PILLO VÁZQUEZ 5


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