El Río de la Memoria

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hacíamos, era que íbamos a cortar, dejábamos un puñito para la casa y lo demás lo entregamos. De primero, era un gran cajón, después era una puya, que en un saco le metían la vara, ya tenia la seña ahí hasta donde llegaba. Quitamos el cajón, quitamos la vara, y ya fueron las pesas. Ya ahí era diferente, pero siempre le ponían cosas para robarle a uno. Pero como estábamos organizados y nadie decía nada. Le decía yo al caporal: - Mirá, vos sos parte de aquí, vamos a hacer esto, no te vayas a oponer. Ellos no hablaban pero prácticamente apoyaban el mandador y el caporal. En la pepena, lo que se caía no tenia que recogerlo. Pero nosotros siempre íbamos dejando un poquito. Sentíamos que lo que ganábamos era muy poco, pero lo que hacíamos ahí nos favorecía a nosotros por eso no pedíamos gran cosa. Cuando ya vino el Chele David aquí, hicimos la organización de los “Caballeros de Cristo Rey”. La comunidad se organizó de diez en diez. Y me decían: - Vos vas a dirigir este puño y aquel . David nos dirigía, pero había quien respondiera por cada grupo, ahí nadie se quedaba. Mujeres, jóvenes, hombres, bien organizados. Ahí nadie se andaba peleando lo que él decía. Si alguien se embolaba, le decía el Chele David: - Vení. ¿Por qué te embolaste?, para bien tuyo te vamos a dar un castigo, vas a ir a barrer el panteón, vas a ir a barrer la escuela, vas a ir a limpiar la cancha, vas a limpiar la calle Pero ese era el reglamento que habíamos puesto todas las familias, no era algo que solo yo lo había puesto, eso era un acuerdo. Ya organizados como “Caballeros de Cristo Rey”, nosotros veníamos cada último de mes a Tecoluca, porque ahí era donde estaba el Chele David. Íbamos a participar de la misa. Después de la misa él nos decía que nos quedáramos. Se iban todos y algunos nos quedábamos ahí, porque solo un párroco era para todo esto, solo David. Pero nos bendecía, nos dejaba con amor, fe y esperanza. Cuando él llegaba por aquí, no dormíamos toda la noche, dándole toda la información de los problemas y de todo. Como él podía inyectar, preparó a un grupo para que pudiera inyectar. El Chele David nos organizó como Caballeros de Cristo Rey y luego, como dos años después llegó Milton, Rebeca, Leonel, Andrés quien murió en Apopa, también la Eva anduvo todo esto. Nos habían dado una “Carta del Principio”, que era la que nosotros estudiamos, tanto en la iglesia, como en el trabajo. Ahí decía que había que hablar de la realidad donde estábamos, si era necesario reclamar sobre las ramas quebradas de café, que no se cobrara porque pagaba, que no nos cobraran 5 colones, esa era una amenaza porque si pagábamos por una rama 5 colones y ganábamos 2, perdíamos 3 colones. En la noche nos reuníamos con la gente y preguntábamos qué les pasaba. Yo andaba una cuadrilla de 30, el otro también y así, andaban 6 cuadrillas. Teníamos el informe de cómo se comportaba el caporal. Platicábamos con el caporal en la mañana, antes, porque si usted no llegaba a las 7 se quedaba afuera. Lo peleamos, lo ganamos con los señores de arriba. Dijo el Chele David, que quiénes estaban dispuestos a ir al cursillo. Ya levantamos la mano y preguntó si todos estábamos dispuestos, porque iban a ser ocho días de retiro en Jiquilisco. Los 64 el Río de La Memoria


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