Leyendas y Relatos Inéditos de Melinka

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Comité Editorial

LEYENDAS Y RELATOS INÉDITOS DE MELINKA Registro de Propiedad Intelectual A-290540 ISBN : 978-956-09149-0-3 Liceo Melinka Biblioteca Puerto Libros María Alicia Aguilar Taller de Artes Melinkart Kurt Mella Mansilla Municipalidad de Guaitecas Paula Espinoza, Oficina de Cultura Producción Operativa Subterranis Impresos Diseño Christian Stade Autores de dibujos Catalina Chiguay Rosa Millacura Thalía Saldivia Diego Cerda Carolina Tereucán Javiera Quedimán Berta Huanquil Andrea Romero


Presentación Mi nombre es María Alicia Aguilar Aguilar, soy encargada de la biblioteca “Puerto Libros” del Liceo Melinka desde el año 2002. Durante mis años de trabajo me he preocupado que predomine el fomento del gusto y hábito de la lectura a través de “Regalo Lector”, una actividad de 45 minutos que consiste en preparar y leer un cuento, realizada durante la semana para los cursos desde pre kínder hasta sexto año básico. Por otro lado, hace un tiempo, junto a un grupo de niños se crea una iniciativa cuyo fin se basó en la recopilación de historias inéditas sobre Melinka, por medio de entrevistas y conversatorios con adultos mayores. Más tarde, se realizaron concursos literarios sobre leyendas y relatos de la comuna, de los cuales, los mejores fueron enviados al concurso regional “Cuentos de Inviernos”; y también, al concurso nacional “Historias de nuestra tierra”. Actualmente, trabajamos la escritura creativa mediante talleres de teatro, siempre enfocada en un contexto de años atrás en nuestra isla, con el objetivo de rescatar nuestras costumbres y tradiciones, y promover su transición a lo largo de las generaciones. Desde el inicio de mi trabajo en biblioteca, comencé a compartir el gusto por la literatura, y así, a lo largo del tiempo, se me dio la oportunidad de participar

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en cursos de capacitación, seminarios literarios, encuentros, etc. Todo lo que he aprendido se lo debo a ello y al trabajo con los niños, a través de las distintas actividades que realizamos, siendo a raíz de esto, que ha ido creciendo en mí un amor enorme por rescatar la historia mediante la lectura, despertando en los demás las ganas de explorar las aristas que componen este inmenso mundo de las letras.

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Dedicatoria Los cimientos de la memoria y los pilares de la historia están vivos en los recuerdos de nuestros adultos mayores, sin ellos y el legado histórico no hubiese sido posible este libro. A la Capitanía de Puerto de Melinka mi más grande gratitud por comandar el proyecto que acopió los relatos y por fomentar el amor al patrimonio y a la escritura, Muchas Gracias.

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Mi Abuelo Mantiene el Oficio de Tejuelero en Melinka Autor: Maura Alejandra Carimoney Alvarado

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ecuerdo que estaba en el segundo piso de mi casa mirando a través de la ventana, el día estaba gris, el mar estaba embravecido, fijo la mirada en un árbol que está en la esquina de mi casa, no tiene ni una sola hoja, solo muchas ramas, a pesar de eso, se ve un árbol bonito, tal vez los pajaritos que están aposentados le da esa belleza que nos concede la naturaleza, bonita imagen aprecian mis ojos a pesar del día tan oscuro y frío; de pronto, veo a mi abuelo Ramón, deja caer un paquete de tejuelas, que traía en su cansado hombro, bajé corriendo la escalera y lo esperé en la puerta, mientras sacaba sus botas llenas de barro, y al mismo tiempo dice: - ¡Está pica la cosa! -, haciendo referencia al temporal y la fuerte marejada. Entra a la casa, siente de inmediato el calor de hogar, sonríe y dice: - ahora me voy a tomar unos güenos mates amargos, hijita, pon a calentar agua y arregla el mate -, nos sentamos atrás de la cocina, miramos al mismo tiempo la plancha de la cocina, que estaba rojeando por el fuego que ardía con mucha fuerza

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gracias a la leña de tepú, la más ardedura de todos los árboles que tenemos en Melinka; en ese momento, me surgió una pregunta: – abuelo, ¿el tepú es mejor que el ciprés? -. - No hijita, el tepú solo sirve de leña para el fuego, en cambio, el ciprés es el árbol que nos dio el subsistir a varias generaciones, te voy a contar mi historia, escucha: En el año 1958 ya trabajaba la tejuela, hacía 400 tejuelas diarias y todos los días bajaba del monte un paquete de 100 tejuelas, también labraba basas de ciprés de cinco metro de alto, que servían de vigas de casa también para puentes, ¿sabes dónde iba a parar el trabajo hecho con estas manos grandes, viejas y arrugadas?... al Perú; usados más tarde para durmientes y postaciones telegráficas, ya que esta madera es una de las más durables. En algunas temporadas cortaba estacones, estos lo llevaban a Puerto Montt. Recibe el mate po’ hijita. - Abuelo, no me des más mate, está muy amargo; pero cuéntame, ¿cómo haces la tejuela, dónde encuentras los árboles que puedes cortar? - Hijita, échale leña al juego primero, mírelo, vee… tantas preguntas juntas, vamos por orden, ¿te parece?; a veces nos vamos en bote y cuando el tiempo está malo para navegar, nos vamos a pie por el camino de Repollal hasta llegar al bosque, tenemos que recorrer bastante porque ya no está abundante

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como años anteriores, recorro el bosque en busca del árbol de ciprés muerto, al encontrarlo lo corto con una motosierra, derribo el árbol, luego lo corto con una hacha, en troncos de cuarenta centímetros aproximadamente, después uso un machete que sirve para sacar longas, semejante a una tabla delgada, nuevamente, con un hacha le doy forma a la tejuela, y así sucesivamente, hasta que reúno cien tejuelas, las junto, lo amarro con un cabo y hago un paquete, lo cargo en el hombro y lo bajo del cerro; reúno la cantidad que me piden y la vendo, después de unos meses apreciamos la casa construida de tejuela, y todo gracias a mí y la hermosa naturaleza que nos da la abundancia de árboles: “El ciprés de las Guaitecas”. Y así fue como mi abuelo Ramón Carimoney, fue reconocido como tesoro humano vivo de la Comuna de las Guaitecas en el año 2015, su nombre se recordará generaciones tras generaciones, gracias a su mantención del oficio de tejuelero.

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Historia Real de las Hermanas Llancalahuen Escrita por: Rocío Cayún Maripillán Contada por: María Llancalahuen

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sto empieza un 18 de septiembre, hace más o menos 70 años atrás. Contaba la abuela Chabela, que su mamá Antonia Quedimán y su papá Juan Llancalahuen, vivían en la isla de manzano, ubicada en las islas del archipiélago de las Guaitecas; vinieron a Melinka con su hijo Leonardo de 20 años, quién era músico y lo contrataban para tocar guitarra en las fiestas. Un día, Leonardo fue invitado a tocar a una de esas fiestas tradicionales que se celebran para el 18 de septiembre, sus padres muy entusiasmados lo acompañaron y se fueron los tres en un bote a remo, dejando a su hijo Nol de 15 de casero, junto a sus hermanas María y Julia (las mayores), y Chabela, la más pequeña de su familia, que solo tenía 4 años de edad. Ellas contaban que su hermano las llevó a la playa del estero a jugar en la arena, él las dejó jugando y fue a buscar a sus ovejas, llevó con él a su perro y una escopeta, después de un rato, las hermanas escucharon el sonido de un disparo, no se preocuparon

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realmente, porque a su hermano le encantaba cazar quetros. Esperaron a su hermano por mucho tiempo, pero él no volvió. Julia (la mayor) fue a buscarlo, pero solo encontró a un quetro que estaba muerto y la escopeta tirada en la piedra. Ya se había hecho tarde, pero él aún no volvía y solo llegó el perro que lo acompañaba. Cuando Julia vio al perro que iba llegando solo, cargó a su hermana Chabela y tomó de la mano a su hermana María, le ordenó que llevara al quetro y la escopeta; lloraron durante todo el trayecto, su hermano no aparecía. Se hizo de noche, y los padres volvieron como a las tres de la mañana. Fue tan grande la sorpresa de encontrar a sus hijas solas y llorando, que preguntaron enseguida dónde estaba Nol, ellas contaron lo que había sucedido. El padre, desesperado, comenzó a buscar de inmediato a su hijo, fue a pedir ayuda donde su cuñado Manuel, que vivía en el sector de la conchilla. Lo buscaron toda la noche, llamándolo en el monte, entre los árboles, en la playa, y no había rastros de su cuerpo; cuando, de repente, se les ocurrió ir a buscarlo en la punta de la collera, nombre del lugar que ellos mismos bautizaron. Desesperado y muy cansado, sin tener resultados en su búsqueda, miraba el mar y se preguntaba dónde estaba su hijo; de pronto, llegó un pajarito y se pegó en el pecho de don Juan, después voló hacia el monte, y él, por instinto, lo siguió. De repente, el pajarito se posó en una rama, él lo miro y no entendía realmente, pero intuía algo, miró debajo de la rama y ahí estaba su hijo; después de haber

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pasado tantas veces por el mismo lugar y no lo vio, estaba completamente desnudo, atado de pies y manos, amarrado al árbol con la misma faja que él usaba, estaba muerto. Vinieron hasta Melinka para dar aviso de lo sucedido, pero nunca se supo lo que había pasado y quién lo había hecho; no se investigó nada, porque en esos tiempos no había autoridades como ahora. La mamá no se conformó de haber perdido a su querido Nol, no saber lo que sucedió ese día. Viajó a Chiloé con una prenda de vestir de Nol, únicamente para sacarle la suerte, y en eso salió que su hijo de 15 años había hecho un motivo muy grande, y que por eso le llegó la muerte a tan temprana edad, -¡solo tenía 15 años!, -decían los abuelos-, se lo llevaron los cesarianos, porque ese lugar era ocupado por los brujos y, que con el paso del tiempo, no quedaría nada. Así pasó, ya no queda nada.

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Carpintero y Dentista Escrita: Constanza Panichine Chiguay Contada por: Gavi Chiguay Aguilar

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uiero contar a través de estas palabras, que mi abuelo Teófilo Chiguay nació en la isla de Tranque, frente a Queilén en 1919, y fue compañero de escuela del hermano de Don René Accardí, (primer Director de la Escuela F-1016 de Melinka), don Lulo, hijo de la primera maestra de esta escuela, Sra. Matilde Macías. Mi abuelo, junto a su padre Adolfo Chiguay, fueron los primeros carpinteros de ribera de este pueblo. Quiero dedicar esta historia con mucho cariño a mi abuelito Teo, que no lo conocí, y a todos los trabajadores chilotes que con esfuerzo y sacrificio hicieron presencia y dieron nacimiento a este hermoso pueblo Melinka, dejando su huella imborrable en la tala del ciprés, en faena de cholga y pescado seco, loberos, lucheros, tejueleros. Mi tías conversan, y mi mami también, que mi abuelo era dentista o sacador de

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muela, como lo llamaban. Mi tía Nelly me contó que tenía mucho miedo cuando algún vecino venía a la casa a sacarse una muela. En la cocina comedor se habilitaba una silla con un lavatorio con agua, y siempre al paciente se le ponía un paño blanco alrededor de su cara, seguramente para que no manchara con sangre la ropa. Mi abuela Ana preparaba una salmuera, es decir, un jarrón enlozado con agua muy caliente con sal para que el paciente enjuague su boca cuidadosamente; mi abuelo pasaba una cuchillita fina en forma de atornillador alrededor de la muela hasta falsearlo, posteriormente, extraía la pieza dental, mientras mi abuelita ayudaba a tener la cabeza del paciente con ambas manos. Mi mami cuenta, que ella se sentaba alrededor de la cocina a leña para observar semejante operativo solidario, porque mi abuelito no cobraba el servicio, pero cada vecino atendido regalaba en forma de pago y agradecimiento una cantidad de marisco fresco, de pescado fresco y ahumado, verduras, gallinas y huevos; un detalle que no puedo dejar de contar. Cuando llegaba algún paciente muy adolorido o con la cara hinchada, se hervía hierba de mate y solo esa agua muy calentita se trataba de mantener lo que más se podía en la boca, después se sacaba la muela y así el afectado no sentía tanto dolor. ¿Quién sabe cuál sería el secreto? La implementación o herramienta como gatillo dental se la había regalado un dentista en Puerto Aysén, donde mi abuela Ana viajaba a menudo como

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comerciante, pues entregaba cientos de paquetes de cholga ahumado, pescado seco y luche; a la cocina del hospital, colegio, internados católicos, y también al regimiento en los años 1949 – 1960 hasta 1970. Ya que en esos tiempos no existían los productos congelados, todo lo que se producía en las Guaitecas, como cholga y pescado, era muy solicitado en el sur de nuestro país. He contado con mucho cariño esta historia, de un abuelo carpintero y dentista; me imagino sus manos rudas de tanto labrar madera para dar forma a una embarcación tan importante para los habitantes de Melinka, que solo vivían del trabajo del mar, y convertir sus manos en una delicada faena rudimentaria de extraer una pieza dental a un ser humano, un vecino, un compadre o un familiar. Una historia que me contó mi mami, y como nieta lo guardaré con mucho cariño para siempre en mi corazón.

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El Estero Cochivilo Autor: Andrés Stange Aguilar Contada por: Fredy Stange Yagode

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n medio del mar enorme y azul había una pequeña isla. En la isla crecían árboles altos con muchas hojas. - ¡A estos árboles le llaman ciprés, siempre se distinguen por su espigada presencia de entre los matorrales!-, decía mi abuelo, cuando navegamos en una tarde fría en el bote de mi tío preferido. -¡Vamos llegando!-, me dice mi abuelo. - Este es el estero Cochivilo, aquí pasaremos la noche, vamos a tirar el ancla y nos bajamos del bote para hacer el rancho-, rápidamente mi abuelo cortó unos barones de tepú, los enterró en la tierra, estiró unos nailon y ramas sobre los palos, y nuestro hogar estuvo listo en menos de una hora; estaba tan sorprendido de la habilidad de mi abuelo. De pronto me di cuenta de que ya estaba oscureciendo. - ¡Entra al rancho nieto, el fogón ya está listo! ¡Ahora, nos vamos a tomar unos ricos mate amargo! ¡Te parece! En realidad, no me parecía mucho, porque ciertamente, sentía mucha hambre,

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pero tampoco quería decirle a mi abuelo porque había escuchado una vez que el buen marino, no siente frío, ni hambre y yo quiero ser el mejor marino de mi isla. ¡Mateeee Pedritooo! – dijo mi abuelo.-¡Abuelo, cuéntame cómo atraparon al pirata Ñancúpel! - - - -

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¡Pedrito, tu bis abuelo me contaba que a tu tocayo Ñancúpel lo detuvieron en Melinka, a través del engaño de un compadre que lo invitó a cenar! ¡Para que más con ese compadre!, ¡Ja!, ¡Ja!, ¡Ja! ¡Abuelo, el agua de tu mate se está derramando donde te estás riendo! ¡Bueno, continuemos con la historia Pedrito. Este famoso compadre estaba comunicado con los marinos del buque de la armada, que tal día y tal fecha ellos podían detener al malandro de Ñancúpel! Efectivamente las fuerzas mayores lo detuvieron y lo embarcaron en el buque y lo llevaron encadenado a la ciudad de Castro, donde lo ejecutaron. ¡AAYYYY! ¡Dios!, QUE FUE ESE RUIDO ABUELOOOOOO ¡Ha estremecido la isla! ¡Es el PEBRE Pedrito!, es el pebre. ¿Qué es eso? abuelo ¡El pebre, es un animal producido por el mismo vegetal del bosque, es un animal muy extraño, que no se deja ver y solamente se escuchan sus aullidos, él aparece cuando olfatea el humo, vive en una laguna! ¡ME TRAJISTE A ESTE FAMOSO ESTERO, sabiendo que hay un monstruo! ¡No, no!, no sé si es un monstruo, solo sé que son creencias antiguas, que tu

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bis abuelo me contó, cuando tenía tu edad. - ¡Y qué hiciste en ese entonces! - ¡No le creí!, ¡no le creí!, ¡porque no escuché nada! Entonces mi abuelo y yo corrimos, nos metimos al agua, subimos al bote y tomamos rumbo hacia nuestra isla llamada Melinka. - -

¡Allá la vida es más tranquila y segura, cierto abuelito! ¡Cierto Pedrito!

Finalmente pensé: ¡Algún día le contaré a mis nietos esta historia, y por supuesto los llevaré al Estero Cochivilo!

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El Piuchén Autor: Andrés Stange Aguilar Contada por: Zulema Panichine Maripillan

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i abuelita Zulema Panichine, me contó una historia que le sucedió a ella en el año 1950. En ese entonces, tenía 12 años de edad. Después de haberme invitado una agüita de tepú, me dice: - Andrés, allégate cerca de la cocina y te contaré la historia del Piuchén… En una noche alumbrada de luna llena, iba con mi padre navegando en un bote a remo cerca de Repollal, creo que a la altura de la escuela los conchales. Mientras yo, azotaba la chumacera con una enorme energía, mi padre advirtió que algo nos seguía, observamos el mar detenidamente, en eso escuchamos un ruido muy extraño, pero mi padre muy travieso, forma de ser que lo caracterizaba, comenzó a repetir el sonido que aquel ser emitía. Unos segundos después, junto al bote apareció algo parecido a un perro lobo, color negro, de patas muy largas, orejas caídas y largas, una trompa semejante a la de un perro pastor y una cola extensa que terminaba en punta como una amapola; aquel supuesto perro lobo se impulsó hacia la superficie, dando la impresión de que en algún

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momento sería un tripulante más de la embarcación por la cercanía en que se mostraba. Luego se dejaba caer al agua y se sumergía por debajo del bote dejando en la superficie una ardientilla. Yo estaba consumida por el terror, no solté en ningún momento mis remos y seguía impulsando el bote; miro a mi padre, él se veía muy tranquilo y me dijo: Tranquila Zulema, mira, a eso le llamamos “PIUCHÉN”, tranquila niña, buena señal es, significa larga vida, hija, vamos a vivir por muchos años-, escuchando esto pensé: “conoceré hasta mi bisnieto y así no más es po’ nieto”. Me tranquilicé un poco, aún sostenía con fuerza mis remos, recuerdo muy bien eso porque pa’ que te cuento el dolor de brazo que tuve después. Cerca de la una de la mañana llegamos a Estero Conchal, lugar donde vivíamos antes, donde las mujeres vivían de sus siembras y crianza de animales y los hombres trabajaban incansablemente. Llegamos a la rancha, descansamos. Pronto amaneció, así que me preparé para ir a la escuela, ya estaba en mi último año. Cuando llegué a la sala les conté a mis compañeros lo que había sucedido, grande fue mi sorpresa cuando ellos me confiaron que sus padres también conocían al Piuchén; en ese momento llegó el profesor, que en ese entonces era Don Antonio González, quien pide silencio y anuncia su típica frase: “La lámpara sin aceite no brilla, y el niño que no estudia para nada vale en la vida” Qué tiempos aquellos, querido nieta-.

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El Animita del Canal Puquitín Contada por: Zulema Panichine Maripillán. Autor: Andrés Stange Aguilar.

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e cuenta que, en tiempos pasados, las personas de Chiloé cruzaban el golfo corcovado en chalupa a vela. Cierto día, una familia de Chiloé se dirigía a las Guaitecas en busca de madera y mariscos en chalupa a vela, cruzando el golfo Corcovado. Aquel día soplaba muy fuerte el viento, y el mar poco a poco empezó a embravecer. En el cruce del golfo fue peor el temporal, el viento cambió a noreste y la marea era vaciante, pronto empezaron los lamentos y los arrepentimientos de haber viajado ese día. Luego se escuchó el llanto de terror de un niño de 10 años, el regalón de la familia, gritaba con desesperación: -¡quiero volver a Castro!, ¡no quiero morir!-, en ese momento una ola gigante golpeó la chalupa y la dio vuelta, no hubo ni un alma que lo pudiese rescatar. En aquel entonces no había la comunicación, ni el paso de embarcaciones que existe hoy. Días después, pasaron unos pescadores que vivían en Repollal, en un lugar llamado Conchal, a arranchar por el canal Puquitín a la espera del cambio de

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marea para poder pescar. Al salir a tierra avistan en la costa un cuerpo que flotaba y se golpeaba en las piedras, fueron a ver, era el cuerpo de un niño; con la fuerza del viento y la marea, las olas llevaron el cuerpo hasta ese lugar. Los pescadores, hombres de fe, rudos y acostumbrados a los golpes que les daba la naturaleza, se persignaron, conversaron y en mutuo acuerdo le dieron al niño una digna sepultura.Al pasar los años, cuando ya todo esto era un recuerdo en la memoria, llega una embarcación a Repollal, específicamente a un lugar llamado Conchal, lugar donde vivía mi abuela Zulema Panichine. Los tripulantes de esta embarcación pasaron a comprar cholga seca y pescado ahumado que mi bis abuelo tenía en el secador. Pronto mi bis abuela los invita a sentarse alrededor del fogón y les sirve unos ricos mates amargos, era la atención que se le hacía a las visitas en ese tiempo; y, en medio de la conversación, el tripulante cuenta la historia de esta familia desaparecida en el golfo a la que jamás volvió a ver. Mi bis abuelo le pregunta: -¿cómo se llamaba el niño?-, (el niño que los pescadores de Conchal habían encontrado), él le respondió con un nudo en la garganta: -mi sobrino se llamaba Agustín Mañao-. Entonces mi abuelo le contó que los pescadores de Conchal lo habían encontrado y lo habían sepultado, y es por ello que la isla se llama la Animita del Canal de Puquitín. El tripulante, sorprendido de todo lo acontecido, dio las gracias por la digna sepultura que le dieron a su sobrino; embarcaron su mercadería y se fueron del lugar. Desde ese entonces, pescadores y hombres de mar pasan día tras día a Puquitín a dejar sus ofrendas, teniéndolo al niño como una animita muy milagrosa.

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Mi Accidente fue una Cueca Autor: Andrés Stange Aguilar Contada por: María Bernarda Aguilar Aguilar

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staba en un arenal, encima de este bailaba cueca, la música a todo dar, pero fuerte, fuerte, fuerte, y como le zapateaba, saltaba arena pa’ arriba y después bajaba pa’ abajo, al final terminaba riendo; contaba mi abuela mientras tomábamos mate con sopaipillas. Me decía: - raro mi sueño, mire, ve que bailando cueca…-, pero después lo entendí, la miré a los ojos y tragué fuertemente el sorbo de mate. -Cuénteme abuelita, ¿qué paso ese día?- dije atento a lo que me fuera a contar; dejó el mate a un lado, se sentó junto a mí, y comenzó a relatar… Estábamos con mi viejo en el monte, andábamos a la leña, en la isla que se llama Casa Piedra, fuimos esa vez por un mes, nos estaba yendo bien fíjate, ya teníamos las buenas lucas. Estábamos en la rancha tomando mate, yo le preguntaba: – viejo, ¿tú tuviste muchas pololas de joven? – y él me dijo: – si po’ vieja, a ver, mira…- empezó a nombrar po’ chica, a la Rosa, la Angélica, la María, la no sé qué más, yo me reí no más. – Maare viejo, que guenazo fuiste –;

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en eso le estaba diciendo y él me preguntó a mí también po’, me dijo: - vieja, ¿y tú? –, yo me reí no más, después lo miré y le respondí: – viejo, yo te voy a decir que tuve hartos no más, porque si me pongo a contar amanecemos despiertos –. Los dos nos pusimos a reír y quedamos de acuerdo que al otro día íbamos a Melinka, a entregar un poco más de leña, y nos íbamos a quedar allá pa’ que al otro día yo vaya a dejar plata al avión, y se la mande a tu mamá y a tu tío Álvaro a Coihaique, ‘onde estaban estudiando, ellos estaban internados en el Hogar Augusto Grosse. Así fue, al otro día, temprano ya, cargamos nuestro bote de leña y nos fuimos a entregar a Melinka; uno, dos, tres, cuatro viaje,; ya estábamos cansados y se hacía tarde, todavía nos quedaba un buen resto de leña por llevar. - Ya viejo, mañana vamos a buscar la leña que queda por entregar, es muy tarde ya - le dije a ese viejo leso, cuando él me respondió: – no, no, no lesees po’ Bernarda, vamos no más a buscar leña, mañana estamos en la casa no más -. - Bueno -, le dije yo, haciéndole caso a su porfiao’, así que igual nos fuimos, con tu tío Mauricio que se ofreció, partimos a buscar lo que quedaba. Llegamos donde estaba la leña, habían más de tres metro. - Viejo, si hacemos este viaje va a ser en vano, fíjate que hay más de tres metros y el bote hace justo tres, y vamos a tener que hacer otro viaje, quedémonos amaneciendo no más, y mañana volvemos, hacemos tranquilamente los dos o tres viajes que nos quedan –, le dije a ese guatón porfiao’, ¿vas a creer que no me hizo caso el viejo e’ mierda?, que no, que no. -Llenemos no más el bote, te haces problemas

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por leseras- me dijo. Al final le dije que sí, pero el tiempo no estaba muy bueno, había oleaje, nos fuimos igual, tu tío Mauri se sentó arriba de la ruma de leña y nosotros veníamos en los costados remando hacia Melinka. El bote se venía llenando de agua, las olas estaban fuertes, yo hacía lo posible por bombear esa embarcación, íbamos por la puntilla e’ Lope, hijita por ahí por donde está Aqua-Chile, y el bote se empezó a hundir. Mauricio, tu tío, gritaba de susto porque no sabía nadar, y yo en las mismas pero más calmada, tu tata era el único que sabía nadar, yo le gritaba a tu tío: - ¡hijo, agárrate de la arboladura del bote! -; la lesera po’, el bote se estaba hundiendo y yo diciéndole que se agarre de él, se iba a ir a pique más rápido, pero con el susto ¡QUÉ!, mientras sucedía eso, tu tata le gritaba a Mauricio: – ¡mueve tus pies y tus manos, hueón! -, mi hijo decía: - no puedo - y se hundía. Yo, por mi parte, escuchaba lo que decía Esteban y me mantuve en la superficie, chapaleaba con pies y manos; tu tata nadó a la playa para recuperar fuerzas, llegó allá, y luego de unos segundos se metió nuevamente al agua y sacó a tu tío ya inconsciente, mientras, yo llegué a la playa por mis propios medios. Después tu tata caminó para buscar ayuda, el bote, la leña y la plata que estaba en la chaqueta de cuero de tu tata se fueron a pique, lo importante era que estábamos con vida. Tu abuelo gritaba: - ¡AUXILIO, AUXILIO! -, estuvo un buen rato así, la gente después me decía que creían que eran borrachos gritando, porque la noche anterior andaban a si po’. La cosa es que una abuelita llamada Nolfa, alias la patas cortas, vecina de nosotro’, se dio cuenta que era Esteban que gritaba.

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¿Y les ayudó abuelita? -, pregunté entusiasmada. –Sí, hijita – continuó ella; nos fueron a buscar, antes de eso caminamos del muellecito, allá en puntilla Lope’, hasta la cruz, y después hasta ahí donde está AquaChile, ¡a pata pelá’ hijita!, con tu tío íbamos. Más tarde llegó la ayuda, nos fueron a rescatar, nos pasaron ropa para el frío y más tarde llegamos a la casa. Cuando llegamos estaba la Nina con don Lalo, finaíto ya el hombre, esperándonos estaban, buenos amigos eran. La cosa es que con el shock y todo, cuando llegué a mi casa, no me di cuenta y empecé a sacarme la ropa en mi cocina para ponerme algo seco, quedé en paños menores en frente de la visita; qué iba a saber uno po’, menos mal eran mis amigos, mientras tanto, dejé siete mil pesos que se salvaron y que estaban en mi pantalón, los únicos pesitos que teníamos, los dejé en un mueblecito y fui a mi pieza a buscar ropa. En eso comenzó a llegar gente, a ver a los accidentados po’, se llenó mi casa en un rato, ¡cuánta gente fue hijito! Ya po’, conversábamos poco igual por el susto, luego se fueron todos. Estábamos solos en la casa, después de un rato nos fuimos a acostar, ninguno de los tres comentó sobre lo que había pasado en ese momento. Al otro día llegó el avión, quedamos mirando con tu tata y las siete lucas desaparecieron del mueble al rato que las deje ahí, no las encontré más. Entonces mi hijito, ahí entendí que la bailaora de cueca y el zapateo era cuando chapaleaba en el mar con pies y manos, cómo es la cosa, ¡uno qué va a saber!

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Después, cuando llegó tu mamá y tu tía Oli, se lo contamos todo. Se mataban de la risa esas muchachas, decían: - ya me imagino mi mami, no sabía nadar –. “Supieran criaturas”, decía yo en mi mente, tu tío Álvaro no po’, ese es más razonable. - Hijito, ese fue el mayor susto de mi vida, por eso le tengo tanto miedo a esa barcaza.Mi abuela sonrió, se puso de pie y volvió a tomar su mate en sus manos arrugadas, me miró y dijo: - ¿otro? –, le respondí: – ¡con gusto le recibo otro! –, y continuamos mateando un buen rato; cambiamos el tema, quedando la historia nuevamente en el pasado.

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Faena en la Isla Téllez Escrita por: Andrés Stange Aguilar Contada por: Luis Santana

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ecuerdo que una vez fuimos a faena de erizo a isla Téllez. Un día se nos ocurrió ir al frente a trabajar, anduvimos con mucha suerte esa mañana, además de erizo encontramos también unos 300 pescao’, finao’ Panchula y finao’ Manzanero estaban felices. En la tarde estábamos cargados, nos dimos cuenta que empezaba a malearse el tiempo, así que pronto le dimos guaraca al motor y partimos a nuestro destino, pero el temporal se desató de un rato para otro, no pudimos cruzar porque íbamos demasiado cargados y estaban entrando las olas a la embarcación, en tanto, tomamos la decisión de volver a playa blanca; cortamos varas, goque para amarar, y sacamos el nylon del bote, hicimos un rancho para guarecernos de la lluvia y esperar un rato para volver nuevamente a la mar y llegar a isla Téllez, donde estaban los demás compañeros de faena. Bueno, estábamos en silencio dentro del rancho que construimos, cuando de pronto, escuchamos unos gritos desesperados, salimos todos al mismo tiempo,

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miramos pa’ allá, por acá, nada, volvimos a arrancharnos. Cada vez el temporal más fuerte y más fuerte, se desató con toda su furia, miramos hacia afuera, nuestra embarcación se estaba hundiendo, los remos, la botavara se los llevó una ola; de repente, llegó la lobería y empezó a comer todo nuestro pescao’, los erizos, y el motor de nuestra embarcación estaba en las profundidades. Perdimos todo. Cuando ya estaba oscureciendo, los compañeros de faena de isla Téllez se preocuparon y nos fueron a buscar. Contamos nuestro percance y nos dijeron los más antiguos que cuando se aproxima un temporal, como el que tuvimos hoy día, las ánimas de navegantes naufragados emiten lastimeros gritos de auxilios y sollozos, que retumban en la soledad de los canales.

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Mi Abuela Luisa Escrita por: Nadia Cayún Maripillán Contada por: Luisa Maripillán

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abía una vez una niña que siempre iba a visitar a su abuela y la abuela siempre estaba haciendo algo rico para comer. La niña le decía que cada vez que ella la va a visitar, siempre está ocupada y lo que le gustaría es que se siente, sirva unos mates dulces y le cuente cómo fue su niñez, y a qué se dedicaban sus padres en esos tiempos. La abuela se ríe a carcajadas y dice: - Bueno, mi amayorada, siéntese en el banco detrás de la cocina a leña y le serviré unos ricos dulces-. Luego empieza a relatar sus vivencias con nostalgia. -

Recuerdo que a la edad de 7 años, cuando vivía en la isla de manzano, mis primeros trabajos eran ayudar a sembrar papas, las que eran abonadas con lamilla y guano de pájaro (lile). El guano lo íbamos a buscar a la isla de fusil. También se sembraba centeno, trigo, arvejas, habas, ajo y todo lo que era

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verdura, y algunas frutas como frutilla, parra, grosellas, frambuesas, parrones, y eso con respecto a la siembra. Había también árboles de manzana, actualmente quedan algunos. También se criaban ovejas, vacunos, chanchos, pavos, gansos, gallinas, patos, que traíamos a vender a Melinka (porque nosotros antes vivimos en Repollal) además de pescados y mariscos, que se cambiaban por mercaderías; así nos manteníamos para poder sobrevivir. En el verano nos íbamos a la cholga seca, por un mes o más tiempo, en bote a vela y a remo. Nos íbamos con viento norte y llegábamos al puerto de Chully, cuando el viento era a favor. Demorábamos un día a vela o bordeando, y cuando ya estábamos en el puerto, el primer día se descansaba y al otro día se empezaba a cortar la madera para hacer la rancha. Se buscaba Goqui, canutillo y ramas, se armaba la rancha, parecida a una casa. Cuando la armazón estaba lista, se comenzaba a amarrar todo con goqui muy bien apretado, lo mismo con el canutillo, con el cual se cubría lo que era el techo, y la tingle se tapaba con ramas, bien apretadas. Estando la rancha lista con pilcan y buenas mareas, empezábamos a sacar cholga a puro palde, guadaña y gancho. Se trabajaba por 6 días más o menos… La cholga se apozaba en el mismo puerto, y cuando ya no había mareas, se comenzaba a acarrear la cholga con angarillas tejidas con varas y goques, también con canastos tejidos de la misma forma.

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Se reunían muchas piedras y leña, se hacía un solo curanto, se cocían las cholgas de una sola vez, se desconchaba por días. Las cholgas se secaban en el fogón con un secador tejido con varitas bien delgaditas. Cuando las cholgas estaban frías y secas, se ensartaban con tiras hechas de junquillos secos, las agujas eran de cobre y de madera. Una vez que estaba todo ensartado, se colgaban al humo, ya oreadas, se dejaban en yeguas, que se hacían al fondo de la rancha. Cuando completábamos la carga, volvíamos a nuestro querido manzano, a ver a nuestra familia; que allí nos esperaban. Al otro día, veníamos a Melinka a entregar las cholgas al patrón, que nos habilitaba. Era muy poco el dinero que recibíamos y era más mercadería lo que nos pagaban. -

Abuela Luisa, qué linda fue tu niñez, cerca de la naturaleza, libre como un pájaro, claro que bastante sacrificada -.

La abuela miraba con ternura a Nadia y le decía: - Nosotros no tuvimos niñez, cuando nuestros padres se daban cuenta que podíamos hacer algo, empezaban a ordenarnos a trabajar. En aquel tiempo no existían los ananais, ni los abrazos, ni los besitos, ni que los hijos manden más que los padres, esos desarreglos se ven ahora no más -. -

Abuela, para qué te voy a engañar, pero ni siquiera me puedo imaginar

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que su infancia fue así. Te admiro tanto, abuelita, te quiero, eres el personaje que más admiro en todo el mundo-. Nadia se acerca y la abraza demostrándole un gran cariño a su abuelita.

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Las Huellas del Rey Ciprés Escrita por: Constanza Panichine Chiguay Contado por: Gavy Chiguay Aguilar

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n Melinka, comuna de las Guaitecas, existe un lugar hermoso que llamamos Estero Álvarez, acoge, como buen puerto, a muchas embarcaciones que se distinguen por las diferentes actividades económicas de la isla: las chalupas, botes a remo, lanchas a motor de los pescadores artesanales, como también cómodas y rápidas lanchas de fibras de vidrio, que nos señalan el progreso que ha generado la industria salmonera en la zona. Sin embargo, hoy quiero contar por qué se llama Estero Álvarez. Su nombre es en memoria al legendario empresario que explotaba el ciprés de las Guaitecas al comienzo de los años 1900, era oriundo de la ciudad de Chonchi, donde nació el 24 de abril de 1873; tras recorrer los canales hasta Puerto Chacabuco se instaló a vivir con su familia en Melinka, donde administraba sus prósperos negocios de madera. Muchos inmigrantes chilotes llegaron a esta isla como trabajadores de don Ciriaco Álvarez, quienes todavía viven en Repollal bajo y Repollal alto, este es un lugar rico en vegetación apto para la agricultura y la ganadería. Don Ciriaco Álvarez lo convirtió en un fundo, donde realizó los

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primeros cultivos de papas, siembras de hortalizas y plantaciones de árboles frutales, además de la crianza de animales domésticos, como pollo, pavos, patos, gansos y ovejas. A poco andar hizo construir galpones y casas para sus trabajadores chilotes, con sus respectivas familias, también existió, en esa época, una pequeña escuelita llamada “Los Conchales”, algunos ancianos vecinos aún recuerdan a su maestra, doña Filomena Bórquez, esposa de don Augusto Álvarez, administrador del fundo y pariente de don Ciriaco. Muchas anécdotas aún se pueden recordar del Rey del Ciprés. Los hijos de los trabajadores que viven en Melinka recuerdan que siempre recomendaba beber agua con harina tostada para pasar el hambre, como también convertir los palos de alguna playa en cuchara o tenedor para alimentarse, diciendo: -¡Ven cabro, los ricos también comen con palos!-. Quienes lo recuerdan dan testimonio de un hombre sencillo, humanitario y buen patrón; su vestimenta era sencilla y rudimentaria: ojotas, pantalones de telares, poncho de lana de oveja. Era un gran navegante y conocedor de nuestros canales, tenía fama de hombre fabuloso; se cuenta que una vez establecida la sociedad industrial de Aysén (S.I.A) don Ciriaco solía decir: -¡Yo soy el Rey del Ciprés!, esta compañía es solo la “Reina de las ovejas”-. En esos años, a orilla del Estero Álvarez, don Ciriaco construyó enormes galpones, donde acopiaba la madera, además de un almacén abastecedor de víveres para sus trabajadores; en la bahía se apreciaba cantidades de bolsas con

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maderas de ciprés, que se embarcaban en barcos a vapor como el Alondra, el Villarrica, el Taitao; luego, la madera se trasladaba a Perú, donde se construían rieles entre las ciudades de Lima y el Callao, y también al norte de nuestro país, para el abastecimiento de viñedos chilenos. Con este sencillo relato, escribo lo que mi madre me enseña a través de conversaciones sobre los personajes que forman parte de la historia de mi querida isla Melinka.

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Tienen que Pagarme la Crianza!- Decía :- ¡El Papá! Escrita por: Andrés Stange Aguilar Contada por: María Bernarda Aguilar Aguilar

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os niños salían de 6° año básico y tenían que salir a trabajar al mar, en cuanto a las mujeres, ellas se casaban muy jovencitas para que el marido las mantenga. Así era la vida en Melinka, vivíamos en un rancho techado con paja, me acuerdo de que en el centro había un fogón y en este se usaba una cadena, donde se mantenía la tetera y la olla, a esa cadena le hacían un gancho para que sostuviera el utensilio. Nuestro hogar era un solo espacio, me refiero a que no habían dormitorios, ni baño, nada de eso; la cocina, el comedor, el dormitorio, todo estaba instalado en un solo espacio, ni siquiera se separaban con cortinas; el piso era de tierra, sin embargo, igual lo barrían con ramas, pocas personas hacían escoba de quilineja; se hacían catreras con tablas rústicas y las camas eran de pasto, lo cortaban y lo secaban, buscaban bolsa papera, que era de arpilleras, se ponía la paja adentro y se confeccionaba la buena cama para descansar; la harina venía en bolsa, y a estas bolsas de género le estampaban

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muchas letras, entonces, para borrarlas las hervían con harto jabón Popeye, después se colgaban en el cordel del patio, se dejaban al sereno, con esto desaparecían totalmente las letras, y este género les servía para hacer sábanas, o también, para confeccionar su vestuario; con decirles que en el año 1978 todavía habían personas que usaban enaguas, calzones slip, pantalones, delantales, con este género; lo digo porque cuando era chica me causaba mucha gracia ver en los cordeles esta ropa tan particular; además de tamaño tan grande, sobre todo los calzones y los slip, cuando preguntaba me decían: -ah, es ropa de lonilla-. Los pantalones blancos que confeccionaban se teñían con barba de palo o simplemente con un sombrero viejo. De calzado usaban zapatos de plástico o simplemente andaban descalzo. Cuando los hombres salían a trabajar les remendaban los pantalones viejos con este género blanco, también en las partes de las piernas y trasero de estas prendas, para que no se quemaran tanto cuando cocían las cholgas; usaban ojotas de cuero de lobo con medias de lana, gorro y jersey de lana, esa era la ropa de trabajo del pescador. Cuando los niños iban a la escuela, no usaban mochilas como ahora, las madres les hacían bolsas de lonilla, y si no, usaban bolsa de nailon, siempre se elegían las más bonitas para llevar los cuadernos. Los profesores les revisaban las orejas, el pelo, las uñas, las manos, también les revisaban la ropa interior, los pies, y si estaban sucios, los mandaban a la playa a lavarse los pies con arena. Así no ma´ era la vida antes, éramos felices y no nos quejábamos.

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Noche de Nostalgia Escrita por: Matías Ramírez Quintero Contada por: Palmenia Saldivia

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iré por mi ventana, nevaba, todo afuera cubierto de un manto blanco, que parecía una alfombra; me vino a la mente el recuerdo de mi padre, aquella persona que me decía: - ¡Hijo, la vida es dura!-. Siempre me decía así. Su juego favorito era el “Truco”, con sus dichos y coplas que a mí me llamaban la atención. Tengo 11 años y lo recuerdo como si fuera ayer, sus consejos y palabra que me ayudan a crecer. Sigue nevando, es agosto muy frío, pero el recuerdo de él me da abrigo; mi viejo, mi padre. Al otro día, salí a la calle, caminé sobre la nieve, el árbol daba la impresión que estaba con adornos de navidad; iba de la mano con mamá, ella guarda silencio al recuerdo de mi padre, cuando le pregunto por él, me dice: - ¡tranquilo, hijo!, ya nos juntaremos con él, en el cielo-, la pena me invade el corazón, la nieve cubre todo lo que está afuera, juego con mis amigos en la plaza, construimos un mono de nieve, divertido todo esto, parece que lo

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escucho cerca de mí: -¡el truco!-; cuando sea grande aprenderé y jugaré con los demás al truco, el juego de mi padre. Su “baraja” está guardada esperando que yo crezca para jugar y llevarla conmigo, por esos caminos que he de andar, cuando sea grande. Así se va apagando el pensamiento para un hombre, ¡mi padre!, una persona de bien, viejo truquero del sur, y con este relato cortito, rindo homenaje a todos los que juegan al truco en toda la región de Aysén, ¡Truco y Real envido!

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El Poeta y el Curanto Escrito por: Constanza Panichine Chiguay Contado por: Gavy Chiguay Aguilar

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n hermoso día de primavera, las palabras vuelan por el aire suave, como el viento. Es un día especial, llega a nuestro pueblo el Premio Nacional de Literatura, don Francisco Coloaneinvitado especial a la inauguración del almacén ECCA, ubicado al lado del retén de carabineros. Es el año 1972, el pueblo era pequeño, los caminos eran huellas angostas, donde se apreciaban los cercos de madera nativa y las casas construidas de tejuelas de ciprés, tenía aspecto de una pequeña aldea de pescadores. Todo el diario vivir giraba en torno al mar, hasta nuestros juegos infantiles. Recuerdo que esperábamos las bajas de marea para jugar al tejo, al luche, a las casitas, correr para jugar a la chola o simplemente mariscar. En este día especial, está todo el pueblo invitado a degustar el típico curanto al hoyo, para brindar una buena atención a tan ilustre visita. Yo era pequeña, jamás imaginé que todo este acontecimiento se convertiría en páginas del libro “Los pasos del hombre”. Recuerdo al escritor como un hombre grande, bonachón,

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usaba un chaquetón de paño de esa época, con lentes, boina negra, su voz pausada y fuerte como un poeta; no puedo relatar con exactitud los versos que recitó antes de servirnos el curanto, que con tanto cariño prepararon mis padres: doña Ana y don Teo, con la colaboración de algunos vecinos; don Francisco se quedó varios días en la casa de mis padres, gustaba de la buena conversación, acompañada de chicha de manzana calentita, alrededor de la cocina a leña; como la luz eléctrica era hasta las 23:00 horas, un farolito artesanal era suficiente para dar luz y escribir en un cuaderno pequeño todas las vivencias del día, incluía la navegación a vela que tanto disfrutaba, también conoció las cuevas del pirata Ñancupel, cerca de Repollal, historia que le interesaba muchísimo.

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Las Animas de los Ahogados Por: Dafner Acuña Pérez

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sta historia me la contó un compañero de curso, fue una experiencia de su madre, la señora Anacleta Mariman. Anacleta, cuando tenía 13 años de edad, había ido a un sector que le llamamos Playa Raya, un lugar que queda ubicado en Estero Álvarez, es el lugar preferido por los niños y jóvenes de Melinka; porque es una playa de arena, plana, húmeda y grande, además se pueden bañar en forma segura. Bueno, como le iba contando, Anacleta con su amiga, algo más grande que ella, se adentraron en una cueva que queda a un extremo de la playa; en esta cueva había esqueletos esparcidos, ellas los ordenaron como pudieron, los dejaron así y se fueron. Al día siguiente, volvieron y visitaron nuevamente la cueva, pero se encontraron otra vez con los esqueletos esparcidos y de nuevo los ordenaron como el día anterior, sin embargo, esta vez, cuando los estaban ordenando, Anacleta sintió que le tiraron el pelo, al darse cuenta que no fue su amiga, porque estaba al frente de ella y al darse vuelta no vio a nadie, se asustaron demasiado, se fueron corriendo a su hogar y le contaron a sus padres; ellos fueron a ver la cueva y no había ningún esqueleto, como les habían dicho

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las niñas, en realidad, Anacleta no estaba segura si los papás le creyeron su historia, así que fue donde su bisabuela y le contó lo sucedido, Entonces, le dijo: - Mi niña, no le cuentes a nadie lo que te sucedió, porque hace muchos años atrás hubo un ajuste de cuenta entre brujos, uno de ellos era muy amigo de mi vecina Anastasia, y siempre se jugaban entre ellos, diciéndose palabras ofensivas, así que un día, a Anastasia no le gustó lo que le dijo su amigo, ella lo amenazó diciéndole que quedaría pelao’ en la calle, él se rió a carcajadas, pero esa noche le fueron a sacar pelo de la raíz y le quedó un lado de cabeza sin cabello, él durmió esa noche sin sentir nada. Cuando se levantó y se miró en el espejo se dio cuenta; en ese mismo momento su esposa despierta y empieza hacer arcadas para vomitar, él le lleva corriendo un lavatorio de aluminio; su señora vomita, se da cuenta de que lo que votó por la boca su esposa era su pelo, que en la noche le había arrancado de raíz. Este señor se enfadó tanto que fue a la casa de ésta, y le dijeron que había ido a playa raya a mariscar. Sucedió que nunca más se supo de Anastasia, solamente encontraron su canasta y su palde mariscador arriba de una piedra grande.

En aquellos años no habían fuerzas especiales, refiriéndose a los carabineros, así que nadie investigó la desaparición de Anastasia, y hasta el día de hoy que lo estamos conversando. Tal vez la mataron y dejaron que las olas la lleven y nunca más se sepa de ellos, es por eso que existen las ánimas de los ahogados.

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Melinka y sus Legendarios Hombres Escrito por: Andrés Stange Aguilar Información extraída de diferentes libros.

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elinka es la capital de la comuna de las Guaitecas, enclavada en la isla Ascensión, perteneciente al límite norte de la Xl región del General Carlos Ibáñez del Campo, su ubicación geográfica exacta corresponde a 43° y 54’ latitud sur y a 73° y 45´ de longitud, y aproximadamente, a 45 millas al sur este del Puerto de Quellón. En estas islas del archipiélago de las Guaitecas, vivieron los indios chonos, tribus de aborígenes que recorrieron golfos y canales en frágiles canoas junto a su grupo familiar, en busca de pesca, mariscos, animales marinos y pájaros, que les proporcionaban alimentos y vestimentas para protegerse de las inclemencias del tiempo, fueron verdaderos nómades del mar, eran excelentes marinos y pescadores, cualidades que mantienen los habitantes de estas australes islas. El ciudadano alemán Arnoldo Felipe Westhoff Rodding, dueño de un aserradero en estas islas, en el año 1860 hizo un pueblo en la caleta de los balleneros, llamada Puerto Arena, a este pueblo dio el nombre de su hermana Melinka,

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cuya traducción al castellano significa “Querida”. Westhoff era un hombre culto, estudiante universitario en su patria y en Rusia, por lo cual se le atribuía esta última nacionalidad. Sus antecedentes y su trabajo hicieron que las autoridades lo designaran subdelegado, como tal, escribió su informe de 1867 que, por su pieza de primer orden, fue publicado en los “Anales de la Universidad”. De estos primeros tiempos, hay antecedentes de que don Enrique Simpson, comandante del “Chacabuco”, informaba que nada quedaba de los habitantes primitivos, ya que los misioneros Jesuitas de Chiloé los recogieron para educarlos. Los que prefirieron la libertad, huyeron a los canales de más al sur. En el golfo Trinidad Fitz Roy, en 1885, encontró unos 300; en ese entonces era acompañado por Carlos Roberto Darwin, naturalista inglés. Westhoff, llegó al archipiélago de las Guaitecas en busca de maderas durables, aquí encontró ciprés y coigües en abundancia, usados más tarde para durmientes y postaciones telegráficas, ya que esta madera es una de las más durables. Otro personaje interesante en la historia de Melinka es el comerciante, oriundo de Chile, don Ciriaco Álvarez, a quién apodan el Rey del Ciprés, por sus fabulosas ganancias obtenidas en la explotación del ciprés en gran escala. Para transportar estos miles de piezas de madera, los barcos permanecían por varios días en faenas de carga en la bahía; este personaje se caracterizaba por su rústica indumentaria al estilo chilote y usaba un lenguaje campechano. Destacamos

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esta personalidad, pues fue un hombre que en todo momento se preocupó por el bienestar de la familia Melinkana. Otro personaje más reconocido por sus “siniestros crímenes y fechorías” es el Pirata Pedro Ñancupel Norambuena y su banda de forajidos, sin dios ni ley, secundado por su lugarteniente Nahuelhuen, quiénes tuvieron como escenarios estos australes territorios, entre los años 1905 a 1912, contabilizando en su carrera delictual cerca de un centenar de homicidios, asaltando a cuadrillas de pescadores para robarles sus mercaderías (cholgas secas, pieles, peces ahumados, etc.), también asaltaban a buques veleros que pasaban a recalar a Melinka en espera de buen viento para navegar, esto lo aprovechaba Ñancupel y su banda, para ir a los buques a vender pieles y otros productos, invitándoles posteriormente a salir a tierra para visitar su rancho. Una vez en tierra, los asesinaban con sus escopetas y puñales, que se encontraban en las naves, matándolos y sacando todas las cosas de valor del buque, luego procedían a romperles el casco, que generalmente era de madera, con barrenos o hachas, hasta hundirlos. Finalmente, gracias a una estrategia del capitán de Puerto de aquella época, don Belisario Bahamondes, y contando con complicidad de don José del Carmen Cárdenas, a quién Ñancupel consideraba su “compadre”, se trasladaron a Repollal, donde residía Pedro Ñancupel con un grupo de marinos de la capitanía de Puerto Melinka. Armados y disfrazados de pescadores, llamándolos y diciéndoles que en Melinka había llegado un buque extranjero y que necesitaba un práctico en canales

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para que los remolcara a mar abierto, y como él era un excelente marino conocedor de todos los recovecos de los canales, era la persona indicada; ante esta invitación, cayó en la trampa, embarcándose en la chalupa, una vez dentro, fue reducido y amarrado, junto a su compañero de fechorías Nahuelhuen, siendo conducido en una goleta a la ciudad de Castro, donde Ñancupel fue ajusticiado, pagando con su vida sus innumerables crímenes cometidos; su lugarteniente Nahuelhuen fue fusilado en Ancud, al decir de algunos antiguos pobladores, en el año 1912.

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Contenido PRESENTACIÓN..............................................................................................................1 DEDICATORIA................................................................................................................3 MI ABUELO MANTIENE EL OFICIO DE TEJUELERO EN MELINKA................................5 HISTORIA REAL DE LAS HERMANAS LLANCALAHUEN................................................9 CARPINTERO Y DENTISTA............................................................................................13 EL ESTERO COCHIVILO...............................................................................................17 EL PIUCHÉN..................................................................................................................21 EL ANIMITA DEL CANAL PUQUITÍN.............................................................................23 MI ACCIDENTE FUE UNA CUECA...............................................................................25 FAENA EN LA ISLA TÉLLEZ............................................................................................31 MI ABUELA LUISA.........................................................................................................33 LAS HUELLAS DEL REY CIPRÉS.....................................................................................37 TIENEN QUE PAGARME LA CRIANZA, DECÍA EL PAPÁ.............................................41 NOCHE DE NOSTALGIA..............................................................................................43 EL POETA Y EL CURANTO............................................................................................45 LAS ÁNIMAS DE LOS AHOGADOS.............................................................................47 MELINKA Y SUS LEGENDARIOS HOMBRES.................................................................49

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