El poder de los introvertidos

Page 12

podía pasar por extrovertida a la hora de hacer publicidad de él. Si es usted introvertido, sabrá también que los prejuicios contra los callados pueden causar un hondo dolor psíquico. Habrá oído, en su infancia, a sus padres disculparse por su timidez («¿Por qué no puedes ser más como los Kennedy?», le preguntaban siempre a uno de mis entrevistados sus padres, obsesionados con la presidencia de JFK), y en la escuela le habrán instado a «salir del caparazón», expresión por demás nociva que pasa por alto la existencia de animales que llevan consigo esa cubierta de forma natural allá adonde van, igual que algunos seres humanos. «Todavía me resuenan en la cabeza los comentarios que tuve que aguantar de niño: que si era un vago, que si estúpido, que si lento, que si aburrido… —escribe uno de los integrantes de cierto foro cibernético llamado Introvert Retreat—. Cuando alcancé la edad suficiente para suponer que era introvertido y punto, ya era tarde para desprenderse del convencimiento de que había algo consustancial a mi persona que no iba bien. Ojalá pudiese encontrar el lugar en que duerme ese vestigio de duda para eliminarlo». De adulto, quizás haya sentido cierta punzada de culpa al declinar una invitación para cenar en favor de un buen libro; o tal vez disfrute comiendo solo en los restaurantes sin tener que soportar las miradas de conmiseración del resto de la clientela. También es probable que le hayan dicho muchas veces que está «demasiado ensimismado», expresión que se aplica a menudo a quienes son callados y cerebrales, aunque también, claro está, existe para ellos el término pensador.

He tenido ocasión de comprobar en persona lo difícil que resulta a los introvertidos tomar conciencia de sus propios dones, y lo sensacional que se vuelve cuando, por fin, lo logran. He estado más de diez años instruyendo a gentes de toda clase en el arte de la negociación: de abogados de grandes empresas a alumnos universitarios, y de gestores de fondos de inversión libre a matrimonios. Claro está que tratábamos de lo fundamental: cómo prepararse para entablar una negociación, cuándo es conveniente presentar la primera oferta o qué hacer cuando la otra persona nos pone en la situación de tomar o dejar lo que se nos propone; pero también ayudaba a mis clientes a desentrañar su verdadera personalidad y a sacar de ella el máximo rendimiento. El primero de todos fue una joven llamada Laura. Aunque trabajaba de abogada en Wall Street, era una persona callada y dada a la fantasía que tenía pavor a ser el centro de atención y no sentía ninguna atracción por el perfil típico del ejecutivo dinámico. A duras penas, había logrado superar el crisol de la Facultad de Derecho de Harvard, en donde las clases se imparten en aulas gigantescas que más parecen los anfiteatros en que se enfrentaban los gladiadores —y en donde, en cierta ocasión, se puso tan nerviosa que vomitó de camino a su clase—. Una vez culminada aquella etapa, de regreso al mundo real, no estaba segura de ser capaz de representar a sus www.lectulandia.com - Página 12


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.